Lo que Victor le revelo, esa verdad vaga, fue suficiente para notar el peso de las decisiones, el precio del éxito, y que, para alcanzar sus metas, ha tenido que sacrificar cosas, su propia identidad; la magnitud de su realidad, las cosas que ha dejado, todo eso le cayó finalmente, de manera consciente. Jean estaba parado frente en la entrada de la pista, escuchando los gritos de admiración, el anuncio de su nombre; sin estar muy seguro, se dejó deslizar al centro de la pista.
Otabek lo miraba, con la tensión en su postura, junto a Victor que tampoco se veía muy cómodo con el otro Alfa, no después de aquella breve conversación, casi discusión entre ellos dos; el ruso comprendía el comportamiento del kazajo, y probablemente si alguien afectara u ofendiera a Yuuri el haría lo mismo.
El encuentro dejo asperezas, a pesar de haber sido solo unos segundos. Otabek se cruzó con el otro Alfa, mientras se dirigía a la pista para observar el programa libre del canadiense; al estar frente a uno de los entrenadores de Yuri, con la imagen de Jean a punto de quebrarse, la agresión se hizo presente en su esencia, a pesar de que su expresión era la usual, una fría.
—Veo que tú y Jean son muy cercanos— Suspiró Victor, esperando que el menor dejase de estar esperando cualquier provocación para agredirle.
—Ustedes también— respondió Otabek—. Estaban conversando ayer.
El de cabellos casi platinados, sonrió con el dedo índice sobre sus labios; no respondió a las implicaciones del otro, y tampoco quería dejar ver nada del delicado tema que toco con Jean.
Los altavoces zumbaron brevemente, antes dejar salir a quien estaba prestando a la persona que tenía la atención del público; una que estaba poniendo en una tela traslucida, sus temores, un arrepentimiento de sentirse cobarde, pensando en Yuuri, quien dejo esas cosas de lado y afronto al mundo con una verdad que destruyo su carrera.
Jean estaba ocultando su segundo género, moviéndose cómodamente, ignorando lo que es, mientras otras personas están dispuestas a defender quienes son, demostrando ser más valientes que él. Sus ideas le distraen, comenzando un poco fuera de tiempo con la música, perdiendo la complejidad de su rutina en cuádruples que terminaron siendo simples triples.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué de repente las miradas, la voz extasiada del público le pesaba?
Estaba siendo cobarde, no podía tener la fuerza que Yuuri tuvo...
Pero si la decía...si la decía...
Su cuerpo se puso un poco rígido, sintiéndose expuesto, con la mirada de los Alfas clavársele en su espalda, impidiéndole concentrar, segundo larguísimo, agónicos en una tremenda incertidumbre.
Tantos Alfas mirándole, juzgándole, siempre en la cúspide de la vida, como si quisieran derrumbarlo; el Omega sabía que, sin su familia, se hubiese derrumbado, sus padres le sonríen, orgullosos, a pesar de cada error; no importa si caía, o si al estar tan ansioso olvidaba su ritmo.
Jean sacude su cabeza escuchando a sus admiradores gritándole, confiando en su fortaleza. Manteniendo una breve secuencia de pasos; con la mente más clara, y su usual seguridad, de regreso, agradece a sus padres con una mirada; sonríe con dulzura al Alfa, que mantiene una expresión desconocida para otros, una gentil.
Aún tengo tiempo...si cambio eso.
Con su mente nuevamente en el hielo, Jean agrega unos cuádruples, quitando unos triples, además de aprovechar la parte instrumental de la canción para realizar uno de sus mejores saltos, y su favorito: el quad Salchow.
Con gracia clava la maniobra, su cuerpo siente el tremendo esfuerzo, elevándose para tomar a suficiente altura; esperando que el Alfa recordara aquel día, lo que ese salto significaba para él, y esperando que significara algo para Otabek.
Jean, con los segundos encima, realiza nuevamente aquel salto, con mayor altura de lo que había logrado hasta entonces.
Otabek siente ganas de correr a la pista, decirle con qué frecuencia recordaba ese día de invierno, y cuán importante era aquel salto, aquellos momentos; asegurándose de hacerlo perfectamente cuando quería realizarlo, queriendo creer que así podría recordar mejor aquel día, aquel chico de piel morena, con cándidos ojos azules, como el hielo de la clara mañana de invierno en que se fue sin una palabra.
Quería ir a donde Jean estaba, sonriéndole, esperándole con una expresión feliz, y solo para él; en ese momento, mientras aquel joven de piel morena saluda al público, recibía flores, dedicándole una sonrisa diferente cuando sus ojos se encontraban; aquel instante, el Alfa entendió todo, se entendió a sí mismo, sus deseos eran claros, como el hecho de que, probablemente, desde hace años estaba enamorado;
Como Jean se dio cuenta también.
Otabek estaba ansioso, llevándose algunas miradas de confusión de Yuri, esperando que Jean recibiera sus puntuaciones el Kiss and cry; por otra parte, Victor y Yuuri miraban comprensivos al Alfa, que apenas estaba encontrándose con sus emociones.
—Jean-Jaques Leroy asegura el segundo lugar en el marcador— El eco del anunciador saca de sus pensamientos a Otabek, que no puede evitar sonreír ante el triunfo del otro.
—It's JJ style! — celebra el Omega ante las cámaras; con sus ojos mirando más allá de estas; a una persona en específico, que vuelve a sonreírle, como si eso fuera lo más importante.
—¿Sabías que sus entrenadores son sus padres? — Victor menciona, cuando ve Otabek comienza a levantarse e ir en busca del canadiense cuando este desaparece del Kiss and Cry—. Deben cuidarlo mucho— Las insinuaciones de Victor eran sutiles, pero este esperaba que el kazajo no fuera impulsivo, y se metiera en problemas.
Otabek asiente, ya no mostrándose hostil, y quizá agradeciendo sin palabras el gesto de la leyenda del patinaje.
Jean logra escabullirse de sus padres, y salir de los vestidores sin ser visto; Otabek lo observa al final del pasillo cuando este se acerca a él.
—Segundo lugar— El castaño se muestra impersonal como lo es siempre, aunque su voz dice algo distinto, dejando que sus emociones puedan mostrarse ante el otro.
—It's JJ style!— exclama animoso—. Nadie más que yo podía lograr cambiar todos los triples— Las manos en su cadera complementan su actitud un tanto presuntuosa.
—Esa frase no tiene sentido.
—Está bien tener envidia— Asiente con una enorme sonrisa—. Ya conseguirás la tuya.
El Alfa no deja que Jean siga con su parloteo, en ese momento no importa ; Otabek le abraza, sobresaltando al mayor, que se queda estático por lo inesperado del acto.
—Hablas demasiado.
Jean ríe suavemente, y se deja envolver por la calidez del kazajo, como su esencia, fuerte, imponente, pero que le hace sentir contento, seguro.
A Jean no le importaba si la verdad llegase al hombre que lo tenía en sus brazos.