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Recuperando lo robado por Scardya

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Había sido una situación inusual, y bastante extraña a decir verdad. ¿Quién de ellos se hubiera esperado que algo así pasara? Ninguno. Siempre hubo mucha tensión entre ambos, y no era precisamente de la positiva.

En primer lugar, Sinbad no se esperaba nada de lo que había estado ocurriendo esa semana. Era irreal. Tan irreal que parecía ser verdad. Cuanto más lo pensaba, menos lo entendía. Se había convertido en un círculo vicioso. Pero, una cosa la tenía clara; grabaría a fuego en sus retinas lo que acababa de presenciar, y lo haría a partir de ese momento con cualquier acción, comportamiento, mueca o expresión que el oráculo mostrara en adelante. No iba a permitirse perderse y olvidarse del fenómeno, posiblemente, más raro de ese mundo; el magi oscuro siendo él mismo, sin máscaras ni actitudes a la defensiva.

Sin embargo, Judal ni siquiera se molestaba en sacarle una explicación. Le daba exactamente igual. A excepción del hecho de que su reputación había caído en picado frente a Sinbad al mostrarse así y dejarse consolar. En su mente sólo se preguntaba cómo recuperaría su puesto y de qué modo conseguiría ahora sacar de sus casillas al rey sin que este tratara de ser comprensivo con él. Le molestaba en exceso lo buena persona que era.

Después de haber superado aquella crisis de ansiedad e impotencia entre los dos, el cuarto se inundó por el más incómodo de los silencios. Cada uno guardando una distancia considerable del otro, aún sentados sobre el colchón. No existía en ellos la valentía para mirarse por esos minutos. Hasta que Sinbad cortó el hilo, restándole importancia a lo ocurrido.

Trató de distraer, y convencer al magi de presentarse en la reunión que convocaría horas más tarde, con el objetivo de informar, y al fin, de trazar una estrategia segura. Se vio en una encrucijada, pues el testarudo azabache se había negado una y otra vez, poniendo como argumento la frase; "yo no tengo nada explicarle a nadie, quiero tu ayuda, no la de ellos."

Y así se pasaron casi más de una hora, discutiendo como si nada hubiera pasado en aquella habitación, hasta que el rey consiguió, muy a duras penas, que Judal aceptara a regañadientes, pues él era una parte importante en aquella asamblea, por no decir imprescindible.

Sinbad le devolvió su libertad de vagar por el Palacio tras haber visto que ahora podía ser medianamente fiable. O al menos lo justo.

Judal había estado con hambre desde la mañana del día anterior, y no pudo soportarlo por un momento más, por lo que arribó a la cocina a su antojo cuando nadie se encontraba a los alrededores y tomó, más bien robó, los alimentos que más le llamaban la atención, mayoritariamente dulces, para comérselos en su cuarto asignado. Mientras este delito culinario ocurría, el rey se encontraba en su habitación recogiendo un par de pergaminos que dejó ahí hace un tiempo, y que debió recolectar junto con los otros en su despacho.

Era un hecho, Sinbad sentía algo relacionado con Judal, y tenía el presentimiento de que no era nuevo. Sin embargo, desconocía en qué momento del pasado empezó, y lo más importante; qué era.

No supo cómo, el día en el que conoció a Judal, cuando le vio, cuando le dijo su nombre, e incluso cuando empezó a enfadarse y a atacarle por haber conquistado uno de los calabozos que levantó, le poseyó una corazonada. Una corazonada que le susurró que ese no fue su primer encuentro, que ya se habían visto antes en algún lugar. –Mucho antes…

¿Judal tendría la misma sensación?

Tan concentrado estaba en aquello que no notó cuando Ja'far le llamó la atención.

-¿Y bien? –comenzaba a molestarse el albino.

Ah, lo había olvidado por completo. Ya estaba en la reunión que él mismo convocó junto con todos los generales y el trío aventurero en la mesa redonda, donde se llevaban a cabo todas esas situaciones informativas y estratégicas. A diferencia de estos, él estaba aún de pie, esperando que Judal hiciera acto de presencia. Se estaba tardando demasiado en aparecer. La seriedad podía notarse en el ambiente, y aquello lo único que provocaba era que Sinbad se sintiera tenso.

-No es por nada, pero si el chico no aparece pronto voy a empezar a delirar. –se quejó Sharrkan, siendo apoyado por la mayoría. A lo que el rey se presionó el puente de la nariz.

-¿Qué os cuesta esperar un poco más? ¿Qué perdéis por hacerlo?

-Tiempo. –respondió Drakon.

-Trabajo. –siguió Ja'far.

-Entrenamiento. –continuó el de Heliohapt.

-Paciencia. –pareció terminar Masrur. Qué irónico que él dijera eso.

-Está bien, ya entendí. –el de cabello lila frunció el ceño de manera infantil. -¿Os sentiréis mejor si voy a buscarle?

-Sí, por favor. –el tono que utilizó su visir no concordaba con aquellas palabras.

Sinbad se volteó a la vez que soltó un sonoro gruñido, y caminó hasta la gran puerta, saliendo de la estancia. Cuán fue su sorpresa cuando al otro lado, apoyado en la pared de brazos cruzados, se encontraba el tan solicitado magi oscuro.

-¿Estuviste aquí todo el rato? –se quejó. La paciencia, Sinbad, cuidado con la paciencia.

En respuesta, Judal bufó, girando su cabeza al lado contrario. No parecía agradarle la idea de entrar y ponerse a contar lo que Al-Thamen pensaba hacer con él delante de toda aquella "escoria", término que él solía usar. Bajo la mirada del rey, se incorporó y caminó unos pasos hacia delante, alejándose.

-Creo que he cambiado de opinión. –se estaba marchando, mas Sinbad no le dejó hacerlo, agarrándole autoritario por la muñeca, sobresaltándole. -¿Qué haces, idiota?

-No vas a ir a ningún lado. ¿Sabes la de miradas asesinas que he estado recibiendo ahí dentro por culpa de tu tardanza?

-¿Y tú, sabes la de miradas asesinas que he estado recibiendo en todos los malditos lugares a los que he ido, incluida la tuya? –soltó sin pensar. Aquello de haberse liberado a sí mismo tampoco iba a ser algo soportable, puesto que eso significaba dejarse llevar por lo que sentía, ya fueran sentimientos positivos o negativos. Y conociendo a Judal, abundaban en él los de la segunda opción.

Sinbad dejó de respirar por un momento ante aquella respuesta, y fue aflojando su agarre hasta soltarle. El magi llevaba razón en sus palabras.

-Lo siento. –suspiró pesado. –Olvidé por un segundo que esto se te debe de hacer muy incómodo, teniendo en cuenta que aún te consideran una amenaza… –el magi soltó una escueta risa.

-¿Acaso no lo soy? –insinuó apoyando las manos en su cintura.

-Podría ser. Pero no creo que eso importe ahora. –sonrió de lado, provocando en el otro un bufido.

Pasaron los segundos, y Judal continuaba sin moverse, dándose cuenta de que Sinbad le estaba mirando de más.

-¿Qué? ¿Tengo monos en la cara? El rukh… –se molestó.

-Posiblemente. –bromeó.

-Pues no mires tanto que me los vas a espantar. –hizo un gesto de "fuera" con la mano, provocando que Sinbad riera animado. –Otra vez su rukh se comporta distinto…

-Esa faceta es nueva. No sabía que también podías ser humorista.

-Puedo ser lo que yo quiera. Mi talento es innato. –alardeó. –Están más alteradas de lo normal… Aves blancas insoportables…

-Espero que eso sea verdad. –pareció considerarlo, con un dedo sobre el mentón. Judal no contestó, se le notaba tenso. A esto, el rey posó una mano sobre su hombro. –No hace falta que cuentes nada, hablaré yo, aunque si te preguntan directamente a ti deberás responder. Vamos, entraremos juntos. Así al menos no recibirás tanta presión. Por supuesto que no la recibirás, me la pondrán encima toda a mí.–lloró en su interior. No esperó que el magi oscuro le apartara la mano con tanta calma, por lo que mostró una expresión confusa.

-Puedo entrar sólo. -Judal abrió las puertas de par en par, entrando en escena cual famoso divo, expulsando confianza con cada uno de sus movimientos, seguido de un confundido, aunque gracioso, Sinbad.

Como esperó, las miradas se posaron en él. Unas indiferentes, otras tranquilas, y otras con un deje de desconfianza. El rey supo que no debía de ser demasiado cómodo aun siendo consciente de que Judal, muy posiblemente, recibiera estas últimas miradas diariamente. Sinbad arrastró hacia atrás su silla, mas no se sentó, captando toda la atención.

-Siéntate. –le dijo tranquilo, sorprendiendo tanto a sus aliados como al oráculo de Kou, el cuál no tardó en sonreír ampliamente, como si estuviera siendo consentido.

Judal fue capaz de reconocer la desaprobación en algunos de los rostros de los presentes, lo que provocó que su ego se alzara, sentándose a su antojo sobre aquella silla similar a un diminuto trono. Se dejó caer de lado, apoyando el codo en uno de los reposabrazos y dejando sus piernas descansar sobre el otro, como si de una especie de pequeña hamaca se tratara. Todo esto sin borrar la sonrisa arrogante que poseía, y bajo la… ¿decepcionada? mirada dorada al haberse colocado así.

-Qué falta de respeto… -susurró Ja'far bastante molesto.

-¿Crees que no te oigo, lamebotas? –contestó con desdén, tensando a más de uno.

Aquel sobrenombre fue suficiente para sacar la actitud asesina del albino, quien la mostró únicamente con su mirada afilada, de momento. Pero aquello no amedrentó a Judal, respondiéndole visualmente con mucha más intensidad utilizando su característico brillo rojo cargado de repugnancia. Si seguían así, iban a matarse ahí mismo. Ambos se odiaban a un nivel casi incomprensible para el ser humano. El único momento en el que las cosas entre ellos parecieron haberse neutralizado fue cuando el magi oscuro entró en su trance de pasividad mental.

-Ja'far, -llamó Sinbad, autoritario y serio. –no le sigas el juego. –dirigió una mirada severa hacia el oráculo. –Y tú, Judal, no provoques. -ambos desviaron sus miradas, molestos. El rey se posó detrás de la silla en la que Judal estaba, más concretamente, su silla. –Habiendo dejado a un lado las niñerías, procedo a comenzar. Hemos podido darnos cuenta de que algo extraño está ocurriendo. Las anormalidades han disminuido considerablemente, lo que es un gran avance para el progreso de este mundo. Sin embargo, estas anormalidades son mayoritariamente creadas por Al-Thamen, manipulando el curso original de la historia en sentido contrario. El hecho de que las catástrofes hayan disminuido expone que esta organización tiene algo distinto, y como es lógico, más importante que ejecutar. Es nuestro deber no permitir que sigan avanzando. –pausó. –Por esta razón es por la que el magi del Imperio Kou se encuentra entre nosotros. Anteriormente, y en privado, el magi, Judal, corroboró en mi presencia el nuevo proyecto de Al-Thamen, habiendo traicionado así a dicha organización, aunque no es extraño que recurra a traiciones y engaños tomando en cuenta su actitud desconfiable y egoísta, la cual, irónicamente, nos da ventaja en esta situación.

-Oh, ya basta. Vas a hacer que me sonroje. –Judal sonrió estúpidamente con las manos en las mejillas como si de una mujer prendada se tratara, desconcentrando tanto a Sinbad como a los que escuchaban. El primero sacudió su cabeza, pues el magi había conseguido que se quedara embobado una vez más ante aquella nueva expresión reveladora, tratando de recuperar el hilo, y continuar.

-De esta forma, pasa a ser aliado temporal de La Alianza. Lo que no significa que posea el libre albedrío en su estancia aquí. –le miró de soslayo. -Dicho esto, paso a revelar la información obtenida; el primer objetivo de Al-Thamen, el propio Imperio Kou. –hizo una pausa que los demás aprovecharon para sobresaltarse. -Debido a la sorpresiva ausencia de noticias y movimientos del Imperio Kou, a estas alturas, es posible que ya haya sido sometido por completo desde su interior, negando así su contacto y el de sus habitantes, incluida la Familia Real. Al haber sido una infiltración consentida, no pudieron haber existido posibilidades de defensa.

-Eso quiere decir que… -continuó su visir, horrorizado.

-El Imperio Kou ha caído. El siguiente objetivo de estas personas posiblemente sea nuestro territorio; Sindria. Este último dato no es oficial, sólo una suposición mía, por lo tanto, no habrá medidas aún. Pero su objetivo es claro; someter bajo su poder todo el mundo, y pasar a su bando todos y cada uno de los países existentes para evitar interrupciones indeseables en sus planes para sumir este mundo en la depravación y encaminarlo a la carencia de vida. Como todos sabemos, la fidelidad del Oráculo de esta organización es variable, pero no se aplica a este caso, puesto que, incluso él ha tomado la decisión de oponerse a causa de razones propias que no voy a revelar por protección y respeto a su intimidad. –finalizó. –Doy paso a la rueda de dudas.

Judal se sorprendió. ¿Sinbad sabía todo eso? Sólo le había contado lo del Imperio y lo de su planeado sacrificio. -No es tan tonto como parece. –sonrió discreto. Incluso el rey se había preocupado por su intimidad. No había informado de lo que la organización tenía pensado hacerle. Arrugando un poco el ceño, llegó a la conclusión de que era mejor así. Se evitaba tener que quedar en ridículo.

-Mi Rey, tengo una pregunta, pero va dirigida a Judal. –se hizo ver Yamuraiha, siendo aprobada por Sinbad. –Judal, ¿podrías explicarnos qué ocurrió exactamente después de que abandonaras el Palacio Real la última vez?

Aquella pregunta tomó por sorpresa al magi oscuro.

-¿Huh? –pareció molestarse. Ante eso, la maga colocó sobre la mesa unos grilletes, inmediatamente reconocidos por los ojos carmesí del oráculo. Este empezó a reírse bajo las desorbitadas miradas del resto. –Oh, sí. Hablando de eso… -giró la cabeza hacia Sinbad. –Tenéis una pequeña plaga en el extremo norte de vuestro territorio, Su Alteza. –sonrió.

-¿Cómo? –se confundió el aludido.

-¿Qué quieres decir con una "plaga"? –preguntó la más diminuta de los generales, pensando que podía tratarse de insectos.

-Pues eso, una plaga. –sonrió, colocándose más adecuadamente sobre la silla. Al ver que las caras de desconcierto continuaban grabadas en los rostros ajenos, continuó. –Sí que sois cortos. Que tenéis comerciantes de esclavos aprovechándose de las islas del norte, panda de bobos.

-¡¿Qué?! –se levantó de golpe Morgiana, no creyendo lo que oía y presionando la mesa con los puños.

-Morgiana, cálmate. –su reacción desencadenó que el rubio se tensara, temiendo por el estado en el que podía dejar la mesa. Consiguió que se volviera a sentar.

-Eso les pasa por no vigilar sus territorios como se debe. –le dijo, exclusivamente, a ella. Miró a Sinbad, quien podía estar igual, o más, sobresaltado que los otros. –Me has decepcionado, no esperaba que tú pudieras tener este tipo de errores. –suspiró.

-¿Cómo no me dijiste sobre eso? –corroboró de forma seria. Judal se encogió de hombros, con una mueca inocente.

-Nunca me preguntaste.

Sinbad suspiró de forma pesada. Un segundo después, uno de los muchos oficiales de Palacio llamó a la puerta insistentemente, desviando todas las miradas a esta.

-Mi Rey, hemos recibido noticias atrasadas de uno de los pueblos isleños del límite noreste. Es urgente. –casi gritó desde detrás de la puerta.

-Informe. –ordenó con voz potente sin haber cambiado de lugar, apoyando las manos sobre el respaldo la silla en la que Judal estaba. Este pareció sudar frío.

-Es una petición de socorro. Según nos comunicaron, el pueblo fue sometido a una glaciación instantánea provocada hace aproximadamente tres semanas.

Judal, la has liado…

Todas las miradas pasaron de la puerta a posarse sobre el azabache, muy reprochantes y molestas, pero la que más parecía recibir, era la del rey. Sintió como se le clavaba en la nuca. Estaba empezando a ponerse nervioso.

-¡¿Qué?! –se giró sobre la silla de forma brusca hacia un lado para terminar señalando con el dedo al hombre de ojos dorados que estaba cruzado de brazos. -¡Es su culpa!

-¡¿Mi culpa?! –alzó la voz con sorpresa.

-¡Sí! –le encaró, arrodillándose, dando la espalda a la mesa. -¡Fue esa vez en la que vine a visitarte con las mejores intenciones y aun así no me trataste como debías! ¡Me provocaste!

-¿Que te provoqué? No te dije nada insultante, ni siquiera te falte al respeto. Fuiste tú quien se enfadó sin motivo. –se inclinó hacia delante, tratando de hacerle entrar en razón.

-¡Me echaste!

-¡Estaba a punto de morirme de sueño!

-¡Esa no es excusa!

-¡Quería dormir, Judal, por el amor de Dios!

-¡Aaagh! –se quejó, volviendo a sentarse bien con los brazos cruzados, pues ya no tenía nada con lo que poder rebatir. El resto de personas estaban como si acabaran de presenciar una estúpida pelea de críos.

-¿Re… Rey Sinbad…? –el pobre oficial continuaba tras la puerta.

-¿Hay informe de daños? –preguntó con tono fuerte.

-No, Señor. Al parecer, es como si la isla no hubiera pasado nunca por ello. No hemos vuelto a recibir noticias de esta. Sin embargo, se sospecha de que no hay muertos, ni siquiera un solo herido, y tal parece que no se ha remodelado ninguna edificación. –silencio. –Me retiro, mi Rey.

Sinbad suspiró, un poco más tranquilo y con la mano sobre la frente.

-Has tenido suerte, Judal. No sé qué habría hecho contigo si hubiera habido daños. –dijo en un tono bastante cabreado con una sonrisa molesta. De verdad, ese chico le alborotaba el humor. –Más tarde partiremos hacia esa isla. Será mejor verificar su estado directamente. –pausó. –Podemos continuar con las preguntas.

-Judal, -llamó el albino de forma tranquila. –háblanos de lo que viste en la isla del norte, en donde dices que se ubican comerciantes de esclavos. ¿Cómo llegaste allí?

Judal colocó ambos brazos tras su cabeza y cruzó las piernas, una sobre otra.

-Volaba sobre esa isla para regresar al Imperio. –se limitó, pareciera que no quería enredarse mucho. Era así, al magi oscuro no le gustaba andar con rodeos.

-¿Qué fue lo que te detuvo? –ante esa pregunta, Judal frunció un poco el ceño.

-La alfombra con la que volaba se volvió loca y perdí el control sobre ella. Así acabé en esa isla. –iba a preguntar sobre el objeto volador, pero inmediatamente supuso que Sinbad la habría tomado, al igual que con su varita.

-¿Y cuál es la explicación de esto? –Yamuraiha señaló los grilletes.

-No me dio tiempo a levitar, pero un árbol frenó mi caída. Cuando me quise dar cuenta ya estaba encerrado en un carromato con esas horribles cosas puestas.

-Estos grilletes drenan la corriente de rukh de quien los lleva, por lo que los golpes y las heridas no sanan, creo que fuiste consciente de eso. Pero no se aplica a los ataques mágicos, solo los disminuye de nivel. –pausó. –Pudiste haber atacado y haberte defendido, ¿por qué no lo hiciste?

-¿Que por qué? –se giró hacia Sinbad. –Porque parece que a "aaaalguien" le pareció divertido atribuirse mi varita. –dijo, haciendo énfasis y desarrollando un movimiento circular con la cabeza en la palabra "alguien", culpando al aludido. Este se palmeó la frente.

-Me la tiraste como si fuera una lanza, y luego te fuiste de repente. ¿Por qué me culpas a mí en las únicas situaciones en las que soy inocente?

-Tampoco hiciste el intento de buscarme y dármela. –se quejó.

-Por supuesto que no, no hubiera tenido sentido.

-¿Y cómo fue que escapaste? –preguntó esta vez el otro magi, ansioso por saber.

-Dejé al conductor inconsciente con un pequeño truco, el muy idiota tenía una rendija que conectaba el asiento piloto con el interior del carruaje. Luego me lance contra las puertas, y así salí. Fui a quitarle las llaves, pero las que abrían los grilletes no estaban, así que me volví con ellos puestos.

-Eso explica muchas cosas. –sonrió la maga de agua, encontrando respuestas útiles.

-Así que, esa fue la razón de tu desaparición. –comentó Alibaba, curioso.

-¿Y por qué no retomaste tu camino? –preguntó esta vez Sharrkan.

Judal pareció considerar lo que iba a responder. Se había quedado en blanco por unos segundos mientras el interior de su abdomen comenzaba a arder, colocando cara de póker, y haciendo sospechar a los más avispados; Aladdin, Ja'far, Yamuraiha y Sinbad. Estos cuatro le miraban expectantes, esperando la tan ansiada respuesta.

-Vi al trío arcoíris dirigiéndose a toda hostia hacia aquí, y supuse que algo entretenido pasaba. No quería perdérmelo.

-Por eso el líder de ese grupo de Al-Thamen dijo que sentía tu rukh… ¡Estuviste aquí en todo momento! –comprendió al fin la maga de agua.

-Seh. –sonrió con ego.

-¿Odias a Sinbad? –Ja'far saltó de la nada.

-¿Ah? ¿Qué clase de pregunta es esa? –se molestó. –Le detesto, ¿acaso no es obvio?

Ouch. Eso le había dolido al rey, pero no lo expresó ni se sorprendió, pues Judal tenía razón, era demasiado obvia la respuesta.

-Entonces… -se acomodó tranquilo el pecoso, preparado para lanzar una apuñalada. -¿Por qué le defendiste de aquel ataque que iba a acabar con su vida? Si tanto le odias, creo que no fue algo muy inteligente por tu parte haberte cambiado en su lugar. ¿Qué es eso que tanto te atormenta, Judal? –(N. A: Turn down for what!) sonrió con sorna, como burlándose , dándole a entender que para haber salvado a alguien a quien odiaba debía de ser bastante retrasado, en venganza por haberle llamado anteriormente "lamebotas".

Judal abrió los ojos de forma desorbitada, comenzando a generar miedo en el resto, menos en el que le había provocado. El silencio era tal, que incluso podía respirarse su inexistente aroma. ¿Qué acababa de decir el desgraciado? Pestañeó un par de veces, analizando más detenidamente lo que había escuchado. Eso… ¿había sido un insulto?

Su rostro se transformó por completo de una mueca estática a otra extremadamente tensa, cabreada y monstruosa. Tomó, un casi imperceptible pero potente, impulso lanzándose sin pudor sobre la mesa en dirección al oficial albino, quien después de haberse asustado ante el repentino movimiento habiéndose levantado, se calmó.

Sinbad había rodeado con sus brazos el abdomen de Judal después de haber sido pateada la silla lejos de ellos por cortesía del magi oscuro. Le atrapó en el aire, evitando que ocurriera una tragedia, salvando a Ja'far de ser brutalmente asesinado por el oráculo.

El rey había sido consciente de que en algún momento el magi iba a reaccionar así, fue por esa razón que le ofreció su silla, posicionándose él de forma estratégica detrás de esta para detenerle si ocurría. Y pensar que en otras situaciones parecía estúpido…

-¡SUÉLTAME, IDIOTA! ¡YO LO MATO! –agarró fuertemente los fornidos antebrazos que le apresaban, intentando liberarse de ellos mientras pataleaba de manera brusca. Había perdido el control.

-¡Te soltaré cuando te calmes! –no estaba haciendo demasiada fuerza, pero los movimientos del azabache le dificultaban el equilibrio. Pudo notar lo ligero que era, apenas se esforzaba por mantenerle lejos del suelo.

Judal bajó la intensidad de sus patadas y gritó, sacando toda la rabia que el albino le había generado. Los generales se dieron cuenta del motivo, lo que les sorprendió. El magi oscuro acababa de anteponer la opción de desahogarse con un grito sobre la otra alternativa de hacerlo con una pelea. Eso sí que era algo extraño y digno de ver.

Alibaba miró a Aladdin, quien disimulaba una diminuta risa.

-Ha estado a punto de descontrolarse todo, ¿qué es lo que te ha hecho gracia?–le dijo por lo bajo para no ser escuchado. El pequeño magi le miró.

-No es nada. –volvió a dirigir su vista marina al magi contrario sin añadir más, ampliando un poco más aquella sonrisa, y acompañándola de un color en sus mejillas contra más contemplaba la situación. Alibaba acababa de confundirse con eso. Ese niño sí que era incomprensible a veces.

-¿Ya te calmas? –Sinbad parecía estar cansado de reacciones como esa.

-Tsk. –Judal se cruzó de brazos, aún sin ser soltado.

El ambiente parecía haber vuelto a relajarse. Sin liberar al magi oscuro, el rey colocó la silla en su lugar, y sentó de forma obligatoria al azabache, quien no descruzaba sus brazos todavía. Pudo atisbar al otro lado de la mesa la sonrisa de Aladdin, cosa que le tranquilizó. Si él sonreía, significaba que todo estaba en orden, como mínimo.

-¿Sabes algo más, Judal? –trató de distraer Yamuraiha, desviando la atención del magi oscuro para que olvidara su ira.

-Agh… -se quejó. -También sé que raptan a los adultos que viven en esa isla que mencioné. A los niños los abandonan a su suerte.

Escuchaban atentos y sin interrumpir. Era una información muy valiosa como para no permitirse saberla. De alguna forma, Judal se estaba soltando con ellos aunque no les tuviera confianza realmente, y eso les tranquilizaba, sobre todo a Sinbad.

-Acabas de decir que raptan adultos, ¿cómo es que te secuestraron a ti? –preguntó el Rey, ahora posicionado a un lado de la silla en lugar de detrás.

-¡Já! Esa es la mejor parte. –sonrió. –El muy imbécil me atrapó con la intención de venderme como esclavo sexual.

Sinbad le miraba desde arriba, incrédulo y horrorizado. Su pulso se aceleró repentinamente y una sensación helada recorrió su cuello y espalda. Imaginarse a Judal siendo vendido y usado con ese fin hizo que se llenara de coraje. Siendo encadenado, tocado, abusado, acosado. Y lo más importante; siendo violado. Su deseo de protección iba aumentando por cada día que pasaba.

Los presentes no salían de su asombro. Unos cuantos pudieron atisbar una grieta en la mesa, provocada por la fuerza que la fanalis estaba ejerciendo sobre esta. La pelirroja se levantó de nuevo.

-Lo siento, pero no puedo continuar aquí sabiendo eso. Yo partiré hacia allí ahora mismo, no creo poder esperar a terminar esta reunión. –se inclinó, haciendo reverencia.

-No lo sientas, Morgiana. Hemos terminado. –hizo un movimiento con el brazo, haciendo que sus generales se levantaran. - Ja'far, Spartos, Yamuraiha, partiréis inmediatamente a la isla del noreste a supervisar si realmente no ha habido daños con la glaciación. Sharrkan, Drakon, Masrur, Hinahoho, me acompañaréis a la isla del límite. Acabaremos el problema de los esclavos.

-¡Sí, Rey! –obedecieron a coro los nombrados.

-Pisti, Alibaba, Aladdin, durante mi ausencia deberéis mantener bajo constante vigilancia a Judal. Morgiana, lo siento, pero te necesitamos aquí. Cuento contigo para controlar al rebelde. –dijo, haciendo referencia a Judal, quien soltó una escueta risa al escuchar lo de "rebelde".

-¡Sí! –aceptaron. La pelirroja sólo suspiró.

Los tres grupos salieron en orden de allí, preparándose para sus misiones.

Judal, ya en pie, observaba con detalle al de cabello lila. Sinbad pudo sentir la mirada carmesí sobre él. Le estaba calando los huesos.

Cuando el rey se decidió a enfrentar aquellos ojos rojos, recibió del magi oscuro lo que parecía ser una sonrisa sincera llena de orgullo, provocando que un abundante calor ardiente ascendiera desde su pecho hasta su rostro, aunque sin haberse teñido aún.

-No importa cuántas cosas se escapen a tus ojos, siempre alcanzas a darte cuenta para resolverlas. Cuando ya pierdo mi interés en ti, vas y consigues captar mi atención otra vez. –camino hacia él hasta quedarse a su lado. -Siempre haces que me sienta orgulloso de ti, Sinbad, aunque nuestros ideales sean contrarios. No te escogí a ti como mi primer Candidato a Rey sólo por azar. -continuó andando hasta salir por la puerta, dejándole sólo y anonadado.

-Ya veo… -sonrió para sí mismo.

Era desesperante. Había perdido la cuenta de cuántas horas llevaba ahí. El enano y el pesado de su Candidato a Rey no habían dejado de perseguirle desde que Sinbad partió en una de las dos embarcaciones que tomó con sus subordinados. Hizo todo lo posible por quitárselos de encima, pero fue inútil. Se les encaró, les insultó, les amenazó, trató de perderles entre los múltiples pasillos, se escondió en habitaciones aleatorias. Pero nada surtía efecto, le terminaban encontrando. Lo único que le quedaba era acabarlos ahí mismo, pero si lo hacía se le jodería todo.

En un despiste de ese par, se desvió disimuladamente por varios pasillos más hasta terminar en los jardines. Cuando llegó no pudo evitar ser calado por una sensación de regocijo. Eran sumamente bellos. Aunque, tenía la leve impresión de haber estado ahí antes. Caminó sobre el pasto hasta sentarse de piernas cruzadas más o menos por la zona central.

Y allí llevaba hasta ahora, jugueteando con las hebras húmedas de la hierba, o arrancándolas debido al aburrimiento. Escuchó unos suaves pasos aproximándose, por lo que empezó a enfadarse, otra vez.

-¡¿Queréis dejarme en paz de una...?! ¿Eh? -se frenó al darse cuenta de quiénes se trataba.

-Veo que no te agrada mucho tener tan cerca a Aladdin y a Alibaba. -rio la pequeña rubia. -Deben de haber estado persiguiéndote demasiado.

-Qué bien lo sabes, enana. -volvió a su labor con el pasto.

-Nunca pensé que pudieras ser tan tranquilo. -comentó Morgiana, que acompañaba a la general.

-Que tú solo me hayas visto en mis éxtasis no significa que no lo sea. No me conocéis. -continuó sin mirarles, entretenido.

-En eso tienes razón. -sonrió Pisti, sentándose detrás de él, lo que llamó la atención de Judal.

-¿Qué crees que haces? -pareció molestarse.

-¿Nunca has cortado tu pelo? -tomó la mitad de la trenza negra entre sus pequeñas manos, sorprendiéndose por la suavidad de esta. -¡Qué sedosa!

-... No, no lo he cortado nunca... -comenzó a sentirse incómodo. No solían acercarse a él de esa forma muy a menudo.

-¿Puedo peinarlo? -pidió, casi suplicó, con ojos de cordero degollado.

-Pfff. -soltó un ligero bufido de incomprensión, apoyando la mejilla en la mano, y el codo sobre su rodilla. -Haz lo que te dé la gana, solo no me lo estropees, bichejo. -estaba demasiado aburrido como para negarse.

Aquello hizo que la rubia comenzara a brillar de emoción.

-¡Morgiana! ¿Puedes traer un cepillo? -la fanalis sonrió, lo que fue suficiente. Entró de nuevo al Palacio, en busca de alguno. Mientras, Pisti deshacía con cuidado la trenza, liberando los oscuros mechones ondulados que terminaban incluso más hacia atrás de donde ella estaba. -No creí que fuera taaaan largo, con la trenza se ve más corto. -comentó risueña.

-Recogerse el cabello siempre lo hace parecer más corto. -contestó con molesta obviedad.

-Sí. Ahora me siento tonta por haber dicho eso. -dejó escapar una risa alegre. -Está un poco enredado.

Judal no podía ignorarla de un modo más profesional. Simplemente se dejaba hacer, como si nadie estuviera jugueteando con su tan adorado cabello sin dejar de romper el pasto y recolectar los trozos en una pequeña montaña verde.

Morgiana no tardó en volver con un hermoso cepillo plateado decorado con diminutas joyas de color. Se lo ofreció a Pisti, quien lo tomó agradecida. Esta lo comenzó a pasar con delicadeza sobre el largo pelo azabache, desde un poco más arriba de la nuca del magi hasta llegar a su final. Era un recorrido tardío dar una simple pasada, pero entretenido y agradable.

Tras sentir varias de estas, Judal comenzó a relajarse. No había experimentado jamás la sensación de que un ajeno le peinara, pero su rostro placentero daba a entender que lo estaba disfrutando en su mayor medida, y ambas chicas se dieron cuenta, sintiéndose satisfechas.

La fanalis, quien se había sentado a un lado del magi oscuro en dirección a él, le observó con detalle. Este había dejado hace un rato de arrancar hierba, siendo sustituido por ella, añadiendo más pasto al montoncito. Sus manos reposaban en el hueco que la postura que sus piernas cruzadas dejaba. Su cabeza levemente inclinada hacia delante, como exponiendo su cabello para dar más facilidad al cepillado. Sus labios entreabiertos y sus cejas completamente relajadas mostraban la serenidad que sentía en esos momentos. Pero lo que realmente lo confirmó, fue percatarse de que sus ojos se habían cerrado. Tal vez para amplificar la sensación que el cepillo le otorgaba. La pelirroja sonrió, si seguía así iba a quedarse dormido. Terminó por aburrirse de romper hierba, por lo que se levantó y comenzó a recolectar flores a su alrededor. Una vez con una cantidad considerable, se sentó de nuevo, esta vez al lado de la rubia, quien continuaba con su ardua tarea. Parecía completamente hipnotizada por ese cabello. Y es que, cuando Morgiana se decidió a tocarlo, lo entendió.

-Qué suave. -sonrió.

-Lo es. -Judal parecía no percatarse de lo que decían, eso o se había terminado durmiendo en serio, lo que no era extraño. Entre las dos empezaron a intercalar cepilladas al mismo tiempo que adornaban el pelo del magi con aquellas flores. Se veía realmente hermoso.

Ambas se percataron de unos sonidos provenientes de detrás de ellas.

-¡Con que aquí estaba! -Alibaba corrió hacia ellas junto con Aladdin, confundiéndose un poco cuando las féminas le hicieron un gesto de silencio con el dedo. -¿Qué pasa? -los chicos observaron por un momento la escena, para luego sentarse curiosos y confusos delante de Judal, quien no se daba cuenta de nada.

Y continuaron deleitándose con la vista. Probablemente no lo admitirían, pero el magi de Kou poseía una hermosura envidiable. Lástima que este mismo se encargara de romperla con sus típicas expresiones molestas y mala actitud.

-Es como si fuera hijo de una diosa. -sonrió el pequeño magi.

Alibaba y Aladdin no pudieron evitar reírse a coro.

-¿Por qué os reís? -preguntó curiosa la pelirroja, colocando las interminables flores en el largo cabello negro.

-Cuando se dé cuenta de las flores os va a matar. -aclaró el rubio. Y es que, posiblemente, tuviera razón. ¿O no? Nunca se sabe.


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