La premiación tuvo a un orgulloso Yuri Plisetsky en primer lugar; con un distraído Otabek a su lado en tercer lugar, y un normalmente confiado canadiense, sonriendo de manera radiante, e irritando al rubio bastante con ello; pero si su amigo era feliz con el fastidio que podía ser Jean, el supuso que tendría que apoyarlo.
El comportamiento alegre de Jean, tenía con el entrecejo fruncido a su padre, mientras que Nathalie estaba más resignada, y no es que no le importara quien fuera el objeto de los pensamientos del joven Omega, sino que se dio a la tarea de conocer a Otabek, con una larga conversación con los entrenadores de Yuri, y algunos comentarios con el entrenador del kazajo el día que Jean fue a caminar solo.
Yuri bufo más irritado al ver las miradas constantes entre Otabek y Jean, decidiendo que se estaba convirtiendo en un mal tercio, optó por dejarlos solos, aunque le pareció extraño que el kazajo quisiera cambiarse hasta que Jean terminara de ocupar el vestidor.
—¡Yuri! — Saludo Jean, viéndolo intentar ir hacia sus entrenadores— ¿No quieres ir con nosotros a comer algo?
En serio es idiota.
El menor hizo acopio de su escaza paciencia, y vio a su amigo al final del pasillo que daba hacia la pista; los ojos oscuros de Otabek parecían pedirle algo, que el ruso entendió; sonriéndole con una ceja enarcada y asintiendo, además de frasear con sus labios un: "Me debes una."
—¿Y porque crees que quiero comer contigo? Tengo cosas que hacer.— Siguió su camino, con Otabek pasando a un lado hacia Jean, respondiéndole con un "Gracias" gesticulado.
Yuri vio a Victor conversar con un inquieto Alain, que parecía desear ir a donde estaba su hijo y el Alfa de cabellos castaños. El padre del canadiense parecía querer quitarse al ruso de encima; Yuuri estaba charlando calmadamente con la madre de Jean un poco aparte.
¿Cómo me metí en este fastidio?
Ya le pediría a su amigo que le consiguiera una de las chaquetas más grandiosas con estampado de tigre que pudiera encontrar, mientras se sentaría con sus audífonos puestos a esperar que Victor decidiera terminar su estrategia de distracción, si es que a eso podía llamársele estrategia.
Yuuri se encogió de hombros con una dulce expresión cuando el más joven de todos los presentes cruzo miradas con él, el menor suspiro, pensando que al menos Victor estaba perdiendo el tiempo el algo medio útil.
El anteriormente conocido como el Hada rusa, comenzó a buscar chamarras y chaquetas en tiendas online mientras tanto.
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—Es una pena que Leo no pudiera participar en esta competencia, parece que quería prepararse un poco mejor este año— comento Jean, deslizando la página principal de su perfil social, donde el Alfa norte americano posaba abrazando con un patinador chino, el dulce Beta Guang Hong—. Puede que lo veamos en el Grand Prix; Leo estaba muy feliz de pasar un tiempo con Guang.
Otabek conocía muy poco a Leo, pero le intrigaba saber porque le era tan familiar a Jean.
—Creo que esos dos salen. — El Alfa se removió incomodo, queriendo cambiar de tema.
—¡Puedes apostarlo! — concordó el moreno—. Alguna vez fuimos compañeros al entrenar, no dejaba de hablar de Guan Hong; y también practique un tiempo con Seung-gil Lee, más bien solemos encontrarnos en competencia, en Junior solía competir bastante.
Fue en ese momento, que, al kazajo se le revelo le hecho de que, entre los mejores patinadores a nivel internacional, la mayoría eran Alfas; le sorprendía que Jean pudiera sortear la presión, y sostener el nivel de competencia que los de su clase imponían; eso no hizo sino, hacer que admirara los logros del canadiense.
—En la siguiente competencia es la decisión de los puntajes, ¿Tu dónde competirás? Yo mostrare mi fantástico programa largo a Trophée Eric Bompard, tengo tiempo sin visitar Paris.
Al Alfa le desanimo un poco que competirían en lugares distintos, separándoles un tiempo por las fechas de sus competencias.
—La Copa de China. No sé si tu programa es tan bueno— bromea, sorprendiendo a Jean por descubrir que el otro tiene algo de sentido del humor.
—Vamos— EL Omega ríe, con una taza de café en sus manos—. Todo el que lo ve lo sabe.
Jean ya se sentía más ligero, lejos de las cosas que loa agobiaron, a punto de arruinar su rutina; ahora solo observaba al Alfa, queriendo comprobar la veracidad de las palabras de éste en sus expresiones, y es que las palabras siempre parecen vagas, difíciles de verificar, estas acciones no pasan ignoradas por el otro.
Con algunas horas libres, y el vuelo de Jean hasta la noche, como el de Otabek, deciden pasear un poco; entre las largas anécdotas del otro, el Alfa simplemente decide disfrutar la compañía.
—Sobre lo de ayer...— Jean se permitió expresar sus pensamientos, esa pregunta que le rondaba—¿Tu realmente...?
Otabek era alguien más bien estoico, a veces cortante si no se le conocía; dar una explicación parecía innecesaria en ese momento, él siempre fue más bien directo si tenía que decir las cosas, o prefiriendo demostrarlas, algo que parecía de lo más adecuado en ese momento;
Callando al hombre que siempre tiene la última palabra; le besa, con ambas manos en las cálidas mejillas morenas, quedándose en medio del pasillo que dirige hacia la pista; el silencio del lugar llenaba cada resquicio, confortándoles con la tranquilidad, y el palpitar del pulso acelerado.
—No creo que necesites preguntar.
Ni un sonido escapo de los labios del canadiense, que estaba tan descolocado que lo único que atino a hacer, fue asentir e intentar entender lo que acababa de pasar.
Una de las cosas que comenzaba a disfrutar el Alfa, era hacer cosas que el gran Jean-Jacques Leroy no esperaba, ni podría anticipar.
—Espero escuchar que tan buena es tu rutina en la final— dijo Otabek, con una sonrisa algo maliciosa, desenvuelta, con un atisbo de convicción.
Y se separan aquella tarde, en que la luz diurna caía; se separaron, con el día de su reencuentro en mente.