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OHANA Parallel por Kitty Pasta

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Notas del capitulo:

El solitario doctor Pym ha tomado como empleado a Scott Lang, un joven y alegre hombre divorciado que le cambiará la vida.

Eran las diez de la noche y el único sonido que rompía el silencio de la mansión Pym venía del enorme reloj ubicado en la sala; el doctor Hank, recostado en un gran sillón que le permitía estirar las piernas, dejó su libro sobre una mesita y se quitó las gafas. Podía hacer dos cosas: o esperar un poco más mientras leía y bebía una última taza de té, o se acostaba temprano como le había indicado el médico. Esto último parecía lo más sensato.

-Su resistencia física es admirable para alguien de su edad, pero no debe abusar de eso- le había advertido.- Tiene que hacer mucho reposo, nada de trasnochar ni de beber alcohol. Si quiere quitarse ese yeso pronto, le aconsejo que siga mis indicaciones.

Un par de semanas atrás, su ex socio Darren Cross había entrado en una crisis nerviosa y le había disparado en el brazo derecho. Este hecho, bizarro como sonaba, pudo haber sido crítico de no ser por la rápida asistencia médica recibida, que incluyó una transfusión y una operación de emergencia para quitarle la bala. De la cirugía se había ocupado el mejor profesional del hospital, un viejo amigo de la familia; de la sangre donada para salvarlo se había ocupado Scott Lang, su discípulo.

Scott era la persona más extraña que hubiera conocido jamás. Tenía treinta años pero lucía mucho más joven, era enérgico como un joven y tenía el buen humor de un joven. Cuando él estaba presente la solitaria mansión se llenaba de risas, de música y conversaciones alegres. El modo en que se habían conocido no era el mejor: Scott y su amigo Luis habían entrado a su casa a robar, pero habían sido descubiertos por su hija Hope, que ese día estaba de visita, y llevados de inmediato a la comisaría. A pesar de esto Hank había visto en los ojos de Scott una chispa de bondad que no solía verse en los delincuentes, por lo que se tomó la molestia de visitarlo en la seccional y oír su historia.

-Usted creerá que trato de engañarlo- le dijo un compungido Scott desde su celda.- Pero le juro que no lo hubiera hecho si no hubiera estado desesperado. Tengo una hija pequeña, Cassie. Tengo que pagar sus estudios además de la pensión de mi ex esposa, y me despidieron hace dos días.

-Bueno, para serte sincero, suena a historia inventada, sí.

-Pero es verdad- se empecinó Scott, casi al borde de las lágrimas.- Admito que en el pasado cometí muchas estupideces, pero no desde que nació Cassie. Me juré que sería un buen ejemplo para ella, y mantuve esa promesa hasta el día de hoy. ¡Pero… cuando mi jefe me despidió, yo sentí tanta impotencia, y tanta rabia…! No me dio un motivo. Dicho sea de paso, tampoco me pagó mi liquidación. Entré en pánico. Soy un pobre diablo, lo sé, pero mi hija no tiene por qué sufrir por ello, y cuando un amigo de Luis dijo que tenía el dato de un hombre viviendo solo en una mansión, pues…- en este punto de la narración se quebró y lo miró a los ojos, y quedó totalmente impactado por la angustia de su mirada. Hank no creía que su llanto fuera falso, o que su dolor fuera fingido. Por el contrario, estaba seguro que decía la verdad. Ante esa conclusión no fue capaz de dejar las cosas como estaban, por lo que se aclaró la garganta y le dijo:

-Escucha, Scott, creo tu historia. Te creo y puedo ayudarte si lo deseas.

-¿De verdad? ¿Cómo…?

-Hablaré con la policía y retiraré los cargos por robo. Cuando lo haga, quiero que vuelvas a mi casa y tengamos una charla más seria.

-¡Oh, señor, muchas gracias, es usted un áng…!

-No he terminado- lo interrumpió.- Vendrás a casa y te daré un empleo, pero sin trucos. Si me traicionas, volverás aquí antes de lo que tardas en abrocharte la camisa. Mi hija Hope es experta en artes marciales, así que te portarás bien, ¿entendido?

-¡Sí, señor, lo que usted diga!- asintió Scott con una sonrisa infantil enorme y estrechándole la mano a través de los barrotes. Hank se sorprendió un poco pero aceptó su apretón de manos, y luego se alejó para echar un vistazo al reloj.

-Iré a ocuparme de eso ahora mismo, así que tú solo espera.

-Señor, solo una cosa. ¿Cómo se llama?

-Hank Pym.

Scott sonrió con cariño y aseguró:- ese es el nombre más bonito que haya oído.

Hank cumplió con su palabra y esa misma noche Scott quedó libre, para disgusto de Hope, que no confiaba en él. Sin embargo hizo valer su voluntad por sobre las dudas de su hija y mantuvo una charla profunda con el joven ladrón, cuya mirada de gratitud por momentos lo ponía nervioso.

-No es necesario que me agradezcas a cada rato- le había dicho.- Con que trabajes duro me doy por conforme.

-Sí señor, lo que usted mande.

-Necesito a alguien que me ayude en casa. No me refiero a labores domésticas, sino a ser mi asistente. Hacer recados para mí, llevarme la agenda, ese tipo de cosas. ¿Crees que eres capaz?

-¡Desde luego que sí! Le doy mi palabra que no tendrá quejas, señor Pym. Haré todo lo que usted me diga, lo que sea. Seré su secretario, su chofer, su…

-Cállate un poco- lo cortó Hope volviéndose hacia su padre.- Papá, ¿estás seguro de esto? Después de todo, este hombre quiso robarte… ¿cómo sabes que puedes confiar en él?

Hank recordaba perfectamente la mirada de cachorro herido de Scott ante esas palabras, y también como lo había defendido ante su arisca hija. A veces se debía tener un poco de fe en las personas, y el tiempo le había dado la razón al comprobar lo leal que Scott podía ser. Iba diario a su casa y ordenaba su escritorio, atendía sus llamadas, preparaba la comida y hasta llevaba la ropa a la lavandería cuando hacía falta. Por más que le repitió que eso no era necesario, el muchacho se empeñaba en dejar todo impoluto como si le fuera la vida en ello.

-Puedo contratar una mucama para que haga eso- le dijo una vez al verlo tendiendo su cama. Scott lo miró con ojos entrecerrados y declaró con total seriedad:

-Si hace usted eso la echaré sin contemplaciones de aquí.

-¿No estarás exagerando…?

-El único que cuidará de sus cosas seré yo- finalizó con un tono amenazante que lo hizo reír, pues no podía creer que alguien se tomara tan a pecho semejante trivialidad. Luego, con el correr de las semanas y los meses, ya no se molestó en regañarlo y lo dejó hacer lo que quisiera; al fin y al cabo, demostró tal eficiencia y entrega que hubiera sido una pérdida de tiempo y dinero contratar a alguien más. Hank terminó por olvidar como era su vida antes de Scott, y se encontró pensando en él con el mismo cariño que le reservaba a Hope. Para corresponder a sus esfuerzos le aumentó el sueldo en dos oportunidades, y le ofreció una habitación de invitados para que durmiera allí las veces que quisiera quedarse. También le ofreció un auto para usar en sus días libres y cuando tuviera que pasar a buscar a su hija. Aquel día, ante el abrazo sincero y lleno de gratitud que Scott le dio, Hank comprendió que sus sentimientos por él no eran iguales a los que tenía por Hope. El descubrimiento lo asustó y lo entristeció a la vez, pues la lógica le decía bien claro que “eso” era imposible.

“Scott era un chico maravilloso. Pero no es para mí” se repitió sin cesar durante un tiempo, obligándose a concentrarse en su trabajo para no pensar cosas indebidas. Por supuesto que Scott no era para él. No había forma alguna en que ese hombre joven, divertido y dulce se fijara en un viejo que bien podía ser su padre. Haría mejor pareja con su hija Hope, quien por cierto también había terminado por aceptarlo en sus vidas como parte de la familia. Se dio cuenta con profunda vergüenza que sentía celos de su hija. Su único consuelo era que ninguno de los dos lo sabría jamás, y mientras tanto se conformaba con seguir disfrutando de la compañía de Scott como si nada hubiera pasado. Después del disparo, se había vuelto todavía más dulce y dedicado, haciéndolo todo por él y con frecuencia durmiendo en la mansión para cuidarlo. Pero no ese día, pues lo había ido a pasar al parque de diversiones con Cassie. Hank lo sabía y aún así sintió una dolorosa decepción al no verlo entrar por la puerta, alegre como siempre y abrazándolo con ganas para que se sintiera contenido. Con resignación volvió a cerrar su libro y decidió acostarse.

“Mañana lo veré y me contará su día. Hoy ya no tiene sentido que siga esperando”.

Subió a su cuarto y procuró vestirse, pero era un martirio por culpa del yeso de su brazo. Todavía no se lo podía sacar, así que Scott había modificado varias prendas suyas para que pudiera hacerlo con más sencillez. Claro que “más sencillez” no significaba precisamente fácil. Al intentar ponerse la parte de arriba del pijama, se le resbaló y cayó al suelo.

-¡Maldita sea!- exclamó con más rabia de la que aquello merecía. Iba a agacharse a recogerlo cuando una voz detrás suyo lo regañó a los gritos.

-¿Qué cree que hace? ¿Cómo se le ocurre vestirse sin mi ayuda?

-¡Scott!- exclamó sorprendido al ver a su discípulo en el vano de la puerta, quitándose el abrigo y dejándolo sobre una silla.- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?

-Con la llave que usted me dio. No me cambie de tema. ¿Por qué se está agachando cuando el médico le dijo que no debía esforzarse? Venga- arengó, recogiendo la prenda del suelo.- Yo lo ayudaré y después me explica por qué comete imprudencias.

-No pensé que vendrías tan tarde- comentó, procurando que su alegría no se notara demasiado. Scott sonrió y le ayudó a pasar el brazo izquierdo por la manga, mientras le contaba sin recelos todo sobre su día con Cassie.

-Estuvimos casi hasta la hora de cierre, no sabe, fue de lo más agotador. Pero divertido. Yo quería volver temprano para hacerle la cena, pero Cas se empeñó en que cenara con ella y no tenía como decirle que no a mi pequeña. Además, mi ex esposa está mucho más amigable conmigo desde que tengo un empleo honesto y una vida ordenada. Me recibió muy bien, bueno, me recibieron, ella y su prometido. Fue un momento familiar agradable a pesar de todo.

-¿Y todavía tuviste energía para venir aquí?

-Por supuesto. No hubiera podido volver a casa sin saber como estaba.

-¡Oh, por favor, no empieces! Tú y Hope son iguales. Creen que porque soy viejo necesito que me estén cuidando todo el tiempo. Puedo sobrevivir solo perfectamente, ¿sabes? La próxima vez, vete a tu casa a dormir y olvídate de mí.

Scott dejó de acomodar sus almohadas y lo miró fijo, con el rostro duro que ponía de vez en cuando, en las raras ocasiones en las que se enfadaba.

-No me diga eso. Yo no me olvido de usted nunca, está siempre presente en mis pensamientos. Le guste o no, me tendrá aquí todos los días para cuidarlo.

“¿Cómo puedo decirte que es precisamente eso lo que me hace feliz?” pensó con un nudo en la garganta y recostándose por fin en su cama, mirando de reojo a Scott. Sonreía de nuevo, y con total confianza se sentó al borde de su cama.

-Es una lástima que no llegara antes, pero bueno, mejor tarde que nunca. ¿Se siente bien? ¿Necesita algo más?- trató de ocultar un bostezo pero Hank lo vio, y contestó su pregunta con otra.

-No preciso nada, ¿pero qué me dices de ti? ¿No te gustaría quedarte a pasar la noche ya que es tarde y estás cansado?

-No me animaba a pedírselo. Gracias- aceptó el menor estirando los brazos.- Me daré una ducha rápida y me iré a la cama. ¿Seguro no quiere que le alcance algo ya que estoy?

-No, no, está bien. Voy a leer un poco antes de apagar la luz- mintió, tomando El Reino Cuántico de su mesa de noche aunque lo había estado leyendo hasta hacía un rato.

-Cuando lo termine, ¿me lo presta?

-Claro. ¿Te interesa una novela sobre la ciencia cuántica?

-No lo sé. Pero si a usted le gusta tanto, debo intentarlo yo también.

Hank se quedó mirando la puerta un largo rato después que Scott se hubiera ido, apretando el libro contra su corazón. Sentía ganas de llorar. ¡Si tan solo tuviera treinta años menos, o Scott treinta años más…! Ese dolor en el pecho proveniente de saber que amaba un imposible no existiría.

“Él y Hope tienen razón. Soy un viejo débil” se recriminó con amargura.

(…)

Después de ducharse y envolverse en un pijama calentito, Scott Lang salió del baño silbando una tonada y dispuesto a echar un buen sueño, pero se detuvo al notar la luz prendida en el cuarto del señor Pym. Frunció el ceño.

“¿Aún está despierto? ¡Le dije que no podía trasnochar!”

Al entrar al cuarto en silencio descubrió que su mentor y jefe se había dormido con la luz prendida, las gafas puestas y el libro en las manos. Tenía una expresión atribulada y temió que hubiera levantado fiebre o algo parecido, pero un rápido toque en su frente le indicó que no era así. Con cuidado le quitó El Reino Cuántico y las gafas y apoyó todo en la mesita, dispuesto a acostarlo como debía en vez de dejarlo erguido contra el respaldo de la cama. Pero no pudo.

Durante varios minutos se quedó contemplando su rostro dormido, vulnerable. Ese hombre que poseía una inteligencia prodigiosa y un corazón a prueba de todo era su ídolo, la persona que más quería en el mundo fuera de su hija. Y aunque trataba diario de demostrárselo, parecía que no era suficiente.

“Tal vez podría demostrárselo ahora” pensó, con los ojos fijos en Hank, y cediendo a la tentación de sentarse junto a él y acariciarle el cabello. Suave. Vaciló un segundo y luego bajó la mano para acariciarle el rostro, sin importarle que hubiera arrugas en él. Una sonrisa de adoración terminó por apoderarse de su voluntad y se inclinó hasta tocarle los labios con los suyos, provocando que el mayor despertara y lo mirara por demás alarmado.

-¿Scott? ¿¿Qué haces??

-Oh… lo siento… solo quería darle un beso de buenas noches- dijo despacio antes de volver a inclinarse y besarlo nuevamente, esta vez con un poquito más de pasión. Hank se apartó por instinto y lo miró con la vergüenza clavada en el cuerpo, el corazón a mil por hora y su boca hirviendo por el beso que le había dado.

-¿Estás jugando conmigo? ¿Cómo te atreves a burlarte de…?

-No es burla. ¿Por qué cree que me burlaría de usted? ¿Alguna vez lo hice?

-Me besaste… en la boca… ¿por qué harías eso si no es para reírte de mí?- cuestionó con las orejas rojas de impresión por lo profunda y hermosa que era la mirada de su chico.

-Lo hice porque ya no podía esperar.

-¿Esperar qué?- exigió saber el mayor acalorado.

-A que usted se decidiera.- Tomándose un segundo para contemplar su semblante confuso, Scott lo sacó de sus dudas:- fui muy paciente, pero todo tiene un límite. No podía verlo con la guardia baja como recién y no aprovechar para besarlo. ¿Tiene idea de lo difícil que es resistirse a diario? Y más sabiendo que usted lo desea tanto como yo.

-¿Lo sabes… lo sabes?- repitió Hank horrorizado. Scott asintió.

-Disculpe que se lo diga, pero no sabe disimular. Hace mucho que me di cuenta del modo que me mira y me sonríe, y no es la misma sonrisa que le dedica a los demás.- Para rematar su confesión, agregó:- si necesitaba algo que lo confirmara lo supe en cuanto salió del hospital y lo traje aquí. Me abrazó para mostrarme su gratitud, y se sintió tan íntimo que no tuve dudas.

-Scott… perdóname, no quise- se lamentó el doctor mortificado antes que Scott volviera a pegarse a él y le susurrara al oído:

-No se disculpe. ¿Todavía no lo entiende?- Con lentitud le besó la mejilla izquierda, disfrutando del escalofrío que lo recorrió.- Usted me gusta a mí desde mucho antes, desde que me sacó de la cárcel. Fue mi ángel, mi protector. No tenía motivos para confiar en mí pero lo hizo. Me brindó un empleo honrado, un techo, me dio su confianza, y lo más importante, me devolvió la dignidad.- Esta vez lo encaró y le sonrió con amor.- Ninguna persona en el mundo podría haber hecho por mí lo que hizo usted. Por eso decidí entregarle mi vida, y hacer lo que usted quisiera. No estaba tratando de mostrar mi lealtad como empleado. Estaba tratando de llamar su atención para que viera lo mucho que lo amo.

-Scott…- al mayor le temblaban tanto los labios que supo que quería llorar, y para evitarlo le cubrió la boca con la suya en un nuevo beso. Esta vez Hank se entregó a él y dio su primer beso húmedo en décadas, sin importarle si era patético, viejo y débil, sin importarle nada que no fuera el calor de Scott y su toque hermoso y viril al rodearlo por los hombros. Llevaba demasiado tiempo deseándolo como para no gozar cada segundo que el menor le dedicaba con ojitos brillantes de emoción.

-¿Ahora me cree señor Pym? ¿Me cree que lo amo con locura?

-Te creo- susurró sin saber si reír o entregarse al llanto.- Y yo te amo a ti… te amo mucho más de lo que te imaginas, Scott Lang. He soñado con esto tantas noches, he sufrido por pensar que jamás podría tenerte.- Scott le sonrió pícaro y sin pedir permiso se acostó bajo las sábanas, poniendo especial cuidado en cubrirlos a ambos. Desconcertado, inquirió:- ¿te quedarás aquí?

-Por supuesto. Tengo que asegurarme que mi querido señor Pym entienda que esto es real.

-¿Y cómo lo harás?

-Lo abrazaré toda la noche para que al despertar vea que sigo aquí. Y también…- en un repentino impulso, tironeó suavemente con la boca del lóbulo de su oreja y le susurró:- le daré muchos más besos para que cuando se mire al espejo me recuerde y desee más.

-¡Scott, por favor…!- murmuró avergonzado, sin saber cómo reaccionar ante tanto amor y toqueteos indecentes. Pero Scott no se detuvo. Hasta que volvió a dormirse, podría jurar que su discípulo no dejó de besarlo y de acariciarle el pelo, reviviendo en él un mar de deseos dormidos y de sensaciones que creía olvidadas. Quiso responderle pero el cansancio lo pudo más, aunque al parecer aquello no desanimó al jovial moreno.

-Duerme tranquilo, mi amor. Te prometo que aquí estaré, mañana y siempre, para que me hagas lo que tú quieras. Y yo estaré para hacerte todo lo que quieras también, porque soy tuyo y nada ni nadie cambiará eso.

-¿Mío…?

-Tuyo. Todo tuyo- susurró con la mayor de las sensualidades.

-Mi Scott… mi amor…

El reloj de la sala marcó las doce en el momento en que Scott y Hank se quedaron dormidos juntos, soñando con lo mismo, pues sus mentes estaban conectadas por un único deseo: entregarse al otro sin remordimientos. Si sus corazones se habían elegido, ningún poder en el mundo lograría separarlos.

Notas finales:

Desde el primer momento los vi como sugar daddy y sugar boy. Un hombre mayor tomando bajo su ala a un hombre joven, sexy y agradecido... qué podía hacer aparte de shippearlos? Si les gustó esta pareja, sepan que estoy trabajando en otro capítulo sobre ellos. Tarde o temprano lo subiré.


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