Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Recuperando lo robado por Scardya

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

"Anteriormente...

Nadie se había atrevido a decir una sola palabra, o simplemente, no les salían, hasta que Ja'far lo hizo.

-No puede ser...

Seguido de Aladdin, con los ojos desencajados y llenos de horror.

-¡¿Es...?!

Pero fue un grito desgarrador, nacido de los pulmones de Sinbad, lo que sobresalió más que las voces de aquellos dos.

-¡JUDAL!"

Sinbad no perdió más el tiempo, se incorporó con una leve dificultad y se apresuró en dirección al magi oscuro, al igual que Aladdin y Morgiana sobre su tela, llegando él y los otros dos a cada lado del azabache al mismo tiempo. Segundos después, se les sumaron el ex-príncipe de Balbadd, la maga de agua, Pisti, Ja'far y Masrur a la par que el rey se incaba en el suelo y alzaba un poco el cuerpo inmóvil de Judal. El resto de generales se mantuvieron al margen, temerosos al no saber cómo debían sobrellevar aquella nueva y extraña situación.

Sinbad observó, sintiendo la peor de las culpas, el lamentable estado del magi. Su delgado cuerpo estaba completamente cubierto de tierra y de múltiples arañazos que no sabía cómo habían podido ser hechos. Lo que más llamó su atención, advirtiéndole de la gravedad del problema, fue la enorme herida que abarcaba todo su costado derecho, la cual sangraba de forma excesiva, dejando un charco escarlata en el suelo.

Después de haber visto aquella enorme herida, preso del miedo, buscó con la mirada los ojos carmesí que tanto solían retarle. Los encontró cerrados. No pudo más que dejar que el pánico le fuera consumiendo poco a poco, su respiración se le dificultaba. Aquel blanco rostro, igualmente arañado, se veía tan tranquilo, tan pacífico, tan relajado con sus, ahora, suaves facciones. Un rostro que nunca esperó que Judal pudiera siquiera portar. Sin embargo, ahí lo tenía. Por desgracia, ese dulce rostro era la más pura señal del peligro.

¿Podría ser que... el magi oscuro se le había escapado?

Desde que llegó a ellos, Yamuraiha se puso de inmediato a inspeccionar al azabache bajo la atenta mirada de los que se encontraban cerca, pero más exclusivamente, la humedecida mirada de Aladdin. Él se dio cuenta de lo que la joven maga iba a informarle al rey.

Con un deje de nerviosismo y tristeza encaró aquellos ojos dorados, tan temerosos y dolidos en ese momento.

-Aún vive, pero está justo al límite... No sé porqué el rukh no puede sanarle como de costumbre, ni siquiera acercarse a su cuerpo. Esto no debería pasar siendo él un magi. -dijo tratando de mantener la firmeza de su voz para poder ser entendida. Lo sabían, aquello se lo complicaba aún más, alejando la llama de la vida de Judal un poco más. Volvió a inspeccionar al magi y sus ojos se tornaron en confusión. -¿Qué demonios...? -hasta ese momento no había reparado el las muñecas de Judal, ambas encadenadas a grilletes. Sinbad igualmente se sorprendió ante eso. ¿Por qué rayos tenía eso puesto? Yamuraiha giró su cabeza para mirar los pies del muchacho. -¿En los tobillos también? -se detuvo. -No, ahora no es eso lo que me preocupa. -susurró para sí misma. Se levantó veloz y se dirigió hacia Sharrkan y Masrur. -Cojed todo lo que podáis de la enfermería. ¡YA! -ordenó, para terminar marchándose a toda prisa a aquella habitación mencionada, seguida de los otros dos, quienes, después de mirarse entre sí bastante confusos, corrieron de igual forma.

Morgiana no pudo evitar mirar con recelo aquellos grilletes. Sabía perfectamente lo que se sentía el llevarlos, ni siquiera a Judal le habría deseado la suerte de llevar unos puestos.

Apenas había pasado un minuto desde que entraron al palacio y ya estaban acercándose de nuevo a donde Sinbad sostenía aún el débil cuerpo del magi.

La maga rebuscó todo tipo de vendajes, unguentos, e incluso objetos mágicos, dentro de todas las cajas que habían traído, con el estrés por las nubes.

-N... no sé si tratarle tales heridas tradicionalmente funcione... son muy difíciles y mortales, un mínimo fallo y seríamos nosotros quienes hubieramos acabado con él... -miró al rey, entristecida. -Pero es lo único que podemos hacer...

El de cabello lila no pudo soportarlo más.

-¡Aladdin! ¡Tú puedes hacer algo! ¡¿Verdad?! ¡Dime que puedes! ¡Ambos sois magis, debería haber algo! -alzó la voz sin darse cuenta. Se le veía muy tenso, desesperado, mostrando ese gesto con los ojos desmesuradamente abiertos y las cejas arqueadas hacia atrás que contadas veces en su vida se había presenciado.

Oh, pobre y angustiado rey. La expresión del pequeño magi no era la que podía esperarse.

-Yo... yo... no sé... -ese pequeño rostro enrojecido fue bañado por las enormes y continuas lágrimas de unos ojos azules, completamente acuosos en ese momento, a la vez que de su boca salían los lamentos nacidos de lo más profundo de su, ahora dolida, alma. Una escena que, con el carisma y optimismo del chiquillo, nunca pensó que se daría. El desconsolador llanto de Aladdin provocó que él no fuera el único en dejar lágrimas escapar, sus dos compañeros de aventuras estaban al límite de derramar las suyas mientras trataban de consolarle, al igual que las dos únicas generales féminas y Ja'far. Sí, el ex-asesino también, no exclusivamente por Judal, sino porque esa clase de situaciones eran demasiado para él.

El mundo de Sinbad terminó de derrumbarse. Acercó el, cada vez más frío, cuerpo del magi al suyo con cuidado de no estorbar la tarea de Yamuraiha, quien trataba la herida más problemática.

-Todo esto es mi culpa. -observó los bellos y delicados párpados, decorados con sombra morada, de Judal, con lágrimas al borde de sus ojos color ámbar. Lágrimas que nunca llegaron a manchar sus mejillas. Luchaba por retenerlas distrayéndose de ellas apretando los dientes.

-¡Sin, eso no es...!

-¡Sí es cierto, maldita sea! -interrumpió a Ja'far bruscamente, de lo cual no tenía intención. No había querido sonar así. Dio un largo y tembloroso suspiro de lamento. -Sí es mi culpa, Ja'far. Pude haber evitado perfectamente que esto pasara. Lo que confesé antes era verdad, Judal sí vino ayer a Palacio... Me pidió ayuda... para acabar con Al-Thamen. -silencio. Nadie dijo nada. -Incluso me avisó de que esto pasaría... No conozco sus razones, pero parecía ser en serio. Y yo... -cerró los ojos fuertemente. -No le escuché... Le tomé por mentiroso... Volví a rechazarle... -agachó la cabeza, escondiendo la mitad de su rostro con el pelo. -Si le hubiera escuchado, si no le hubiera juzgado, esto no habría sucedido. Al-Thamen no habría venido hasta aquí, no nos habrían atacado y Judal no estaría a punto de morir... -aún nadie se atrevía a decir palabra alguna, se sentían tan sorprendidos como entristecidos. -Al fin y al cabo... él siempre tuvo razón, solo soy un rey estúpido. -sonrió con pena, muy a su pesar, mientras volvía a mirar el rostro durmiente del azabache.

Sus generales no pudieron más que permanecer en silencio, sumergidos en una extraña sensación de culpa, pues, si hubieran estado en su lugar habrían hecho lo mismo.

A Aladdin, quien observaba aún en lágrimas al otro magi, se le encendió un leve chispa en el cerebro. Con rapidez, se limpió la cara y se acercó un poco más a Sinbad, no sin antes dedicarle una mirada a Alibaba y a Morgiana.

-Creo que puedo intentar algo. -ante lo que había dicho, el rey le observó anonadado, con una nueva, pero diminuta, llama de esperanza.

El monarca recostó con delicadeza a Judal en el suelo, mientras la maga aún seguía con la misma herida, la cual le estaba dando trabajo, y eso no le alentaba para nada.

Hizo hueco al pequeño magi, quien se arrodilló al lado y llamó la atención de Yamuraiha. Esta le miró, y fue ahí cuando procedió a informar.

-Sólo he hecho esto en personas normales para salvarles de la corrupción. No sé si sirva para salvar literalmente la vida de alguien, muchos de los que rescaté de la corrupción se fueron... Pero... -pausó para mirar con decisión a Sinbad, y luego otra vez a la maga. -Voy a tratar de retener el alma de Judal lo máximo posible. Es esa herida en el costado lo que le está matando. El rukh no puede curarla y no sé por qué. Tiene que sanarla antes de que su alma se vaya, señorita Yamu.

La maga de agua comprendió al pie de la letra, y asintió, preparada para esforzarse mucho más de lo que ya lo hacía, por lo que no dudó en llamar a Pisti y a Ja'far para realizar más eficaz y rápidamente la principal tarea para lograr salvar al magi.

Era bastante irónico que, siendo Judal su enemigo, decidieran hacerlo. Realmente, necesitaban al magi vivo, pues ya Sinbad les había contado la extraña actitud que últimamente estaba tomando, incluyendo que le había salvado de una muerte segura de forma gratuita exponiendo su propia vida, y necesitaban respuestas, tanto ellos como su rey.

Aladdin tomó la mano del magi oscuro. Se sorprendió cuando otra mano más grande se posó sobre la suya.

-¿Puedo ir también? -preguntó Sinbad, dejando un poco desencajado al niño. -Necesito respuestas, y creo que solo podré tenerlas directamente de Judal de esta manera.

El pequeño magi asintió y procedió.

La mano con la que sujetaba la del otro magi desprendió un brillo cegador, que hizo cerrar los ojos al rey.

Volvió a abrirlos, para encontrarse con una especie de vacío grisáceo y violeta bajo sus pies mientras descendía junto con Aladdin. Podía ver algunos rukhs negros sobrevolando el lugar.

Una vez llegaron a lo que suponía que era el suelo empezaron a buscar con la mirada el rukh de Judal, que debía haber tomado la forma de este.

-¿Es normal que sea tan difícil de encontrar? -preguntó Sinbad mirando por todas partes.

-No, se supone que debía estar a la vista. -aclaró, con un deje de preocupación, pues esa situación no se había dado antes con nadie. -¿No le ve, tío Sinbad?

Aladdin se quedó esperando la respuesta, la cual no recibió. -¿Tío Sinbad? -se giró hacia él, para encontrarlo mirando un punto fijo.

-¿Y eso? ¿Eso es normal? -señaló con desconfianza en aquella dirección.

El magi de rukh blanco siguió el curso de su dedo.

Vaya, no pensó que algo así podía estar dentro de alguien.

Una barrera. Sí, había una barrera interminable de lo que parecía ser niebla negra.

-N... no, pero algo me dice que Judal está en esa dirección. -dijo el de cabello azul, empezando a sudar frío.

Ambos se dirigieron con paso ligero hacia aquella extraña estructura hasta quedar frente a ella.

-Supongo que hay que atravesarla. -comentó el monarca con seriedad.

Pero antes de que el pequeño magi pudiera contestar, algo comenzó a salir de aquella oscura neblina.

Ambos retrocedieron rápidamente, sobre todo Aladdin, quien estaba completamente desencajado. El interior de una persona no debía ser así. Estaba confuso. ¿Tendría que ver el hecho de que Judal era un magi y no un mago normal o un humano? No pudo evitar preguntarse si dentro de sí mismo sería igual de complejo.

Tanto Sinbad como el chiquillo se quedaron sin palabras. ¿Aquel al que tenían delante era Judal? Tenía toda la pinta. Pero había algo que no les encajaba, y era que aquella figura exacta al magi oscuro era completamente negra, y sus ojos al cien por cien de un rojo brillante, sin pupila, sin iris, solo un rojo endemoniado.

-¿Pero qué...? ¿Qué es esto? -dijo más para sí mismo Aladdin. El interior de Judal comenzaba a asustarle, y a hacerle pensar que, posiblemente, el también tendría algo así en su interior. ¿O no? No lo sabía.

A pesar de estar igual o más confundido que el chico, el rey no se amedrentó.

-¿Eres Judal? -la pregunta la tenían clara.

Para su sorpresa, aquel ser respondió negando con la cabeza. Parecía no hablar.

-¿Quién eres? -se atrevió a preguntar esta vez el hijo de Solomón. La figura miró con atención a Aladdin, mas no respondió. Ahí supo que con esa clase de preguntas no iba a conseguir nada.

-¿Y si le hacemos preguntas de "sí" y "no"? -sugirió Sinbad.

-No puedo estar más de acuerdo.

Aunque se les hacía raro, aquella figura intimidante parecía no ser hostil.

-¿Es Judal quien está tras esta barrera? -fue directo al grano. Al rey no le gustaba hacerse esperar.

El ser oscuro respondió de inmediato, asintiendo.

-¿Podemos cruzar para verle? -preguntó el pequeño sin perder la sonrisa que se le había formado al darse cuenta de que aquella criatura era pacífica.

Esta negó con la cabeza respondiendo a la pregunta, dejando un poco confusos a los visitantes. -¿C... cómo que no? -susurró.

-¿Por qué no? -la paciencia de Sinbad empezaba a ceder. No obtuvo respuesta. -En ese caso, entraremos igual. -caminó hacia la barrera humeante. La hubiera cruzado de no ser porque la criatura negra se puso delante de él, alzando la mano a la altura de su pecho. Antes de ser lanzado por los aires, Sinbad vio un atisbo de agresividad en aquellos extraños ojos. Tal vez no era tan pacífica como pensaban.

-¡Tío Sinbad! -gritó, acercándose rápidamente al mencionado, quien estaba sentado en el suelo sobándose la espalda baja por la mala caída.

Ambos volvieron a mirar al causante del dolor de trasero de Sinbad. No se había movido de su lugar, ni había realizado ningún otro movimiento, continuando tan pasivo como se había presentado, también observandoles con atención y... ¿desprecio?

-¿Por qué demonios ha hecho eso? -se quejó el rey.

-Creo que ya lo entiendo. -informó el chiquillo, devolviéndose miradas con la criatura. -Creo que es como una especie de guardián, pero es extraño. En el interior de una persona, la única que puede atacar es el alma. Alibaba me contó que Kassim, no, el alma de Kassim le atacó cuando trató de salvarle. -Sinbad escuchaba con atención. -Nada ni nadie más que no sea el alma puede atacar. -Aladdin se quedó pensativo por unos momentos. -A menos que... ese ser tenga parte del rukh del alma de Judal. -el rey le miró confuso, y el magi se dio cuenta. -En otras palabras, Judal ha desarrollado una personalidad alterna más agresiva para protegerse. -finalizó.

El monarca dirigió su mirada hacia la criatura. En ningún momento Sinbad se había desecho del estrés que tenía desde el principio. Golpeó la superficie con el puño.

-¿Y cómo rayos vamos a llegar hasta Judal con él aquí?

Aladdin permaneció en silencio.

-Lo que no debemos hacer es luchar, alteraríamos la estabilidad espiritual de Judal, y si eso llega a pasar tal vez seamos arrastrados junto con él hacia la muerte y no regresaríamos jamás a la corriente natural de rukh.

El rey no podía sentirse más poco afortunado. Se levantó y se dirigió de nuevo con el magi blanco al frente de la barrera, quedando esta detrás del ser negro. Este les miró sin moverse. Sinbad apartó la mirada, soltando un gruñido de disconformidad.

-No sé tú, Aladdin, pero yo no tengo tiempo para andar jugando con sombras. Si no llegamos hasta Judal para retenerle, se nos irá antes de que Yamu consiga sanarle. -le dijo, ya cansado de todo aquello. Aladdin agachó la cabeza con tristeza. El monarca suspiró. -Lo siento, es que esto es demasiado para mí, ¿sabes?

-Lo entiendo. -respondió el magi con una sonrisa comprensiva.

-¿Y sabes qué? Ya estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por atravesar esa maldita barrera. Se me acaba de ocurrir algo, y lo voy a intentar las veces que sean necesarias. -Sinbad se acercó hasta quedar frente a frente con el ser oscuro, ambos clavando la mirada en el contrario, bajo el campo visual de Aladdin, quien estaba confuso y algo curioso.

El adulto flexionó levemente las rodillas y preparó su brazos, tomando una postura similar a una ofensiva. La criatura lo consideró como advertencia e hizo lo mismo. Ahora sí, el pequeño magi pensó que la idea de Sinbad no era tan buena, le había dicho que no debía enfrentarse para no dañar la espiritualidad de Judal, y el muy tarugo va y lo hace. Genial. Divino. Maravilloso. Aplaudan la inalcanzable inteligencia de esa cabecita Real.

Sinbad hizo un movimiento hacia la izquierda, simulando que iba a colarse. Como esperó, el ser repitió el mismo patrón casi de inmediato poniéndose delante de él para cortar su paso hacia la barrera.

Y Aladdin lo vio. No pudo evitar reírse un poco. La verdadera idea del rey era jugar con la criatura y marearla para poder atravesar la neblina en cuanto se despistara. No era una idea muy normal, pero sí original y divertida, y tal vez, eficaz.

Aunque Sinbad no se lo estaba pasando realmente bien, aún tenía la imagen del magi oscuro desangrándose y muriendo poco a poco en sus brazos dentro de su memoria. Debía aumentar el juego si quería darse prisa.

Repitió los mismos movimientos una y otra vez, a izquierda y derecha, retrocediendo y volviendo a acercarse, pero la sombra no parecía ceder. Tal vez no había sido una buena idea, no estaba consiguiendo nada. En un movimiento, rozó sin querer el dorso de la mano del ser con un dedo. Inmediatamente, la criatura dejó de seguirle los movimientos y se agarró desesperadamente la zona tocada con la otra mano a la vez que se encogía un poco hacia un lado.

Tanto Aladdin como Sinbad quedaron en shock y asustados.

No podía creerlo. ¿Le había hecho daño con un simple roce casi imperceptible? O al parecer no...

Sin moverse de su posición encogida, la criatura miró a Sinbad. ¿Eso que estaba haciendo era un puchero? El rey no pudo más que sorprenderse aún más de ver como aquella sombra inflaba los cachetes y le miraba con vergüenza.

-¿Pero qué rayos...? -se dijo a sí mismo.

Aladdin mostró una enorme sonrisa, ahora sí sabía de qué forma podían esquivar al ser.

-¡Tío Sinbad, tóquele otra vez! -Sinbad giró la cabeza hacia atrás, mirando al niño con expresión confusa. -Parece que se incomoda cuando alguien le toca, si consigue hacer que se distraiga de esta forma, podremos cruzar. - entonces el rey lo comprendió. Volvió a mirar a la criatura, mostrando una sonrisa traviesa y algo maléfica, a lo que esta no pudo más que atemorizarse y retroceder lentamente unos pocos pasos. Pero la distancia entre ambos no aumentaba, puesto que Sinbad avanzaba el paso que el ser oscuro retrocedía.

Rápidamente, el monarca levantó la mano en dirección al brazo negro, pero no lo alcanzó. La criatura le había esquivado por instinto, pues la pobre estaba bastante asustada.

Sinbad había perdido la leve gracia que hace unos segundos tenía, pues la imagen de Judal en su cabeza no cesaba, por lo que, en lugar de continuar el recien comenzado juego del piqueteo, decidió terminar con aquello para llegar lo antes posible al otro lado, recuperando su postura recta y seria, cosa que hizo que la figura negra se calmara y volviera a su actitud inicial.

-Aladdin. -avisó. -Ven. Vamos a cruzar ya. -el chico obedeció, caminando hasta quedar al lado de Sinbad.

La criatura se confundió, mirándoles espectante.

Sin darle tiempo a reaccionar, el rey atrapó con sus brazos al ser oscuro por unos segundos, simulando una especie de abrazo. Aladdin observó atento el rostro negro, el cual tenía un expresión de completa sorpresa.

En cuanto Sinbad la soltó, la sombra se derrumbó de rodillas en la superficie, como si hubieran absorvido toda su energía, y tapó su rostro con sus negras manos.

Ninguno de los dos visitantes esperaba esa reacción. Tanto Aladdin como Sinbad pensaban que se paralizaría y se quedaría parada en el sitio, no que haría eso. Pero igualmente les servía.

El monarca miró por unos momentos a la criatura que aún no se había movido de su lamentable posición. Había empezado a observarla con lástima sin darse cuenta. Aquella postura era casi la misma que la que Judal tomó cuando se presentó en Sindria el día que le contó sobre su pasado con Al-Thamen y sus padres y se burló. Solo que esta vez, lo que veía y vería era y sería completamente real, sin ningún tipo de engaño. Sintió una leve punzada en el pecho al recordar aquello.

-Ahora sí. -sonrió el chiquillo, apresurándose a la barrera. Pero cuán fue su sorpresa cuando vio como esta se desvanecía.

Sinbad se encontraba en el mismo estado, pero no por la barrera, sino porque lo que se estaba desvaneciendo también era el ser oscuro, y Aladdin se dio cuenta al mirarlo. La criatura estaba transformándose en diminutas aves negras, las cuales volaron hacia una dirección aleatoria.

No perdieron más el tiempo y corrieron, siguiendo su camino. En el lugar había cada vez más cantidad de rukh negro, tanto que casi parecía que iban a ahogarse.

Vieron una figura un poco más a lo lejos, y se apresuraron hacia ella.

Sus ojos no dieron crédito a lo que vieron cuando llegaron hasta él. Lo único que sus mentes podían formular en ese momento era; ¿por qué?

Habían llegado a su objetivo. Tenían a Judal delante de ellos. Pero no esperaron que estuviera en ese estado.

El magi oscuro se encontraba sentado en la superficie, su negro cabello se esparcía libremente desde su cabeza hasta lo que era el suelo, dibujando hermosas líneas onduladas en este. Estaba amarrado, atado del cuello, torso, hombros, brazos, caderas, piernas con lo que parecían ser cuerdas hechas de la misma neblina que la barrera antes desaparecida, solo que esta vez, se veía mucho más sólida. Al igual que todo su cuerpo, sus manos estaban atadas hacia arriba, sobre su cabeza, la cual estaba completamente agachada y caída, impidiendo ver su cara debido al pelo.

-¡Maldita sea, esta zona de la herida no deja de sangrar! -se alteró el albino.

-¡Haz más presión! -aconsejó Yamuraiha, casi al límite del estrés.

Pero lo que más asustó al pequeño magi y al rey, fue ver como de su cuerpo se desprendian un par de aves negras, que parecían no haber sido las primeras, volando a quien sabe dónde.

Eso era una muy mala señal. Judal se les estaba marchando.

-¡La señorita Yamu aún no ha terminado! ¡No podemos dejar que se vaya! -corrió Aladdin en dirección al otro magi, quien parecía no percatarse de estar en compañía, siendo seguido por Sinbad. El chico sabía que aquellas extrañas cuerdas no eran algo bueno, por lo que tomó una que rodeaba el hombro del azabache y tiró de ella sin resultado. Parecía estar completamente pegada y tenía el duro y pesado tacto de una rama gruesa. No se movió ni un solo milímetro.

Sinbad también lo intentó múltiples veces, pero no había manera.

-¡Hey, Judal! -trató de llamar su atención, pero el magi oscuro no se movió ni formuló ningún tipo de sonido. El rey miró desesperado a Aladdin. -¿Por qué no responde?

-No lo sé, aunque sea de Judal, sigue siendo un alma, debería respondernos. -los nervios del más pequeño estaba a flor de piel.

-¡Maldita sea! ¡La herida ha vuelto a abrirse aquí! -la presión en la maga se hacía cada vez más intensa.

Sus corazones dieron un vuelco cuando vieron cómo una cantidad considerable de rukh oscuro se desprendía del costado del magi más mayor y de un mechón del cabello que descansaba en la superficie.

-¡No, no, no, no, no! -se alteró el hombre de pelo lila aún más. Abandonó la tarea de arrancar las cuerdas de neblina sólida y se dirigió directamente al magi atado. -¡Demonios! ¡Sabes perfectamente que estamos aquí! ¡RESPONDE! -Aladdin observó anonadado, dejando también pausada su tarea, al ver el alto nivel de desesperación que inundaba a Sinbad. Judal hizo un muy pequeño movimiento, levantando poco más de un centímetro la cabeza, pero aún sin mostrarse. El rey se sintió un poco más aliviado. -¡Sí! ¡Eso! ¡Muévete, observa, gruñe, regáñame, insúltame si es necesario! ¡Vamos! -alentó.

-¡Tío Sinbad, hay que liberarle de esta cosa! No sé que es, pero no es bueno. -dijo, volviendo a lo que estaba haciendo con una leve sonrisa al ver que el alma de Judal al menos respondía. Pero sabía que si querían retener a Judal, debían distraerle, y eso hizo mientras tiraba de un girón de neblina. - Judal, ¿recuerdas cuando congelaste al tío Sinbad en el palacio de Balbadd? Después de descongelarse tuvo que cambiar su ropa porque le dejaste todo empapado y frío. -le dijo con una sonrisa.

Sin poder evitarlo, Sinbad miró con un poco de reproche y un leve puchero a Aladdin. Tampoco hacía falta que le dijera eso, a lo que el chiquillo se rio, esperando que el otro magi hiciera o dijera algo. No sucedió, a lo que el magi blanco recurrió a una pequeña broma. -¿Sabes? Al haberle hecho eso, también se le enfriaron los... -no terminó de contar, pues había recibido un capón por parte del hombre.

-Ya deja de ponerme en evidencia. -le regañó.

Pero ni siquiera eso hizo reaccionar al azabache. Aladdin comenzó a mirar entristecido a Judal a la vez que Sinbad también lo hacía, ya no sabía que más podía hacer para que respondiera, por lo que volvió a tratar sin resultado de liberar sus ataduras. El rey tomó una postura sería y volvió a encarar al magi atado. -Judal. -le llamó con tono grave. Sin respuesta. -¿Por qué me empujaste en medio de ese ataque? -Sinbad pareció dar en clavo, llamando la atención del pequeño también. El magi oscuro reaccionó inmediatamente, levantando por completo la cabeza para observar al rey, quien no pudo más que quedarse en shock al igual que su compañero. -Sus ojos...

Esos ojos le estaban mirando. Unos ojos completamente vacíos, unícamente con su típica esclera blanca y un iris rojo muy apagado, sin nada dentro de él. Nada... ¿Por qué? ¿Por qué estaba así? ¿Por qué sus ojos parecían haber muerto? Eran las preguntas que viajaban por las cabezas de los visitantes.

-Tío Sinbad... -llamó. -Ju... Judal está... está roto. -dijo sin dejar de mirar aquellos orbes apagados.

-¿Qué? -respondió con una gran confusión, sin dejar tampoco de observarlos.

-Tiene sentido... -aclaró. -Ese guardián con el que nos topamos antes era una personalidad alterna que Judal creó, para eso el alma de Judal debió de partirse... -explicó. Y entonces se dio cuenta. -Y son estas cosas que lo tienen atado lo que impide que esa parte que fue extraída vuelva a unirse a él. Y no sólo eso... -apretó los puños. -¿No se ha dado cuenta de que es como si el alma de Judal no sintiera nada? -el hombre asintió, sudando frío. -Esta niebla dura no permite que el alma de Judal exprese sus emociones. Hay que deshacerse de ellas. -sus nervios aumentaron, y continúo con la ardua tarea de alejar aquellas cuerdas lo máximo posible del otro magi.

Sinbad entendió lo que conllevaba e imitó a Aladdin. Aparte, no iba a dejar que el azabache se marchara, por supuesto que no. Aún tenían muchas cosas que decirse, y no iba a permitir que se fuera así como así.

-¡Yamu, lo estamos perdiendo! -gritó Pisti desesperada.

Yamuraiha se alteró, si es que podía alterarse aún más. En ese momento percibió algo extraño. Volvió a inspeccionar una vez más el resto del cuerpo del magi con rapidez y abrió los ojos con sorpresa.

-¡Masrur, te necesito! -de forma inmediata, el hombre musculado apareció a su lado. -¡Rompe esos condenados grilletes!

El fanalis no se molestó ni siquiera en contradecirle mentalmente. Partió con facilidad aquellas herramientas. Justo después de hacerlo, una enorme cantidad de rukh comenzó a concentrarse alrededor del magi. Tal gran concentración era que se hicieron perfectamente visibles antes todos allí, casi deslumbrándoles, habiéndo tanto aves blancas como negras.

La cantidad de rukh disminuyó un poco, ya comenzando a fluir con normalidad, y por suerte, sanando de forma eficaz la ensangrentada herida.

Los suspiros de alivio no se hicieron esperar. Ja'far y Pisti estaban sentados en el suelo, completamente agotados, al igual que la maga de agua.

Era gracioso, pero en ningún momento nadie se percató de que ya casi estaba anocheciendo.

-Solo queda esperar a que los otros dos vuelvan. comentó el albino.

-Sí. -suspiró Yamuraiha, quien cogió los grilletes que habían sido retirados de las extremidades del cuerpo, ahora un poco más estable, del magi oscuro. -Estas cosas. -señaló, llamando la atención de los demás. -Estas cosas han sido el problema desde el principio. Bloqueaban la corriente natural del rukh de Judal impidiendo que sanara la herida y los arañazos que tiene, parecido a lo que Al-Thamen le clavó a Sinbad. De seguro mientras los llevaba tampoco pudo usar magia. ¿Cómo no me dí cuenta antes?

-Me cuesta admitirlo, pero creo que Judal podría haber reflexionado un poco gracias a lo que está pasando últimamente con Al-Thamen. ¿Qué demonios se traerán entre manos? -dijo el general con pecas, considerando todas las opciones.

-Eso tendremos que investigarlo más a fondo. -respondió la maga.

No creían lo que veían. De alguna forma, el rukh, anteriormente desprendido del alma de Judal, estaba regresando a él. Y eso sólo significaba una cosa.

-¡Lo han conseguido! -sonrió ampliamente Aladdin.

Sinbad suspiró, lleno de alivio y esperanza. Lo había pasado realmente horrible con esa experiencia. Pero...

-Aún tenemos un problema. -miró con despreció las cuerdas oscuras, bajo la atenta mirada, un poco lastimera, del pequeño magi.

-Tío Sinbad... -el mencionado se volteó. -Nosotros... nosotros no podemos liberarle... Es imposible, pensé que podíamos, pero... -observó la mirada vacía de Judal. -Sólo él puede hacerlo...

-¿Y cómo lo hará, Aladdin? -el rey agachó la cabeza, con una leve rabia en su corazón.

-No lo sé... pero sólo él puede liberarse... no podemos hacer nada porque... he podido ver que fue el mismo Judal quien se ató. -se entristeció. -Ni siquiera puedo tratar con la corrupción en la que Judal está sumergido, es tan grande que ni yo puedo salvarle tan fácil como a los demás...

Una luz brillante comenzó a rodearles, haciendo saber a Sinbad que era hora de volver. Volvió a permitirse mirar aquellos ojos vacíos. No podía evitar sentirse débil, deprimido, triste, al mantener contacto con ellos. ¿En verdad... ese era el verdadero Judal? ¿La persona egocéntrica y agresiva con la que solía tratar solo era aquel "guardián" que derrotaron anteriormente? No estaba seguro de ello, se veía tan distinto de cómo le veía en el exterior.

Al-Thamen, ellos eran los culpables de ello. Ellos tenían la culpa de que el interior de Judal estuviera en tal desequilibrio. El odio que les profesaba no pudo más que aumentar.

Ahora sí quería su venganza por todos los medios, y la iba a tener.

Pero en ese momento su deber era otro; pensar en qué haría con el magi oscuro ahora que estaba vulnerable bajo su poder.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).