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El camino de las leyendas por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

Aunque no comentéis os recomendaría que siguiérais la historia, así os entraréis de cuando actualizo, aunque lo haré todos los domingos. ¡Feliz lectura!

El Team Yell se volcó por completo a buscar a Morpeko sin dudarlo, pese a las recientes críticas. Como Roxy ya se esperaba, no la encontraron. Si quería esconderse, lo haría bien. Y si los hermanos Loza decían que había huido, en Crampón no la encontrarían.

Nerio y Roxy pidieron explicaciones a los Loza.

—Intentamos detenerle, pero nos atacó de muy mal humor —empezó Masías.

—Estaba en su forma oscura —añadió Jazz.

—Le dimos de comer, pero no recuperó su forma amistosa.

—Intentamos tomarla en brazos, pero… —Y se señalaron los rasgones.

—No os preocupéis, lo habéis intentado —les consoló Roxy, aunque ni a ella le valía.

—¡Seguiremos buscando!

Los hermanos se fueron a toda prisa, seguramente pasando por su casa a cambiarse la ropa. O quizás ahora les gustaría más, quién podría decirlo de dos hermanos que se habían pasado toda su vida rapándose diferentes partes de su cabeza y coloreándolas de negro, rojo y violeta.

Nerio se frotó la mejilla derecha, suspirando. Roxy sabía interpretar esa señal.

—¿En qué piensas? Suéltalo.

—En tu estado.

—Crees que es por mi culpa —respondió inmediatamente, endureciendo su mirada—. No puede ser que se haya ido sólo porque me tomo un descanso.

—Eso no se lo traga ni el tato —replicó su hermano—. ¿Tú te has visto? Parece que tengas un Snorlax aplastando tu espalda todo el tiempo y no hagas nada para quitarte de debajo. Apenas me respondes cuando te pregunto qué tal tu día.

—Eres peor que un escupitajo —le replicó enfadada.

Nerio se rio con desgana y se fue murmurando un «pues espabílate para saber qué te pasa tú solita».

Roxy ignoró sus murmullos y maldijo intranquila por su cuenta. ¿En qué estaba pensando Morpeko para irse por su cuenta? Quizás no estaba en sus cabales, incapaz de aplacar su hambre, ya que había pasado unos días duros. ¿Y qué quería decir Nerio con el aspecto que tenía? Pues claro que estaba afectada por la derrota, pero estaba recuperando fuerzas para enfrentarse de nuevo a ello. No había torneos a la vista, pero seguro que pronto aparecerían nuevos entrenadores con ganas de echarle el guante a la medalla de Crampón.

Luego pensó en que hacía días que no dejaba campar a sus anchas a sus Pokémon, además de Morpeko, y se sintió mal. Pensándolo bien, apenas había visto la luz del sol desde que había vuelto. Quizás necesitaba tomar un poco el aire.

Sólo el hecho de salir de casa y ver cómo el Team Yell seguía inmerso en encontrar a Morpeko aun cuando sabían que no estaba allí hizo que se sintiera inútil, y no le gustó para nada. ¿Qué estaba haciendo ahí parada? ¿Desde cuándo ella se comportaba de esa forma? Hacía años que no actuaba de una forma tan… pasiva, tan fácil de empujar a un lado, tan fácil de provocar.

Se encaminó hacia el escenario que construyeron especialmente para los combates del Gimnasio. Pensó que Nerio estaría allí componiendo algo sobre cómo su hermana le había llamado «escupitajo» con total descaro. Efectivamente, allí estaba.

—¿Qué? ¿Ya? —preguntó él inmediatamente.

—Explícate. ¿Qué has querido decir antes?

Nerio sonrió y bajó del escenario, acercándose a ella crujiendo los dedos, preparado para una posible pelea de hermanos.

—Ya me gusta más esa actitud.

—No me agotes la paciencia, tío.

—¿No lo ves? Esta Roxy de los últimos días no eres tú. La Roxy que yo conozco es la que nos mira al Team Yell y a mí con los brazos cruzados y resultaría suficiente para ponernos a todos en fila para recibir un bofetón de educación y disciplina si lo quisiera —dijo, encarándose a ella, apuntándola con un dedo en su pecho—. Mi hermanita Roxy es la que me lanzó la puya hace cuatro días de «yo aspiro a más que un Gimnasio» y me impidió retirarme y quitarme el muerto de encima. Mi Roxy tiene ese corazón blandito detrás de esa mirada inescrutable, y no un pozo sin fondo que ni siquiera sabe dónde está. ¿Acaso has olvidado quién eres? ¿De dónde vienes?

—Muy poético, capullo —replicó, algo incómoda. Nerio soltó un bufido burlón, sabiendo que sus palabras la habían conmovido—, pero no me dices nada que no sepa.

—Pregúntate qué es lo que quieres. Yo ya lo sé, pero parece que a ti se te escapa —dijo, más relajado. Roxy bajó la mirada, dudando—. Largo. Vete a buscar a tu colega del alma —le ordenó, prácticamente, con una sonrisa triunfal muy tétrica—. Y te aconsejaría que lo hicieras en buena compañía. Pide ayuda.

Nerio mostró deliberadamente el contacto de Gloria en su Smartphone (sin Rotom incorporado) como si se abanicara con el aparato mientras se iba caminando hacia sus compañeros de la banda. Roxy no sabía si estrangularlo o qué hacer con ese hombre.

Volvió a casa con prisa, nervios y bastante indecisión. Sabía que iba a agarrar su mochila, a su fiable equipo Pokémon y a largarse de Crampón hasta que encontrara a Morpeko, pero tenía dudas sobre si llamar a Gloria. Seguro que estaba en su descanso de tanto vagabundear por Galar y luchar contra bichos inmensos. Además, no sabía cómo podía mirar a la nueva campeona, después de decirle que ella y su hermano eran unos perdedores. Larga vida al autosabotaje.

—Maldita sea, te has vuelto una cobarde —se recriminó, mientras tecleó la pura y llana verdad en su Smartphone: que Morpeko había huido e iba a salir a encontrarle, y que necesitaba que la ayudaran. Pensó que le diría algo como «¿no te ayuda el Team Yell?», que sonaba lógico, pero en su lugar le contestó que la esperaba en la entrada de ciudad Artejo—. Aquí al ladito. ¿Qué debe de hacer por aquí?

Su mente le dio un fugaz pensamiento bastante inverosímil que la motivó a salir más deprisa de su casa, pero lo descartó casi al instante.

Corrió a través de la singular calle de Pueblo Crampón intentando evadir al Team Yell, pero le resultó imposible. A medio camino el sector más abnegado y absorbido por su fanatismo ya estaba disculpándose por no haber encontrado a Morpeko o esperando alguna orden de ella, así que se giró para dejar las cosas claras:

—Si ni yo sé dónde puede haber ido Morpeko —mintió, pues tenía algunas pistas—, no me imagino a vosotros intentando traerla de vuelta a casa. No os quiero ver haciendo el panoli e incordiando a toda la región por MI Pokémon. Esto es un asunto personal. Lo mejor que podéis hacer es asistir a Nerio en caso de que algún entrenador quiera hacerse con nuestra medalla. —En vista de que había caras de dudas e insistencia, añadió—: Pero no os preocupéis, lo sabréis todo en cuanto vuelva. Sois un magnífico apoyo, ya lo sabéis.

—¡Te echaremos de menos!

—¡Vuelve pronto!

—¡Eres la mejor!

Ella se limitó a saludar con la mano mientras se dirigía a la persiana abierta. Las luces de neón del pueblo resultaban mucho más agradables después de aquel momentazo. De verdad que se sentía con ánimos renovados.

Y es que aunque a Roxy le pareció que aquellas palabras eran las que se decían a todos los fans, ella lo había dicho con el corazón. Se consideraba muy afortunada de tener a todo un pueblo dispuesto a apoyarla en lo que fuera. A Gloria y a Paul les miraron de reojo por ser recomendados por excampeón Lionel, y recordaba las críticas a sus espaldas, además de que eran unos desconocidos. De la mayoría de Aspirantes no se oyó hablar prácticamente en todo el torneo. En cambio, ella era prácticamente anunciada en alfombra negra, lila, llena de pinchos y gritos cada vez que se presentaba en un gimnasio. Todo un lujo. Y, aunque en el Team Yell no eran todos así de entregados (pues se esperaba de Roxy fuerza y que demostrara constantemente que era una persona a la que respetar, algo vital en Pueblo Crampón), sabía que se podía contar con ellos si era necesario.

Cuando por fin cruzó la persiana y se encontró con la escarpada ruta que conducía a las afueras de ciudad Artejo miró atrás. Su Morpeko y ella se habían conocido allí, en Pueblo Crampón, sobreviviendo en las calles. Pero su hábitat natural estaba al otro lado del túnel, lejos de la oscuridad de su pueblo. Allí es donde tendría que dirigirse.

—No te encantes —se dijo.

Se palpó la Ocaso Ball vacía de Morpeko en el lateral de su mochila por un segundo y luego se dirigió a uno de los Corviknight que Galar tenía de taxis aéreos. Con solo pronunciar el nombre de la ciudad de destino, el pájaro arrancó al vuelo, sobrevolando las colinas y el túnel que separaba Crampón de Artejo. El mal tiempo parecía estar lejos a pesar de que estaban casi en invierno. Las nieves de la ruta nueve seguían sin tocar su pueblo y, pese al frío que hacía en el aire, la carretera hacia ciudad Artejo era un lugar particularmente templado.

La enorme ciudad-castillo apareció enseguida en el horizonte. Era imposible no verla, con los muros de contención del Área Salvaje y esas alas extrañas en la torre más alta del castillo. Corviknight empezó a descender suavemente, inclinándose al lateral sur del puente de acceso. Roxy buscó enseguida la figura recatada de Gloria, recordando que la boina era su prenda más destacable. En realidad, no fue necesario. La nueva campeona la saludaba con una mano bien alzada desde el acceso al puente. Y conforme el pájaro gigante se fue acercando al punto de aterrizaje, Roxy vio que estaba sonriendo de esa forma que parecía que tuviera delante un sol de media mañana que calentaba el cuerpo sin hacer pasar calor.

¿Cómo su cerebro había podido articular semejante descripción?

—¡Oi, compañera! —la saludó, una vez más.

—Sí, creo que he tenido suficientes saludos por el resto de la semana —dijo, con cierta diversión en su tono—. ¿No se te cansa el brazo?

—Eh, si quieres que te mate con la mirada, sólo dímelo… —Roxy no respondió a los morritos de Gloria, pero ella rápidamente cambió de tema. Así era ella—. ¿Así que Morpeko se ha ido a dar un paseíllo por su cuenta?

—Sí, tengo cierta idea de hacia dónde se puede haber ido. Podría haber ido sola, pero…

—¡No tienes que dar explicaciones! —la cortó Gloria. Roxy contuvo el impulso de taparse las orejas—. De hecho, es raro que hables tanto… Lo que quería decir es que ¡haces bien de contar con una amiga!

—Rival —puntualizó.

—Eso también. No puedo decir que entienda por lo que estás pasando, pero un cambio de energías te irá bien para este viaje.

Ahí estaba: el fuego en la mirada de Gloria, una firmeza muy distinta a la que la propia Roxy tenía. La campeona estaba dispuesta a lo que fuera, lanzada, sin parecer todo lo seria que ella misma era. Eso la había llevado hasta donde estaba ahora.

Y, de repente, su rostro cambió. Se giró con una risita a mirarse la espalda (si es que eso era posible). Roxy se fijó en la mochila de Gloria, que se movía de forma rara por su cuenta. Entonces, después de un «¡estate quieto!» susurrado, un Pokémon salió de ella y se posó encima de la boina de Gloria.

—Bueno, no me ha dejado sorprenderte —se quejó con una sonrisa de lado a lado—. ¡Te presento a Sobble!

Si Roxy tuviera un SmartRotom, éste sabría exactamente que ese era el momento ideal de echarle una foto a Gloria. Sobble se inclinaba hacia la frente de la joven con curiosidad, mientras ella le sonreía como si fuera todo lo que había aprendido a hacer en toda su vida. Roxy era incapaz: el cien por cien de Gloria siempre estaba allí y le llegaba al alma. No había conocido a nadie como ella. No le extrañaba que hubiera sentido la nostalgia al final de la Liga.

Por supuesto, no hacía falta que ella lo supiera, y si a Roxy se le daba bien algo era mantener el tipo.

—¿No tenías ya un Cinderace?

—Lionel me dijo ayer que este pequeñuelo necesitaba alguien que le cuidara, y me lo dio —contestó, tomando a Sobble entre sus brazos. Roxy permaneció en su silencio serio habitual, lo que dio pie a Gloria a dar un porqué—: Roy y Lionel han querido echar un combate amistoso para los fans y me invitaron a ver. Ha estado bien descansar en las gradas, para variar.

Cómo era capaz de no caer desfallecida era un misterio para Roxy. Gloria siempre estaba haciendo algo, y se acababa de atrever a llamarlo «descanso». Aunque tampoco sabía cuantos días llevaba en la ciudad.

—Bueno, ¿por dónde empezamos? —preguntó.

Roxy por fin aterrizó.

—La ruta siete. Suele haber grupos de Morpeko por allí.

—Pues vamos allá. A patita, que queda cerca.

Gloria empezó a andar sin ella prácticamente. Roxy no podía dejar de sorprenderse por el cambio radical que provocaba la presencia de la campeona. De un día horrible a un día en el que todo se podía solucionar.

«Sí», se dijo, animada, «todo se va a arreglar».


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