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Recuperando lo robado por Scardya

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Sentían el ambiente calmado aunque enrarecido. Cuatro días habían pasado desde el altercado con Al-Thamen. Al no haber quedado supervivientes gracias a Alibaba, suponían que nadie en la organización obtuvo información sobre lo que le pudo pasar al grupo de magos oscuros. Pero no significaba que estuvieran fuera de peligro, nunca podía saberse lo que planeaban.

Tampoco habían recibido noticias del Imperio Kou en cuanto a la ausencia del magi allí, cosa que se les hacía aún más extraña y sospechosa. Debían estar preparados para cualquier cosa a partir de ese momento, pues el destino estaba enredándose sobre sí mismo continuamente.

El día siguiente a lo ocurrido convocaron una asamblea, teniendo como participantes a los presentes en el incidente. Las opiniones y sospechas que cada uno tenía sobre el comportamiento de Al-Thamen y el Imperio fueron expuestas, sin olvidarse del caso principal que discutirían; Judal.

Había sido un tema complicado, puesto que desconocían mucha información. Aladdin se había encargado de ser el portavoz en aquel momento, explicando todo lo que había visto y sentido con Sinbad desde el momento en el que entró en el interior del oráculo, desde la personalidad "guardiana" hasta los gruesos hilos de neblina que bloqueaban la muestra de sus emociones. Hubo mucha controversia y confusión en cuanto a ello. Fue difícil llegar a un acuerdo, puesto que, a pesar de que la historia del pequeño magi fue muy bien detallada, no explicaba lo que les urgía saber. Debatieron la forma en la que debían aumentar la seguridad y la defensa, pero Sinbad había rechazado tratar ese tema, de momento. Explicó una vez más, pero esta vez con todo detalle, lo que ocurrió la noche en la que Judal se infiltró, mostrando como prueba definitiva de que el magi oscuro ya no podía atacarles; la varita, la cual sacó de su bolsillo y la mostro sobre la mesa redonda bajo la estupefacta mirada de todos para luego volver a guardarla. Estaría bajo su custodia a partir de ahí.

Dadas las circunstancias la mejor opción que tuvieron fue acoger al magi oscuro temporalmente hasta llegar a una solución efectiva, o hasta que este volviera por propia voluntad al Imperio. Aunque sabían que si Judal se marchaba antes de poder sonsacarle información ya podían decir adiós a su esperanza de anteponerse a las cosas que estaban sucediendo, habiéndose esforzado en vano. Quedaron de acuerdo en que tratarían de retenerle el máximo de tiempo posible pacíficamente y le preguntarían todo lo que pudieran de forma indirecta, para evitar levantar sospechas. No se les haría nada fácil, pues la mala actitud del chico era incontrolable. Casi era un milagro que el que portara la varita con la que atacaba fuera Sinbad, y no él.

Después de la reunión la rutina volvió a su curso, pero esta vez con la diferencia de que serían enviadas tres veces al día tres personas distintas para supervisar, más bien, vigilar, por un par de horas a Judal, quien aún dormitaba habiendo sido trasladado a una de las múltiples habitaciones libres de la Torre Verde de Sagitario, en la que también se hospedaban el magi blanco, la fanalis y el ex-príncipe de Balbadd.

Al estar estos tres más cerca de él, por no decir justo al lado, fue a ellos a quienes encargaron esta tarea principalmente, mas cuando alguno no podía cumplir su turno, un general que estuviera libre, o Sinbad, cubría el puesto.

En esos cuatro días no hubo ningún tipo de novedad en cuanto al magi de Kou, aún no despertaba y no parecía haberse movido siquiera. En sí no era un problema, pues Yamuraiha explicó que tras haber recibido un daño de tal porte era normal que necesitara un prolongado tiempo para descansar. Lo que en realidad les preocupaba era su alimentación, puesto que al estar dormido no era posible que este comiera o bebiera al menos un poco de agua. Podía terminar deshidratándose.

Aladdin se sentaba al lado de la cama en una silla y le hablaba sobre los buenos sentimientos, la amistad, el cariño, del destino correcto, e incluso a veces mencionaba el amor. El pequeño niño pasaba sus turnos de vigilancia contándole al dormido azabache sobre la felicidad que conllevaba aceptar el destino. Alibaba hacía lo mismo cuando le tocaba a él, solo que sustituyendo de lo que le parloteaba. Todo lo que salía por su boca eran anécdotas graciosas e historias que a él le habían emocionado. Y Morgiana... digamos que se pasaba las horas observándole en silencio, dedicándole simplemente algún que otro comentario aleatorio.

Quinto día por la tarde, segundo turno de vigilancia y ninguno de los tres jóvenes podían cumplirlo. Habían estado vagueando un poco en cuanto a poner en práctica sus habilidades y no oxidarse, por lo que fueron obligados por sus "maestros" a entrenar con ellos y retomar lo que habían estado retrasando.

No fue para nada complicado encontrar a alguien libre con los deberes ya terminados. Para su buena, o mala suerte, el que siempre terminaba rápido y eficiente era Ja'far. No le hizo ninguna gracia que le informaran sobre la indisposición de aquellos tres diciéndole que debía cubrir el turno para mantener bajo vigilancia a Judal. Bueno, al menos no estaría despierto, por lo que no andaría metiéndose con él ni jodiendo el buen humor con el que se había levantado. No tardó mucho en dirigirse hacia allí con un par de libros antiguos para no aburrirse. Nada más entrar, miró al magi, supervisando que nada estuviera fuera de lugar, y se sentó a leer en la silla después de haber cerrado la puerta.

Pasó un largo rato leyendo, y lo hubiera estado continuando si no fuera porque escuchó un muy leve sonido de sábanas rozándose, lo que le hizo levantar la vista de la lectura en dirección a la cama. La mano de Judal sobre su abdomen apretaba la manta, y sus parpados temblaban levemente.

Ja'far se levantó de golpe un poco alterado. La bestia se estaba despertando. Trató de destaparse y levantarse aun sin abrir los ojos, pero el albino se lo impidió por completo, echándolo de nuevo en el colchón sin darle tiempo a quitarse las cobijas.

-No te atrevas a salir siquiera de la cama. -amenazó con rudeza. Después de todo, era Judal con quien trataba. Salió corriendo del cuarto, no sin antes cerrarlo con llave.

Llevaba casi todo el día sentado en ese endemoniado escritorio, le dolía el culo y su mano derecha hacía un rato que había comenzado a temblar. Dichoso deber de rey. Odiaba con toda su alma el papeleo. Dio un largo suspiro y echó la cabeza hacia atrás para desestresarse por unos segundos.

¡Sin! -se abrió la puerta de golpe, haciendo erguirse de forma inmediata al rey al ser descubierto en su postura- ... ¿Estabas vagueando? -amenazó Ja'far con la mirada respondiéndose a la pregunta retórica y provocando que Sinbad empezara a sudar frío de manera incómoda. Justo cuando este iba a ponerle una excusa, el albino le interrumpió. -¡No quiero escucharlo! ¡Tenemos algo mucho más grave que tu irresponsabilidad entre manos! ¡Judal acaba de despertarse! -y de forma inmediata, Sinbad se levantó haciendo sonar bastante la silla y caminó con rapidez y seriedad hacia el edificio de hospedaje para llegar a la habitación asignada al magi, acompañado de Ja'far.

El oficial abrió la puerta, y sin entrar por completo, observaron primeramente con cautela por la posible reacción que Judal pudiera tener en su contra.

Se habían quedado algo curiosos, pues el magi seguía metido en la cama, con la diferencia de que estaba sentado en esta, las mantas le cubrían hasta su regazo, mostrando los vendajes que rodeaban por completo todo su torso, con la cabeza agachada mirando tontamente un punto fijo en las cobijas.

Sinbad se acercó primero y con precaución, siendo seguido por Ja'far. A partir de ese momento desconocía lo que pasaría después. El magi podía reaccionar de tantas y diferentes formas que ninguno de los dos supo realmente cómo saldrían de aquello sin otro incidente más.

-Ya era hora, bello durmiente. -bromeó el de cabello lila, buscando una respuesta similar, aunque un poco más ofensiva, por parte del oráculo de Kou. Sin embargo, no respondió, siguiendo con la ardua tarea de descubrir los secretos que la tela de la manta escondía, a lo que Sinbad recurrió a poner la mano delante de la cara del azabache y chasquear los dedos sonoramente. Judal pareció reaccionar ante eso, pues no pudo evitar dar un muy diminuto salto, casi imperceptible, y mirar al causante del ruido. -No... Otra vez no... -suplicó Sinbad mentalmente.

-¿Ti... tiene los ojos... vacíos? -preguntó poco seguro de sí mismo el albino.

-Temía que esto pudiera pasar. -se sobó la frente con la mano para terminar tapando sus ojos con esta. -Es lógico que, al habernos cargado Aladdin y yo la personalidad agresiva que le protegía, Judal quede expuesto de esta manera. Porque, como ya explicó hace un par de días, está como encerrado dentro de sí mismo. -suspiró. -Aunque, al menos así no nos dará problemas.

En ningún momento Judal dejó de mirarle, pareciera que estuviera expiando todos sus pecados. Sinbad se dio cuenta y no se sintió realmente cómodo, sobre todo con esa mirada cargada de vacío y nada.

-Creo que debería salir, al menos a respirar un poco de aire en los jardines. Pero sólo no, sigo sin fiarme de él. -aconsejó Ja'far. Sinbad estuvo de acuerdo con esa idea, le haría bien.

-Entonces vamos. -hizo una seña a Judal para que se levantara, pues sabía que habiendo sido curado por el rukh ya apenas debía sentir dolor. Se extrañó cuando vio que no se movía de su lugar y seguía observándole. -Judal, ¿no quieres salir? -al escuchar eso, el mencionado dejó de hacer contacto con Sinbad para convertir esta vez en su objetivo visual a Ja'far, quien se sintió muy incómodo. -¿Me está ignorando? -comentó con un poco de incredulidad el rey, y algo dolido.

-Ah... -el albino estaba en el mismo estado de shock que Sinbad, aunque ya estaba empezando a comprender el por qué Judal le estaba mirando. -Sí... Ya puedes salir... -tras decirlo, el magi oscuro se destapó y se levantó del colchón con calma.

-¿Qué...? -Sinbad miró con sorpresa a Ja'far.

-Antes le dije que no se atreviera a salir de la cama, cuando fui a buscarte. ¡No pensé que lo tomaría realmente como una orden, es Judal, por el amor de dios! ¡¿Cómo iba a saber yo que iba a comportarse así?! -la situación empezaba a desesperarle.

-Ugh, no importa. -el monarca se presionó el puente de la nariz. -Ahora sí, Judal, acompáñame. Necesitas aire fresco. -salió del cuarto seguido por los otros dos.

-Yo iré a coger algo de comida y agua, y ya de paso informaré a los demás. Espérame en los jardines. -dicho eso, caminó por el pasillo contrario a donde el dúo debía dirigirse.

Sinbad observó una vez más aquellos ojos vacíos que tanto le apretaban el alma. No sabía por qué razón, pero era muy doloroso verlos, sobre todo bajo una expresión facial tan hueca y perdida. Esos orbes rojos apagados miraban la dirección por la que el albino se había ido. El rey no pudo evitar sonreír con lástima. Tomó con suavidad la muñeca del azabache para llamarle la atención, cosa que consiguió, convirtiéndose él en su objetivo visual.

-Vamos. -le sonrió y camino por el pasillo, aun teniendo su agarre sobre Judal, quien no rechistó nada en todo el camino.

No tardaron mucho en ser partícipes dentro del hermoso paisaje que los jardines del Palacio ofrecían, inundados de hermosas flores y bellos árboles en los alrededores. Siguieron caminando hasta llegar al centro de estos, al lado de la maravillosa fuente que les daba el toque perfecto.

-Estoy seguro de que esta zona no la habías visto antes, ¿me equivoco? -le sonrió, soltando al fin la muñeca del otro para poner las manos sobre su cintura en forma de jarra, orgulloso de sus amplios jardines.

Judal negó con la cabeza en respuesta a la pregunta. El hecho de que no quisiera hablar tampoco calmaba mucho a Sinbad. El hombre suspiró y se sentó en el pasto bajo la mirada del otro. El rey no pudo evitar devolverle el gesto con sorpresa. -Hasta para esto necesita permiso... Al-Thamen le tiene bien acongojado. -se entristeció ante aquello, pues en ningún momento esperó que Judal le tuviera tanto respeto a la organización. La forma en la que se solía comportar daba a entender todo lo contrario, pero desde hace unos días pudo saberlo, que aquel comportamiento era para, ni más ni menos que, escudarse. -Puedes sentarte. -sonrió levemente con tristeza. Este le hizo caso y se sentó de frente a él. En ningún momento Judal dejó de penetrar sus ojos dorados con el más puro vacío rojo. -Por favor, no me mires así. -maldito sentimiento, maldito buen corazón. La angustia calaba toda la parte superior del torso de Sinbad, la presión en su garganta empezaba a provocar que su rostro se sintiera caliente y que sus ojos se humedecieran levemente sin su permiso. Judal destilaba tanta depresión, tanta tristeza, tanta soledad, tanta melancolía con un rostro tan inexpresivo... -Basta... vas partirme el alma, Judal... -su corazón encogido sufría por él. Dolor, pesar, culpa, pena, desconsuelo, amargura. Todo aquello es lo que el pecho de Sinbad cargaba al mirar al joven muchacho. Y él no lo supo ver. No supo ver que Judal le había estado pidiendo socorro a gritos con sus insinuaciones disfrazadas de amenazas, burlas e insultos. Como aquella vez, de nuevo, en la que contó frente a todo Palacio su traumante pasado. ¿Qué necesidad había tenido de contárselo? Podía haber relatado algo completamente distinto y lamentable para dar más pena, pero no lo hizo. Decidió contar la verdad aun bajo su propia burla. Ese había sido uno de los gritos interiores que Judal dejó escapar. -Y aun así, yo... -Sinbad se inclinó hacia delante y rodeó por completo con sus brazos el cuerpo del magi, quien se dejó hacer. Apretó y acercó a Judal lo más que pudo a él. Presionó la mandíbula y sus parpados con pesadumbre. Le aterraba soltarle, le necesitaba bajo su protección, tenía miedo de perderle aun sin saber la razón de todo ello. ¿Culpabilidad, tal vez?... -Lo siento... Judal, por favor... Perdóname... -y fue entonces cuando una lágrima rebelde traicionó al rey. Al cerciorarse de ella, dejó libre al magi sin prisa y restregó su ojo con una mano para limpiarse. La sonrisa que le regaló a Judal actuó como calmante para sí mismo. -Si sigues mirándome así vas a hacer que me convierta en un llorón. -rio, aun con una diminuta pizca de pena. -Tienes mi permiso para hacer lo que quieras en los jardines, sólo no los destroces. -aclaró, sabiendo que si no se lo decía, posiblemente el magi oscuro ni se movería de su postura. -Tan atado dentro de sí mismo... que simula una marioneta. Una marioneta completamente vacía... -se lamentó.

Judal se levantó y le dio la espalda a Sinbad, comenzando a caminar hacia uno de los extremos del jardín bajo la atenta mirada de este. Podía observar detalladamente el suave baile que la larga trenza negra le ofrecía, rozando con las puntas el verde pasto. Y fue escaneando la longitud de esta por lo que se dio cuenta de otra cosa, y ese detalle le gustó bastante. No sabía que Judal tenía la manía de mover las caderas al andar, lo que le hizo sonreír mientras recargaba la mejilla en la mano, dejando descansar el peso de su cabeza en esta.

No se dio cuenta de que se había quedado embobado mirando al detalle la zona trasera del magi con tales movimientos hipnotizantes. Fue cuando este levitó hasta la rama de un árbol que pudo volver a la realidad y empezar a ser consciente de lo que había estado haciendo durante ese corto rato. Se abofeteó a sí mismo por tal acto de falta de respeto. -A la siguiente vuelves. -se avisó, regañándose.

Se levantó y caminó hacia donde Judal se había acoplado. Una vez llegó al pie del árbol, miró al magi oscuro sentado sobre la rama y recargado en el tronco. Sonrió con melancolía. Cuando visitó el palacio del Imperio Kou recordó haber ido a hacerle al azabache una pequeña visita en su estadía allí. Le encontró exactamente como estaba ahora, con la diferencia de que el Judal que le recibió aquella vez estaba molesto con él por alguna razón desconocida y no le quiso dirigir la palabra, solo un puchero de enfado en dirección contraria.

Suspiró pesadamente, y se sentó, recargándose también en el árbol. Miró hacia arriba, sonriendo.

-Supongo que aún no es buen momento para preguntarte cosas. -como esperaba, la única respuesta que recibió fue el brazo que Judal dejó caer a un lado. -Me lo imaginaba.

Inconscientemente, empezó a jugar con las puntas del cabello del magi, ya que la trenza caía de un lado. Las enredaba y ondulaba en sus dedos. Otro dato que desconocía y acababa de almacenar en su mente era la increíble suavidad que el pelo de Judal poseía. Con curiosidad, acercó un mechón a su nariz, y sonrió, permitiéndose disfrutar con los ojos cerrados del dulce aroma. -Durazno...

-¿Qué rayos estás haciendo?

Su ensoñación se rompió.

-Ja... Ja'far... -su cara se transformó drásticamente, una gota de sudor frío acompañada de una sonrisa nerviosa mientras seguía con el mechón negro en su mano. Trató de desviar la atención del albino estirando el brazo para ofrecerle aquella cuerda gruesa y suave de cabello sin miedo de tirarle al magi, ya que lo tenía lo suficientemente largo. -¿Quieres oler? -el gesto de desconfianza y leve repugnancia aún seguía en la cara del oficial.

-No, gracias... -dejó la bandeja de comida y agua que había traído con él sobre la mullida hierba. -Eres muy rarito cuando te lo propones... "Muy" rarito. -dijo, haciendo énfasis en el adverbio. Sinbad respondió únicamente con una amplia sonrisa sin dejar de jugar con el pelo del azabache. Ja'far ya le había calado, así que, ¿qué más daba si seguía?

-Lo sé, ¿eso es malo?

-Ni siquiera voy a molestarme en responder eso. -se llevó la mano a la frente. -Han preparado una macedonia de frutas, a esta hora no hay demasiado personal en la cocina. -dijo, señalando la bandeja. -Creo que con esto y el vaso de agua será suficiente hasta la cena.

Sinbad observó el tazón lleno de diferentes y coloridas piezas de las exóticas frutas de Sindria.

-Se ve bastante apetecible. -miró hacia arriba, provocando que Ja'far también lo hiciera. -Judal, ¿tienes hambre?

A su pregunta, el magi se asomó graciosamente como si de un inexpresivo pero tímido gatito se tratara, provocando una sonora risa en Sinbad y un gesto divertido en el albino, porque tenía que reconocerlo, aunque "odiara" a Judal, ese gesto le había conmovido un poco. Al fin y al cabo, sólo era un niño todavía. Un niño que tuvo que pasar por traumáticas situaciones para terminar tan corrompido y roto siendo tan joven. Y ese era uno de los principales pensamientos que Sinbad había tenido sobre él al conocerle. Recordó cuando en su niñez, algo similar le pasó a Ja'far, pero la diferencia era que el albino no estuvo realmente tan hundido en la oscuridad como Judal lo estaba. Ja'far fue consciente de su situación en todo momento, Judal no. A Ja'far se le permitió escoger su camino, a Judal no. Ja'far, en su momento, se unió por voluntad propia al grupo de asesinos de Al-Thamen en aquella época, Judal fue raptado a la fuerza nada más nacer. No era y nunca sería lo mismo.

El magi saltó de la rama y calló con una elegancia impresionante, apenas habiendo hecho sonar el impacto contra el pasto.

-Woh.

-Como parece que no piensas volver a la oficina, ya me encargo yo de ordenar al menos tus papeles, me apuesto lo que sea a que lo has dejado todo hecho un desastre. -regañó el oficial, haciendo que el rey saliera del trance. -Y vigila bien a ese. -señaló al magi con el dedo mientras se alejaba.

Una vez fuera de su campo visual, sonrió victorioso al no tener que volver más por ese día a encerrarse con varias pilas de papeles y una pluma.

Observó a Judal comer la fruta con calma sentado a su lado.

-Tú no me juzgas sobre el trabajo, al menos no por ahora. -el magi le miró de reojo con esos ojos vacíos y un segundo después los volvió a dirigir al tazón de fruta, haciendo reír levemente al hombre.

Se le hacía tan extraño, pero tan agradable poder dirigirse con confianza a Judal que no pudo evitar sentirse feliz.

-Podría acostumbrarme a esto.

Y así pasó una semana. A pesar de estar despierto y poder moverse, Judal continuaba con aquel silencioso vacío en su interior. No salía de su cuarto asignado nada más que para pasar un rato cada tarde en los jardines, únicamente, porque Sinbad así quería que hiciera. Después de ese rato volvía a encerrarse.

La vigilancia que tenía asignada aún seguía en pie, por lo que el trío de amigos continuaba su tarea de mantenerle bajo control cuando no estaban entrenando.

Era por la mañana y Aladdin le contaba con pelos y señales cómo eran las hermosas mujeres que algunos locales ofrecían. Y cómo no, los bellos y esponjosos pechos de estas.

-Era tan bonita, y me dijo que yo era un niño muy tierno. -dijo completamente perdido en su infantil lujuria. -Y luego me dio un beso en la mejilla. ¡Su pintalabios olía a fresas! -tras haber dicho esto creyó escuchar un murmullo proveniente del otro magi, por lo que detuvo su anécdota debido a la impresión. Debió de haber sido su revoltosa imaginación, pues Judal no se había movido de su posición, sentado sobre la cama de piernas cruzadas, mirando atentamente con sus, ya típicos, ojos vacíos y sin vida al niño magi, quien tenía la misma posición frente a él, también sobre el colchón. Aladdin no perdió el tiempo, y continuó con su historia de amor. -Oh, y su voz sonaba tal dulce, incluso me dio un pedacito de fruta. Me dijo: haz "aaaaaaah". Y yo hice "aaaaaaah", y me dio de comer. Estaba tan delicioso que casi me moría. -el sonido de la campana del Palacio comenzó a sonar, dando la hora del medio día, y por consiguiente, la hora de la comida. -¡Ya es hora de comer! -el pequeño magi saltó de la cama y abrió la puerta, a punto de salir. Sin embargo, se quedó parado en el sitio habiéndose esfumado parte de la alegría que portaba, y miró a Judal con las cejas levemente echadas hacia atrás, mientras que este seguía observándole en silencio. Se quedó callado por unos segundos, para después sonreír con ternura a la vez que alargaba el brazo hacia él. -¿Vienes?

-Aladdin se está retrasando. -comentó Yamuraiha, quien ya estaba sentada en la gran mesa rectangular junto con los demás generales, Sinbad y los otros dos mejores amigos del magi.

-¿Voy a buscarle? -preguntó Alibaba haciendo amago de levantarse de la silla.

-No es necesario, podemos esperar. -sonrió el rey con paciencia. -Debe de estar haciendo compañía a Judal.

Nada más terminar el comentario, Aladdin apareció en el comedor guiando, más bien arrastrando, al magi oscuro de la mano.

-Hablando del Rey del Imperio... -comentó Sharrkan con gracia.

Antes de acercarse más, el pequeño magi se detuvo para explicarse.

-Me pareció que Judal podía sentirse sólo, por eso le he traído. Es mucho más agradable comer acompañado, ¿puede? -dijo dirigiéndose principalmente a Sinbad, quien respondió de inmediato.

-Adelante. -hizo un gesto de permiso con la mano. -Además, creo que ya era hora de que alguien le sacara de su pequeña cueva. -comentó riendo, haciendo referencia a la habitación.

Por suerte, había sitio suficiente para unas cuantas sillas más, pero en ese momento solo necesitaban una. Aladdin soltó la mano de Judal, quien no se movió de donde el niño de pelo azul le había dejado, para colocar una silla entre la suya y la de Morgiana.

-Ya puedes sentarte. -le sonrió ampliamente. Pero Judal siguió sin moverse, provocando la risa en Sharrkan.

-Qué desconfiado, ¿no? Ni que nos lo fuéramos a comer como si se tratara del plato principal. -siguió riendo, por lo que se llevó un capón por parte de Yamuraiha. -¡Hey!

-Con este tipo de cosas no se juega, el estado de Judal es un tema serio. -regañó, a lo que el originario de Heliopath miró a otro lado con la boca torcida.

-¡Vamos! -Aladdin, al ver que el magi de Kou no se movía, volvió a tomar su mano llevándolo hasta su silla y haciendo que se sentara, para luego sentarse él a su lado derecho.

-Creo que ya podemos empezar. -comentó Ja'far para después mirar a Sinbad, quien ya estaba comiendo tan inocentemente. -Tú... -gruñó, consiguiendo como respuesta que el de cabello lila se encogiera de hombros. Varios en la mesa no pudieron evitar reírse, y el resto trataba de no hacerlo, pero se les escapaba ese típico sonido nasal, por lo que se tapaban la nariz y la boca para no ser descubiertos. A excepción del magi de Kou, quien continuaba con la mirada perdida en algún punto de la mesa, como siempre desde que despertó de su recuperación. No pasó desapercibido por Sinbad, cada vez que le miraba le dolía, pero es que no podía dejar de hacerlo. Era tal su preocupación por el estado vacío y hueco de Judal que se pasaría horas observándole a pesar de lo mal que le hacía sentir ser espectador del "sufrimiento" de este.

Cada uno tenía servido su primer plato. Comían, comentaban, reían, se hacían de rabiar entre ellos y demás. Eran como una gran familia. Algo realmente digno y bonito de ver. Pero había algo que no era igual de bonito de ver, y eso era lo que estaba servido en el plato. Verduras. Judal llevaba un buen rato observándolas sin expresión, como a todo lo que observaba, pero no las había tocado si quiera. Y eso, tanto a Sinbad como a Aladdin y Alibaba les extrañaba, ya que en el horario de vigilancia estos coincidían con alguna comida, y habían visto que el magi oscuro terminaba el alimento que le solían traer a la habitación.

Ante la silenciosa negativa de Judal en cuanto a la comida, Sinbad aumentó su vigilancia sobre él.

-¿No tienes hambre? -preguntó Aladdin de forma inocente. No esperaba una respuesta realmente. Completamente sorprendido, atisbó en los ojos rojos la pupila rodeada del característico aro negro, que el oráculo poseía desde su nacimiento, que tanto habían estado echando en falta durante el considerable tiempo que el magi llevaba allí. Unos ojos abiertos más que de costumbre y con esa pupila contraída.

-¡Mm! - Judal soltó un gemido con la boca cerrada, la cual apretó, formando por primera vez en mucho tiempo una mueca. Tapó su rostro inmediatamente con sus manos a la vez que, bruscamente, se encogía sobre sí mismo agachando su cuerpo.

-¡Judal! -llamaron al unísono el pequeño magi y Sinbad. Este último habiéndose levantado de la silla nada más haber visto la primera expresión del oráculo desde su despertar.

Todos los presentes se sobresaltaron inicialmente con el sonido proveniente del magi de Kou. Si estaba volviendo en sí, significaba que...

Tensión en el ambiente.

Que el oráculo de Kou no tuviera su varita no significaba que no pudiera atacar. Por supuesto que podía. Pero esos ataques, al no haber sido enfocado correctamente el magoi con un objeto, podían ser mal efectuados, haciendo perder el control sobre ellos, e incluso a dañar al que los ejecutara.

Cada uno de ellos se preparó para un posible ataque descontrolado, sin levantarse de las sillas para no hacer ver tan obvia la desconfianza, a excepción de Sharrkan, quien se encontraba tranquilo.

Alibaba y Morgiana pudieron darse cuenta de lo que pasaba antes que el pequeño magi y el rey. El rubio se levantó rápidamente y cogió a Judal como si de un saco de patatas se tratara, llevándoselo a quién sabe dónde, siendo seguido por Aladdin, Morgiana y Sinbad. Segundos después, la maga de agua salió tras ellos.

-Parece que el chico es sensible a las verduras. -bromeó Sharrkan. Él también se había dado cuenta.


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