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Recuerda por Circe 98

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Notas del capitulo:

Yu-Gi-Oh! es propiedad de Kazuki Takahashi, mi historia se basa principalmente en los eventos del manga, pero he añadido algunas cosas de lo que pasó en el anime.

¡Sí! He actualizado dos veces. ¡En la misma semana! Me siento emocionada por este golpe de inspiración repentino que me vino.

Sin más interrupciones, disfruten del capítulo.

Yugi miró al techo de su habitación. Estaba a la espera de sus monstruos, quienes no tardaron en aparecer. El Mago Silencioso se veía como una hermana mayor mientras que el Espadachín Silencioso estaba algo apartado. El joven Moto pensó en las palabras de su buen amigo rubio cuando le comentara sobre su nueva tarea y las cosas que le estaban pasando. No tenía ni la más remota idea de la razón para que le tomara de buena gana su locura.

Amo, le llamó. ¿Qué diría si aquel... recuerdo de un beso por parte del Rey Atem fuera verdad?, preguntó, causando un sobresalto. Yugi tomó aire, pensando en esas palabras para negarlas tan pronto reprodujera la escena en su cabeza.

—Es imposible —respondió, mirando a su monstruo. Su mirada mostraba lo rendido que estaba de siquiera pensar en aquel acto que sucediera tiempo atrás—. Estamos hablando de él.

Ambos monstruos notaron que ansiaba deshacerse del sentimiento que desarrollara hacia el espíritu del rompecabezas. Ya no se sentía de la misma manera en que se mostrara cuando se diera cuenta o nada más. El beso era su sueño más loco, un sueño de un adolescente.

Maestro, le llamó el Espadachín. Ese beso que sueña, ese beso que piensa que solo es un producto de su imaginación, fue real. Nosotros lo vimos. El Mago Oscuro y la Maga Oscura lo vieron. Todos nosotros vimos cómo el Rey Atem lo besó.

—Gracias por intentar animarme —dijo Yugi, tirándose en su cama.

El tricolor tomó aire.

—¿Hay algo más sobre el príncipe que fue asesinado?

Ambos monstruos suspiraron.

, respondió el Mago Silencioso. Fue alguien muy querido por el mismo Rey Atem. Ese príncipe, atrapado en la oscuridad que el demonio Zork causaba, logró traspasar las barreras que lo encerraban y llegar hasta su hermano cuando más lo necesitó. Muchas veces estuvo a punto de morir, pero pudo ir con tal de salvarle la vida.

Este príncipe no solo llegó hasta él. Varias veces cargó con una culpa que le pertenecía a su hermano. Este niño decía que solo él, su hermano mayor por poco tiempo, moriría. A pesar de tener mucho miedo al momento de su muerte, a pesar de despreciarlo por ese momento, logró quedarse como un espíritu para ver la reacción del Rey cuando despertó de su encanto. No pudo odiarlo.

El Mago Silencioso sonrió, siendo ignorada por Yugi quien mantenía sus ojos cerrados para pensar en la historia que le contaran.

El día en que su cuerpo fue sepultado, lloró. El príncipe cuyo nombre significa juego lloró. Uno pensaría que, por ser un alma sin forma, un simple vapor invisible, no podría, pero lo hizo. El joven niño quería demasiado a su hermano mayor que se negó a ir a la prueba de Maat. El demonio lo tomó, apresándolo para evitar que pudiera comunicársele a su hermano. Con todo lo que pudo, pidió ayuda a esos monstruos que jamás verían la luz debido a su muerte y gracias a su fuerza de luz pudo encontrarse con su hermano. Las dos veces más fuertes cuando estuvo a punto de morir.

Yugi llevó su mano al pecho. Sintió cómo su corazón se encogía ante los hechos de aquel niño. Un niño sin nombre. Un niño olvidado por la misma historia junto a su hermano mayor. El Mago Silencioso extendió su mano, tocando la frente de su amo.

El joven príncipe sufrió mucho. El día en que... el Rey se encerró en el Rompecabezas del Milenio, el niño hizo que los Dioses le concedieran una forma de volver a estar con él. Les permitió que le dieran el juicio de Osiris, pasando la prueba de Maat, solo que, en vez de descansar, logró encerrarse en la misma tumba de su hermano para conseguir que el visir que construyó la tumba pasara sus mismas pruebas, pero también para mantener lejos a cualquiera que quisiera pasar. Era celoso de quien tuviera la reliquia contenedora del alma de su más amado hermano.

—¿Quién... era el visir? —preguntó Yugi, recordando la historia que su abuelo le contara sobre cómo había conseguido el Rompecabezas, cómo había salido de la tumba del faraón sin nombre. Aquellos hombres que perdieran la razón solo para llegar a ese tesoro.

Su nombre era Shimon Murán, respondió el Espadachín Silencioso por primera vez tras largo rato de silencio. El joven príncipe lo guio, sabiendo que, eventualmente, se sentiría atraído ante el secreto de aquella tumba. Solo pudo servir de guía y no como protector, el visir fue traicionado y herido de gravedad por el hombre que le guiara para llegar a la cueva que fuera el sitio de descanso del Rey Atem.

Sin embargo, por ese imprevisto, estuvo a punto de ser eliminado al fallar lo que consiguiera de los Dioses. Nunca pensó que su hermano, incapaz de verlo o sentirlo, saliera del Rompecabezas y lograra regresarlo, mantener con vida al visir Shimon. Luego, el visir se llevó la caja contenedora del Rompecabezas del Milenio y quedó oculta por treinta años.

—¿Treinta años? —preguntó con curiosidad. Se levantó, mirándolos. Ambos monstruos asintieron—. ¿Por qué ese tiempo?

Fue cuando usted, amo Yugi, lo encontró y comenzó a armarlo. Tardó ocho años más en poder armarlo por completo, pero al hacerlo, liberó el alma del hermano del príncipe, consiguiendo un deseo. El de tener verdaderos amigos.

Los ojos de Yugi se abrieron todo lo que podían, sintiendo las palabras de sus monstruos pesándole mucho. La reencarnación del visir era su abuelo si cronometraba el tiempo en que, supuestamente, se desarrollaron las cosas. En 1960, en aquel año su abuelo estuvo a punto de morir en la tumba de Atem.

Quitándose las sábanas de encima, se levantó, dirigiéndose hacia la habitación de su abuelo. No obstante, se detuvo en cuanto iba a tomar el pomo para entrar. Si no se lo había dicho, era por algo más grande. Si jamás se había enterado de ello, era por algo más.

Regresó a su habitación. Se sentía estúpido. Quería respuestas, quería saber de quién hablaban o el porqué era tan importante aquel niño.

Los monstruos no estaban allí, regresando a su lugar de origen, fuera donde fuera. A paso lento, se acercó al escritorio y tomó la computadora. Miró la caja dorada, donde los vídeos estuvieran encerrados. Con cuidado, tomó el artefacto a la vez que la computadora mostraba la pantalla de inicio.

¿Cómo era posible eso? Que, a pesar de llevar ya dos años sin verle, tuviera recaídas como esa. Le dolía ver qué tan profundo fue el lazo entre ambos y lo fácil que fue romperlo. Menos doloroso hubiera sido verlo con Anzu, al menos podría verle diario a no tenerlo. Era pésimo extrañar a los muertos. Debía honrarlos, no extrañarlos.

Resignado a no poder pelear contra aquel sentimiento, se puso a ver aquellos duelos donde su otro yo aparecía. Frustrado, enojado, sorprendido, pero victorioso al final del día. Fuera como fuera, perdiera contra quien perdiera, ganaría contra alguien más. Saldría airoso cuando todos sus problemas terminaran.

-.-

Sombras moviéndose de un lado a otro. Un laberinto que jamás tendría final por más que lo recorriera. Un joven de origen japonés atrapado allí, sintiéndose solo confundido, no aterrado, no desesperado. Un laberinto de piedra y metal, uno que él conociera por las pocas veces en las que parara allí.

El mismo dueño de aquel lugar estaba parado frente a él, estando dividido en sus dos versiones. La de piel blanca y la de piel morena. El blanco vestía el mismo uniforme escolar que usara mientras estuviera en la preparatoria y el moreno usaba el vestuario de faraón.

Al verlo, todo el ser de Yugi comenzó a sentirse acelerado. No supo a cuál de los dos ir. Ambos eran su otro yo, solo cambiaba la apariencia. Ambos eran Atem, solo que uno era así por las circunstancias en las que fuera despertado.

Con paso lento, se acercó a ambos. Un niño salió de detrás de él, lanzándose a la versión morena de Atem. Antes de poder verlo, sintió el cuerpo de su otro yo rodearle. Con torpeza y lentitud, correspondió el abrazo con todas sus fuerzas.

¿Algún día superaría esa necesidad? La necesidad de estar cerca de alguien que estuviera de esa manera durante día y noche, a todas horas, cada segundo de su existencia mientras portara el Rompecabezas del Milenio.

—Un niño que fuera príncipe al mismo tiempo en que yo lo era —dijo Atem, no soltándole nunca—. Un príncipe que decidiera correr todos los riesgos que fueran necesarios con tal de mantenerse fiel a su más grande deseo.

—Al final —continuó el de piel morena, acercándosele—. Nunca importa si su seguridad está en peligro, solo le interesaba una cosa: proteger a quien amaba. Un niño príncipe que siempre velara por los demás, desde su seguridad hasta su vida. Desde la forma en que vivirían hasta el cómo regresarían de la muerte.

—Un niño príncipe que mentiría con tal de mantener en paz a sus seres amados. Un niño príncipe que siempre se mantuviera humilde, aunque tuviera todo lo posible. Un niño príncipe que siempre velara por su hermano protector.

Un niño príncipe que se mantuviera al lado del único a quien quería en verdad. Un niño príncipe que murió y regresó solo para darle la paz a su tonto hermano mayor.

Notas finales:

Me siento genial ante esto pero tengo mis dudas de cómo llegar al final de este fic. Yugi tiene que recuperar sus memorias como Heba sin que él se dé cuenta que está buscándose a sí mismo junto a algo más.

Jonouichi, eres un amor. No apareciste en este capítulo pero lo harás más adelante y quiero ver qué tanto le haces a tu mejor amigo respecto a la elección de su corazón a una piel morena que a su mejor amiga.

¿Algún comentario?

P. S. En mi página de facebook acabo de subir un capítulo de la temporada 5 en latino pero con las imágenes de Japón junto a algunos diálogos que fueron removidos por 4K!ds.

 

P.S. ¡Reviví! Ya, pienso ponerme a actualizar este fic, es más, me propongo a acabarlo ahora mismo para llevarlos al día con mis obras -tengo una que la siento genial y me emociona mucho llevarla a cabo-


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