Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Recuperando lo robado por Scardya

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Estaba tensa, demasiado. Y no era la única. Todos estaban nerviosos en aquella sala común. Se paseaba a paso ligero de aquí para allá, inquieta. Se mordía el labio con tal de evitar masticar sus propias uñas. El sonido de ropas rozándose que Alibaba generaba al mover la pierna rápidamente de arriba a abajo estando sentado no le ayudaba. Un movimiento que no cesaba. Ellos dos parecían ser los únicos que dejaban salir su estrés, pues al resto le bastaba con presionar un poco los labios, la mandíbula o las manos. Sin embargo, no estaban en un estado mejor.

-¿Por qué demonios no han vuelto aún? –vocalizó Yamuraiha sin cesar sus vueltas. –Se supone que sólo se tardan unas cuantas horas en ir, encargarse de la carta y venir.

-¿Y si les ha pasado algo? El tío Sinbad no llevó sus contenedores, Judal ya no puede hacer mucho ahora, y Ja'far solo… -lo único que Aladdin consiguió con aquello fue alterar más el ambiente, aunque no fuera su intención.

-¿Cuánto tiempo llevan fuera contando este día? –la pregunta que Sharrkan formuló fue dirigida a Alibaba, quien aún no dejaba de menear su pierna.

-Poco más de dos semanas.

-Ay, Dios… -la maga de agua suspiró un poco ronca, sobándose la cara sin dejar de caminar de un lado a otro. –Lo que realmente me preocupa es el estado de Judal, apenas son cuatro meses de gestación y ya tiene tres semanas… Los síntomas más fuertes deben de haber aparecido ya. Confío en Ja'far para controlar eso, pero teniendo a Sinbad al lado… No hará nada más que perder los estribos y provocar que Ja'far se tense, y también que Judal se ponga nervioso…

-Eso si siguen vivos… -las palabras temblorosas de Morgiana captaron la atención. Lo peor de todo era que tampoco podría estar equivocada.

Yamuraiha decidió continuar hablando.

-Me hubiera esperado que tardaran un día como máximo, sólo era ir a por una tonta carta e iban en alfombra mágica, pero más de dos semanas es demasiado…

"No existían palabras para poder describirlo. La más cercana a lo que sentía; vacío. Un gran vacío que golpeaba sin piedad todo su cuerpo. Su vista era incapaz de enfocar nada, tan agotada y perdida en un color azul marino. Los pulmones le demandaban mucho más oxígeno por puro capricho, obligándose a dar de vez en cuando bocanadas de aire, preso de un pesado ahogamiento. La desagradable presión en pecho y cuello tiraba de él, intentando hacerle caer, que sus piernas no pudieran resistir por más tiempo. La lanza de la desesperanza se clavaba una y otra vez en sus entrañas, sacándole poco a poco la escasa ventura que le quedaba con cada puñalada. Se estaba muriendo. Lo había hecho. Había sido lo suficientemente cruel para hacerlo, y ahora su ser le carcomía por dentro, intentando dejarle sin interior. Su cuerpo parecía querer rechazarle por ese acto tan poco merecedor del perdón. ¿Quién era capaz de hacer algo así? Ah, sí... Él lo era, y se odiaba a sí mismo por ello. El resentimiento contra su propia persona llenaba de negro su mente por completo. ¿Cómo había sido tan incompetente?... Escuchó un ligero suspiro detrás de él.

-En algún momento tenía que llegar este día, y lo sabías. -Ja'far posó una mano sobre su hombro. -Y él también. -sin respuesta. Apartó su mano y se apoyó a su lado en barandal de madera, observando el oceánico horizonte azul. Sin la alfombra voladora con la que habían ido, cinco días eran desde Rakushou hasta el puerto, y seis más en alta mar hasta llegar a Sindria, y habían cumplido tres de estos últimos desde que embarcaron. La melancolía de su Rey se le estaba contagiando. -Judal pertenece al Imperio Kou, Sinbad. Debiste de tenerlo en cuenta cuando decidiste empezar una relación con él. Tú mismo lo dijiste en la asamblea, que estaría temporalmente hasta que las cosas con Al-Thamen se resolvieran. -giró un poco la cabeza para mirarle, encontrándole tan perdido en el paisaje. Trató de sonreírle. -Pero Judal puede visitarnos cuando quiera, después de esto nadie va a considerarle un enemigo en realidad.

-No puede, Ja'far. -usó un tono tan vacío, sin dejar de mirar el mar, que incluso consiguió hacerle estremecer. -Viajar en alfombra también requiere de magoi, aunque un sólo viaje de ida no es mucho gasto. Pero no es lo mismo si tiene que estar yendo y viniendo continuamente, acabaría por ponerse en peligro. Y no puede volver a usarla en ida y venida hasta que…

-Hasta que dé a luz… -leyó con facilidad lo que continuaba de aquella oración. Desvió la mirada, no fue capaz de seguir respondiendo. Nunca le había pasado, pero sabía por bocas ajenas que la peor tortura para un padre era no poder ser testigo del nacimiento de su propio hijo, peor si era del primero. Muchos de estos hombres terminaron arrepintiéndose durante toda su vida por ello, sufriendo en su memoria una y otra vez, culpándose por no haber estado presentes en ese momento clave para la vida de la pareja, aunque algunos de ellos no fueran realmente culpables. El dolor era tal que veían a sus hijos crecer, y aun así sentían un vacío. Un vacío que debió de ser llenado con ese nacimiento, y en el que no estuvieron presentes.

No podía creerlo, ¿de verdad él, que era el gran Rey Sinbad, se estaba rindiendo? Qué patético. La imagen de Judal no dejó en ningún momento de atravesar su mente. Primero le veía sonriéndole, tan bello y risueño como nunca lo había visto. Después, completamente hinchado, sujetando con delicadeza su propio vientre, tan grande, con una mirada amor puro. Y luego, sosteniendo con sus delgados brazos un bebé envuelto en una tela blanca, siendo feliz, mostrando su melodiosa risa al pequeño en sus brazos. Unas imágenes que le encogieron el corazón, porque él no estaba en esas visiones. Y sabía que la razón de ello era por lo que había hecho. Pero no, ni hablar. Apretó con las manos el barandal y presionó los labios. No iba a dejarlo tan fácil, había pasado mucho como para dejar ir a Judal así, mucho menos con su hijo. Iba a estar con ellos, con los dos seres que más amaba, fuera como fuera, y para eso abandonaría todo rastro de cobardía. Les tendría a ambos, sí o sí. Iba a enmendar su error y a retornar, dispuesto a tenerles de nuevo. Se giró y se acercó caminando hacia el hombre que llevaba el timón bajo la curiosa mirada verde del oficial.

-Cambio de rumbo, hay que volver al Imperio Kou, olvidé tratar un asunto urgente con el Primer Príncipe del Imperio. –Ja'far se quedó estático y con la boca abierta, pues no esperaba que hiciera eso, al igual que el timonel.

-Eso no será posible, Su Majestad, estamos a medio camino de Sindria. –a pesar de negarse, no estaba muy convencido. Él seguía órdenes de Ren Kouen, y hacerle caso a Sinbad sería desobedecer al príncipe y volver a retroceder lo que llevaban recorrido.

-No importa, tenemos que dar la vuelta. –insistió.

-Ya le dije, Rey Sinbad, eso no podrá ser. –continuaba negándose, y Ja'far sabía lo que se avecinaba con ello, por lo que no tardó en alejarse un poco de la escena.

-¡Sí podrá ser, nos quedan tres días hasta Sindria, y hay otros tres días a partir de este punto hasta el Imperio! ¡El tiempo hasta alcanzar tierra será el mismo! –estaba empezando a ponerse serio y a perder la paciencia, y con ello amedrentaba al hombre, pero seguía sin ceder.

-Lo siento, Su Alteza, pero no…

-¡HE DICHO QUE DEN LA PUÑETERA VUELTA! ¡YA! –lo gritó de tal forma que dejó en su sitio, no sólo al timonel, sino también a Ja'far y al resto de la tripulación que estaba cerca.

Se formaron unos segundos de silencio en los que el monarca le penetraba con una intensa mirada dorada, intimidante y rabiosa como la de un animal salvaje, hasta que el hombre habló.

-¡Izad las velas! ¡Listo a virar por redondo! –ordenó. Inmediatamente, los tripulantes se movilizaron, cargando la mayor y preparando las brazas para la maniobra, arriando la cangreja después. -¡Andar todo y Braza Mayor! –continuó, colocando el timón a babor y la verga mayor en cruz haciendo el barco caer a sotavento; lado contrario a donde soplaba el viento marino, y provocando un movimiento brusco en el navío que hizo tambalearse a varios, y el monarca no estaba excluido. -¡Braza en cruz trinquete y velacho! –ante la orden, se bracearon las velas y se cambiaron las escotas de los foques. Sinbad no entendía nada, y Ja'far tampoco, pero así les valía mientras dieran la vuelta. Vieron bracear las velas como último movimiento. Tuvieron que terminar agarrándose al barandal, hasta que terminó por enderezarse, tomando rumbo de vuelta al Imperio Kou. El Rey no podía estar más satisfecho."

Otros ocho días transcurridos. El monarca ya empezaba a temer, no por estar a unos metros de la puerta del Palacio Imperial de nuevo, sino por la apariencia que Judal pudiera tener y por su reacción. Habían pasado poco más de dos semanas desde que le miró por última vez por su tontería de no atreverse a enfrentarse a la situación cuando debió. Una vuelta muy estúpida e innecesaria. Sentía que fue ayer la última vez que le vio, cuando no fue así. Supuso que su embarazo ya sería más notorio debido al inicio del cambio hormonal, y que también habría comenzado a crecer su abdomen, y eso supondría que tal vez, sólo tal vez, Kouen ya lo supiera. Pero sin duda, estaría destrozado y roto por haberse ido sin decirle nada por miedo a un enfrentamiento perdido con el Primer Príncipe, aunque él tampoco hizo mucho por detenerle. Ahora tendría que enfrentarse a los dos. Esos dos amantes de la guerra… Tragó saliva.

-Pero qué idiota… -se culpó mentalmente, sobándose la frente con la mano y suspirando al mismo tiempo.

-Esta vez más te vale hacer las cosas bien, este paseíto tuyo nos va a costar caro. –se le notaba en su voz, el albino estaba más que harto de la condenada situación. –Me gustaría que tomaras la confianza que tuviste cuando casi haces que el timonel del barco se echara a llorar, hazme el favor. –Sinbad no pudo evitar sonreír un poco al recordar aquello. En verdad se había sentido lleno de decisión y autoridad en ese momento, y todo por sus deseos de volver a enmendar lo que había hecho mal. De volver a por lo que se había dejado.

Ni siquiera los guardias de la entrada se molestaron en prohibirle el paso. Golpe de suerte. Por esas horas, consideró que Kouen estaría en el recibidor imperial, así que no tardaron demasiado en llegar hasta el gran portón rojo después de haber cruzado el enorme patio exterior. Los nervios crecían a flor de piel en ambos. El monarca ni siquiera sabía lo que tenía que decir, ni conocía el cómo, pero lo iba a hacer. Abrió ambas puertas, dejándose ver con un aire autoritario muy natural, siendo seguido por su oficial. La cara del pelirrojo era todo un poema, no creyendo que aún continuara allí, en Kou.

-¿Perdieron la embarcación? –era lo único que se le pasaba por la cabeza. Sinbad no contestó hasta estar al pie de las escaleras, delante de él.

-Ordené a los tripulantes dar media vuelta. –su voz seria alertó a Kouen. Fuera lo que fuera, iba muy en serio, y no le agradó nada el desplante con el que, posiblemente, lo había dicho.

-¿Ordenó? ¿Qué poder tiene usted sobre mi gente para hacer algo de tal magnitud, Rey Sinbad? –ahora sí estaba molesto. -¿Sabe a lo que se puede enfrentar al obligar a los soldados marines de otra nación a realizar un desvío sin consentimiento de las más altas autoridades del país?

-Lo sé, pero fue por una urgencia. –su tono recto hizo removerse al pelirrojo en su decorada silla.

-¿Qué tipo de urgencia cómo para perder el tiempo de esta forma? Recuerde que estamos a mano, mi familia, nuestro Magi y yo, y usted y su Alianza volvemos a nuestro estado pasado, es decir, a ser adversarios, oponentes… Enemigos, como lo quiera llamar. –hizo que Sinbad se tensara, pudo verlo al notar su entrecejo fruncido, sobre todo al escuchar la palabra "enemigos" después de haber mencionado a Judal. –Usted no me agrada, y nunca lo hará, sin embargo, estoy dispuesto a escucharle. Proceda.

-Vine de vuelta por una sola razón en concreto; es mi deber y mi capricho llevarme a Ju…

-¡Judal, espera! ¡No puedes irrumpir así en horario de peticiones! –la voz femenina resonó por una de las entradas de detrás del pelirrojo.

-¡Sólo una trenza, lo prometo! –otra voz, más grave que la anterior, se hizo escuchar.

-¡Kouen! ¡Dile a tu hermano parásito que me deje tranquilo de una ve…! –la frase quedó en el aire, inacabada, al mismo tiempo que el magi ya estaba en el gran salón, a un lado y detrás de la silla de Kouen. El silencio que se formó fue por, nada más y nada menos, que los ropajes que el magi oscuro portaba, pero también por la sorpresa de encontrarse así después de dos semanas. Vestía uno de sus trajes de oráculo, el rojo y negro, colores representantes del Imperio Kou. A parte de eso, nada más había parecido cambiar en él, pero es que se le veía realmente bello con esa indumentaria propia de un sacerdote de alto rango. Qué irónico, pues de santo no tenía nada. Rio con un deje de molestia. –Mira quién se digna a aparecer otra vez. –se acercó al Rey de Sindria con desfachatez, pasando de largo al príncipe y siendo seguido por sus ojos dorados, tan sorprendidos, tanto por el comportamiento de regaño como por su imagen. Este no podía dejar de mirarle, y tampoco Ja'far. -¿Dejas ver tu cara después de haberte ido sin decir nada? Menudo pa… -detuvo su hablar, sin embargo, Sinbad y Ja'far supieron qué palabra estuvo a punto de soltar, y esta era; padre. –Pa… parguela. –el insulto improvisado del día, y le costó bastante encontrar uno que empezara con esa sílaba. Estuvo a punto de pifiarla él solito. Después de que el pelirrojo le dijera que a dónde iba el día en el que iban a marcharse, pues olvidó que él ya estaba donde pertenecía, pudieron formarse unos incómodos segundos de silencio, para que después de una mirada tremendamente dolida por parte del Rey, este empezara a caminar, alejándose y dejándole en el Palacio del Imperio mientras él y Ja'far regresaban a Sindria. Sin embargo, cuando le vio hacer eso, no puso evitar sentir pena, pues vio en sus ojos dorados que lo estaba haciendo en contra de su voluntad. Ahora podía sentir empatía por Sinbad, pero sólo con él. Si trataba de sentirla con alguien más, se le haría imposible. Desde aquello, no se preocupó demasiado, ya que el monarca iba a volver por él antes de que llegara a su isla, sí o sí. El adulto le quería demasiado como para no hacerlo, y no se equivocó. Podía leerle con tanta facilidad. Aunque no lo estuviera mostrando, estaba emocionado. No quería ser muy obvio, y menos delante de Kouen. Durante esas dos semanas, su vientre había empezado a crecer, no demasiado, pero ya sí era notorio, lo suficiente como para sospechar. Nadie más que Koumei y Kougyoku sabían de su estado, el Segundo Príncipe le había confiado a la joven todo lo que sabía, pues ella podía ayudar al azabache y al mismo tiempo hacerse a la idea de forma sana que Sinbad no estaba interesado en ella para superarlo más fácilmente. Debido a que aún continuaba siendo algo que debiera ocultarse, se vio obligado entonces a comenzar a usar sus trajes de oráculo hacía unos pocos días, los cuales eran lo suficientemente sueltos y complejos como para tapar cualquier signo de gordura. Kouha y Kougyoku observaban en silencio, él con curiosidad por ver al Rey allí de nuevo y ella con una ligera mueca de complicidad, comprendiendo que Judal tuvo razón en todo momento cuando este le dijo que Sinbad iba a volver.

El mayor de los tres habló:

-¿Y qué querías que dijera, Judal? Que yo sepa, no tiene nada que tratar contigo ya. –el chico se encogió de hombros en respuesta a Kouen, acercándose más al monarca.

El hombre de cabello lila no dejaba de mirarle con deseo, pero no un deseo carnal, sino emocional. El oráculo le picó el pecho con el dedo, inclinándose de forma graciosa hacia delante.

-Tranquilo, idiota. Yo hubiera hecho lo mismo, tanta presión no es buena, ¿eh? –sonrió radiante, calándole por completo el corazón. Al menos se había puesto en su lugar, pues sabía que Sinbad no era capaz de algo así por despecho. No estaba enfadado, todo lo contrario. Se mostraba comprensivo con él, cosa que hizo sonreír al albino y a su Rey, pues a su parecer, el magi estaba mejorando bastante su actitud.

-Una trencita. –se escuchó la voz débil y suplicante de Kouha mientras hacía un gesto de pequeñez con sus dedos de manera cómica.

-¡Que no! –tuvo que romper el contacto con Sinbad para girarse con rabia hacia el cansino del Tercer Príncipe.

Kouen estaba empezando a impacientarse, la vena de su sien palpitaba y se hinchaba continuamente al mismo tiempo que posaba la mano en su frente. No pasó desapercibido para el monarca de Sindria, por lo que arribó de nuevo.

-No le robo más tiempo, la razón por la que he vuelto es…

-Una pequeñita. –caminó hacia él como si estuviera lastimado.

-¡Ni te acerques! –la advertencia de Judal dirigida al joven de cabello rosa hizo saltar la respiración tensa de Kouen. Iba a estallar en cólera si seguían interrumpiendo. Por suerte, el monarca no se detuvo esta vez.

-Voy a llevarme a Judal a Sindria. –aquello hizo detenerse a Kouha con los ojos bien abiertos, presionar la mandíbula al oráculo, dejó estático al pelirrojo y puso nerviosa a la princesa, que cruzó los dedos tras la espalda.

Silencio incómodo, hasta que el Primer Príncipe se levantó de golpe, como si hubiera recibido una grave ofensa.

-Judal no va a…

-Hermano, tenemos un problema. –Koumei apareció veloz por donde entraron los tres jóvenes anteriormente.

-¡Oh, por Dios! ¿Y ahora qué? –giró rápido la cabeza hacia él con cara de pocos amigos. Se le fue la compostura a tomar por saco y, cómo no, provocó que el Segundo Príncipe se detuviera en seco, algo asustado. La mirada confusa y desconfiada de su hermano menor le hizo calmarse un poco, él no tenía la culpa. Suspiró. -¿Qué problema?

-Ah… -el pobre aún no salía de su burbuja de temor, pero pudo darse cuenta de la presencia del Rey de Sindria y de su visir. Al parecer, el magi tenía razón. Pensó lo mismo que Kougyoku al verle. Caminó hasta Kouen, ya más calmado, y le entregó un pergamino. –Es sobre Judal.

-¿Sobre mí? –enarcó una ceja, ofendido. –Ahora en serio, juro que esta vez no he hecho nada.

Que el supuesto problema tuviera que ver con él no hizo que Sinbad se sintiera cómodo, y tampoco Ja'far. Ninguno quería que el muchacho volviera a tener más incidentes extraños. Koumei se ganó miradas curiosas y ansiosas.

-Estuve repasando los registros civiles del Imperio.

-¿Por eso estuviste tantos días encerrado en la biblioteca, Mei? –preguntó Kouha, a lo que su hermano asintió.

-Encontré algo que no estaba bien… No, más concretamente, no lo encontré. –ante el silencio, continuó. –Revisé varias veces por si me estaba saltando algo, pero resultó no ser un error. Judal no aparece en los registros de Kou.

-No puede ser. –aseguró Kouen, abriendo el pergamino y comenzando a buscar. –Eso significaría que no pertenece al Imperio y que reside aquí ilegalmente, no creo que al antiguo Emperador se le pasara algo así. –ahora sí, ojos en sorpresa en todos los rostros presentes. -¿Quiere decir que tampoco es nuestro Oráculo?

-Eso me temo…

-¿Cómo es posible? –preguntó sin despegar la vista del papiro.

-El banquero, Markkio, tampoco está registrado. Ni siquiera como fallecido o desaparecido. Él también pertenecía a Al-Thamen… ¿Y si los que formaban parte de la organización y trabajaban al mismo tiempo para el Imperio nunca fueron registrados? ¿Podría ser por motivos de traición y evitar ser culpados? –Kouen frunció el entrecejo.

Es razonable lo que dices… -vio cómo su hermano mayor dejaba de buscar el inexistente nombre del chico y le devolvía con parsimonia el pergamino. Era cierto, no estaba registrado, y por lo tanto, no era ciudadano del Imperio Kou. Koumei miró de reojo al Rey. –Si no está registrado no puede continuar residiendo aquí, pero tampoco pertenece a ninguna otra nación, no tiene a dónde ir. –su mueca preocupada hizo suspirar al pelirrojo más adulto.

-Tal vez yo pueda encargarme de eso. –la voz de Sinbad se alzó con confianza, sin embargo, se ganó una mirada retadora por parte del Primer Príncipe. Este regresó a observar al otro pelirrojo.

-Que no esté registrado no es un problema, podemos hacerlo después, al igual que se hace cuando nace algún niño dentro de nuestros territorios, o cuando se muda alguna persona aquí de forma permanente. Judal es nuestro Magi, y se queda. –dirigió una mirada severa hacia el monarca, y a este no pareció agradarle, pues se la devolvió con la misma intensidad. Ahora sí, la tensión podía cortarse con una simple uña.

-Pero… hermano, tardaríamos como un mes en completarlo. –Koumei empezó a preocuparse más.

-No pasa nada, sólo es un registro.

-Ya, pero aun así… -se acercó un poco más para que sólo él le escuchara, pues la información que iba a soltar no podía pasar a manos de personas ajenas a la Familia Imperial. Ni siquiera al reciente cómplice del Segundo Príncipe; Sinbad. –No podemos realizar ningún tipo de procedimiento legal sin un Emperador… -al oírlo, el otro arrugó las cejas, pues tenía razón. Se meterían en problemas con otras naciones si lo hacían estando el trono en hiatus.

El pelirrojo más mayor suspiró de manera ronca. Tendría que ceder ante la sospechosa petición del Rey de Sindria, pero no sin antes saber el por qué. Lo negativo de ello era que cuando le diera el consentimiento, sería de forma permanente, y el oráculo no volvería al Imperio. Una vez que este saliera de esas tierras se convertiría en exiliado. No le agradaba, pero no quedaba más opción si quería evitar problemas en Kou y proteger su nación. Justo cuando estuvo por abrir la boca escuchó unos ligeros sollozos, confundiéndose con ello. Agudizó su oído al mismo tiempo que escaneaba el salón, viendo la razón al momento. Sólo era Judal, que estaba llorando. Un momento… ¡¿Judal estaba llorando?! Abrió sus ojos en sorpresa. No se lo creía, ¿desde cuándo ese magi arrogante y orgulloso lloraba?

-Ay… -Kougyoku se acercó corriendo tras soltar ese quejido lastimero y tomó al chico por los brazos. Este se encontraba con la cabeza gacha y se tapaba la cara con las manos. –Si lloras vas a hacer que yo también lo haga… -sus grandes ojos empezaron a humedecerse un poco. Sinbad no tardó nada en acercarse, preocupado, y se agachó un poco para quedar a su altura mientras posaba las manos en sus hombros.

-¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? –dijo con voz suave, tratando de calmar con ese tono al oráculo.

-No… no lo sé… -se limpió las mejillas con las mangas para después volver a taparse. Odiaba tener que estar mostrándose así en contra de su orgullo, pero le era imposible pararlo. La frustración que sentía por ello no hacías más que aumentar sus ganas de llorar. Qué ironía.

Todos allí estaban sorprendidos, Sinbad, Ja'far, Koygyoku y Koumei por la respuesta. Y Kouen y Kouha por lo que estaban viendo en general. El primer grupo acababa de darse cuenta con esa contestación de la verdadera razón de ese ligero llanto; hormonas.

-Judal, -Kouen bajó los escalones y se acercó a ellos, más concretamente, al muchacho que lloraba. Este se volvió a limpiar y le miro con la cara enrojecida y los ojos húmedos. -¿quieres ir a Sindria? –preguntó de forma seria, pero tranquila. El Judal que él conocía, por mucho que hubiera sido ayudado por Sinbad, no aceptaría regresar a la isla, porque él mismo dijo muchas veces durante toda su vida que no soportaba ni el lugar ni a su Rey.

-¡Joder, sí! –sus, excesivamente mojados, orbes carmesí se iluminaron, y al pelirrojo se le detuvo la respiración, preguntándose a sí mismo quién demonios era ese joven que tenía delante, porque Judal no era, al menos no con el que estuvo conviviendo siempre. Primero lloraba, cosa que nunca había hecho y de la que se burlaba cuando alguien lo hacía, y ahora aceptaba con emoción el irse a Sindria, y no de visita, sino durante tiempo indefinido. ¿Qué rayos le habían hecho al magi allí? El Primer Príncipe estaba enfadado por ello, sin embargo, sabía que ese cambio no había sido para mal, pues el magi oscuro estaba mostrando sus emociones. Por esa razón no fue capaz de reprender nada. Pero eso no significaba que no pudiera…

-¿Por qué? -…preguntar. El oráculo se limpió por completo con ansias.

-¡Porque le quiero! –exclamaciones por todos lados. Pero Kouen no pareció entender, arrugando la nariz.

-¿A quién?

-¡A este idiota! ¡Quiero a este idiota! –señaló al Rey sin mirarle, haciendo que este diera un ligero salto. Ahora sí, el Primer Príncipe lo había entendido, quedándose quieto en su sitio y analizando más despacio aquello. ¿Su lógica para confesarlo ya? Que se iba a ir y le iba a dar completamente igual el Imperio.

-¡¿Qué tú qué?! –chilló Kouha, casi quedándose en shock. Pero inmediatamente comenzó a soltar ruidosas carcajadas. -¡A parte de maldito también desviado! –continuó riéndose.

-¡Yo al menos tengo vida sexual! –alardeó con ira. Qué rápido se le había pasado el llanto. Fue demasiada información para ellos, especialmente para Kougyoku, quien no pudo evitar temblar de los nervios, tapando rápido su potente sonrojo. El monarca tampoco estaba muy tranquilo. El pelirrojo más mayor no terminaba de analizar, quieto en su sitio.

-Ju… Judal… -Sinbad se inclinó un poco, tenso y cohibido. –No creo que sea buen momento para…

-¡Já! Apuesto a que ni un beso has dado. –Kouha no cerraba la boca. A ver si realmente ese magi tenía la valentía de demostrarlo.

-¡Con que no, eh! –agarró al Rey por la ropa y lo arrastró con fuerza hasta juntar sus labios en un beso superficial, pero apasionado. Al menos por su parte, pues al monarca le había pillado desprevenido, y justo le soltó cuando consiguió reaccionar un poco. Se escuchó un leve chillido agudo por parte de la princesa, quien había imitado la acción de Koumei, mirando a otro lado con un rubor peligroso. Se giró a un muy sorprendido Kouha. Sí, había tenido la valentía para hacerlo. -¡En tu cara, parásito!

Se escuchó un chirriante sonido de desenvaine de espada. En cuanto se dieron cuenta, vieron a Kouen alzar el arma, atacando después con un movimiento descendente a Sinbad, quién aún no era consciente de su entorno del todo.

-¡CUIDADO! –Ja'far estuvo a punto de interponerse, al igual que Koumei y la princesa. No podían dejar que fuera asesinado delante de Judal, aunque a sus espaldas tampoco.

Tarde. El magi ya se les había adelantado, colocándose entre el Rey y el pelirrojo con un borg que hizo chocar la espada. El Primer Príncipe retiró el arma hacia atrás, sorprendido por la insensatez del oráculo.

Se formaron segundos de silencio, hasta que Kouen pareció calmarse un poco.

-... ¿En serio te ha enamorado? –no se lo creía ni aun pronunciándolo. Qué palabras más extrañas.

-Y preñado también.

-¡JUDAL! –demasiada sinceridad. El albino, Kougyoku, el Segundo Príncipe y el monarca le gritaron al unísono, casi consiguiendo dejarle sordo. Kouha tenía un nudo mental, sin embargo, el otro pelirrojo no, pues él sí había leído una vez los pergaminos en los que estaba plasmada la información sobre los magis.

-Hostias… -susurró el Tercer Príncipe, acabando de enterarse de que un magi podía quedarse encinta, aunque no sabía si debía fiarse.

Kouen no conseguía reaccionar, mirando al oráculo sin expresión alguna. Pasó su mirada bermellón al hombre de cabello lila, que le miraba algo asustado. Obvio, pues no tenía a sus Djinns con él. Koumei fue consciente de un tic bastante repetitivo en el ojo derecho de su hermano mayor. Con que esa era la razón por la que Sinbad regresó...

-Rey Sinbad… -la voz del Segundo Príncipe se escuchó un poco temerosa, consiguiendo atraer los ojos dorados del nombrado. –Corra…

-¿Qué?... –sabía lo que había dicho, pero no el por qué debía hacerlo. Estaba tan confundido con la situación.

-¡CORRA!

No volvió a preguntar de nuevo, ya estaba saliendo de ahí por patas hacia el patio exterior, teniendo a Kouen tras él a la misma velocidad.

-¡ESTÁS MUERTO, SINBAD!

-¡Santo Salomón! -Ja'far no tardó en unirse a la persecución.

-¡Hermano, no! -tanto Koumei como Kougyoku hicieron lo mismo.

-¡Hey! ¡¿Si me lo matas a quién echaré el crío?! -estuvo a punto de salir tras ellos, sin embargo... El estómago le dio un pinchazo, provocando que se encogiera de dolor. -¡Puta! -maldijo.

-Ah, ¿que no era una broma? -el de cabello rosa se le acercó, curioso. Nunca pensó que el magi hablara en serio, con la poca seriedad que tenía la situación ni se le pasó por la cabeza.

-Imbécil... -no supo si le escuchó o no, pues también acababa de salir corriendo. -¡No me ignores, mierda! -tarde. Y ahí se quedó el, ahora solitario, magi oscuro. Se miró el abdomen que, gracias a las ropas, no era ni visible ni notorio. -Al menos tú no me abandonas... aún.

Lo que el oráculo no sabía era que Kouha había ido a poner en su sitio a los desmadrados, algo muy raro por su parte, pues le encantaba ver ese tipo de gracioso caos. Pero quería y tenía que ver con sus propios ojos al pequeño bastardo que Judal tenía cuando naciera. La curiosidad por ello era demasiada. Él no sabía nada sobre embarazos, por lo que al ver al magi encogerse le hizo sentirse extraño. Si era un dolor malo tendría que avisar a alguien más. Tenía que asegurar que ese bicho nacía bien si quería satisfacer su deseo de curiosidad. Observó un poco a lo lejos la descontrolada persecución, ya casi incluyendo contenedores metálicos, casi. Tenía que pensar en cómo llamar su atención. Si les decía que a Judal le había dado un dolor no reaccionarían mucho, pues era algo normal en un estado así y no se alarmarían. ¿Y si cambiaba la palabra dolor por...? Respiró hondo y comenzó a saltar en el sitio, reteniendo el aire, hasta que después de un minuto se asfixió y tuvo que parar de moverse reanudando su respiración, ahora muy agitada y descontrolada. Corrió hacia el resto a pesar de estar ahogándose. Menuda idea, su orgullo fue un poco pisoteado hace un par de semanas por haberle salido la actuación de inocente mal, por lo que ahora quería ser más convincente. Quería verse alterado, y con ese ejercicio anterior lo había conseguido. Si continuaba así, tal vez sí llegara a ser buen actor, aunque le costara un poco de dolor en el tórax.

-¡EEEEEHH! -les gritó, asfixiándose más al hacerlo. Pensó que así también era mejor y mucho más creíble. Hizo detenerse en seco a los otros. Prácticamente, Kouen tenía bien enganchado a Sinbad del manto, levantándole levemente del suelo, y este estuvo intentando soltarse hasta que escuchó a Kouha. Koumei y Kougyoku aún tomaban de los brazos a su hermano, y Ja'far con las manos en la cabeza, tan perdido. No pudo usar su contenedor, pues sería como una amenaza. -¡A...! -dio una bocanada de aire. -¡A JUDAL LE HA DADO UN CHUNGO! - traducción; a Judal le había dado un ataque, un infarto... Todo lo que tuviera que ver con eso. Mintió tan descaradamente, pero de una forma tan exagerada, que terminaron creyéndoselo. Terror era lo que veía ahora en sus caras. Intentó por todos los medios no reírse. Por suerte, sus carcajadas salieron cuando el grupo ya se había marchado en dirección, de nuevo, al gran salón.

Le vieron sentado en el suelo, de brazos cruzados, y con una mueca algo encabronada. El oráculo les miró.

-¿Qué? -lo soltó con un gruñido.

Suspiraron de forma pesada. Ese Kouha les había engañado esta vez.

Aparecieron rápido a las afueras de la ciudad de Sindria. Después de una conversación seria, y muy tensa, el Primer Príncipe del Imperio cedió del todo gracias a la participación de Kougyoku y Koumei. Si no hubiera sido por ellos... El Segundo Príncipe se ofreció a llevarles en uno de los portales que creaba con el poder de Dantalion, junto con las pertenencias del magi. Los símbolos de transferencia que no fueron eliminados aún de las tierras sureñas fueron de gran ayuda para llegar en pocos segundos.

Aterrizaron cerca del suelo esta vez, dándoles facilidad para no caer. El magi llevaba en sus brazos los otros tres trajes de oráculo aparte del que llevaba puesto: el blanco y azul; el negro y dorado,y el verde y beige. Sobre estos estaban dobladas seis prendas de sus ropas habituales, no ocupaban demasiado. La alfombra, por supuesto, la llevaba Ja'far, también doblada.

Judal se giró hacia atrás, observando el mar azul que relucía con la luz del sol.

-¿Qué demonios estoy haciendo?... -no, no se estaba arrepintiendo. Simplemente, nunca llegó a pensar que cambiaría totalmente de opinión en cuanto a Sindria y a su Rey.

Ninguno de los otros dos tampoco lo asimilaba por completo. Era como un sueño del que no conseguían despertarse. O como si hubieran viajado a un universo paralelo. Sinbad le miraba como si lo que tuviera delante no fuera a verlo nunca más, con tanto anhelo, tanto sentimiento. Judal no había sido el único en cambiar un poco. El Rey también estuvo dejándose llevar con él durante todo ese tiempo. Este miró al oficial, como pidiéndole algo. En respuesta, el albino suspiró con una sonrisa.

-Adelante, no me molesta. –sentenció con calma.

Fue tras escuchar eso que el monarca caminó hasta quedar detrás del oráculo, tomándole de la cintura. El chico se dio la vuelta al sentir las manos del Rey. Y rápidamente, sus labios fueron apresados en un desenfrenado beso cargado de frenesí. Tanto tiempo sin probar esa boca le había tenido desesperado. El magi ni siquiera se negó, dejándose llevar por la pasión que Sinbad le ponía, aunque sin poder abrazarse a él. Aún sujetaba sus ropas.

Era poco más de medio día cuando entraron a Palacio, agotados. Se les notaba la pesadez en la cara. Kouen había sido muy difícil de tratar. El tener a Kougyoku y a Koumei de su parte se lo había facilitado bastante, y aun así fue complicado. Todos los generales y los tres chicos se encontraban en el salón principal, y que las puertas hubieran sido abiertas les distrajo, divisando después al trío desaparecido. Aunque ya no tan desaparecido. Lo que más les llamó la atención fue el atuendo del magi oscuro, pero nadie preguntó por él. No querían romper la bonita imagen que tenían de él haciéndole enfadar, pues se veía muy bien, conocían sus gustos y estaban seguros de que el oráculo no estaba muy de acuerdo con llevarlo.

-¡Judal!

-¡Waha! -Aladdin y Alibaba no tardaron nada en tirársele encima con lagrimitas en los ojos, seguidos por Morgiana, aunque ella sólo sonreía con alegría. Los tres muchachos terminaron en el suelo, dos de ellos restregando las mejillas contra el otro, que trataba de alejarles. -¡Hey, eso es molesto! -que incómodo se le hacía tanto roce y tanta muestra de cariño. No se acostumbraba a ello.

-¡Ya íbamos a buscaros de tanto que tardabais! -Yamuraiha ni siquiera lo pensó dos veces para acercarse corriendo con un humor de mil demonios.

-¡Ya era hora! ¡Nos estabais matando de tanto esperar! -Sharrkan también se quejó desde su sitio.

-¡Ni avisasteis de que os marchabais! ¡Tuvo que ser Aladdin quien nos explicó! ¡¿Os parece bonito?! -estaba hecha una completa furia esta maga. Lo único que obtuvo como respuesta fue una risa nerviosa por parte de su Rey, y un silencio incómodo de Ja'far. Judal estaba demasiado acosado en ese momento como para responder.

-Bueno... -al final terminó hablando el albino. -Creo que hasta tú entiendes que era una situación grave. Había que destruir esa carta. -se encogió de hombros. La mujer no respondió, pues tenía razón. Habrían tenido un problema mucho peor si no se hubieran ido.

-¡Agh, vale! ¡Pero la próxima vez, avisáis al principio! -les señaló con ira. -¿Y se puede saber por qué os habéis pasado más de dos malditas semanas fuera? -vio cómo el oficial señalaba con molestia al hombre de cabello lila. Este dio un ligero salto.

-Porque el muy cobarde planeó regresar aquí sin Judal por miedo, y para cuando se dio cuenta de que no quería dejarle en Kou ya habían pasado ocho días de viaje, y nos tuvimos que volver a por él.

Varios de los presentes se estrellaron la mano en la cara. Qué Rey más extraño tenían. Era valiente para lo que le daba la gana.

Una vez arregladas las cosas, los generales se dispersaron a sus cosas. Masrur y Yamuraiha iban a encargarse ese día de sus aprendices en los jardines, enseñarles nuevas habilidades. Por esa razón, Alibaba se quedó a mirar, sentado en el césped y siendo acompañado por el magi oscuro, que tampoco tenía nada mejor que hacer. Le había dado a Sinbad sus ropas y alfombra mágica. Dijo que él se encargaría, y así dejó que lo hiciera.

-Lo hacen bastante bien. -comentó, tratando de romper un poco el aburrido silencio.

-Meh. -qué seco podía llegar a ser el azabache cuando se lo proponía.

-¿Por qué llevas eso? -preguntó. Había estado bastante curioso con el vestido que Judal llevaba. Le quedaba bastante bien, e incluso si le veía de espaldas lo podría llegar a confundir con una jovencita.

-Nada que te importe. -después de decir eso, sus ojos se abrieron, recordando algo. Se llevó las manos a la cabeza. -¡Mierda! Se me olvidó decirle a la bruja lo de las coronas de flores. -el rubio se sorprendió un poco. Hasta él lo había olvidado. Este se rio.

-Da igual. -hizo un gesto de aleteo con la mano. -Tampoco es que quisiera quitarle una de sus coronas. Y de seguro estaría ocupada como para hacer una nueva. -suspiró sonriente. -Es una mujer admirable, una gran amiga. -Judal soltó una risa y le picó la frente.

-Deja de soñar, estúpido. Ni que fuera la única mujer.

-Casi. -suspiró.

-¿Cómo que casi? -se confundió. -¿No has tenido contacto con mujeres? -terreno peligroso para el ex príncipe.

-No. -se rascó la nuca avergonzado. -Digamos que tengo mucha mala suerte en eso... Nunca tuve ni siquiera una novia. -el oráculo parpadeó un par de veces. Que él mismo no la hubiera tenido era normal, pues nunca le interesaron las chicas. Pero que le pasara a Alibaba, que intentaba por todos los medios gustarle a alguna... -Me gustaría mucho que alguna se interesara por mí, pero estoy seguro de que ni siquiera se acercarían. -demonios, estaba empezando a deprimirse en serio.

-¡Jaja! Sí que tienes mala suerte. –pausó un par de segundos. –Dime… -se acercó lentamente hasta quedar a pocos centímetros de su rostro. -¿Por qué no… maldices tu destino? –el rubio se asustó al escuchar eso, tanto que ni siquiera pudo apartarse, empezando a ponerse pálido. El magi oscuro empezó a carcajearse a su costa, dándole después un codazo. –Es coña, hombre. Pero en serio, deberías acosar a alguna. –menudo consejo…

-¡¿Qué?! ¡Pensarán que estoy desesperado!

-Estás desesperado. –se burló, haciéndole ver la cruda realidad. Alibaba tardó en responder.

-No… -su mueca triste lo decía todo. –Yo no sería capaz de gustarle a alguna mujer, soy un fracaso en el amor. –esa actitud excesivamente deprimida estaba empezando a molestar al oráculo. Justo cuando se dispuso a contestarle, Sinbad interrumpió.

-Aquí estabas. –sonrió, caminando hasta quedar de tras de ellos. Los chicos se giraron. –Vine a avisarte de que ya todo está hecho.

-Ah, pues bien. –no le prestó demasiada atención. Miró de reojo al rubio, viéndole tan apagado, tan melancólico. Volvió a dirigir su mirada al Rey y se levantó de golpe. –Sinbad, tenemos que hablar.

El monarca se tensó al escuchar esa frase, más por el hecho de que había usado su nombre de pila en ella. Mala señal solía ser. Era una de las oraciones más temidas en una relación, pudiendo significar problemas graves, e incluso el fin de esta. El azabache tomó al adulto de la muñeca y casi lo arrastró al interior del Palacio, dejando a Alibaba solo, observando el entrenamiento de sus otros dos amigos.

Supiró. Tal vez no estaba destinado a tener novia. Era tan doloroso. Se sentía tan vacío en ese sentido. No podía ofrecerle a nadie esa clase de amor que se le estaba empezando a acumular dentro, carcomiéndole como una termita mortal. ¿Qué era lo que hacía mal? A lo mejor no era lo suficientemente atractivo. Era conocido un poco por ser el ex príncipe de Balbadd, pero nunca ninguna chica se le acercó siquiera aunque tuviera sangre azul corriendo por sus venas. Patético.

Después de una hora, las prácticas terminaron, por lo que el chico volvió a ser acompañado. Sin embargo, en cuanto sus amigos llegaron a él, Sinbad apareció de nuevo.

-Alibaba, alguien te busca. –los tres muchachos se sorprendieron por ello. ¿Quién le buscaba?

El Rey acompañó al rubio hasta la entrada del Palacio, pero antes de llegar a salir, se detuvieron.

-¿Quién es? –estaba muy curioso, no era tan conocido, mucho menos en Sindria.

-No lo sé. Un guardia me avisó cuando estaba en mi despacho de que una persona en la entrada buscaba a Alibaba Saluja, no sé nada más. –hasta su apellido conocía. Aquello empezaba a darle miedo. El rubio suspiró, poniéndose tenso. –Lo dejo en tus manos, aún tengo trabajo que hacer. –con qué poco interés lo había dicho. Se le notaba que no quería volver al típico deber de Rey. Pero debía hacerlo, por lo que caminó con un deje de pesadez hasta desaparecer por una de las puertas. El joven tragó duro, acercándose a la puerta. Qué gran sorpresa se llevó cuando vio a esa persona. Ambos se quedaron en silencio por unos segundos.

-¡Príncipe Alibaba! ¡Ay! ¡No me creo que le tenga delante! ¡Soy una gran admiradora suya! –exacto. Una joven mujer, más o menos de su edad, estaba alucinando con la presencia del chico. Este parpadeó un par de veces, no creyendo lo que veía. Su cabello largo de color celeste oscuro, ondulado, peinado en un medio recogido se meneaba con sus movimientos de vaivén mientras se apretaba a sí misma las mejillas en gesto de vergüenza. Unas mejillas sonrojadas, acompañadas del natural color blanco de su piel contrastaban con el rosa pálido de sus labios, y sus bellos ojos magenta brillaban con emoción. Una hermosura donde las haya. El rubio no pudo evitar prendarse de ella, una belleza digna de las diosas. Llevaba un bonito vestido blanco de mangas largas, decorado con bordes violetas. Sin embargo, iba descalza, aunque eso parecía no importarle. Se veía cómoda así. -¡Desde que salvó Balbadd no pude evitar irme de allí para seguirle! –ella le tomó de las manos, en silencio, hasta que las soltó de golpe y se rascó la nuca con una sonrisa. –Qué modales los míos, ni me presenté. Ni nombre es Jahan. –amplió su radiante sonrisa, dejando casi en shock al ex príncipe. Tanta hermosura junta era mortal.

-Yo… -no sabía qué decir, estaba tan sorprendido y emocionado. Nunca se cruzó con una seguidora tan carismática. Se le veía en sus ojos magenta que le admiraba muchísimo. El quedarse sin palabras hizo confundirse a la dama.

-Oh… -ella se entristeció un poco. –Supongo que pensará que soy una loca por seguirle así… -jugueteó con sus pies mirando al suelo, mostrando una faceta tremendamente adorable. Si hubiera levantado la cabeza se habría podido dar cuenta del enorme sonrojo que Alibaba tenía. –Quería seguir sus pasos… -le encaró con decisión ahora, apretando los puños delante de sus pechos, los cuales no eran para nada pequeños. –Usted es la persona que más admiro, es mi ídolo. –le volvió a tomar de las manos con mirada suplicante, tan adorable. Hizo saltar el corazón del rubio. -¡Por favor, permítame acompañarle a partir de ahora! ¡Quiero vivir aventuras con usted, conocer el mundo! ¡Príncipe Alibaba, me…! –se detuvo. Su labio inferior comenzó a temblar y sus ojos se tornaron húmedos. –Me gusta…

Milagro, o al menos para el esgrimista. La alegría que sentía no podía ser más intensa, pero… Apretó las manos de la joven entre las suyas.

-Lo siento, pero no podría exponer a una señorita tan magnífica como tú a los peligros a los que me suelo enfrentar, no soportaría si dañan a alguien inocente. Deberías regresar a Balbadd. –se sentía tan mal por hacer eso. Ella agachó la cabeza.

-¿Pu… puedo al menos pasar este día con usted? Prometo volver a casa cuando llegue la noche. –le miró a los ojos, con lágrimas a punto de escaparse. –Es la primera persona que me gusta de verdad… Siento ser tan descarada al pedirle esto, pero… -cerró los ojos fuertemente, avergonzada y ruborizada. –yo… quisiera ser su pareja por hoy… Por favor… -tanto lo sentía que se arrodilló en el suelo, sobresaltando a Alibaba. Él sonrió y se agachó, tomándole de los hombros.

-Acepto. –vio cómo el bello rostro de Jahan se iluminaba como si de una estrella se tratara.

-¡Gracias! ¡Juro que no se arrepentirá de esto! –se abrazó a él con todas sus fuerzas, siendo totalmente aceptada y correspondida. Los brazos del rubio la rodeaban con entusiasmo. Alibaba se sentía tan feliz. Sin embargo, estando en ese reconfortante abrazo, ninguno de los dos podía verse la cara, y la muchacha lo sabía. Ella sonrió de forma ladeada, mirando al frente con perversión. –Je, al final resultó tan fácil poner la estrategia en marcha… Qué tipo tan idiota…


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).