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Recuerda por Circe 98

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Notas del capitulo:

Yu-Gi-Oh! es propiedad de Kazuki Takahashi.

Esta historia es invensión totalmente mía, combinando algunos aspectos de lo que narré en otro fic y cosas del canon de la historia según Takahashi.

Durante una semana entera, se quedó pensando en las palabras del Mago Silencioso. Había existido un niño que fuera hermano del faraón sin nombre, un príncipe olvidado por la misma historia y del cual jamás se encontrarían restos o información. Un niño que tuvo en su interior a dos monstruos de luz con los cuales pudiera haber derrotado a Zork. Un niño el cual fue asesinado por el mismo Atem por la influencia del demonio.

¿Quiénes pudieron ser? Esos tres seres de luz.

—¿Yugi? —preguntó Bakura, mostrando signos de preocupación en su rostro. Jonouichi estaba al fondo, atento a la conversación—. ¿Estás bien?

El muchacho de cabello tricolor salió de sus pensamientos un momento y se quedó viendo a sus amigos. Honda, Jonouichi y Bakura. Todos ellos merecían saber la verdad tras sus cavilaciones, pero no se sentía contento todavía con la perspectiva de perderlos debido a la rara naturaleza que le había tocado. El ser el contenedor de magia residual del otro Yugi. Sin embargo, necesitaba la ayuda para resolver sus problemas.

—Sí —respondió tras un largo rato en silencio, no convenciendo al de cabello blanco con su respuesta.

Debería decirles, canturreó la Maga Oscura, apareciendo justo detrás de Bakura, sin que ninguno de los amigos de Yugi fuera capaz de verla.

El Mago Oscuro apareció al lado de su aprendiz, comenzando a reñirla. Kuriboh también, defendiendo a la rubia. Aquella escena le provocó una nostalgia que era impropia, como si la hubiera visto alguna vez con otras personas. Se permitió reírse entre dientes, sacando cierta presión en su pecho que no le dejaba respirar.

—No es nada importante —respondió, agregando una sonrisa que no llegó a sus ojos.

Se retiró, alegando ir por algo a la cocina de su casa. Mientras, Jonouichi se quedó pensando en qué podría ser lo que le acosara. Por más que alegara haber dejado ir a Atem después del duelo ceremonial, algo no le terminaba de convencer. Era aquella visualización de los sentimientos que le restaban.

¿Cómo ninguno se había dado cuenta de ello?

¿Algo le pasó, amo?, preguntó el Mago Silencioso, apareciendo al lado del joven Moto.

—No puedo decirles sobre lo que me pasa —respondió Yugi, tomando un vaso para servirse agua—. Confío en ellos, pero esto, el hablar con ustedes como lo hice con mi otro yo... es otro tema.

¿Por qué?

—Lo siento como una... revelación un poco embarazosa. Sería... entregarles una parte que mantuve exclusiva entre él y yo. Podían intuir que conversábamos, pero no al punto en que lo hacíamos.

El Mago Silencioso sonrió.

¿Tiene eso que ver con su memoria de un beso?, preguntó con curiosidad, provocando que el joven Moto saltara, dejando caer el vaso por su torpeza debido a su nerviosismo. Con la cara teñida de rojo, se agachó para recoger el vaso que se rompiera. Aquella reacción complació al Mago, quien se volviera una adolescente. ¿Tiene que ver con que no quiere que se sepa que el Rey Atem lo besó?

—¡Mi otro yo no hizo tal cosa! —exclamó en voz baja para no llamar más la atención. Su monstruo se rio, bastante divertida por la actitud que tomara en relación a aquello. Un chico que jamás podría ser feliz, incluso manteniendo una relación con alguien más.

Solo había una persona por la que moriría. Una persona en la que se abriera por completo sin necesidad de palabras o acciones, bastaba con una sola mirada. Ese era Atem.

¿Por qué está seguro de eso, maestro?, preguntó el espadachín, apareciendo al lado de su amiga. Ambos iban dispares, cambiando en sus formas a distintos tiempos.

Yugi levantó los trozos y los tiró.

—Porque es una locura siquiera pensar que él haría algo como eso —respondió de inmediato, mirando la mano donde estuvieran los cristales que recogiera—. Es una buena excusa para mantener un sentimiento que jamás pasará a nada.

El joven Moto agarró otro vaso y ser sirvió agua, bebiéndola de inmediato con tal de acabar con ello. Tenía un montón de pensamientos en su cabeza. Muchos de ellos relacionados con Atem, el príncipe que fuera su hermano y de los monstruos de luz que hubieran nacido y derrotado al demonio. No obstante, si el pasado se modificaba de esa manera, nada podría mantenerse tal cual era su presente.

Yugi solo era la encarnación de Atem, lo sabía muy bien. Era su versión moderna, la versión que quedaría hasta quién sabe cuándo. Una versión que existía solo para traerlo de vuelta para derrotar al mal. Solo el vehículo, su recipiente. Que tuvieran un vínculo ya era otra cosa.

—Hablamos de esto al rato —terminó la conversación.

-.-

Al llegar la tarde, Jonouichi se quedó, acompañándole. Ambos terminaron de acomodar la tienda de juegos.

Sugoroku había salido para encontrarse con sus viejos amigos mientras que su madre dormía. En la mañana salió para realizar las compras, en aquellos momentos se había permitido dormirse.

—Yugi —le llamó el rubio.

El joven de cabello tricolor le miró, dando una respuesta de escucharle.

—¿Por qué has estado tan extraño?

Yugi se giró, mirándolo fijamente. No entendía el ritmo de la pregunta que su amigo le hiciera.

—Desde que te rogué porque me dijeras si le habías dicho a Atem lo que debías decirle, también noté que has estado demasiado... distinto a lo que solías ser. Más allá de la partida del otro Yugi, algo ha pasado.

El joven Moto se tensó, inconsciente. Miró hacia atrás de su amigo, notando cómo los monstruos de este le miraban de manera recriminatoria. El Dragón Negro de Ojos Rojos y el Espadachín de Flama. El rubio jamás podría notar cómo aquellos seres junto a los demás le vigilaban y mantenían en calma, además de recriminar a aquel que le mintiera a su amo.

De esa manera le miraban. Además, allí estuvieron sus propios monstruos. El Mago Silencioso y el Espadachín Silencioso. Todos comenzaron a mirarle de una manera en que le decían que dijera la verdad. La mejor manera de expresarse era esa.

—¿Yugi?

El nombrado soltó aire. No tenía más opción que hablarle.

—El Rompecabezas del Milenio contenía una gran cantidad de magia —dijo, viendo a los monstruos asentir para que continuara. A regañadientes, volvió a hablar antes de permitir cualquier interrupción humana—, una cantidad que ni mi otro yo pudo imaginar. Parte de esa magia se quedó en mí, regalándome la capacidad de ver a los monstruos de una manera bastante parecida a la que lo hacía con mi otro yo. Los veo y hablo con ellos.

Jonouichi se llevó la mano al mentón, pensando en ello. Los demás miraron de manera expectante al muchacho rubio mientras Yugi apretaba sus manos, pensando en que su manera de privar la verdad podría costarle la amistad que tenía con Honda, Jonouichi, Otogi y Bakura, sin contar a Anzu.

—¿Hasta qué punto?

Yugi parpadeó, confundido por la buena manera en que Jonouichi se tomaba de buena gana sus palabras.

—Te miraban de manera curiosa, expectante, deseando saber cómo te tomarías mi locura. A veces me hacen bromas y es cuando me vuelvo... contra ellos, asustándolos a ustedes —explicó. Llevó sus manos a su cinturón, sacando un par de cartas, mostrándolas como aquellos que fueran los monstruos con los cuales venciera al Bakura Oscuro en el Mundo de las Memorias y de la Batalla Ceremonial—. Ellos son los que más se presentan, quienes mantienen de una manera la costumbre de hablar con alguien. Sin embargo, a veces se ponen un poquito pesados.

Jonouichi se carcajeó, causando que el joven Moto le mirara sin comprender la razón de su reacción.

—Niegas sentir algo por el otro Yugi —dijo, provocando que el rojo acudiera a la cara de Yugi— pero tú mismo lo causas. Eres un poco obvio, amigo. Si dices que se ponen un poco pesados, creo que es por eso mismo.

—¡Ya dije que no siento nada por mi otro yo! —exclamó, frunciendo el ceño. Escuchó las risas de sus monstruos, causando que les dedicara una mirada furibunda. Al calmarse, recordó una cosa que llevara ya tiempo pensando—. Hay más por hacer de lo que cualquiera imaginara, relacionado con Atem y su pasado.

Jonouichi paró las bromas, prestándole atención a su amigo.

—Hay una pieza que nadie sabe. Algo que mi otro yo olvidó y que no sé si recordó cuando obtuvo sus memorias de nuevo. Un príncipe que pudo haberlo ayudado a ganar la primera vez de... no haber sido asesinado cuando niños. No entiendo tampoco las razones para tener que buscar esta pieza.

—¿Qué tal si... es para poder permitir que el otro Yugi descanse? Si dices que era un príncipe y fue una pieza fundamental, asesinado antes de la pelea oscura, ¿no piensas en lo que es?

Yugi soltó aire, sorprendido por las palabras de su amigo.

—Las cartas de los Dioses y los Artículos del Milenio fueron las llaves para enviarlo al Inframundo, que es donde pertenecía desde el momento en que... murió hace tres mil años.

—Este príncipe puede ser quien le permita descansar en paz finalmente.

Notas finales:

¡Hola! Lamento mucho tardar en actualizar pero quienes me conozcan un poquito más entenderán el que tardara hasta casi terminar el mes en actualizar.

Por ahora, comienzo a tenerle cierto cariño a Jonouichi, pero sigo amando a los tricolores. La verdad, me es un poco extraño escribir con Yugi de protagonista ya que, si uno lo nota bien, siempre es Atem el que se lleva todas las luces. ¡Incluso en la película! ¡Él sigue sin ser el prota! Lo peor, la serie en parte lleva su nombre: Yugi.

Regresando, me encanta manejar a Yugi y tratar de dejarlo como alguien que, quiera o no, tiene las secuelas de un abandono más profundo del que quiere admitir. Es duro sobrellevar las cosas, más cuando es algo más interno, algo que te arrancaron de tu mismo ser.

¡Espero que les guste! La verdad, a mí me emociona un poco tener la ayuda de Jonouichi respecto a la búsqueda del príncipe que jugaría un papel importante en el pasado de Atem de haber existido, como planteé en "Memorias".

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