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Recuperando lo robado por Scardya

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El aire fresco del norte, puro y refrescante, se movía con suavidad sobre las verdes llanuras. Pequeños y prósperos poblados trabajaban en viva energía bajo el sol de la mañana, regalando avances entre sus habitantes para alzarse en el nuevo mundo convertido en comercio. El mar se encontraba lejos, el aroma salado no podía olerse, habiendo sido sustituido por el olor a pasto cubierto de rocío. Sin duda, unas sensaciones nuevas para los sentidos de cada uno.

Dos jóvenes, de aparentemente dieciséis años cada uno, sobrevolaban aquel bello paisaje sobre sus resistentes báculos. Una muchacha de largos cabellos ondulados color violeta oscuro tirando a negro pálido, peinados en un medio recogido, y de ojos penetrantes y dorados, con una aureola negra muy característica alrededor de sus pupilas, y siendo adornados sus párpados por sombra celeste. Vestida con una bata azul con bordado amarillo en el extremo de las mangas y la falda, siendo esta con franjas en los laterales, dejando ver el exterior de sus muslos y piernas. Una prenda sujetada a su estrecha cintura por un cinturón de tela blanco, y llevando debajo un top azul marino con bordado dorado, siendo cruelmente estirado por el muy desarrollado tamaño de su busto. Portaba dos pendientes dorados en forma de gotas de agua y un collar largo de plata con una gema roja en el centro, parecido al de su padre. Un brazalete pequeño bañando en plata en lo alto de su brazo, mientras que en el mismo lugar del otro llevaba un brazalete de oro similar a los de su madre. Iba a acompañada de un joven hombre de la misma edad, con el cabello violeta claro recogido en una larga y lacia coleta baja, poseedor de unos llamativos ojos carmesí con media de esa aureola en la mitad inferior de estos y de cejas gruesas y marcadas. Tenía dos telas blancas colocadas en cruz sobre su torso, tanto en su espalda como por delante. Su ropa era similar a la de ella, siendo esta morada en lugar de azul. Llevaba dos pequeños aros dorados en uno de sus lóbulos, mientras que en la otra oreja poseía un pendiente de oro en forma de rombo, enganchado a otro igual, siendo el segundo de plata , y un collarín bañado en oro con una gema azul, similar al de su madre. Ambos en un largo, pero emocionante viaje. El primero que hacían fuera de los grandes dominios de su progenitor.

-Estoy aburrida, ¿cuánto queda? –el rostro de ella no parecía mostrar mucho entusiasmo ya.

-Dices eso cada tres minutos. Por favor, cállate. –y él se veía algo cansado de soportarla. Esta le miró y frunció el ceño.

-A mí no me mandes callar, enano. –dijo con evidente tono molesto. Detestaba eso.

-Eso no funciona, ahora soy más alto que tú. –y más musculado, la verdad sea dicha.

-Si funciona, porque sigo siendo más veterana que tú en la vida. –alardeó con una sonrisa socarrona, queriendo hacer evidente que ella era la mayor de los dos.

-Por dos minutos.

¡Dos minutos es suficiente! –volvió a molestarse, esta vez con un poco más de nivel.

-Ajá. –ni se mostraba interesado.

-¿Me estás dando la razón como a los tontos? –torció la boca. De verdad que le ponía de los nervios cuando su hermano tomaba esa actitud.

-Qué va, para nada. –posible candidato y ganador al concurso de sarcasmo. Estaba pasando de ella como de comer tierra.

-¡Lo estás haciendo! –le señaló acusadoramente con el dedo.

-¡Ay, ya, cállate! ¡Eres igual o peor que mamá cuando discute por tonterías, y eso que a veces discute solo! –se posaba una mano en la cabeza como gesto de que no la soportaba. La escuchó gruñir con un poco de rabia. – ¿Ves? Lo que decía, igual que mamá.

-Si sigues así de quejica jamás tendrás pareja. –atacó para no querer verse derrotada en el tema.

-No quiero una pareja, me da igual eso. –y qué cierto. A Shazhad no le interesaba acompañar o estar acompañado, tanto en sentido sexual como amoroso. Pero bien que ponía el ojo cuando veía un buen par de pechos o un cuerpo voluptuoso. Sin embargo, se olvidaba de ellos cuando desaparecían de su vista o cuando llevaban delante de él más de diez minutos. Capricho genético, tal vez.

-Te vas a quedar solo, como el tío Yunan. –ambos habían sido visitados un par de veces por el magi errante. En un principio pensaron que era hermano de su madre por ser ambos magis, pero no tenían nada que ver. De Aladdin no llegaron a creer eso por el hecho de que en sus primeros cuatro años de vida este y sus dos compañeros estuvieron con ellos. Los conocían a la perfección.

-El tío Yunan vive muy bien, tal vez tome su ejemplo. –ella empezó a carcajearse al imaginarse al mago viviendo en una grieta.

-Mamá te va a matar como se entere de eso. –no consiguió ninguna reacción en su hermano, quien continuaba mirando hacia delante a propósito para mandarle la indirecta muy directa de que la iba a ignorar. Lo único que consiguió con ello fue alterarla más. -¡Argh! ¡¿Por qué eres tan irritante?! –apretó con fuerza el báculo sobre el que volaba.

-Porque me gusta fastidiarte. –le dedicó una bonita sonrisa.

Ah, ella nunca lo admitiría en voz alta, pero sabía que su hermano era muy apuesto. Digno de ser hijo de Sinbad, "el galán de los Siete Mares". El libro que su padre escribió cuando era joven fue leído por ambos en cuanto aprendieron a leer. Aunque ya sabían ciertas partes debido a que el rey se las contaba cada noche antes de dormir cuando eran más pequeños. Y les fascinaba. Admiraban a Sinbad y se sentían muy suertudos de ser sangre directa de él y dos de las tres personas a las que más amaba. Pero las famosas e imposibles hazañas del monarca no opacaban a su madre. Ser uno de los cuatro magis del mundo era la prueba más grande de cuán cantidad de poder poseía, pues este era casi similar al de un dios en cuerpo humano. Ni siquiera el hombre con más djinns o el mago con más magia podía superar a uno de estos Magos de la Creación. El sentimiento de sentirse afortunados y emocionados aumentó hasta el infinito cuando lo supieron apenas después de aprender a diferenciar magos de magis. Fue tal intensidad de emoción en ese momento lejano que recordaban perfectamente haberle pedido a Judal, con su muy errónea forma de hablar y voces infantiles típicas de los tres añitos, que levantara un calabozo. Obviamente, no lo hizo. La cantidad de problemas que eso le pudo traer hubiera sido catastrófica. A parte, no estaba dispuesto a verse obligado a guiar al desconocido idiota que se atreviera a entrar y seguir vivo. Él cumplió siempre la regla de Magi dentro de cada calabozo suyo, y no le alentaba nada hacerlo después de haberse casado. Pero no dejó a sus hijos con las ganas. Invocó a Focalor esa vez, cogiendo sin permiso el contenedor de Sinbad, quien no se enteró hasta rato después, aunque no pareció importarle. Pero pronto tuvo que sellarlo de nuevo. Ese djinn pervertido se puso a coquetearle de forma indirecta para no parecer que perdía el respeto ante un amo Magi. Poco más y rompe el brazalete correspondiente a ese guapo gigante azul después de meterlo.

Conocían todo sobre su padre, su historial completo. Sin embargo, no el de Judal. De él sólo sabían su relación actual con Sinbad y Sindria. El magi siempre se mostraba reacio y les esquivaba cuando ellos dos le preguntaban sobre qué cosas hizo antes juntarse con el rey. Obvio, como buenos hijos que eran, la curiosidad de saber cómo se conocieron sus padres siempre estaba latente. Pero por mucha insistencia que le pusieran, ninguno le sacaba nada. Ni siquiera a Sinbad. Él también evitaba el tema. Después de tanto rechazo por parte de los dos adultos, los pequeños terminaron por desistir en sus intentos, pero no significaba que su curiosidad hubiera disminuido con el pasar de los años. Bueno, al menos sabían lo más importante; que su madre los amaba con locura a los tres y que siempre estaría para ellos. Eso era más que suficiente. Aunque tenían esa inquietud por ser ignorantes de no saber nada, sobre todo al haber estado viendo durante toda su vida que el rukh de Judal era negro. Cuando eran más pequeños e inexpertos lo consideraban algo sin importancia, algo común, pues no sabían siquiera qué era el rukh. Sin embargo, cuando aprendieron las clases de rukhs y la diferencia entre el blanco y el negro… Sus alertas se activaron y sus corazones se volvieron pesados ante la angustia de sospechar que algo pasó, aunque continuaban sin conocer nada sobre ese pasado. Estuvieron durante mucho tiempo rechazando la idea de que el rukh de su madre fuera oscuro, incluso teniéndolo delante. Se convencían de que había podido ser resultado de una pequeña mala racha en algún momento corto de su vida, y ya, sin llegar a mayores. Eso querían y se obligaban a pensar. Pero, por desgracia, todos sabemos que no fue un percance corto lo que provocó ese rukh negro.

-¿Crees que de verdad esté allí? –Shazhad se dirigió a su hermana, dudoso.

-Tiene que estarlo. Según vi en los documentos de papá está ejerciendo de primer ministro de Kou.

Sí, Indra registró los papeles sin permiso. ¿La razón? Sinbad y Judal no les permitían salir de su territorio, mucho menos de enterarse de la cantidad de problemas que tenía el Imperio. Sin embargo, no los criaron ajenos al tema, pues debían aprender todo sobre el comercio y las rivalidades de este. Cuando comprendieran eso estarían preparados para saber. El hecho de haber abandonado a medias su deseo de cambiar la corriente del rukh y de haber tomado otro camino, obteniendo por amor al magi oscuro, casándose y criando como mejor pudo a sus dos hijos no hizo nada más que retrasar los mismos acontecimientos de esta actualidad unos cuantos años más, y con alguna que otra pequeña diferencia. Fue algo imposible de remediar, había terminado ocurriendo, sí o sí, una guerra civil en el Imperio Kou, pero esta vez, el rey no se metió de por medio, ni tampoco Judal, pues había obtenido dos prioridades más importantes que sus estrategias o ganas de pelear. Pero de nada sirvió hacerse a un lado en la guerra, pues acabó exactamente con la victoria de Hakuryuu Ren, pasando que se convirtiera en emperador y que tuviera que abandonar el puesto tiempo después, desapareciendo del mapa y dejando a Kougyoku ese mando. Y para rematar, nadie sabía nada de Hakuei, la princesa imperial parecía haberse desvanecido en el aire. Aladdin y Morgiana tampoco daban señales, pero se sabía que podían estar actualmente con Hakuryuu en algún remoto lugar. Todo esto era desconocido para estos dos jóvenes, quienes sólo conocían a los antiguos tres amigos que los acompañaron sus primeros años de vida en Sindria.

-Debe de ser una gran influencia. –comentó el muchacho.

-Sí, pero sirve a una emperatriz, no a un emperador. –chasqueó la lengua con molestia, mostrando sin querer a su hermano lo que sentía. Este sonrió ladino.

-¿Estás celosa? –bingo. Ella giró la cabeza hacia él con una mueca arrugada.

-¡No estoy celosa!

-Tu sonrojo no dice lo mismo. –pillada. Ella volvió a girar su cabeza, esta vez al lado contrario para que Shazhad no le viera la cara.

-Eres un imbécil.

Y así fue como pasaron el resto del viaje, a base de bromas pesadas e insultos. Al final, la boca sucia de Judal sirvió para que se desahogaran entre ellos con palabras groseras sin tener la necesidad de llegar a los golpes. Fue aceptada su entrada en Rakushou en cuanto llegaron, teniendo como objetivo el palacio, pues ahí debía encontrarse el motivo de ese caprichoso viaje; Alibaba. Suponían que Aladdin y Morgiana estarían con él, pues no sabían nada más que dónde estaba el rubio, y sólo porque Indra rebuscó en los papeles de su padre, sino ni eso. Llevaban sin saber nada de ellos desde que se marcharon ese día cuando ambos tenían cuatro años. No pasaría nada si hacían una visita sorpresa, ¿no? Aunque el problema vendría cuando sus padres se enteraran. Sí, habían salido sin permiso aun teniéndolo prohibido. Habían firmado la sentencia de meter un pie en la tumba, pues si sus progenitores se daban cuenta de su ausencia… Iban a llover hostias, al menos, por parte del magi. Y más cuando se enteraran de dónde estuvieron.

La cultura del Imperio Kou era completamente nueva para ellos, cada cosa les llamaba la atención. Pero no podían pararse a perder el tiempo, debían hacerle rápido esa visita a Alibaba y volver para no ser descubiertos. Suerte que sus báculos eran extremadamente rápidos. Recortaban días de viaje en sólo horas.

Pasaron fácilmente por la puerta principal del palacio. Se quedaron quietos tras bajar de sus transportes mágicos y tras desvanecerlos en el aire, desmaterializándolos. Miraron en todas las direcciones. Demonios, era muy grande. ¿Por dónde rayos tenían que ir?

-¿Deberíamos preguntar? –Shazhad estaba empezando a confundirse con tanto camino. No se parecía nada a un palacio occidental, obviamente porque este era completamente oriental. Indra chascó los dedos, como si acabara de darse cuenta de algo.

-¿Olvidas que somos magos? Podemos intentar hallar el rukh de Alibaba. –chica lista.

Al cabo de unos segundos ya lo tenían localizado, y estaba cerca, por lo que reanudaron camino, metiéndose dentro de la estructura. ¿Y los guardias? Ninguno parecía darles importancia, tomándolos sólo por dos visitantes en busca de algún tipo de permiso de la emperatriz, pues era hora abierta para las peticiones.

Pasaron y cruzaron múltiples pasillos, llegando hasta su destino; la biblioteca. La maga golpeó la puerta tres veces nada más pararse delante de esta, sin pensar antes.

-¿Quién llama? –una voz femenina se alzó.

-Buscamos a Alibaba Saluja, ¿puede decirme si está ahí? –obvio que estaba, su rukh resonaba ahí dentro. La puerta no tardó en abrirse, dejando ver a un rubio con la misma apariencia joven que desde hacía años. Sospechoso. Ambos hermanos lo miraban con sorpresa por eso. Lo primero que este vio fue el tremendo escote que la muchacha tenía, sin percatarse de ninguna de las dos identidades. Pero cuando levantó la cabeza… Se quedó pensativo por unos momentos, hasta que su cerebro comenzó a trabajar en esa apariencia. Pelo violeta oscuro, ojos dorados con aureola negra… Y hasta ahí fue suficiente para saber quién era ella, y quién era su acompañante. El rubio soltó un gritito al mismo tiempo que daba un salto hacia atrás, señalándolos con el brazo tembloroso. Demasiado impactante.

-¡¿Vo… vosotros?! –no podía creer aún que esa bella y hermosa mujer que tenía delante fuera Indra de verdad. La recordaba como una niña pequeña, no así. Y lo mismo le ocurría con el muchacho. Demonios, era malditamente alto, apuesto y muy atractivo, y no se veía para nada enclenque. ¿Qué clase de alimentos les estuvieron dando sus padres durante esos dieciséis años para crecer de esa forma? Él también quería ahora de esa comida.

-¡Alibaba! –Indra no tardó nada en tirársele encima con un abrazo emotivo. El ministro continuaba en su estado de shock, poniéndose también algo morado. La joven lo estaba asfixiando, y por suerte, Shazhad se dio cuenta. Este tomó a su hermana por los hombros.

-¡Lo vas a matar! –apartó a la maga hacia atrás, liberando así al rubio de una muerte segura y permitiéndole volver a respirar.

-Mha… -su voz sonaba forzada e intentaba regularizar la respiración. Cuando lo hizo regresó su atención a los dos pequeños no tan pequeños. -¿De verdad sois vosotros? Estáis… -aún le parecía increíble el cambio. -… desarrollados. –y tanto.

-Y tú estás igual que la última vez… ¿cómo lo hiciste? –el chico parecía sospechar en confusión y con interés, al igual que su hermana. Alibaba rio con nervios y se rascó la cabeza.

-Digamos que estuve durante un tiempo en un lugar con distintas leyes físicas. –lo estuvo, cuando Hakuryuu lo envió a saber dónde. A pesar de que peleó solo, el príncipe imperial pudo hacerlo, aguantando el dos vs uno contra Aladdin y él. Se había vuelto muy fuerte después de ser "abandonado" por Judal el día en el que este le dijo que ya no iba a continuar ayudándole por haberse comportado egoísta en el momento en el que pudo haber sido sacrificado. Consiguió volver con ayuda del Dragón Blanco, pero le costó muuuuucho más tiempo encontrarlo. La respuesta que les dio no hizo más que aumentar la confusión y provocar muecas en los hermanos.

-Alibaba, ¿quién es? –una Kougyoku más adulta se puso a lado del rubio para ver a los visitantes. Se quedó un rato escaneándolos con la mirada. Algo se le estaba escapando. Sin embargo, el color de ojos de cada uno le recordaba a… ¿Podría ser que ellos…? Sus pupilas se iluminaron con alegría y entusiasmo. ¡Tenía a sus sobrinos delante! Bueno, no lo eran realmente, pero siempre consideró a Judal como de la familia, aunque él nunca lo sintiera así. Santo cielo, ese muchacho era tan atractivo como Sinbad. No podía negar que pronto comenzaría a fantasear. Y ella, esa joven tenía los rasgos faciales del magi. Lo que más gracia le hacía de ella era ese mechón erguido, tal como el del ex rey, ahora presidente de su compañía. Desde que el azabache se marchó a Sindria no hubo ningún tipo de contacto más, y eso la hizo sentir un poco triste. Pero no lo culpaba, después de todo lo que tuvo que soportar, comprendía que Judal quisiera cortar toda relación con el Imperio.

Tan emocionada que pausó todo, ignorando las quejas de Ka Koubun, para pasar un agradable rato tomando el té. Los invitó a una salita muy amena, sentados de rodillas sobre cojines en el suelo frente a un bonito kotatsu. Obviamente, Alibaba participó. Era por él que se encontraban ahí.

-¿Está bueno? –Kougyoku preguntó por el té.

-Sí, gracias. –Shazhad fue quien habló por los dos, pues Indra estaba bebiendo. Les gustaba ese sabor dulce.

-Así que, venís por Alibaba, ¿cierto?

-Bueno, llevamos mucho tiempo sin vernos. Siete años puede parecer una eternidad. –la maga sonreía mientras hablaba, pero casi hizo que la emperatriz escupiera el té.

-¡¿Siete años?! –eso era demasiado. Y creía que la única persona capaz de mantenerlos así durante tanto tiempo era… -¿Tan estricto es Judal?

Ahora fueron los mellizos quienes estuvieron a punto de escupir la bebida. Shazhad empezó a toser, se le había desviado por el canal respiratorio, pero su hermana pasó de eso y continuó.

-¡¿Conoce a mamá?! –ninguno de los dos esperaba eso. Kougyoku les sonrió.

-Claro, Judal era un gran ami… -error, Judal nunca fue amigo de nadie, ni siquiera ella consiguió su amistad. Decidió optar por la respuesta más fácil y verdadera. –Era el magi del Imperio Kou.

Ninguno de los dos daba crédito, siempre pensaron que su madre se inició como magi en Sindria, teniendo a su padre como primer y único candidato a rey. No eran ajenos al tema de los magis, desde pequeños lo estudiaron todo con ayuda de ese libro que varias veces le salvó la vida a la pareja. Podían deducir que sabía quién era su madre por el evidente color de ojos de ambos y la aureola negra de Indra, el chico sólo tenía media, aunque también llamaba la atención.

-Por cierto, ¿dónde están Aladdin y Morgiana? –el mago acababa de darse cuenta de ellos, desviando y olvidando por un momento sin querer el tema, pues era un tema que realmente le interesaba. Los dos más jóvenes vieron cómo el par de adultos empezaban a mostrar expresión preocupada, pero pronto volvieron a sonreír.

-En realidad, nadie sabe dónde están. –el rubio decidió explicarles a partir de ahí.

Alibaba, junto con la participación de Kougyoku, les contaban todo lo ocurrido desde que dejaron Sindria, explicando quién era cada persona a la que nombraban para que no se perdieran, y poniendo especial empeño en la pelea contra Hakuryuu. Les dijo sobre ese mundo extraño al que fue enviado, cómo volvió y lo impactado que se quedó cuando vio el mundo tan cambiado, el método interesante que Sinbad usó para exterminar cualquier guerra violenta y extender una paz efectiva, sobre la identidad de los tres príncipes imperiales, hermanos de Kougyoku, y su destierro, aunque Koumei había sido traído y en ese momento se encontraba muy ocupado. Se centró en explicar, principalmente, en que Aladdin y Morgiana estaban ocultos, pero que estaban bien donde podían enterarse de todo, y también que tal vez Hakuryuu estuviera con ellos.

-Tantas cosas… y no sabíamos nada. –Indra miró a su hermano, y viceversa. Tan ignorantes en cuanto al resto del mundo se refería. Tal vez sus padres estuvieran sobreprotegiéndolos demasiado, pero se les perdonaba, eran los primeros hijos que tenían, y nadie les dio un manual sobre cómo debían cuidarlos y criarlos.

-Bueno, tal vez Sinbad y Judal no creerían necesario contarlo. –Alibaba se encogió de hombros, restándole importancia.

-¿Cómo que no? Nos acabamos de enterar de todo un mundo, no sabíamos que había habido una guerra. –rebatió el muchacho con un poco de indignación.

-Fue dentro del Imperio, una guerra civil no entromete a otros países a menos que haya una alianza entre ellos para apoyar. –explicó Kougyoku con voz tranquila, esperando calmar al mago.

-Bueno, bueno. Lo importante es que acabó lo mejor que se pudo. –Alibaba también intentó restarle importancia.

-Aún no nos habéis dicho, ¿cómo están vuestros padres? –cambió el tema, pues de nada servía continuarlo.

-Están… ¿bien? –Indra se encogió de hombros. –Igual que siempre.

-¿A qué te refieres? –ese "igual que siempre" podía tener muchos significados para el rubio, pues no siempre estuvieron como ahora.

-Bueno, parecen solapas. Casi nunca se les ve en salas distintas ni durante el trabajo, andan juntos todo el día. A veces discuten por tonterías, pero yo creo que se divierten haciéndolo porque luego suelen reírse de eso. –la joven bebió un poco más de té, sabiendo que su hermano iba a continuar la explicación. La coordinación no les fallaba.

-Nunca los hemos visto realmente enfadados. Sólo cuando mamá pierde la paciencia y se va, pero a los cinco minutos vuelve como niño enfurruñado buscando las atenciones de papá. No pasa todos los días, la mayoría del tiempo están bien, demasiado bien… -un leve escalofrío recorrió el cuerpo de ambos hermanos ante eso último, y los otros dos deducían el porqué. Ese "demasiado bien" refería a posibles roces íntimos por el tono que Shazhad utilizó. Kougyoku no pudo evitar taparse la cara con las mangas del vestido al imaginarlo, y Alibaba tuvo que desviar la mirada con un muy potente sonrojo.

-¡Idiota, ahora me has dejado la imagen mental! ¡Haberte dejado el trauma para ti solo! –Indra propinó al muchacho un capón bastante sonoro que le hizo echar la cabeza hacia delante por el impulso con el que iba el golpe.

-¡No lo dije a propósito! –se sobó la parte agredida de su cabeza con el ceño fruncido.

-No os peleéis, eso no está bien. –Kougyoku trató de detenerlos con una mueca triste. No le gustaba ver cuando unos hermanos se enfrentaban, para ella la relación entre hermanos era importante por cómo se crió. Por suerte, los mellizos parecieron escucharle y se detuvieron. Eso sí, con un puchero cada uno y habiendo dejado de mirarse. Alibaba no pudo evitar reír al verlos, le hacían recordar a cuando tenían cuatro años.

-¿Y cuánto tiempo os dejaron quedaros aquí? –el rubio acababa de prender las luces en las cabezas más jóvenes,

Oh, dios… ¿Cuánto tiempo llevaban ahí? Sin decir ni una sola palabra, Indra se levantó rápido junto a su hermano, quedándose ella en su lugar mientras este corría y se asomaba por una de las ventanas. Estaba atardeciendo. Ya la habían liado. Shazhad se giró y la miró con la expresión de terror jamás mostrada, y ella reaccionó.

-Joder, joder, joder, joder. –estaba empezando a tirarse de los pelos. El vocabulario no era su fuerte. Ambos adultos se levantaron preocupados por esas reacciones.

-¿Qué es lo que pasa? –la emperatriz sonaba muy nerviosa.

-No me digáis que… -el rubio acababa de atar cabos. -¡¿Os habéis escapado?!

-¡No nos hemos escapado, sólo salimos sin permiso! –Indra intentó rebatir sin mucho éxito.

-¡Pero si es lo mismo! –Aliababa se golpeó la frente con energía. Hasta se hizo daño.

-¡Pues ya estáis tardando en volver! ¡Vamos, fuera, fus! –en realidad, Kougyoku no quería que se marcharan, pero debían hacerlo rápido o se buscarían un problema gordo, tanto por parte de Judal como de Sinbad. Se levantó y empujó junto con el ministro a sus sobrinos políticos por los pasillos hasta sacarlos del lugar, terminando en el patio exterior. -¡Y que no me entere de que hacéis esto de nuevo! ¡Judal siempre se escapaba y no era agradable, con lo incorrecto que era a saber si volvía ileso! –eso último lo dijo por impulso después de que los hermanos ya hubieran materializado sus báculos y subido en ellos.

Provocó que ambos se giraran con sorpresa. ¿Incorrecto? ¿Ileso? No entendían.

-¿Qué quiere decir con…?

-¡FUS! –suficiente tono agresivo de la emperatriz para hacer callar a Shazhad y que ambos hermanos levantaran velozmente el vuelo y se alejaran para volver. Se puso la mano en la frente y suspiró. –Estos niños… Sólo espero que no vayan a coger por completo la manía de Judal por escaparse. –nunca se sabía, la genética a veces jugaba, y a veces no.

En verdad que eso les pilló desprevenidos, no esperaban que la emperatriz dijera algo como eso sobre su madre. Les empezó a hacer pensar que Judal fue un, lo que se denomina, rebelde sin causa, un chico problema. Aunque en el fondo no les extrañaba demasiado, pues aun a día de hoy, el magi no parecía una persona demasiado dócil y responsable a pesar de sus treinta y cinco años, y eso ya daba pistas obvias. Pero no les importaba, ser desobediente era algo común. Lo que realmente les preocupó fue lo de salir ileso. ¿Qué demonios hacía cuando se escapaba como para hacer decir eso a Kougyoku? Bueno, al menos ahora podían estar seguros sobre dos datos del pasado que desconocían de su madre. Primero; fue un desobediente indisciplinado. Curioso dato, y algo divertido para ellos. Y segundo; fue el magi del Imperio Kou, algo que realmente les impactó. Siempre pensaron que Judal era de occidente, tal como Sinbad, pero al parecer era oriental. Aunque ahora le encontraban el sentido a su piel pálida. Y la diferencia de culturas era muy grande. No se imaginaban a su madre vistiendo un kimono o un yukata. O llevando un pasador de aguja para recoger su cabello. Pero con eso no era suficiente, necesitaban saber todo de ese pasado, tal y como sabían de su padre. Sentían como que Judal no confiaba del todo en ellos, aunque no fuera así.

-¿Crees que mamá tenía problemas con la Familia Real de Kou y que por eso se escapaba? ¿O que lo hacía por aburrimiento? –Shazhad dejó salir su duda por si su hermana podía responderla.

-No lo sé. Mamá era magi del Imperio Kou, pero ya no. A lo mejor ya conocía a papá y por eso se escapaba, para estar con él. –no era el motivo, pero no se estaba equivocando del todo. Aunque no siempre era por Sinbad. En algunas ocasiones era para distraerse o provocar problemas en alguna aldea perdida del mapa. –Tal vez, la Familia Real de Kou se enteró de que se veía a escondidas con el rey de otro país y lo condenaron al exilio. –ahí ya estaba descarrilándose. Eso no era cierto, pero era su teoría.

-Puede ser. Según dijo la emperatriz Kougyoku, el Imperio Kou siempre fue una nación militar, debían de ser muy estrictos con las relaciones con otros países. –vio extrañado cómo Indra comenzaba a poner una expresión soñadora y soltaba un suspiro emotivo.

-Un romance prohibido, esos son los más bellos e intensos. Yo quisiera uno así también~. –no sabía realmente lo que decía, estaba perdida en sus pensamientos rosas. Consiguió que el mago soltara una risa reprimida.

-Con Alibaba, ¿verdad?

-Por supues… -se detuvo antes de terminar, cambiando su expresión a una curiosa, y luego a otra enfadada, mirando ahora con molestia a su hermano. -¡Cierra la boca, enano! ¡Tú no sabes nada! –acababa de demostrar lo contrario al enfadarse.

-¿Entonces, por qué reaccionas así? –esa sonrisa triunfante terminó por enojarla.

-¡He dicho que te calles! –Indra le lazó una muy buena esfera de agua, haciéndola chocar y estallar con fuerza contra él, empapándolo por completo. Pero no fue lo único que provocó, el impulso con el que la lanzó fue suficiente para que el chico perdiera la estabilidad y cayera de su báculo, el cual comenzó también a caer tras perder el contacto con su dueño. La muchacha se horrorizó nada más ver cómo su hermano se apresuraba a toda velocidad contra el lejano suelo de las llanuras. –¡SHAZHAD! –se colocó en posición vertical, aún montada en su báculo, y se lanzó en picado, queriendo poder llegar a tiempo para cogerlo antes de que se golpeara contra el suelo. Y no debía fallar, no podía hacerlo, pues una caída desde esa altura iba a terminar matando al chico en cuanto se estrellara, sí o sí.

Se acercaba con vertiginosa rapidez viendo cómo su hermano intentaba por todos los medios alcanzar su propio báculo, pero era en vano. Observó con terror la escasa distancia que quedaba entre él y la tierra, y ella ya no podía ir más rápido, incluso había traspasado el límite de velocidad que una persona normal podía soportar. Una gran nube de polvo y tierra impulsada por una ráfaga de viento los envolvió, nublándoles la vista a ambos. Indra tuvo que cerrar los ojos por las partículas de arena que se movían violentas en el aire, pero al hacerlo se condenó también a una caída, habiendo perdido el equilibrio. Pero ella no cayó desde tanta altura, como máximo se haría algunas rozaduras. Sintió cómo era golpeada contra la tierra, notando varios dolores en su cuerpo. A su lado cayó su báculo. El sonido metálico al estrellarse este le hizo abrir los ojos e incorporarse a cuatro patas, viéndose a sí misma llena de polvo y algunos rasguños. Nada importante. En cuanto volvió en sí miró desesperada a todos lados, dándose cuenta de que la nube se estaba disipando. Encontró el báculo de su hermano, pero no a él. Fue entonces que un poco más allá del objeto mágico vio una silueta, y la reconoció al instante.

-¡Shazhad! –tomó su transporte sin mirar y se levantó para empezar a correr. Contra más se acercaba, mejor vista tenía. Estaba tirado en el suelo, de espaldas a ella y completamente inmóvil. Pánico era lo único que le recorría las venas. En cuanto llegó, se arrodilló y zarandeó a su hermano por el hombro para conseguir alguna reacción. No la tuvo. Demasiado desesperada y asustada como para dejarlo así. Giró al mago, dejándolo boca arriba, y siendo capaz de ver ahora sus ojos cerrados. Parecía dormir de una forma muy tranquila. -¡Idiota, despierta, esto no es gracioso! –abofeteó varias veces el rostro de Shazhad, llegando incluso a dejarle las mejillas rojas. Sin embargo, no consiguió respuesta. -¡No puedes hacerme esto! ¡No te puedes morir aún! –una súplica camuflada en una orden. La muchacha comenzó a liberar lágrimas y a respirar entrecortado. -¡Eres un desgraciado! ¡No te atrevas a dejarme sola! –Indra comenzó a llorar con intensidad, soltando lamentos a un volumen alto. -¡¿Cómo quieres que les diga esto a papá y a mamá?! Los voy… los voy a destrozar… Se les romperá el corazón… -aspiró por la nariz y se limpió los ojos en vano. –Lo siento… Yo no… No quería esto… Eres mi hermano… Yo te quiero… Te quiero mucho, aunque me enfade y… te trate con fastidio… Shazhad, no te mueras… -se aferró a las ropas de su hermano y escondió el rostro en ellas, sollozando y gritando con fuerza en su pecho.

Fueron pocos los segundos transcurridos para que empezara a notar caricias en su cabeza. Completamente descolocada, alzó su cara húmeda y enrojecida, encontrándose con un par de ojos carmesí y una sonrisa dulce.

-Yo también te quiero mucho.

Ninguno de los dos se movió, él con esa expresión agradable, y ella con una impactada y anonadada. Pero pronto empezó a ponerse mucho más roja, y no precisamente de emoción. Se estaba ruborizando de pura ira.

-Tú… -esa voz femenina suya pareció recién sacada del inframundo. En ese momento, Shazhad supo que debía levantarse y empezar a correr. Este rodó hacia un lado justo en el momento en el que Indra hundió el puño en la tierra, en el lugar donde habría estado la cara del chico si no se hubiera llegado a mover.

-¡Vamos, sólo era un broma! ¡Siento haber levantado viento, no creí que te fueras a caer también!–ahora sí que estaba feliz, su mueca alegre y divertida lo demostraba. Se levantó, evitando un fino y veloz chorro de agua que podría haberlo atravesado por la presión con la que iba. -¿Dónde quedan los "lo siento" y los "te quiero"? Pensaba que estabas arrepentida de haberme matado.

-¡Pero no lo he hecho! ¡¿Y sabes lo mejor de eso?! ¡Que ahora sí puedo hacerlo, y no será un accidente! –lanzó en total descontrol múltiples cuerpos de agua hacia su hermano, quien esquivaba fácilmente al no estar ella concentrada. A parte, si alguno de ellos le daba, no haría nada más que mojarse más, pues Indra en el fondo no quería dañar de verdad al muchacho esta vez, no después del susto. Al ver que no le estaba alcanzando, decidió perseguirlo, a lo que Shazhad comenzó a correr después de haber recogido su báculo.

-¡No te enfades, piénsalo como una lección! ¡Además, tus bofetadas sí dolieron, estamos en paz!–la risa del chico aun resonaba con diversión mientras la veía por encima del hombro, tenía cara de pocos amigos. Nada más volvió a girar la cabeza hacia delante, chocó contra algo un poco más pequeño que él, con la mala suerte de que se golpeó la nariz con algo duro. -¡Hau! –se llevó las manos a la zona afectada con los ojos cerrados, pues estos tenían conexión directa con su nariz adolorida.

Indra observaba mientras se acercaba cómo su hermano chocaba contra una mujer, quitándosele las ganas de intentar "matarlo" ahora. Pareció golpearse con la cabeza de ella, y no reprimió una risa burlona, pensando que eso le pasaba por estúpido.

-Ay… -la desconocida se sobaba la parte de la cabeza con la que se había golpeado el muchacho. Pero no tardó en levantar la mirada para encontrarse con él. Sus ojos se abrieron un poco, aparentando sorpresa. -¿Sinbad? –fue dos segundos después que empezó a fijarse mejor. Ese flequillo corto que le cubría la frente y un poco despeinado no pertenecía al hombre que había nombrado, y ese color de cabello era de otro tono, y más oscuro, y tampoco tenía ese mechón tan característico. Nada más abrir el chico los ojos se dio cuenta de que no era él. –No… me he equivocado… -pero, ¿por qué esos ojos carmesí le sonaban tant…? La luz se hizo en su cerebro, comprendiendo todo al instante.

-Siento la torpeza de mi hermano, es un poco idiota. –la maga ya estaba al lado de él, observando con una amigable sonrisa a la desconocida. Esta llevaba un vestido cubierto. Su cabello negro azulado reflejaba con el sol que pronto iba a esconderse, y sus ojos azules claros pasaron a observar a ambos jóvenes. Pudo darse cuenta de ese lunar debajo del labio. Se extrañó un poco cuando la mueca de la mujer cambió a una alegre.

-¿Vosotros sois los niños de mi pequeño Judal? Estáis muy grandes. Pensé que sólo iba a dar a luz a uno, no a dos. –aquello hizo que los impactados fueran los mellizos.

¿Cómo que su pequeño Judal? ¿Quién era esa mujer? Pero por cómo se había referido a su madre, parecía tener una relación estrecha, o eso pensaban.

-¿De qué lo conoce? –Indra no tardó nada en dejar salir de nuevo la curiosidad.

-Oh, bueno. –soltó una suave risa. –Cuando Judal llegó al Imperio Kou, fui yo quien lo estuvo criando como madre.

-¡¿En serio?! –ambos lo dijeron a unísono, no se lo creían. En menos de un día ya habían conocido a la "hermana", o así se consideraba Kougyoku, de su madre, y a la mujer que posiblemente fuera su abuela política ahora. Pero era… demasiado joven. Algo no encajaba. Y por lo que tenían entendido, sólo había tres magis más a excepción de Judal.

-¡Claro! Judal era mi ojito derecho, pero… -la mueca de ella cambió por una triste. –Todo se empezó a torcer a medida que iba creciendo.

-¿Qué pasó? –Shazhad se notaba un poco preocupado por eso. La morena suspiró.

-Yo pertenecía al Imperio Kou. Antes, el Imperio no era nada, ni siquiera podía verse en el mapa. Fue Judal quien lo expandió y lo convirtió en la nación militar que era con su poder de magi. Él solo, sin ayuda ni consentimiento de nadie, aniquiló casi la mitad de todo el continente para conseguirlo. Aldeas y poblados fueron destruidos sin piedad, sin una oportunidad a negociar. Mujeres, hombres, niños y ancianos sucumbieron ante él. Dejó todo esos territorios bañados en sangre de inocentes apenas siendo tan joven, y nunca se detuvo.

No la creían, no podían creer a esa mujer. Les estaba mintiendo, tenía que estar jugando con ellos. No querían que eso fuera cierto. Por desgracia, ocurrió más o menos de esa forma, aunque fue acompañado por el ejército en lugar de ir solo.

-No, mamá nunca haría eso. –Indra lo negaba rotundamente frunciendo un poco el ceño, pues su hermano estaba en un tremendo shock.

-Lo hizo. Pero después de conseguirlo las cosas parecieron calmarse, o eso creíamos. Judal se escapaba para asesinar y destruir cualquier poblado que encontrara, sólo por pura diversión. Hasta que su entretenimiento cambió con la llegada de un hombre. –ahora estaba tornándose un poco seria, y ellos terminaron encontrándole el sentido a lo dicho por Kougyoku. Encajaba perfectamente.

-¿Qu… qué hombre? –el mago atinó a preguntar como pudo, ignorando a propósito el resto. Continuaban sin creer que su madre hubiera sido una persona así.

-Sinbad. –dejó de nuevo a los mellizos estáticos, demostrándoles cuánto sabía. –El rey de los Sietes Mares. Robó sin consentimiento uno de los calabozos que Judal levantó para el Imperio. Cuando se enteró de eso, Judal se enfadó y trató de darle escarmiento, pero Sinbad huyó. Desde ese momento, Judal juró matarlo. Destruyó y aniquiló cada vida que se le pusiera de por medio. –se tapó la boca, como si estuviera reprimiendo un llanto. –Judal es el odio reencarnado, es la violencia, la destrucción, el resentimiento. Su mayor deseo siempre fue hacer caer el mundo en una oscuridad eterna, destruirl… -no alcanzó a terminar, sus brazos y piernas fueron atravesados por cuatro estacas de hielo. Cayó de rodillas con un pequeño grito de dolor.

-Te recomendaría que cerraras esa boca sucia tuya, Hakuei. O mejor dicho, Arba. –el magi oscuro había dado su aparición, levitando en el aire a unos cuantos metros de donde estaban. El tono tan profundo y serio que utilizó hizo que los mellizos sintieran un muy fuerte escalofrío. Alzó el báculo negro formando muchas más estacas, ahora muy pequeñas, pero que serían dolorosas, y las lanzó de nuevo contra el cuerpo de la mujer, clavándoselas por cada rincón, consiguiendo que gritara, y asustando en el proceso a sus hijos, quienes se apartaron por inercia.

Pero no fue suficiente para ella. Alzo una mano temblorosa hacia ambos hermanos, con una expresión lastimera. Falsa.

-Todo es cierto… Por favor… -estuvo a punto de rozar la mano de Shazhad para pedir piedad y apoyo, pero su brazo fue clavado en el suelo por otra estaca más.

-No los toques. –y mientras, la profundidad en la voz de Judal se hacía cada vez más intensa, llegando a sonar de ultratumba.

-Oh, Judal… -la actitud de la morena cambió por completo por una falsamente comprensiva. -¿No ves que hasta tus propios hijos dudan de ti? Tienen miedo de su madre, y con razón. Les has ocultado lo que de verdad eres; un monstruo. –tras escuchar la voz de Hakuei con las palabras de Arba, se giró a observar las expresiones de los chicos. Ambos estaban al borde de entrar en pánico, mirándole a él con el máximo terror que podían demostrar. –No importa lo que hayas hecho o hayas sentido, siempre estarás consumido por el odio y desearás destruir.

-¡CIERRA LA PUTA BOCA, ZORRA! –se lanzó en picado mientras cargaba un potente ataque con rayos, terminando por provocar una sonora y potente colisión que arrastró a los dos hermanos un par de metros hacia atrás, pero aún manteniéndose de pie.

Ambos tuvieron que taparse con sus brazos por la nube de tierra que se había levantado. En cuanto los apartaron, observaron con horror cómo todo era llenado de rukh negro, cubriendo el cielo de un tono muerto y gris, y no sólo participaba el de Judal. El de la mujer que acababan de conocer también lo era. Veían en su madre un tercer ojo en su frente, prueba definitiva de cuándo un magi iba en serio en una batalla a muerte. La sorpresa de ver que la mujer de cabello moreno levitaba y se había desecho de todas esas agujas heladas se mostraba también en sus muecas. ¿Quién demonios era? Fuera cual fuera la respuesta, no era para nada débil, pues estaba enfrentándose sin mucho esfuerzo contra un magi. Y en ningún momento Judal negó nada. Por el espectáculo horrendo que estaban presenciando y lo que la mujer les contó parecía tener razón. Su madre era un monstruo de odio y destrucción. Tampoco necesitaban que les contaran algo más, el rukh negro de este desprendía justo eso. Arba había sacado al antiguo Judal y se lo estaba mostrando a los jóvenes. ¿Y por qué razón? Pues porque ella ya era consciente de esa rukh blanca y solitaria en el interior del magi oscuro, e iba a teñirla como fuera, como en un principio debió pasar.

Cantidades desmesuradas de magoi eran utilizadas por ambos, y ninguno de ellos parecía cansarse. Se atacaban mutuamente con el máximo poder, quedando siempre en el mismo estado. Cuando un ataque alcanzaba a Judal, otro golpeaba a Arba con la misma intensidad. Una batalla que simulaba no tener fin, pero que se veía como si fuera una guerra entre más de mil ejércitos. Indra y Shazhad no podían salir de su estado de pánico, viendo cómo todo el lugar era destruido. Hoyos, boquetes, grandes trozos de suelo siendo levantados, incluso colinas lejanas habían sido alcanzadas. A parte, la frase anterior de su madre les impactó. Jamás le escucharon decir palabrotas tan fuertes.

-¡¿Por qué no les dices la verdad y dejas de esconderte?! –Arba reía con una sonrisa deformada, diabólica.

-¡¿Por qué no te mueres y dejas de dar por culo?! –esa fue su ofensiva. Sabía que ninguno de sus hijos lo había visto en ese estado de ira y destrucción, y tampoco habían escuchado de él palabras tan graves como estas y las de antes. Estaba seguro de que ahora lo veían mal, muy mal, y eso no hacía más que aumentar su odio contra la causante.

-¡¿Quién aniquiló casi todo el continente?! ¡¿Quién mató familias inocentes por diversión?! ¡¿Quién hundió barcos enteros con pasajeros en ellos?! ¡¿Quién planeaba matar a Sinbad?! –aquello terminó por parar los corazones de los mellizos. Eso ya no debía ser cierto, no debía…

-¡YO! ¡Yo aniquilé el continente! ¡Yo maté inocentes por diversión! ¡Yo hundí esos bracos! ¡Y fui yo quien planeó matar a Sinbad! ¡Yo odiaba a Sinbad!–soltó un gran grito desgarrador cargado de resentimiento mientras volvía a lanzarse como un proyectil hacia ella, teniendo su báculo por delante. Buscaba atravesarla con el mismo.

Y los hermanos no podían sentirse más rotos, más hechos polvo. Escuchar que su madre había hecho tales cosas sin importarle nada, pero lo que más atravesó sus corazones fue escuchar de su boca que odiaba a su padre, que planeó matarlo incluso. ¿Cómo podrían confiar ahora en él? ¿Cómo podrían considerarlo su madre después de esto?

-¡Eso es, mi niño! ¡Déjate consumir! –sin que ninguno lo esperara, Arba fue peligrosamente electrocutada para después caer al suelo echando humo de su cuerpo chamuscado, lo que terminó deteniendo al magi en su velocidad.

-Judal no va a dejarse consumir. –los tres magos con lazos de sangre se giraron hacia esa reconocida voz. Sinbad levitaba un poco más arriba, de brazos cruzados y vistiendo la armadura de Baal con una expresión sombría y seria. Una expresión que ninguno de los más jóvenes pudo ver hasta ahora. En serio, sus padres podían llegar a dar mucho miedo cuando se lo proponían.

-Sinbad… -una risa malévola salió de la mujer, levantando la cabeza hacia el recién llegado. Aunque su mueca cambió por una curiosa. -¿Cómo es posible?... –no entendía lo que estaba viendo. –De Judal es normal que tenga la misma apariencia joven de siempre, porque es un magi, ¿pero tú? Estás exactamente igual de joven que desde hace dieciséis años. ¿Dónde está tu piel desgastada?

-Digamos que es una de las ventajas de fundirse con un magi. –se refería a sexo. Tal parecía que acababan de descubrir algo nuevo con la unión de un magi y un humano. Podía apreciarse que el humano que tuviera relaciones durante más de seis meses con un magi recibía la continua juventud. Pero el hallazgo no podía hacerse tan obvio al resto del mundo, quién podía saber lo que la gente podría empezar a hacer por esa juventud regalada.

Arba chistó, regenerando rápidamente su cuerpo de las quemaduras. Si la pelea con Judal había estado igualada incluso dando lo mejor de sí, no podía continuar teniendo ahora un dos vs uno, menos si era Sinbad. Sus planes de tenerlo bajo control, trabajando juntos, se fueron al traste nada más el magi apareció en Sindria para buscar ayuda. El azabache había destrozado sin saberlo su plan para engañar al ex rey y conseguir llegar al Palacio Sagrado. Maldito fuera ese magi al que se encargó de manipular y hundir en la depravación, pues le había resultado ser el obstáculo más grande. Llena de ira, miró de reojo a los dos chicos que observaban la escena desde abajo. Una sonrisa deforme surcó sus labios. Si no podía con el dúo adulto, condenaría al dúo más joven. Oh, y era consciente de que no eran magis, por lo tanto, un gran ataque con magoi era suficiente. Ni siquiera duró más de un segundo en cargar su bastón y una enorme esfera irregular de magoi ya se apresuraba a toda velocidad contra ellos.

Indra alcanzó a reaccionar a tiempo para cubrirse a ella y a su hermano con un borg. Lo que ellos no sabían era que ese escudo mágico no tenía nada que hacer contra el ataque de ese ser de otra dimensión. Por esa misma razón, no supieron por qué su padre se interpuso entre el borg y el ataque, sin poder llegar a cubrirse él y recibiendo todo el daño. Tan fuerte era ese golpe que con sólo la onda expansiva el escudo de la muchacha se destrozó. Y Judal no pudo hacer más que mirar con horror eso, sintiendo la sangre de sus venas arder. No perdió el tiempo cuando vio a Arba distraída con su desastre. Se acercó veloz a ella y colocó la palma de su mano en el abdomen de esta, haciendo moverse el aire alrededor de la zona para terminar lanzándola a gran potencia. La sorprendió con eso, pero no le ocasionó ningún daño, y eso hizo que ella se riera.

-¿Qué pensabas intentar, querido? ¡Te he enseñado cosas mejores que esa! –justo cuando estuvo a punto de acercarse de nuevo, otro impulso alejó más su cuerpo. -¡¿Pero qué…?! –y otro empuje, este doblando la distancia que el anterior. Se estaba alejando. Pudo ver desde lo lejos una sonrisa en el magi oscuro. Oh, sí. Aladdin había compartido con él ese hechizo antes de marcharse de Sindria. En cuanto se descuidó, ya lo había perdido de vista, pero los empujes no se detendrían jamás, a menos que chocara contra algo, lo cual era difícil, pues se estaba alejando hacia arriba.

En cuanto desapareció del mapa, Judal volvió un poco en sí, empezando a buscar entre todo el destrozo, encontrando, no muy lejos, a Sinbad en el suelo siendo socorrido por sus hijos. Desmaterializó su báculo y descendió hasta posar sus pies, pero no se acercó. Arba no iba a molestar durante un largo tiempo, pero iba a volver, de eso podía estar seguro. Esa mujer siempre volvía.

-Sólo un poco más, papá. Estoy seguro de que esto no es nada para ti. –ambos hermanos ponían todo su empeño en magia de curación, y mal no les estaba saliendo, pues el adulto estaba perfectamente consciente, y lo único que necesitaban tratar era una herida en el abdomen. Y tampoco se veía tan mal ahora.

-Así que, esa mujer os ha contado sobre mamá. –no se veía nada contento, pero tampoco estaba realmente enfadado con ellos. Vio cómo los dos bajaban la mirada y apretaban los labios. –No se equivocó, todo es cierto, y lo sabéis después de que él lo confirmara en plena pelea.

-Entonces… ¿Por qué…?

-Pero no sabéis el resto. –interrumpió a Indra, consiguiendo captar la atención de los dos al sentarse. –Cuando Judal nació, esa mujer sintió su presencia como magi. Nada más a las pocas horas de nacer, mandó exterminar toda la aldea en donde nació, incluidos sus padres, vuestros abuelos maternos. No tenía ni siquiera unas horas de vida y ya fue raptado para obligarlo a ejercer como magi del Imperio Kou y Oráculo de una organización que buscaba sumir el mundo en oscuridad. –a partir de ahí, comenzó a explicar qué fue Al-Thamen, sus objetivos y las manipulaciones que hicieron con cantidad de personas, de las cuales todas terminaron muriendo menos el azabache. Les contó cómo lo conoció y el tremendo odio que Judal le profesaba. No dejó ni un solo hueco, e incluyó también lo que la organización pensaba hacer con él, la forma en la que lo salvó de una muerte segura, el tiempo que estuvo refugiándose en Sindria y tiempo que sirvió para que salieran a la luz todos esos sentimientos tan contrarios al odio. Les contó todo. Y ellos no podían dejar de sentirse culpables por haber dudado de su madre. Estaban avergonzados por haber pensado que fue un monstruo, cuando todo lo que hizo fue por desesperación y obligación. –Judal, ven. –Sinbad llamó al magi, quien aún se encontraba quieto donde se quedó al bajar. Este se acercó con paso lento y con expresión lastimera. La mirada del ex rey fue suficiente para entender, y él soltó un suspiro, arrodillándose delante de ellos.

-Esperaba no tener que mostraros esto. –podía herir la sensibilidad de los chicos, pero ya era necesario. Llevó sus manos a su cuello y se desprendió del collarín, mostrando la cicatriz en su garganta que se quedaría ahí por siglos.

-Y eso fue nada más por llegar un poco tarde al Imperio. Quién sabe lo que le hubieran hecho si llega a desobedecer una orden directa. –terminó por explicar, dejando a los hermanos impactados mientras observaban esa horrorosa marca de agresión y dándoles a entender que Judal fue incluso tratado peor que un esclavo. Este volvió a colocarse la joya, no quería seguir mostrando algo así a sus hijos.

No supo en qué momento fue después de ponérselo, pero ya estaba cayendo hacia atrás por el peso extra que Indra y Shazhad estaban haciendo. Se le habían lanzado, y no era precisamente lo suficientemente fuerte como para soportarlos a los dos, pues ella era sólo un poco más pequeña en tamaño, mientras que el muchacho ya le sobrepasaba en altura y anchura. Terminó cayendo de sentón con sus dos hijos encima, abrazándole con fuerza y apoyando sus frentes en cada lado del pecho del magi. Estaban llorando con fuerza y pidiendo perdón entre balbuceos. Al fin y al cabo, aún eran niños. Judal sonrió, sintiendo cómo su corazón era bañado por una calidez placentera. Cerró los ojos y posó cada mano en la cabeza de ellos, acariciándoles el cabello.

-Ya está, ya se acabó. Volvamos a casa. –y es que para él siempre serían sus pequeños enanos, por muchos disgustos que le dieran. No era consciente de ello, pero Sinbad observaba con el mismo sentimiento cálido al ver que su familia ya estaba bien de nuevo, que ya no había dudas e inquietudes. En cuanto sus hijos dejarán de llorar los besaría a los tres con ese mismo sentimiento.

Un sentimiento de profundo amor incondicional que iba a ser imposible de romper.

Notas finales:

Hale, ya está, acabé esto aquí xD

Peeero, este fic tiene curiosidades (como Wikipedia(?))

CURIOSIDADES:

-Judal siempre tuvo atracción física por Sinbad, pero se negaba aceptarlo por considerarlo una aberración. Eso aumentaba sus ganas de matarlo en momentos clave, aunque prefiriera trabajar con él.

-Las dos aves de rukh blanco que Judal se llevó con él cuando volvió al mundo de los vivos eran las aves iniciales del rukh de Indra y Shazhad.

-Ambos hermanos ya tenían sus nombres antes de haber nacido, habiendo sido Ugo quien se los dio.

-Cuando un humano/mago mantiene relaciones sexuales con un magi durante más de seis meses, este recibe la juventud continua. Si el magi muere antes de cumplir los 100 años, la pareja mortal regresará a envejecer desde el punto en donde se quedó. Si el magi muere después de cumplir los 100 años, su pareja mortal también morirá. Esos son los pagos por mantener sexo con un magi y por la juventud.

-Sinbad y Judal ya se gustaban mutuamente desde unos pocos años atrás.

-Después de saber que un magi varón puede embarazarse, Aladdin y Yunan se sienten más inquietos cuando se habla de sexo entre hombres.

-Judal se avergüenza cuando hace una buena acción sabiendo que no va a recibir nada a cambio.

-Judal se vuelve sumiso cuando le acicalan el pelo.

-A Shazhad le encanta dormir y despertarse tarde.

-Alibaba se dio cuenta de que Judal fue realmente Jahan justo cuando Indra apareció dieciséis años más tarde por el tremendo parecido, pero ya no le toma importancia.

-Sinbad rinde mejor en el trabajo cuando está ansioso.

-Judal sustituyó la sombra roja por la morada porque le recordaba al cabello de Sinbad, no porque fuera un color fuerte.

-A Shazhad le gusta andar descalzo, razón por la que nunca lleva zapatos.

-Desde que Sinbad modernizó el mundo, Judal viste ropas similares a las suyas, pero mostrando el vientre y las piernas.

-Indra imagina que algún día podrá enamorar a Alibaba, pero cuando lo tiene delante se le olvida por lo fácil que es tratar con él.

-Shazhad tiene la costumbre de regalarle a Judal las flores más bonitas que encuentra para demostrarle lo mucho que le quiere.

-Judal consiguió ejercer el rol de activo en el sexo una primera y única vez gracias a sus insistentes quejas y argumentos de que él también era hombre y que tenía derecho a saber cómo se sentía llevar las riendas.

-Sinbad consiente un poco a sus hijos. Indra se soltó demasiado con su carácter, pareciéndose al de Judal, por culpa de eso.

-Sinbad odia la forma en la que Indra lleva su ropa. Piensa que va demasiado escotada y suelen tener riñas por eso.

-La sobreprotección viene más por parte de Judal que de Sinbad, aunque los dos la ejercen.

-A Indra no le gustan los duraznos, pero sí los dulces.

-Sinbad y Judal han probado todas y cada de las posturas del sexo.

-Shazhad suele ser confundido con Sinbad cuando se le ve de lejos o de espaldas.

-Indra y Shazhad son los únicos magos humanos que tienen la misma esperanza de vida que un magi, pudiendo llegar a más de 200 años, obviamente, con su cuerpo joven ya desarrollado del todo

-Sinbad y Judal se están besando continuamente, llegando a los 56 besos cada hora.

-Shazhad dijo cuando era pequeño que se casaría con su madre, aun sabiendo que Judal es hombre. Conociendo esto, cabe la posibilidad de que Shazhad sea bisexual, pues tampoco se le ha visto negando a una mujer.

-Indra piensa que el edificio que Sinbad levantó, y lugar en el que viven, es estúpidamente alto.

-Indra y Shazhad acompañan a veces a Ja'far cuando este tiene exceso de trabajo para que no se sienta solo.

-Judal maquilló a Sinbad con su sombra de ojos en una ocasión. No volvió a hacerlo por la envidia de que a Sinbad le quedaba un poco mejor que a él.

-Sinbad tiene un fetiche obsesivo con las piernas de Judal.

-A Indra le gusta abrazar a las personas que conoce o acaba de conocer.

-A Shazhad no le interesa el amor ni el sexo, pero espera encontrar a alguien que se asemeje a Judal en el sentido cariñoso, pues él es su modelo de pareja perfecta.

-Sinbad aprovecha los momentos en los que nadie mira para tocar el trasero de Judal, incluso azotarlo si la ocasión se lo permite.

-Shazhad siempre fue un poco tímido.

-A Indra y Shazhad les encanta apoyar la cabeza en el regazo de Judal, mientras que con Sinbad es sobre su pecho.

-Sinbad trata de ser lo más cuidadoso posible al correrse dentro de Judal, pues si llegan al orgasmo en la misma milésima de segundo Sinbad podría encintar a Judal de nuevo y traer un tercer bebé.

-Los besos de saludo, despedida y cariño son comunes entre ellos cuatro, dándolos en frente, mejilla y labios.

-Yamuraiha y Judal fueron los tutores de magia de Indra y Shazhad. Aladdin también lo fue antes de irse.

-Judal siempre intenta brindar a Indra y Shazhad el amor maternal que él no tuvo.

-Irónicamente, Judal no es capaz de enfadarse en serio con Indra y Shazhad. Sinbad tampoco.

-Shazhad significa "príncipe, hijo del rey" en el idioma persa.

-Indra en la mitología védica es el nombre del dios de los dioses (también llamado Devas), equivalente al dios griego Zeus y al dios romano Júpiter. También significa Diosa de la Guerra.


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