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Polvo y Luz de las Estrellas por Circe 98

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Notas del capitulo:

Yu-Gi-Oh! es propiedad de Kazuki Takahashi

Yugi se quedó congelado un solo momento. Frente a él, existía una escultura extraña, haciendo un gran cambio entre el camino recorrido. No podía dar un estimado exacto de cuánto mediría, pero era alto, tan alto como alto era el techo del laberinto y sus muros. Tenía una apariencia muy similar a la de su Silent Magician mas no era ella. Esa escultura era un hombre. Un mago, por las ropas que cargaba, aunque tuviera mucha más apariencia de guerrero.

—Magician of Astromancy —reveló el Silent Swordsman. Su monstruo silbó, bastante sorprendido al parecer—. Hacía mucho que no tenía noticias de él.

El muchacho giró entonces a su monstruo, más que sorprendido de verlo en ese preciso lugar. ¿Qué significaba en sí tener a ambos monstruos? No pudo más que intentar expresar la sorpresa que bullía en su interior, más al tener el nombre de la estatua. Un mago de la astromancia. Su espadachín generó una ilusión frente a él, la versión realista del monstruo ubicado a centímetros de él.

Tenía un gorro —¿por qué no habría de tenerlo? Al parecer, todos los magos poseían uno, los que él conocía, quería mantener en mente— blanco, que terminaba en punta, sobre el frente, tenía un patrón en zigzag y en dos de los vértices, una especie de joya azul rodeada cuidadosamente para tenerla en su lugar. La zona del rostro estaba enmarcada a la altura de las cejas del mismo tono que las joyas del gorro. Cubría su nariz y boca, teniendo aquella zona dos rayos en color amarillo que empezaban justo debajo de los ojos y culminaban donde deberían estar las comisuras de sus labios.

El gorro extendía tres cosas, dos que enmarcaban el rostro, de color blanco con las puntas azules y uno más en el cabello, rubio cenizo y lacio, además de extremadamente largo. Apartó la mirada, regresándola a su monstruo, quien se veía muy pensativo, además de un poco perturbado. El espadachín solo admiraba el trabajo, en especial la placaba bajo los pies del Magician of Astromancy.

Curioso, se arrodilló, percatándose de estar empolvada. Pasó una de sus manos, con el más grande de los cuidados, le era desconocido cualquier reacción dentro en todo momento. La pared que dividía a él de Atem, la primera ilusión de Jonouichi obligándole a reaccionar, las voces de sus amigos. La aparición de Silent Magician y, ahora, de Silent Swordsman.

Miró las letras grabadas, casi desesperado por no comprender los símbolos antiguos dentro del mismo. Parpadeó varias veces, muy confundido de la placa en sí misma. Magician of Astromancy. Estrellas. Miró al espadachín, quien seguía bastante absorto en sus pensamientos.

—Me parece que se dio cuenta, ¿no es así, Maestro? —preguntó, bajando la mirada. La piel verde del espadachín saltó con más fuerza, haciéndole un poderoso hincapié a que no era el mismo de sus cartas y, sin embargo, era él. El monstruo a quien tanto confió junto a su compañera. Gracias a ellos, él existía como alguien, como el duelista silencioso.

Hasta ese momento, solo él había conseguido ganarle a Atem varias veces dentro de todos sus amigos.

—Espacio-Tiempo.

El Silent Swordsman asintió con un sonido muy similar al de su mejor amigo. No, se corrigió mentalmente, sintiendo todo un caos dentro de su pequeño cuerpo, ya no era su mejor amigo. Muy a pesar de que la relación en sí misma no había cambiado, Yugi ya no era capaz de pensar de esa manera en él. Dentro de él, se sentía más que pletórico, emocionado, capaz de saltar y olvidarse de muchísimas cosas. Iba a sentir pena gracias al gran espectáculo que iba a dar con un abrazo tan íntimo como el que buscaba. No obstante, también ansiaba encontrarse en una habitación, reunidos, solo ellos dos y dejarle claras las cosas.

Llevaban diez años de relación como amigos, diez años donde se conocieron correctamente. Podía… intentar un beso. Una caricia de labios.

—¿Maestro? —llamó el Silent Swordsman. Avanzó unos pasos, percatándose de la misma cara soñadora que ponía cuando Yugi pensaba en Atem. La misma cara que había aprendido a odiar gracias a las múltiples veces donde, mucho después, el rostro se le anegaba en lágrimas o un profundo dolor y tristeza. Ver al mismo ser que lo atraía atravesar una puerta o quedarse con alguien más de tener una vida normal.

Tener que verlo morir una y otra y otra y otra vez. Morir por dentro, incluso mostrando la mejor cara del mundo. Ver esa mirada llena de vida apagarse lentamente con cada acción, incluso mientras vivía. Madurar era una cosa única, una grande que su Maestro había logrado cuando tenía a un otro yo con él. Muy distinta era lastimarlo adrede.

—Sabes que Atem no tiene la culpa —susurro una voz. Giró la cabeza, encontrándose con un mago.

-.-

El moreno se quedó pensando en esas preguntas hechas por la Silent Magician. Con las manos dentro de sus bolsillos, las cosas estaban tensas en su mente. Estaba más que avergonzado por la gran escena que casi armaba por una niña linda de cabellos rubios y preciosos ojos verdes que se le había pegado, capturando toda su atención. El hecho de no importarle los estrictos protocolos de Japón, lugar en el que había vivido gran parte de su vida.

Los latidos de su corazón aceleraron tanto hasta volverse un zumbido en sus oídos. Yugi era alguien único en el mundo, eso era algo que todo el mundo que tenía tacto con él, sabía. Miró a la pared a su derecha, viendo su reflejo en esta. Se permitió pensar en su mejor amigo, el de piel blanca y cabello en forma de estrella con esos seis mechones enmarcando su rostro. Podía ver esa pequeña sonrisa plasmada en su rostro siempre. Era agradable tener su piel contra su propio tacto, activando más que un sinfín de terminaciones dentro de su mismo cuerpo.

Apretó los puños dentro de los bolsillos de su pantalón. ¿Por qué estar con Yugi a solas significaba muchísimo más que estarlo con alguien más? ¿Por qué se sentía tentado a alejarse de su mejor amigo solo cuando eran descubiertos? Siempre quedaba un malestar grande por tener que estar lejos de él cuando habían estado los dos tan cerca…

Quiero estar contigo para siempre.

Fueron las palabras de su versión espíritu y con piel blanca. Una promesa. No obstante, las palabras no eran incorrectas puesto que él mismo tenía ese mismo deseo. Estar junto a su mejor amigo para siempre, estar allí sin importar qué tomara. Entrecerró los ojos un momento, sorprendido de lo que veía. Del otro lado estaba él, el muchacho de quien pensaba ahora.

Estaba arrodillado frente a una enorme estatua, con una muy bonita expresión en su rostro que causó un gran nivel de dolor dentro del mestizo. Pensó en la misma situación que le planteó el Silent Swordsman, la de levantarse un día y ver formalizada una relación entre Anzu y él. Pensarlo le causó escalofríos y más que ello, más malestar.

—Yugi —suspiró. Casi como si hubiera usado su magia, el joven japonés se levantó, girando la cabeza hacia su dirección con una mueca de sorpresa total. Luego, con una mirada se colocó enfrente—. ¿Yugi?

—¡Atem! —exclamó en sorpresa, colocándose cara a cara con él. Tenían la misma altura, siempre iba a ser así. Lo único malo de todo ello es que, entre los dos, a Yugi le iban a tratar como a un niño por más tiempo del que a él le gustaría, todo por el rostro que poseía. Colocó sus manos sobre el cristal, extendiendo por completo la zona de visibilidad. El Silent Swordsman parecía estar hablando con un mago de extrañas apariencias. Un posible arte alterno de su Black Magician.

La sonrisa se extendió por su cara, dejando ver lo emocionado que estaba ante su encuentro tan repentino.

—Qué alivio, estás bien —dijo con un suspiro de gratitud. Sin embargo, su mejor amigo era demasiado perceptivo como para no darse cuenta del estado de ánimo del mismo. Su sonrisa desapareció, el alivio cambió a preocupación y desesperación, las manos, antes quietas, ahora intentaban golpear la pared en la que estaban encerrados—. ¿Atem? ¿Qué te pasó?

No respondió, mirando el rostro una vez más. La ilusión al cual el Silent Swordsman lo sometió no se parecía en nada al muchacho frente a él. Estaba ese aire que jamás nadie podría replicar, incluso si era la manifestación, la representación de su alma. Nadie podría hacer los matices de sus ojos, o la forma en que estos miraban.

—¿Atem?

—Me gustas, Yugi —respondió. Vio los ojos del japonés abrirse a más no poder, a la par que el rojo se adueñaba de su rostro. Una reacción bastante adorable, si se permitía pensar en eso. Sin embargo, no estaba del todo seguro a qué se debió la repentina confesión, no podía dar un verdadero punto a la razón de soltar dicho sentimiento de la nada.

No era erróneo una vez lo analizaba, su mismo cuerpo reaccionaba a esas palabras como una verdad absoluta, sintiéndose nervioso y ansioso por la respuesta de su compañero. Nunca evitaría sentir cierto nivel de vergüenza, más por lo repentino de la confesión y, con todo ello, estaba seguro de esos sentimientos en ese punto tras mucho analizar.

Yugi Moto le gustaba y mucho. No solo le gustaba, lo quería e iba a demostrar ese cariño tan especial que le tenía. Sacó de sus bolsillos las manos y las colocó encima de las del muchacho japonés, divididos claramente por la pared que les permitía verse en esos momentos. Rio entre dientes al notar la reacción de su mejor amigo ante sus palabras. Boqueaba como pez, buscando la forma de encontrarse, a la par de sus mejillas rojas.

Balbuceó varias palabras inconexas, tratando de formular una frase, algo para responder a su repentina confesión. Le guiñó el ojo antes de distraer la mirada en la pared, buscando la manera de desaparecerla para sentirla un solo momento. Solo esa pequeña distracción bastó para que la pared volviera a ser el mismo espejo. Gruñó, golpeándola con todas sus fuerzas y gritó el nombre del chico que estaba del otro lado.

¿Cuánto tiempo estuvo de esa manera? No tenía idea.

-.-

—Magician of Chronomancy está contento —dijo el Silent Magician ante la representación del alma del moreno, quien seguía desesperado por contactar con Yugi después de su abrupta declaración. El mago se quedó viendo la escena desde la perspectiva de su maestro, tal cual aquella pared no existiera dividiendo a ambas almas destinadas a encontrarse—. Magician of Astromancy quiere ponerles la última prueba ya.

—Dile a los dos Magos que les permitan estar en ese laberinto un poco más de tiempo —respondió el monstruo, haciendo eco con su propia voz al hablar por la misma razón de estar en ese punto: no haberse manifestado todavía—. El Magician of Astromancy puede ponerles la última prueba, pero tienen que reunirse primero para eso.

Ambas miraron nuevamente el laberinto, esta vez, desapareciendo en su visión gran parte de las paredes. Atem se encontraba demasiado atrás de Yugi, de allí a que no pudieran romper la pared en su intento, por no estar en el mismo punto. ¿Cuánto le llevaría de ventaja su maestro al otro? No podía dar un aproximado exacto, en absoluto realmente. Solo sabía que Yugi no iba a moverse de ese lugar hasta que el moreno alcanzara la estatua que estaba puesta a su lado. El Magician of Chronomancy. Un mago contemplatiempo.

Vamos, Atem, demuéstralo.

—¿Puedo preguntar qué desafío les espera a esos dos cuando estén nuevamente a la misma altura? —preguntó la representación del moreno, sacando al Silent Magician de sus pensamientos.

—Magician of Astromancy no quiso compartir esa información.

-.-

Jonouichi Katsuya, Honda Hiroto y Anzu Mazaki nunca se sintieron más frustrados que en ese momento. Momentos previos se habían sentido tan aliviados cuando ambos se encontraron, al fin, los dos muchachos en quienes creían que el hilo rojo del destino había unido se vieron, las cosas iban a terminar. Sin embargo, se equivocaron.

Luego de unas palabras por parte del moreno —que Anzu refutaba contra ellos, Atem le había dado un gesto de coquetería extraño— y el japonés se coloreara hasta las orejas, las cosas habían cambiado tan abrupto como creyeron que se resolvieron. Un momento a otro, las cosas con Yugi se complicaron más…

Su lado del laberinto comenzó a cambiar hasta volverse de un modo imposible, uno donde violaba más de una sola ley. Las puertas, escaleras, las dimensiones, los pasillos… todo eso se creaba de una manera muy distinta a la anterior. Ahora se encontraba en el centro de una habitación llena de posibles salidas, pero ninguna daba indicios de ser la correcta.

Vieron cómo el miedo daba paso a la curiosidad dentro del lugar. El rubio se emocionó un poco, más al notar la chispa de valentía en los ojos de su amigo. Este, sin dudar un solo momento, se internó en las entrañas del laberinto, seguía su misma regla: tener una mano pegada a una de las paredes. Para Yugi, eso era un juego más en su colección y que iba a ganar, costara lo que costara. Un solo momento, tenía que encontrar la salida o la puerta real en ese lugar para salir, esa era la opción más lógica.

-.-

Compañero. ¡Compañero! ¡¡Compañero!! ¡Resiste!

Yugi se detuvo en su largo recorrido dentro de esa interminable escalera que ya le llevaba de vuelta al suelo. La voz era la de Atem, llena de un profundo dolor. Miró a todas partes, tratando de encontrar el origen de esa voz. Se movió, siguiendo a sus sentidos para encontrar una puerta para nada distinta a las demás. Incluso podría decir que ya la había abierto de no ser por lo insistente de la voz.

Atem

Ese era él. Sus ojos se abrieron por la sorpresa por lo que de inmediato se precipitó para revelar qué existía del otro lado. Un jadeo escapó de sus labios al notar la situación, era similar a su sueño. Él se encontraba en ese mundo de guerra nuevamente, el que tanto odiaba y al que jamás le gustaría pertenecer. A sus pies, Atem —tenía que encontrar una manera de definir a ambos después de la revelación hecha antes por el moreno— cargaba un cuerpo entre sus brazos, rogando con una profunda pena que regresara.

No, se corrigió en la mente, no era la misma situación. En su sueño, las cosas ocurrieron en un pasado, en lo que podría ser el Antiguo Egipto gracias a los tocados del moreno, allí, podría decir que era un presente. O un posible futuro. Los edificios se erigían, altos como ellos solos, pero no como algo que fuera de un verdadero agrado, muchos de ellos estaban dañados, otros tantos se derrumbaban a lo lejos, visibles como una montaña de arena para Yugi, quien no era capaz de prestar una verdadera atención a las cosas.

Bajó, percatándose de la forma en que Atem cargaba el cuerpo. Más bien, el estado de ambos. Él, el chico de quien poco tiempo atrás admitió sentirse atraído, estaba deshecho en lágrimas, además de tener profundas heridas en la cara y cuerpo, podía imaginarse el terrible dolor que cargaba físicamente, en especial con esa herida en la pierna. No obstante, lo más escandaloso del hecho era la persona a quien él cargaba. Su respiración era inusual, bastante pesada.

—Solo aguanta, compañero —rogó el moreno, arrastrando la pierna herida. Gruñía cada tanto, furioso consigo mismo por la situación. Ambos vestían como siempre, ropas de adolescentes. El problema radicaba en su… ¿versión? En el chico que estaba entre los brazos del moreno, quien tenía la ropa empapada de sangre.

Los párpados se abrieron, temblorosos. Estos se encontraron pronto con el rostro reducido al dolor, al dolor emocional por ignorar el físico. Una pequeña sonrisa escapó, llevando su mano a la mejilla herida, limpiando la sangre que salía cada tanto.

—No importa cuánto duela —susurró a la par que quitaba la sangre generada en la frente del moreno. Su mano temblaba debido a lo cansado que debía estar, además de la enorme pérdida de sangre que tenía del vientre sin contar las posibles heridas invisibles, las que estaban dentro del muchacho—. No te rindas.

—¡No hables! —sollozó Atem, pegando más el cuerpo del joven para prevenirlo del golpe de una caída provocada por la torpeza de sus pies. Yugi reaccionó, lanzándose hacia ellos para levantarlos cuando se percató de su nula existencia en ese mundo. No podía tocar a ninguno de los dos, ellos seguían la corriente de sucesos que estaba establecida para ellos… Yugi era un fantasma nada más—. Te llevaré a un lugar seguro, te sanarán y volverás a mi lado, Compañero, no permitiré que nada te pase —prometió Atem, levantándose de un movimiento en cuanto pudo, cargando todavía al muchacho moribundo.

Este ensanchó su sonrisa.

—No, Atem —susurró. Limpió la mugre otra vez, quedándole cada vez menos opciones. El camino era largo, de por sí se hacían alrededor de seis horas en un vehículo hasta la ciudad más próxima, con la destrucción de los caminos y la nula capacidad de alguno de ellos para tomar el volante, era imposible. Habían corrido ya por casi dos días y en ese lapso de tiempo, le habían herido—. Siempre fuiste tan tenaz y hasta cabeza dura, incluso cuando se hizo obvia la diferencia entre tú y yo. ¿Recuerdas el duelo donde nos conocimos?

—Te dije que no hables —regañó otra vez, tratando de correr más rápido. El chico entre sus brazos limpió las lágrimas con sus dedos, sintiendo las gotas saladas en su dedo tembloroso.

—Ciudad Batallas, nuestro torneo —continuó, ignorando deliberadamente la orden. Acomodó la cabeza sobre el hombro del moreno sin importar la carrera. No podía sentirla en ese momento—. Fue donde hicimos nuestro lazo de amistad, tan fuerte que Jonouichi comenzó a compararlo con una cadena… Por eso… te pido ahora que no te rindas.

Con lentitud, sacó algo de su bolsillo, revelando que era una carta. Atem la miró con sorpresa, abriendo sus ojos hasta donde podía. Yugi se acercó, viendo que era el Silent Magician quien estaba entre sus dedos.

—¡Cree en la fuerza de nuestro lazo! —exclamó, con el rostro sereno y la sonrisa extendiéndose. Silent Magician estaba en su mano, provocando el golpe de recuerdos de Ciudad Batallas, donde esa carta los había unido. El símbolo del lazo entre ambos quizá—. No vas a pelear solo nunca más, no importa que así te sientas, no lo estás. Todos nosotros, los Monstruos que hoy fueron usados para causar la devastación de nuestra ciudad, han estado a tu lado desde siempre. Tus amigos, ellos quienes esperan tu regreso…

—Compañero… —susurró con sorpresa y dolor. Con un movimiento, provocó que ambos terminaran en el suelo, Yugi notando la escena con una sensación en el estómago, una sensación negativa. Su homólogo tiró de la mano de Atem, consiguiendo que la tomara entre sus dedos para ver al más preciado tesoro de su compañero.

La carta se veía débil, incluso lo era. Un monstruo de nivel cero y mil puntos de ataque y defensa. Pequeño y al cual muchos pasaban de largo por su solo diseño. Yugi lo había llevado a su duelo contra él en Ciudad Batallas luego de ser el campeón por encima de los demás competidores, los abucheos y cuestiones de un idiota usando carta tan débil e inútil. Atem no lo vio así, menos en su duelo cuando usó sus magias y trampas para fortalecerla.

—Separados o juntos, Atem, siempre estaré contigo —el moreno lo abrazó de sorpresa, rogándole que se callara y que no dijera esas cosas. Fue en vano para él, porque lo que antes era un cuerpo vivo, ahora estaba muerto. Fue un cambio muy sutil, imperceptible gracias a la sonrisa con la que había muerto y los ojos cerrados.

Solo la mano con la que aferró la cara, esa que había sostenido el puño del moreno mientras tomaba la carta y le impedía regresarla fue lo que le indicó a Yugi que había muerto. Esa mano terminó en el suelo al carecer de una fuerza con la cual seguir aferrada.

El muchacho cerró los ojos, escuchando los gritos de desesperación de él, del Atem de ese mundo. Desgarrado, alzando la voz hasta lastimarse la garganta en gritos de rabia y tristeza. La forma en que se complementaba el llanto del mismo, ese que no iba a admitir tener. Renuente se levantó con el cadáver entre sus manos, ese que tenía una bonita sonrisa y el que parecía estar en un sueño pacífico, corriendo de nueva cuenta, sin importarle cuántas veces terminó en el suelo.

Notas finales:

Okay, debo admitirlo, Arc-V me renovó las ideas (sigo enviciada con él, no lo niego, pero me abrió la mente para escribir). Lo que sí debo de admitir es que cuando subí las dos notas yo a penas y pude escribir poco más que la mitad de este capítulo. En fin, no es de eso lo que quería hablar.

Por ahora, hasta que termine Arc-V (no la serie, no, yo de estar al día) y que termine Zexal (la vi, no la terminé, no estaba Zexal II en ese tiempo) andaré medio ida de por acá pero seguiré escribiendo cuando una idea ande dando latas~

Ahora sí, ¡feliz cumpleaños Katsura! Quizá muy retrasado pero está aquí.

Gracias de antemano por esperar a que me quitara un poquito lo mal que estaba hace una semana y por leer este capítulo. ¡Nos leemos!

¿Algún comentario?

 P.S. Sí, Magician of Astronomancy o Stargazer Magician y Magician of Chronomancy o Timegazer Magician son monstruos péndulo de Yuya Sakaki~


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