Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Recuperando lo robado por Scardya

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Pesadez e inquietud en su cuerpo muerto. La baja temperatura del piso se arrastraba sobre su piel, clavándole finas agujas de escalofríos. Sus párpados sometidos a la tensión de los hilos invisibles que los habían mantenido cosidos se abrían lentamente. Su emborronada vista veía negro, permitiéndole el paso a la dulce y curiosa mujer confusión a través del más hermoso túnel. Una potente luz le iluminó desde un lado, y después otra similar desde un ángulo diferente. Y luego otra, y otra, y otra. Todas ofreciendo el claro y deslumbrante tono difunto a su cuerpo tembloroso. Se incorporó sobre sus, ahora débiles, brazos, sintiendo el peso de sus cadenas amarradas a extremidades y cuello. Tirado sobre ese símbolo plasmado en el suelo a plena desnudez cubierta por una delicada túnica blanca. En el ambiente cerrado esos cantos reconocibles… Estaba en la sede de Al-Thamen, y como sospechó en esos segundos; rodeado de aquellas personas de rostro oculto.

-¿Ha tenido un descanso grato, joven Oráculo? –sintió la voz grave, profunda, en su espalda. ¿De qué iba todo esto? ¿No estaba hasta hace unos minutos en Sindria? Su rostro desencajado y confuso alertó al hombre, quien le miraba esta vez desde un lado. -¿Ha tenido un mal sueño?

Un momento… ¿Había dicho "sueño"?

-¿Qué?... –fue lo único que consiguió formular con ayuda de su mente en vacío blanquecino.

-¿Qué es esa expresión, querido Magi? Nunca antes había formado tal gesto. –aquel hombre pareció confundirse, el rostro de Judal estaba tan tenso y moribundo. -¿Se siente aterrado acaso? –mas el magi oscuro no respondió al instante.

-¿Por qué estoy aquí?

-Buena pregunta, joven Oráculo. Tal parece que escuchó lo que no debía. No podíamos ignorarle ya que se había enterado del último paso para nuestra libertad. Antes de que consiguiera abandonar el Imperio, tras escuchar una pequeña conversación entre dos de nosotros, fue retenido, sin embargo, puede que se nos fuera un poco de las manos, quedando usted inconsciente. –pausó, observando la cara de horror del azabache. –Está comenzando a preocuparnos con esas muecas. ¿Quién le enseñó a realizarlas? Usted no es de los que muestra esa clase de gestos.

-¡Soltadme, viejos desgraciados! –tiró de las cadenas, enrabietado.

-Lo sentimos mucho, joven Magi, pero esta vez nos será imposible aceptar sus órdenes. Su misión fue adelantada y debe cumplir ella en este momento.

-¡¿Qué misión?!

-La de traer un nuevo y más poderoso ser a este mundo, con la ofrenda de su alma y sangre. Siéntase bendecido y orgulloso por este honorable destino. Usted es el corazón de nuestra adorada profecía. Nuestro genuino salvador. –alzó los brazos en gesto de oración, dando inicio a los cantos endemoniados de aquellos magos malignos.

Judal abrió los ojos desmesuradamente, atravesado por la lanza cautiva de la realidad. No podía ser. No era posible. Todo lo que creyó vivir en ese pequeño país sureño… Los Generales desconfiando de él en un principio, el buen trato de Aladdin y sus dos amigos que tanto le irritaba, la sospechosa tolerancia del oficial pecoso… El día en el que se abrió por completo a Sinbad, cuando entregó su confianza, cuando confesó lo que estos malditos seres crueles le habían hecho y obligado a hacerse bajo los juegos psicológicos del dolor, sus conversaciones sin sentido, sus quejas, sus enredadas manipulaciones a costa de la confianza personal, sus pasatiempos infantiles, sus mimos gratuitos… Su creciente estupidez… Todo eso, habiendo sido sólo un sueño. Un jodido y maldito sueño. Era mentira. Todo aquello había sido falso, creado por su desesperada mente al borde de la amada y aberrante locura.

-Judal. –cantaron su nombre, iniciando el ritual condenado. Observaba, inundado de desesperación, hacia todas las direcciones sin saber qué hacer. Era la primera vez que uno de ellos le llamaba, siendo no sólo uno en el momento, sino todos a coro. ¿Desde cuándo su nombre sonaba tan terrorífico y maligno? Como si invocaran al demonio ladrón de las almas inocentes lanzadas a las profundidades del Inframundo. Vio al hombre posicionarse frente a él, siendo portador de un largo filo nacido de la más pura plata.

-No…

-La túnica blanca teñida de rojo…

-Judal. –melodías corrompidas saturaban el desagradable lugar, adjudicándose como letra su nombre. El enmascarado se acercó, empujándole cada vez más al agujero del abismo en el interior del miedo y el terror.

-¡Basta! –chilló al borde de la decadencia.

-… nos liberará del destino.

-¡Judal! –el filo se alzó con el volumen de los coros resonantes de oscuridad.

-¡DETENTE!

-¡Judal! –el filo descendió en dirección a sus carnes.

-¡JUDAL! ¡MALDITA SEA, JUDAL, ABRE LOS OJOS!

El magi despertó de golpe, incorporándose sobre un sofá, muy sobresaltado y con la tensión cardíaca acelerada a niveles inimaginables, sin ser capaz de volver en sí. El Rey le tenía agarrado por los brazos, por debajo de los hombros. Parecía haber estado zarandeándole.

-¡¿Es necesario que llame a un médico?! –Ja'far estaba ahí, y también parecía muy nervioso. Desde que el oráculo llegó, en ningún momento se permitió la libertad de confiar en su palabra, por muy convencido que Sinbad estuviera de que decía la verdad. Trató de no verse demasiado obvio, tolerando su presencia. Mas se había solido sentir inquieto, pues la larga lista de falacias, engaños y manipulaciones que Judal arrastraba con orgullo seguía presente. Era consciente de que su Rey ya no estaba en las mejores condiciones psicológicas, su alma se encontraba a medio camino de la corrupción, y tener al joven desquiciado cerca podía acelerar el proceso de su, posiblemente, inminente caída ante la maldad y arrogancia propias de un mal gobernante. Pero cuando entró por esa puerta y le vio, puso sentir una leve esperanza. El albino atisbó que el sudor perlado en la pálida frente del joven y el violento palpitar de su pecho, más los gritos horrorizados que habían salido por su boca, esas palabras que consiguió entender a pesar de los balbuceos descontrolados; "viejos desgraciados", "basta", "detente"… eran reales. Nunca llegó a imaginar que justamente esta persona tan corrupta alcanzara a sentirse así, como si fuera un humano más. Supo por aquellas palabras que la única razón posible existente tenía mucho que ver con la organización. Algo realmente grave debieron de haberle obligado a realizar. O también podía haber sido él el objetivo a dañar. Por primera vez, vio con otros ojos al magi oscuro; con compasión. –Y si…

Tras haber terminado anteriormente aquellos juegos físicos, los generales y su monarca se cambiaron a sus ropajes habituales, regresando a la rutina; Sinbad entrando a su despacho para terminar de apilar algunos papeles que dejó a diestro y siniestro, seguido por el oráculo, quien no se despegó de él, levitando, a todas partes desde entonces como si de su sombra se tratara, buscando distracciones. Y que al final, harto de que, a su parecer, el hombre antepusiera su trabajo antes que a él, terminó durmiéndose sobre aquel sofá de la gran habitación de trabajo, mientras el Rey ordenaba su escritorio sentado en la silla. El joven había comenzado a hablar en sueños, aunque eso no alteró a Sinbad, mas si empezó a acongojarse cuando el magi dio inicio a quejas más sonoras, terminando por temblar, chillar y convulsionar sin despertarse. El monarca, quien se acercó de inmediato abandonando su tarea, había tratado de hacerle reaccionar durante unos largos minutos, en vano. Por lo que, terminó llamando a gritos a su mano derecha, Ja'far, completamente perdido y descontrolado.

-Sólo ha sido una pesadilla. –respondió al albino estando sentado de lado hacia el azabache en el largo sofá y posando una mano sobre el hombro de este. –Siento haberte molestado y hecho que te preocuparas.

-Sin, no es una molestia. –miró con lástima al oráculo, quien se frotaba los ojos aún sin reaccionar a su entorno. -Al final resultó ser cierto eso de que es una víctima más... -Sinbad respondió con un sonoro suspiro, empezando a abanicar con una hoja de su papeleo a Judal, quien terminaba de normalizar su respiración, sin ser consciente de lo que ocurría. –Si estás seguro de que está bien, entonces iré a terminar los preparativos. –caminó de forma suave hasta la puerta y salió por ella, cerrándola después.

Al haber terminado las pruebas con éxito y no haber ningún general rezagado, su Rey decidió festejarlo con una celebración que se daría esa misma noche, ya que los siete mantenían óptimas sus habilidades, y era algo de lo que estar orgullosos. Aunque no fuera realmente esa la razón. Simplemente, Sinbad tenía ganas de fiesta. Pero ya no estaba demasiado convencido debido al reciente percance. No celebraría nada si Judal no estaba ahí para vivirlo también, puesto que, supuso que sería su primer festejo, y quería que este lo disfrutara al máximo, demostrándole lo magníficas que podían llegar a ser las fiestas de Sindria.

El oráculo pareció volver en sí, pues su rostro mostró vergüenza ajena al observar cómo el monarca le abanicaba con un papel, seguramente, importante.

-¿Qué demonios haces? –se limpió los ojos, los cuales tenía levemente húmedos, ya más despierto.

-Trato de relajarte, has tenido una pesadilla. Bastante intensa, además. Me has asustado. –respondió sin dejar de mover la hoja. -¿Puedo saber qué soñabas? –lo único recibió como respuesta, fue un sonoro gruñido lastimero por parte del chico, que volvía a tumbarse hacia atrás, quedando boca arriba y tapando su rostro con las manos. Sinbad detuvo el movimiento al no tener al magi en la trayectoria del aire que movía. –Está bien si no quieres hablar de ello.

-Esa condenada organización me persigue hasta en… -destapó uno de sus ojos para mirarle. -¿Cómo has dicho que se llama? Pesac… pesali… pesa…

-Pesadillas… -sus ojos se abrieron levemente, pensando que no podía ir en serio.

-Eso. –volvió a esconder el ojo que mostró.

-¿Sabes lo que es, acaso?... –sin respuesta. –Son malos sueños.

-Y los sueños son… -¿de verdad estaba preguntándolo? El Rey se sorprendió ante esa frase sin acabar.

-Son situaciones ficticias creadas por el cerebro a base de recuerdos o pensamientos. Se viven como si fueran reales dentro de la mente cuando se está durmiendo. –explicó. –Depende del sueño pueden significar distintas cosas; inquietud, estrés, entusiasmo, satisfacción, enamoramiento… -aquello último lo dijo sin pensar realmente. Judal se incorporó, curioso. -¿Nunca has tenido un sueño?

-¿Tú puedes saber lo que significan? –ignoró completamente la pregunta.

-Más o menos. –se rascó la mejilla con un dedo. Tal vez no fuera un experto en sueños, pero algo sabía. –No sé qué habrás soñado exactamente, pero si tiene que ver con Al-Thamen, está más que claro que te sientes amenazado. –suspiró pesadamente. –Deja de mentirte, tienes miedo y estás inquieto. No puedes seguir reprimiéndote así, o las pesadillas serán más frecuentes. Creí haberte dicho que te apoyaras en mí si tenías algún problema. –aquello pareció molestar a Judal, pues tenía una gran parte de verdad, por no decir toda. Este ladeó su cuerpo sobre el acolchado mueble, quedando de frente al respaldo, y dando la espalda al resto del entorno. Sinbad sonrió con un deje entristecido. –Eres muy terco.

-Que no te sorprenda. –respondió con un hilo de voz.

-Judal. –le llamó, con un posible tono insatisfecho, mas el magi oscuro no se volteó. –No respondiste mi pregunta, te has comportado como si no supieras de lo que hablaba. ¿De verdad nunca has tenido un sueño?

-No. –esa rápida respuesta sorprendió de sobremanera al Rey.

-Eso es extraño, -pensó por unos milisegundos, buscando una respuesta lógica. -cuando una persona duerme casi siempre sueña algo aunque luego no lo recuerde.

-Tú lo has dicho; se puede soñar cuando se está dormido.

-¿Estás diciendo que no has dormido nunca? –sus ojos dorados mostraban la más limpia incredulidad. -¿Cómo es eso posible?

-¿De verdad crees que uno puede dormir tranquilo estando en el Imperio Kou bajo la vigilancia de Al-Thamen desde nacimiento? –soltó, liberando un poco de rabia. No consiguió respuesta. –Anoche fue la primera vez que dormí desde que tengo conciencia. -tan encerrado le tenían que ni el simple acto de descansar cuerpo y mente pudo realizar.

-Te lo digo en serio, Judal. Tu salud mental no es un juego. Si algo te inquieta, aunque no tenga mucha importancia, dímelo. -siempre creyó que el oráculo de Kou era un desquiciado muy hiperactivo, que se mostraba así constantemente. Pero sólo era una máscara, su verdadero sentir era aquella profunda depresión llena de cansancio y forma real era tan distinta… tan decaída… claros síntomas de la invasora depravación.

-¿Crees que no te conozco, Sinbad? Lo tuyo siempre es interés. Seduces a todo el mundo con esa simpatía y falsa preocupación para convertirles en fieles aliados que creen tener tu amistad, ¿me equivoco? –le miró por el rabillo de los ojo sin moverse de su posición. Obtuvo unos minutos de silencio, sabiendo que significaba "no". –Pues eso no funciona conmigo, Rey. En cuanto esto acabe, tú y yo volveremos a ser enemigos, y como buen enemigo que quiero ser, tendré que matarte. –se acurrucó. –Y ahora, déjame dormir, le he cogido el gusto a esto.

-Je… A ti es imposible engañarte. –sonrió de lado, escuchando la leve risa irónica del azabache. –Aunque no pensé en ningún momento intentar eso contigo. Yo también te conozco bien, y sé perfectamente que nunca hubiera funcionado, tal y como dices. –se detuvo un momento a rascarse la nuca. –Todo lo que yo te muestro es completamente cierto, ya que de nada sirve mentirte u ocultarte nada, estás tan corrompido que has adquirido la habilidad para conocer las intenciones ajenas.

-Te equivocas. –se dio la vuelta hacia el otro lado, mirándole. –No puedo saber las intenciones de los demás, -sonrió macabro. –pero sí las tuyas. Te he estado observando durante mucho tiempo, Sinbad, y eso tiene sus beneficios.

-Acosador. –se cruzó de brazos, con el ego subiendo de nivel.

-¿Y qué si lo soy? –imitó el mismo gesto, aunque estando tumbado. –Este Sinbad que tengo delante es el que más me gusta. Mientes, manipulas, deseas poder… Tú y yo no somos tan diferentes. –notó un leve pellizco en el muslo, el cual le sacó una risa corta debido a que era una zona en la que solía tener cosquillas, a la vez que escuchaba al monarca levantarse.

-Si vas a dormirte hazlo ya y déjame terminar mi trabajo, anda. –caminó sólo unos pasos, pues no pudo evitar girar su cabeza para observar al oráculo de Kou, que había sellado sus ojos carmesí a pesar de no estar realmente dormido en ese momento. Su duro rostro se tornó mucho más serio, sin dejar de penetrar con su intimidante mirada dorada a ese chico corrupto sobre su sofá. Todo lo que Judal había dicho era cierto. Nada erróneo existió en sus palabras. El único que verdaderamente conocía su verdadero ser era él, a excepción de Ja'far, pero el albino sólo alcanzaba a sospechar un diminuto deje de crueldad, mas no de maldad. Pero este magi… Se sentía activo de nuevo con él a su lado. Esa sensación arrolladora de riesgo y peligro, cómo le encantaba. Exactamente como en los momentos de su juventud. La adrenalina corriendo por sus vasos sanguíneos y con la incitación a lo prohibido a flor de piel. Quería, no, necesitaba poseerle de todas las formas existentes y por existir. Que fuera suyo, y de nadie más. Sólo para él. Judal era su debilidad, no podía mentirle, no podía manipularle, no podía hacerle daño. El único ser en ese mundo que, con su simple presencia, le mataba los pecados. Qué ironía que ese ser tuviera como misión todo lo contrario. Sin embargo… no era correspondido. El azabache aún deseaba ser el responsable de su muerte. O al menos, eso le dijo y le dio a entender. Suspiró de forma pesada, muy pesada, casi sintiendo que no expulsaba ni inhalaba el aire suficiente. Ah, esa característica angustia.

-¡Argh, ahora no puedo volver a dormir! –Judal se levantó de golpe, cabreado. Levitó hasta el gran escritorio bajo la abierta mirada de Sinbad.

-Es normal, si duermes demasiado al final no podrás volver a hacerlo en muchas horas. –dirigió su atención de nuevo a los papeles, notando algo distinto. –Espera… aquí no había… -escuchó un sonido de hojas revoloteando a su izquierda, poniéndose nervioso.

-Esto vuela de maravilla. Me lo prestas, ¿verdad?

Silencio. Al parecer, ese papel era bastante importante…

-¡JUDAAAAL!

En el ambiente ensordecedor se podía llegar a palpar la actividad, el ocio y la melodiosa música arabesca. La noche no se había demorado en alcanzar los mares del sur, trayendo consigo la fresca brisa y los destellos de las estrellas, un poco opacadas por el animado lugar. A la mitad de las escaleras que llevaban al Palacio se situaba ese gran y espacioso escalón en donde se lucían las bellas bailarinas con sus artísticos movimientos. Mesas cubiertas de manteles decorados con estampados variados. Platos deliciosos, especialidad del territorio. Los mejores y más caros vinos de la isla siendo catados por todo tipo de personas con sus copas. Bromas, risas y felicidad a raudales, un aire familiar y amistoso entre todos ellos. Exceptuando en la escena a cierto magi.

-¿Dónde está Judal? –preguntó Sinbad a su visir, quien estaba acompañado de Yamuraiha al lado de una mesa. Había estado un buen rato buscándole y no le encontraba.

-No le he visto desde que empezó a venir gente, lo siento, Sin. –se disculpó por no haber estado manteniendo bajo vigilancia al oráculo.

-Yo tampoco le he visto. –contestó la mujer tras recibir una mirada interrogante del Rey.

-No importa, seguiré buscando. –más que por querer encontrarle, la principal razón por la que se movía de aquí para allá era por la tremenda insistencia de las mujeres interesadas que iban tras él. Un rato era agradable, horas ya no. Continuó su búsqueda por todos los alrededores, llegando incluso a preguntar a los habitante si habían visto a un muchacho joven de larga trenza negra y con los ojos rojos y maquillados. Recibió negativas por parte de ellos, dándole a entender que no había pasado por ahí. No dejó de seguir con su misión de localizar al magi de Kou, y tampoco tenía intenciones de abandonarla, así se tirará toda la noche perdiéndose la celebración. Suspiró, un poco cansado de tanta caminata repetitiva. -¿Dónde rayos se ha metido este niño? –No pudo evitar maldecir un poco por lo bajo. Se detuvo en seco, comenzando a escanear todo su campo visual con detalle. Niños, adultos, los tres amigos inseparables, sus generales, bailarinas, instrumentos musicales, mesas, comida, sillas, barriles, cajas… Pero no Judal. Empezó a pensar que tal vez se hubiera vuelto al Palacio, pero desechó la idea en cuanto la palabra "cajas" pasó una segunda vez por su mente. Como si de una luz se tratara, caminó rápidamente al borde lateral del gran escalón, en donde las escaleras que bajaban solían apilarse unas pocas cajas. Se asomó, corriéndole una gota de sudor frío por la mejilla y con un tic en la ceja.

-¿Por qué estás ahí? –le encontró detrás de estas.

-¿Eh? –el oráculo pareció sorprenderse levemente. –Ah, no sé. –se encogió de hombros. -La costumbre. –dio un bocado al pincho de carne que sujetaba con una mano.

-¿La costumbre?

-Siempre suelo quedarme aquí en tus fiestas, ya sabes, para que no me vean. –continuó masticando, mirando como el monarca se quedaba un poco confuso, lo que le hizo reír después de tragar. -Cierto, ¿cómo vas a saberlo si no me has visto ni una sola vez? –le señaló sonriente con el fino palo de madera que tenía atravesados los trozos de carne. –No me pierdo ni una fiesta tuya desde que cumplí los trece años. La comida de tus celebraciones es muy buena. –dio otro mordisco. –Aunque todas las paso oculto en estas escaleras, por aquí no pasa nadie apenas.

-¿Te arriesgas a venir hasta aquí por las noches también, sólo por mis celebraciones? –se sorprendió. Pensó en el enorme riesgo al que se exponía Judal haciendo eso, tanto por su parte como por la de Al-Thamen. Si en esos tiempos él le hubiera localizado en una de sus fiestas… Aunque se sintió muy alagado por ello. Judal no respondió. –Te gusta sentir el peligro, ¿eh?... –le recordaba tanto a él en su juventud, pero de un modo tan distinto.

-No permito que nadie me limite, ni siquiera tú. –hizo referencia, básicamente, a que se pasaba las normas de todo, desde básicas hasta nacionales, por el forro.

-Ya veo. –suspiró sonriente. –Pero ahora no necesitas esconderte. Puedes andar a tu antojo, nadie va a intentar nada en tu contra a menos yo también lo haga, y eso no va a pasar. –se irguió de su posición inclinada sobre las cajas. –Vamos, sal de ahí.

-No. –respondió sin entusiasmo. Sinbad se quedó impactado en su sitio.

-¿Por qué no? Ya te he dicho que puedes ir por donde quieras. –explicó de nuevo, pensando que no le había entendido bien.

-Eso ya lo sé. Pero no quiero, y punto. Me gusta este sitio, y ya. –sentenció, dando un tercer bocado con el ceño fruncido.

-¿No te dije esta tarde que me confiaras tus inquietudes? –contestó, también arrugando el entrecejo, con tono serio.

-¿Quién ha dicho que esté inquieto?

-Tú comportamiento te delata, Judal.

-¡¿Por qué tengo que estar conviviendo con gente que no conozco, Sinbad?! ¡No quiero! –gritó, levantándose de espaldas al Rey. -¡No quiero tener que ver cómo se divierten, cómo bromean y cómo juegan! ¡Y encima, ver cómo tú y tus asquerosas zorras os restregáis mutuamente a plena vista de todos! ¡Deja de intentar ubicarme con vosotros! ¡Yo no pinto nada aquí, acéptalo de una puñetera vez! –lanzó el palo, ya sin nada, al suelo y levantó el vuelo, alejándose velozmente hacia quién sabe dónde.

-¡Judal! –trató de detenerle, saltando sobre las cajas en lugar de rodearlas para evitar perder segundos de un tiempo clave. No consiguió alcanzarle, pues el magi ya estaba lejos del suelo, comenzando a sobrevolar la celebración por encima de la gente sin ser detectado, alejándose por el lado contrario al del Rey, quien veía cómo salía de la zona habitable del gran trozo de tierra. Se había ido de la ciudad. Mal asunto. Si se le ocurría romper la barrera y abandonar la isla… -¡Maldita sea! –gruñó sonoramente, temiendo eso último. Sinbad corrió, atravesando por todo el centro la fiesta, sobresaltando a las personas que allí festejaban, mas terminó de asustarles cuando a mitad de esta, sin dejar de correr, emitió una luz.

-¡Sinbad! –Ja'far salió tras él al verle en ese estado. El Rey hizo como si el albino nunca le hubiera llamado.

-¡Espíritu del dominio y la sumisión! ¡Focalor, ven a mí! –el equipo del Djinn nombrado le vistió el cuerpo. Se separó rápidamente del suelo con ayuda de un potente impulso nacido de la presión del aire que se formó bajo sus pies, empezando a volar veloz.

-¡SINBAD! –volvió a llamar a grito pelado el oficial al ver que se alejaba, acompañado también de los llamados exigentes del resto de los generales. El monarca se detuvo en el aire, encarándoles desde una considerable distancia.

-Sólo voy a asegurarme de algo, y tengo que ir rápido. Volveré en unos minutos, continuad con el festejo. –sentenció sonriendo, dando a entender que todo estaba bien y que únicamente tenía prisa, fingiendo tranquilidad. No perdió más el tiempo, por lo que continuó sobrevolando la dirección por la que Judal había cruzado, saliendo de la ciudad. Inspeccionó con la mirada todo el paisaje a sus pies, tratando de encontrar al magi, pues al notar que la barrera no había sido tocada y que Yamuraiha tampoco había sentido nada, supuso que seguía por alguna parte de la isla. El caso era dónde, pues era fácil perderse si uno se adentraba en la zona frondosa de esta. Intentó por todos los medios localizarle a través del rukh con ayuda del poder de Focalor, pero no lo consiguió. Había dejado de escuchar la música minutos atrás, siendo envuelto por el silencio con el leve acompañamiento del roce de las hojas de los árboles. Continuó avanzando, acercándose cada vez más al final de la isla, al precipicio que conectaba al mar. Entre los susurros de la brisa y la vegetación consiguió atisbar con el sentido del oído lo que parecía ser una melodía solitaria, sin instrumentos ni acompañamiento. A medida que descendía, la música se volvía más cercana y clara, siendo producida a la perfección en todos sus tonos armoniosos. Era una voz, y pudo hacerse una idea de quién era la persona que componía aquellos sonidos tan balanceados. Se adentró en el follaje del extremo del bosque, y caminó con cautela, teniendo la voz como guía. La reconocía, y sabía a ciencia cierta el portador de esa voz, mas nunca creyó que pudiera transformarla de forma tan cautivadora y equilibrada en una profesional melodía. Vio a Judal, sentado de espaldas a él en uno de los peñascos del precipicio marítimo. Quería saber qué era lo que vocalizaba, cuál era la letra de ese canto constituido por la escala menor asignada al modo Aeolio en la música. Una escala utilizada para plasmar al oído humano la tristeza, la rabia, la depresión… Se acercó un poco más sin salir del espeso bosque, evitando ser visto, esta vez pudiendo escuchar sus palabras melódicas.

-… es cierto que en el amor y la guerra el mundo choca y se obtienen corazones rotos… Quiero vivir como sé que estoy muriendo, tomar mi cruz sin temer… -la voz suave controlaba fervientemente las notas del pesar. –Se arrastra como un ladrón en la noche, sin señal, sin advertencia… Pero estoy listo y preparado para luchar. –se levantó sobre la roca bajo la hipnotizada mirada dorada. –Levantad vuestras espadas sin tener miedo… ¿Es cierto eso que dicen de que las palabras son armas? Pues si es así, será mejor que todo el mundo se prepare, porque tengo diez en mi bolsillo capaces de doblar un medallón. Estoy cansado de todos esos descarados diciéndome "ven conmigo". ¡Esto es una advertencia, nos guste o no! –su voz dejó de utilizar la melodía, para transformarla en gritos entonados. - ¡Me deprimo como una rueda girando! ¡Tengo que levantarme, así que doy marcha atrás! ¡Estoy cansado de escuchar, te lo advierto, no trates de levantarte! –descendió de nuevo. –Esta noche hay una guerra en mi interior… -se agarró la cabeza, alzando de nuevo los musicales gritos, todo esto siendo vigilado por un impactado y sorprendido Rey. -¡Espera, esto está por romperse, es más de lo que puedo soportar! ¡Lo siento en mis venas, esto no está yendo lejos! ¡Todo está a punto de cambiar!...

Silencio. Brisa terminando el fin de la incitante canción guerrera. Sinbad se quedó estupefacto, sin dejar de observar al magi de pie sobre aquel peñasco mirando el azul horizonte.

Minutos le hicieron falta para liberarse del trance al que se había sometido, reiniciando su mente con el primer pensamiento de que Judal poseía prodigiosas dotes musicales. Minutos en los que el oráculo de Kou tampoco se había movido de su posición, completamente perdido en el océano. El monarca decidió que ya era hora. Salió de su escondite, provocando el suficiente ruido para que el azabache se volteara sobresaltado. El hombre adulto le estaba mirando con tristeza.

-Regresa, Judal. –sin respuesta. –Por favor.

El magi oscuro chasqueó la lengua, acercándose, dándole a entender que le estaba haciendo caso. Pero no le hablaba. Se había enfadado con él, al igual que aquella vez en el Imperio Kou. Sinbad sonrió levemente, aún con su deje de lamento. Ambos levantaron el vuelo de vuelta a la ciudad, siendo cubiertos por el silencio, quien se estaba haciendo presente en demasié. Un trayecto ni muy corto, ni muy largo, pero sí tenso y pesado, al menos para el Rey quien ahora sabía, gracias a aquella canción, la contradicción interior con la que oráculo luchaba. Si hubiera sido otra persona, estaba seguro de que estaría trazando algo para aprovecharse de la situación ajena, pero con Judal… no podía. No podía hacerlo. Ni podía, ni quería. Nunca se lo perdonaría. No a la persona por la que se había visto cambiando su rukh de color sin darse cuenta. Era consciente de que Yamuraiha y Aladdin ya lo sabían, lo que le explicaba la razón de esas reacciones que los dos tenían. Lo supieron desde que Judal arribó en su despacho con un buen par de personalidades extra y orejas y extremidad caninas. Tan entretenido estaba con sus pensamientos que no notó que ya estaban casi sobre la celebración. Sinbad descendió, liberándose del equipo Djinn al tocar el suelo. En cuanto el magi oscuro hizo lo mismo…

-¡Aaaww, Judaal! ¿Dónde estabas, amigo mío? ¡Te estuve buscando por todas parteees! –Alibaba casi se lanza sobre él, para después arrastrarle hacia donde estaba anteriormente con Aladdin y Morgiana, yendo en contra de las quejas e insultos del azabache, completamente borracho.

-¿Ha intentado algo? –preguntó el oficial albino muy seriamente a sus espaldas. Sinbad se volteó con una sonrisa.

-No, es sólo que le dije algo ofensivo sin darme cuenta y huyó. Temía que tuviera pensado quebrar la barrera y abandonar la isla.

-Te lo repito muchas veces, Sin. Cuida lo que dices, o algún día lo vas a lamentar.

-Ya lo lamenté el día en el que Al-Thamen casi nos mata. –se puso la mano sobre la frente.

-Y aun así continúas sin pensar antes abrir la boca… -tenía razón. Al parecer, no había intenciones latentes de que el monarca cambiara.

Sinbad suspiró, sentándose en su silla, y siendo servido por su visir con una copa de vino.

-¡Qué asco, apestas a alcohol! –Judal empujó fuertemente al rubio, alejándole.

-Ooooh~… Eso me suena a que tú también quieres. –sonrió ampliamente el rubio.

-¡No…! –ni tiempo le dio a terminar de hablar, pues Alibaba ya le había metido aquella bebida rojiza por sorpresa poniéndole una copa inclinada en la boca. El magi oscuro se alejó, escupiendo. -¡Agh! ¡Sabe horrible! ¡¿Cómo demonios podéis beber eso?! ¡Es repugnante! –tan pegado se le había quedado el sabor, que tuvo que sacar la lengua y limpiarla con sus propias manos. Qué cómico.

-¡Jajaja! –el esgrimista se carcajeó a su costa. –No mientas, a todo el mundo le gusta el alcohol.

-¡A mí no!

-¡Ya verás como sí! –sin avisar, agarró de un brazo al oráculo y le hizo tragar una considerable cantidad de vino directamente de la botella, hasta que este no pudo más y comenzó a toser, atragantándose y derramando el líquido, tanto de su boca como del recipiente. -¿A que está bueno? –sonrió enrojecido.

-¡¿Qué cojones tengo que hacer o decir para que te enteres de que no me gusta?! –chilló cabreado con unas lágrimas de esfuerzo mientras se limpiaba, desesperado. -¡Y no, no está bueno! ¡Sigue dando asco!

-Jo. –el rubio puso morritos, simulando un forzado puchero.

-Alibaba…

-¿Qué pasa, Mor? Tú si quieres, ¿no? –sí que estaba ebrio…

-No… No es eso. Creo que no debiste darle tanta cantidad. Ese vino lleva mucho alcohol y si se bebe muy de golpe puede provocar un coma etílico… -ambos chicos se pusieron pálidos, lo que provocó que la fanalis se corrigiera, un poco nerviosa. –Pe… pero no digo que vaya a pasar. Aunque… sí es seguro que en un rato se embriague seriamente…

-¡Noo! –Judal se agarró de los pelos, para después zarandear violentamente a Alibaba. -¡¿Qué me has hecho?! ¡Maldito loco! ¡En un rato empezaré a comportarme como un imbécil por tu culpa! ¡Esto no te lo perdono! –el suelo que el magi pisaba comenzó a congelarse, esparciéndose la capa de hielo en todas direcciones.

Yamuraiha, quien había estado observando la escena, se acercó rápidamente cuando atisbó el descontrol de la Magia de Hielo del oráculo.

-¡Judal, cálmate! ¡Estás congelando todo el piso! -este se giró hacia ella, frenando en seco el tambaleo que había mareado por completo al rubio, casi al borde de ponerle a vomitar. Trató de calmarse, revirtiendo lo que había hecho. Atisbó tras ella a Sinbad, quien estaba cubierto en su asiento por unas cuantas mujeres de belleza considerable. Mas la maga le sacó del trance. –Respira hondo, y cuenta hasta diez. Así puedes evitar descontrolarte cuando te enfades. –aconsejó antes de marcharse a comenzar una competición estúpida con Sharkkan, quien le estaba reclamando.

Y así pasaron unos minutos, Morgiana observando a veces con el ceño fruncido a Aladdin y a Alibaba, quienes observaban descaradamente a las demás mujeres. Este último, completamente lleno de júbilo. Y Judal moviendo la pierna de acá para allá, inquieto y ya con los efectos del alcohol encima.

-¡Hey! –le llamó el rubio. -¿Has visto a la bailarina? –señaló con el dedo hacia el gran escalón que hacía de escenario, en donde actuaban tres bailarinas, siendo la del centro y más cercana a la que se refería. -¿Has visto que movimientos? ¿Sabes el partido que se le puede sacar a eso? –rio.

-¡Já! Se mueve de pena. –se cruzó de brazos, sonriendo con ego. –Incluso yo bailo mejor.

-¿Aaaah, sí? –insinuó que mentía. –Entonces, ¿por qué no nos lo demuestras? Ponte esas telas transparentes de adorno en los brazos y súbete a bailar. –picó, haciéndole fruncir el ceño.

-Tsk, ¿para qué?

-No hay huevos. –bendita frase mágica controla-hombres.

-¡Uy, que no! –se burló de forma descarada. –Vas a tragarte esas palabras.

-Eh… Sin… -le llamó Ja'far.

-¿Qué pasa? –sonrió, ya por su quinta copa.

-¿Qué rayos hace Judal en… ah… ahí? –señaló el escalón. Sinbad siguió con la mirada la trayectoria del dedo.

-Oh, vaya… -fue lo que atinó a decir, estupefacto. Y es que, ¿cómo no quedar en ese estado? Pues el magi oscuro se había atribuido un par de telas decorativas, únicamente usadas por las bailarinas para dar movimiento a sus brazos. Estaba bailando a un lado de la bailarina principal, quien era también la más profesional de la isla, no sólo siguiendo sus movimientos a la perfección, sino superándolos en elasticidad y ondulación, creando una serie hipnótica de pasos especializados en sensualidad. Es que era impresionante, ¡estaba superando notablemente el nivel de ella! Todas las miradas del festejo estaban sobre él. La gente aplaudía, silbaba, le animaba, e incluso le alagaban. Sinbad pudo confirmarlo perfectamente, con lo que había escuchado en el precipicio y lo que estaba viendo ahora; la música corría en el interior de las venas de Judal. Un talento oculto que, seguramente, nadie fuera de Sindria hubiera conseguido conocer aún. No conocía las razones del magi oscuro por las que se había subido ahí a deleitar a su pueblo, pero no le importaban demasiado. Era casi un sueño, y no iba a permitirse no disfrutarlo.

Fue una celebración bastante peculiar, ninguna de las anteriores llegaría a semejarse con esta. Se felicitó a sí mismo por haber ido a buscar a Judal al inicio, aunque se hubiera enfadado con él. Pensó que ya se le pasaría, pues parecía haber disfrutado bastante de la fiesta, mostrando por primera vez su lado abierto a toda Sindria con aquel baile. ¡Y qué baile! Casi se sintió desfallecer por tal cantidad de belleza física y artística que había presenciado. El festejo aún no terminaba del todo, pero para él sí, después de ver cómo el oráculo informaba a los cuatro vientos a Alibaba que se iba a su cuarto porque se encontraba mal. -Se encuentra mal… Sinbad repitió esa frase en su mente, empezando a preocuparse. Pues bien era cierto que el azabache no había bebido nunca, y así de buenas a primeras, ingirió una gran cantidad de alcohol. Cambió el rumbo de su caminata por los pasillos, pensando en el lamentable estado en el que podía encontrarse el joven magi. Sin embargo, tuvo que frenarse, observando el oscuro fondo del pasillo.

-¿Qué haces aún fuera? –suspiró con una sonrisa, reanudando sus pasos. Judal se encontraba apoyado en la pared, con las manos en su espalda y muy sonriente.

-Nada. –el Rey rio ante esa escueta respuesta dicha en un tono tan amigable. Al parecer, ya se había dignado a hablarle.

-Eso ya lo veo. Me refiero, ¿no deberías estar descansando?

-¿Por qué?

-Creí que te encontrabas ma… -no le dejó terminar la palabra, pues el magi oscuro ya estaba de frente a él con una amplia sonrisa feliz y la cara coloreada por el efecto del alcohol, sobresaltándole.

-Eres idiota. –su tono amable no encajó con el insulto, lo que hizo que el monarca riera por lo bajo, confuso. –Has caído de lleno. Sabía que si le decía eso al rubito tú lo escucharías y vendrías a buscarme. –se balanceó hacia delante y hacia atrás como si de un niño se tratara. Sinbad parpadeó impactado por unos segundos. Judal había planeado eso a la perfección, pero no supo interpretar el por qué. El hombre adulto se encogió de hombros.

-¿Y qué se supone que haga ahora, según tu plan? –rio, completamente perdido en la situación. El magi se puso un dedo en el mentón, sacando levemente los labios, simulando que pensaba en concentración.

-Humm. –entrelazó sus manos, esta vez por delante, y reanudando su mueca alegre. –Nada.

-Entonces ve ya a descansar. –le aconsejó, alborotándole el cabello.

-Qué más quisieras… -comentó, apartando la cabeza de forma graciosa. En un pequeño despiste por parte de Sinbad el oráculo se acercó peligrosamente, casi juntando sus cuerpos y con las manos apoyadas en el pecho del hombre de cabello lila, quien empezó a confundirse más.

-¿Judal?...

-Que no tengas que hacer nada no significa que aquí se acabe mi plan. –sonrió, descendiendo lentamente sus manos por el abdomen cubierto por ropa del Rey, deteniéndose estas a la altura de la cadera. -¿Cuántas veces te habré dicho que me gustas? –preguntó más para sí mismo sin dejar de mirarle con esos ojos carmesí, ahora centelleantes por el efecto del vino, tomando el borde del elástico de la larga falda del otro, separándolo levemente de la piel broceada de este. -¿Sabes una cosa? No me gustan tus putas, se te acercan de forma muy descarada. –hizo un puchero, dirigiendo su vista a la tela que tenía en las manos, la cual bajó con más ánimo debido a la molestia, encontrándose con la bestia erguida. Levantó la cabeza para volver a sonreírle, observando el notable rubor en la anonadada cara de Sinbad. Aprovechó ese estado de shock para sentarle de golpe, quedando apoyado sobre un pilar.

-¡Judal! ¿Qu… qué…? ¡Ngh! –no pudo terminar a causa de una diminuta corriente eléctrica en su cuerpo. El oráculo de Kou había colado las manos bajo las ropas, comenzado a rozar muy levemente con los dedos por debajo de su ombligo, creando un camino de caricias en su bajo abdomen hasta llegar a su pubis a la vez que levantaba la cabeza para sonreírle animado. Continuó acariciando un par de minutos esa zona tan cargada de terminaciones nerviosas, sacándole suspiros al Rey. Sin embargo, este notaba descoordinación en sus manos. -¿Es la primera vez que haces esto? –sonrió.

-¿Y qué si lo es? –siguió con su delicada tarea sin dejar de prestar atención visual por donde pasaban sus dedos, provocando una risa adorable en Sinbad.

-Nada. -Judal entonces, cambió de objetivo, observando al detalle con los ojos algo abiertos aquella monstruosidad, ya completamente alzada, exigiendo atención. Acercó su rostro a ella, y comenzó a lamer despacio desde su base sin llegar al extremo, jugando y haciendo variantes con su lengua a lo largo y alrededor de su longitud. Dio leves golpecitos con su músculo bucal en la punta, haciendo suspirar al monarca de forma más sonora. Rio un poco y la tomó con delicadeza con ambas manos. Tal era su porte que podía añadírsele una más. Calado por lo nervios, abrió su boca, dando paso en su interior a la gran herramienta que Sinbad poseía, presionando levemente con los labios mientras subía y bajaba de manera muy lenta nada más que un par de centímetros, abarcando sólo su extremo. -¡Ah!... –Judal había usado de nuevo su lengua aleatoriamente en el interior de su boca, jugando al mismo tiempo que continuaba con el vaivén. Notó un casi imperceptible movimiento de cadera. La señal que necesitaba. Sin esperar más, introdujo más parte de su miembro, llegando hasta la mitad esta vez, convirtiendo los suspiros del Rey en leves gemidos. El magi de Kou subía y bajaba, aumentando el ritmo al mismo tiempo que lo introducía cada vez más. Por acto reflejo, Sinbad le tomó del cabello con una mano, controlando su fuerza para evitar hacerle daño, a lo que el azabache lo interpretó como la siguiente señal. Bajó de golpe, haciendo desaparecer por completo la virilidad física del adulto en un "garganta profunda". Repitió una y otra vez ese movimiento enloquecedor con esfuerzo, tratando de no ahogarse y poniendo más ímpetu en la velocidad. -¡Agh! ¡Judal… voy a… tienes que…! –apenas pudo hablar correctamente, siendo cegado por el placer. Sin embargo, Judal sabía a qué se refería, e intentó decirle que se apartara, cosa que no tenía pensado hacer. Aumentó por última vez el ritmo, siendo su boca inundada por esa esencia color perla en cantidades desmesuradas, que se escapaba considerablemente por las comisuras de sus labios. Tanto así que tuvo que apartarse después, siendo salpicado en el rostro. –Lo siento… -Sinbad se disculpó, completamente avergonzado por eso. Mas el magi oscuro no le dio importancia, tragando lo que se había mantenido dentro de su boca, para después, bajo la sorprendida mirada dorada, limpiarse de la mejilla con los dedos una pequeña parte del espeso líquido, llevándolos a su boca y lamiéndolos de forma tan curiosa como sensual. El Rey observaba, apunto de la segunda erección.

-Lo he hecho bien, ¿verdad? –sonrió. Vio cómo el monarca se recolocaba la ropa y se levantaba, tomándole por debajo de los brazos y alzándole sobre su hombro, cargándole. -¡Hey! ¡Respóndeme, idiota! -no tardó en encerrarse ambos en el cuarto asignado al azabache que se encontraba cerca. Lanzó a Judal sobre la cama, posicionándose sobre él de inmediato. -¿Qué haces? –se quejó.

-Lo has hecho bien para ser novato, pero aún tienes tus fallos. Esta vez seré yo quien te muestre cómo se hace. –descendió hacia abajo, besando cada rincón del pálido abdomen y haciendo estremecerse al oráculo de Kou. Levantó la cabeza, clavándole sus ojos ámbar. -¿Estás preparado para recibir lo mismo que me has ofrecido de un profesional? –sonrió de lado, mostrando su faceta dominante y traviesa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).