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Recuerda por Circe 98

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Notas del capitulo:

Yu-Gi-Oh! es propiedad de Kazuki Takahashi. Este fic es de mi autoría con una combinación de sucesos del manga original.

Jonouichi era alguien querido por la madre de Yugi. Le agradaba al grado de considerarle como un segundo hijo, teniendo conocimiento de las condiciones en las que viviera con su padre; por ello, al ser un chico muy fuerte para sacar adelante sus estudios y pagar las deudas de él, le había encargado a su niño. Solo mientras estuvieran fuera de casa.

En aquellos momentos, el rubio estaba en casa de su más cercano amigo, acompañado del grupo. Yugi estaba atareado en la tienda de juegos, ayudando a su abuelo mientras los demás ayudaban a la señora Moto.

Jonouichi recordaba vagamente las conversaciones que mantuviera con Yugi antes, cuando le preguntara respecto a Atem. Le preguntara sobre sus monstruos y su relación con ellos. Había sucedido algo tras la partida del faraón sin nombre, el otro Yugi.

—¡Yugi! —llamó Honda, provocando que el joven duelista mirara en dirección a todos ellos. El nombrado se sintió pálido, viendo cómo algo revoloteaba al rededor de los demás. Todos giraron, en busca de eso que captara—. ¿Qué estás viendo?

—¡Deténganse! —exclamó, ignorando la pregunta anteriormente dicha, corriendo hasta atrapar dos cosas, invisibles en su momento. Se había estrellado contra la pared, soltando un quejido de dolor. Todos se amontonaron hasta él, preguntándole sobre su bienestar, sobre lo que pasaba sobre su cabeza y demás.

El joven no habló, aplastando sus manos contra su cuerpo, cosa que solo Jonouichi notara. Estaba riéndose de manera nerviosa mientras trataba de levantarse, apartándose de la multitud que le ahogara de esa manera. Se apartó, alegando tener que ir a buscar algo a su habitación antes de volver a la tienda, además de pedirle a sus amigos que ignoraran las cosas.

Este corrió escaleras arriba, moviéndose con gran rapidez por la casa hasta llegar a su habitación donde dejara los objetos, mirándolos con cierto enojo. Eran figuras en miniatura de Malvavisco y Kuriboh. Tomó aire, tratando de contener las ganas de gritar debido a la frustración que sentía.

Se quedó allí parado, mirando ambas figuras. ¿Qué podría decir para poder mantener aquello de esa manera? Le dolía no compartir lo que pasaba desde la partida de su otro yo, no poder expersar aquello que le mantenía en un estado de alerta.

Había hablado con el Mago y el Espadachín, quienes solo le revelaran que estaba conectado de una manera ligera a un antiguo príncipe de la época de Atem. Podía ser de otro país o hermano del mismo. Recordaba los términos, por lo que estaba seguro que su alma era luz aunque no sabía qué tan poderosa podía ser.

Amo, llamó el Mago Silencioso, sacando a Yugi de su pensamiento. Él la miró, olvidando un momento el enojo que sentía con los más traviesos monstruos. ¿Está ocupado?

—Sí —respondió, en un susurro. Con la cabeza señaló la puerta, dando a entender que le esperaban abajo—. Solo vine a dejar a ese par de niños.

Ella sonrió, demostrando la gracia que le hacía todo eso. Dos monstruos que jamás crecerían por demostrar inocencia y fortaleza. Siempre harían bromas.

Creo que debería decirles, dijo sin mirarle. Yugi parpadeó un momento, ¿no había dicho el Espadachín que debía evitar a toda costa aquello? No soy quien para decir qué hacer y qué no hacer. Sin embargo, amo, ellos han estado a su lado desde el momento en que el rey Atem enrara a su vida por lo que, en mi humilde opinión, debería permitirles saber qué pasa, lo que puede hacer desde la partida de él.

—Estaba evitando eso —murmuró, triste—. No creo que estén listos para saber que mi otr-... digo, Atem, dejó más de un par de recuerdos. Él... bueno, ya es complicado superarlo de todas maneras, yo...

Creo que debería evitar confundir sus propios sentimientos con los de los demás, dijo, mirando hacia la puerta donde las voces comenzaban a escucharse fuertes. El joven duelista se paralizó. Recuerde, amo, tiene algo más importante que esto por ver.

Ella desapareció, dejando al joven Moto perdido. Tenía muchas cosas por hacer en aquella vida, además, necesitaba atar los cabos sobre la razón de estar allí y que aquel año y medio que quedara ahogado, desapareciera.

Recordaba que no tenía la posibilidad de ver a Anzu nuevamente, para pedirle algún consejo, ella estudiaba en Nueva York, danza.

—Yugi —llamó Jonouichi, sacándolo de la montaña de pensamientos que comenzaba a ahogarle—. ¿Qué haces?

—Pensar —respondió, levantándose de hombros para restarle importancia a lo que hiciera—. Solo pensaba en los tiempos anteriores a Atem, cuando a penas hablaba con Anzu y tú y Honda me golpeaban.

—Caray —dijo el rubio, llevándose la mano a la cabeza y rascarla un poco—. No entiendo por qué pensaste en eso, esos días no volverán. Todo es distinto gracias al otro Yugi.

Yugi sonrió, melancólico de rememorarlo. Toda su vida había dado un vuelco enorme gracias a la intervención de un espíritu de tres mil años de antigüedad. Un alma tan vieja pero tan joven e inexperta. Recordó las veces en que le explicara las cosas de su día a día, las pláticas a altas horas de la noche y las contadas ocasiones donde lo visitara en su recámara mental. Pensó en los duelos que habían enfrentado.

—¿Yugi?—preguntó Jonouichi, pasando la mano frente al tricolor. Este no le hizo caso, siguiendo en su mundo de recuerdos.

Algo en la cabeza del rubio hizo clic, siendo consciente de aquella mirada. La de un chico enamorado y aquel que perdiera a su más grande amor. Estaba muy seguro que no era por Anzu, ella había sido superada tan pronto iniciara lo del Reino de Pegasus. Ella ya no significaba nada a pesar de los años de haber estado tras sus faldas durante la preparatoria. Ese dato le ayudó mucho más, notando, por fin, qué era el detonante del cambio de parecer de su amigo.

Un espíritu, que enfrentara en su último duelo hacía dos años.

—¿Yugi?—le llamó de nuevo, sacándolo de su trance esa vez. Las mejillas del tricolor, de manera inevitable, se colorearon de rojo, dándole más escalofríos al más alto—. Por el amor de Dios, dime que no estabas pensando en Atem.

—¡¿Qué?!—preguntó alarmado el antiguo protector del Rompecabezas del Milenio. La cara se le había puesto pálida de inmediato, siendo seguida por el delatador rojo que caracterizaba a su amigo—. No pensaba en él, lo juro—dijo, nervioso.

Esa excusa ni es creíble, maestro. Dijo el Espadachín, presentándose atrás de Jonouichi con cierto gesto de burla. Estaba escrito en su cara el pensar en cierta piel morena y en las ropas que cargaba.

Yugi le miró con cierta furia oculta en su interior. No iba a hablar de ese tema con su amigo.

—Solo dime— continuó el rubio, capturando de nuevo la atención—. ¿Se lo dijiste?

La cara que puso debió responderle a Jonouichi, quien solo levantara los brazos al aire, moviéndose hasta salir de la habitación, renegando algunas cosas. Yugi estaba confundido. ¿Qué podía decirle a Atem cuando este conocía todo de él? Recordó el extraño sueño que tuviera cuando creyera que iban a estar juntos un poco más de tiempo, la de él besándole. Sacudió la cabeza, sabiendo lo imposible de eso, su otro yo había sido muy cerrado de mente y sentimientos.

Se rio de sí mismo, sabiendo que muchas cosas jamás ocurrirían en aquella vida. Un beso de parte de él, pertenecía a ello. Pensó mucho en el sueño, dándole infinidad de vueltas. No había sido real.

-.-

En la noche, Yugi estuvo solo otra vez. Jonouichi estaba enfadado con él por no decirle sobre sus sentimientos hacia el otro Yugi, quien jamás había sido su mejor amigo. Al menos, aclaró, el que había conocido gracias a los eventos de Ushio.

Honda le miraba raro, haciéndole ver que el rubio le había contado sobre su conversación o dar alusión a ello o a algo más. Quién sabía lo que pasaba por la mente del más alto de su grupo. Ryo no hacía muchas muestras, no estaba seguro de nada.

¿Qué podía haberle dicho a su otro yo? Sus almas habían estado a un pasillo de distancia. Había conversado y pudo comprenderle. Habían pasado de solo ser conocidos a verdaderos amigos. La comodidad con la que ambos se expresaban, era inigualable.

Sin embargo, su mente pronto se vio invadida por el recuerdo de este matándole de nuevo, aunque no era el del sueño que tuviera tiempo atrás. Era un entorno distinto, era capaz de ver los trabajos realizados. Las armas que ambos sostuvieran y la vestimenta que solo tapaba el sexo. Una adrenalina poderosa le embargó, no sabiendo cómo controlarla. La adrenalina del furor de una batalla donde, se sabe, puedes morir.

Amo, llamó el Mago Silencioso, colocando su mano enguantada sobre su hombro, calmándolo de manera poderosa. Creo que debería seguir hablándole sobre el pasado que debe recordar.

—Adelante—respondió Yugi, inhalando con fuerza con tal de evitar más problemas en su afectada mente. Intuía que terminaría volviéndose loco con toda la magia residual que quedara atrapada en su cuerpo.

El príncipe que conoce, dijo ella, cambiando su apariencia con más lentitud, quedándose en la forma de una adulta, el que el Espadachín y yo le contamos. Era hermano menor del rey Atem. Ambos eran inseparables durante su infancia e inicio de la adolescencia. Su lazo era tan grande que el mismo demonio tuvo miedo de lo que pudieran hacer juntos, vio en él a un par de monstruos de luz que lograrían vencerle por su poder, además de brindarle toda la fuerza al rey Atem por lo que envenenó al joven príncipe de aquel entonces, incitando su se de sangre e instintos asesinos.

—¿Qué?— preguntó, muy mareado por la información que soltara su más querido monstruo. Ella revolvió su cabello.

El demonio Zork hizo que el rey Atem asesinara a su hermano menor con tal de no permitir el nacimiento de dos monstruos de luz. El príncipe Atem cargó con la muerte de ese ser querido hasta que el Mago Mahad borrara de la existencia al chiquillo de todo el pueblo, logrando que él se cerrara más de lo que ya era.

Yugi se quedó paralizado. Talló su cara, procesando todo. Atem tenía las manos llenas de sangre, la sangre de un hermano pero no había sido su culpa, lo era de Zork. Del demonio que poseyera a Bakura. Algo en su pecho se orpimió, sabiendo que no podría hacer nada para evitarle ese dolor.

El nombre del chiquillo está perdido, amo. Continuó, provocándole cierta ironía a Yugi. Dos hermanos, hijos del mismo hombre, incapaces de determinar el tiempo de vida y de cuándo comenzara su reinado. Sin embargo, el significado es el mismo que el suyo, amo.

Juego, se dijo. El nombre del hermano significaba juego.

Notas finales:

Por ahora, he querido releer mis trabajos para poder darle una perspectiva más rica a este fic. Sin embargo, quisiera poder hacer uso de varias cosas más. No estoy segura de qué, pero las haré.

Ya muchos sabemos que es de Heba de quien el Mago habla pero no estoy segura de si significa en verdad eso o solo fue una desinformación que me dieron.

La verdad, espero que les guste este fic. Por mientras, iré a terminar de traducir cierta película -como muchos leyeron- para poder sentirme satisfecha.

¡Nos leemos!

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