Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

91. Mío para Siempre (05) por dayanstyle

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

—¿Estás seguro de esto? —Preguntó Yi Jeong, mientras agarraba a Momo, contra su pecho. El bosque era brillante y soleado, las hojas verdes, sin embargo, era frío. Se estremeció, mientras seguía a Dong Woo. Su suegro le había dicho que Kyung Il estaba en problemas y necesitaba su ayuda. No podía entender por qué no había más gente, yendo a ayudarlo.

Algo no estaba bien, acerca de esto. Su instinto le decía que debía dar la vuelta y correr. Pero era Dong Woo. El hombre que lo había ayudado a criar. Confiaba en al hombre, con su vida.

Dong Woo asintió, mientras continuaba adentrándose en el bosque. Esa era otra cosa. El shifter guepardo no había dicho una palabra, desde que salieron de la casa. No le había pedido sostener a Momo, cómo había ido el parto, o tratado de comparar notas, sobre el alumbramiento. Cuando había hablado con Dong Woo, acerca de poner un huevo, el hombre le había parecido excitado por que podría compartir su experiencia, con otra persona.

Momo se movió, tratando de enterrarse profundamente en su brazo. Si no lo creyera posible, pensaría que estaba asustada. Pasó sus dedos por encima de su cabeza, haciendo todo lo posible para calmarla.                                                           

Cuanto más lejos en el bosque viajaban, más oscuro se volvía su entorno. Y más frío. Vio su aliento salir de su boca, mientras jadeaba para mantenerse al día. Más profundo en el bosque, se dio cuenta de que las hojas no eran completamente verdes, en los árboles. Estaban muertas, marrones y dispersas a sus pies. Las hizo crujir, mientras caminaba.

—Creo que hay que pedir refuerzos —dijo Yi Jeong. Metió el pequeño dragón en el interior del cuello de la camisa, para mantenerla caliente.

—Esto no se siente bien. ¿Y si esa bruja y el Cazador están ahí?

Había aprendido que ni siquiera Hoya había sido capaz de derrotarla. ¿Cómo la derrotaría Dong Woo? ¿Qué pasaría si Kyung Il estaba tan mal herido y necesitaba que Tao lo apareciera fuera de allí?

Yi Jeong excavó su celular del bolsillo y gimió cuando vio que no había recepción. Frunció el ceño, mientras miraba hacia la espalda de Dong Woo. Ahora que lo pensaba, este no lo llevaría desde la seguridad de su casa y lo arrastraría hacia fuera, en el medio de la nada. Definitivamente no incluiría a Momo.

Empezó a desacelerar.

Kyung Il le había prometido no ponerse, a sí mismo, en peligro. Su pareja no habría roto su palabra. No habría salido de la casa. Si había una cosa que Yi Jeong sabía de a su pareja, era que Kyung Il nunca rompería una promesa.

 

 

Miró a su suegro, y se preguntó si ese era realmente Dong Woo. Yi Jeong vivía en un mundo donde todo era posible. Una vez había oído hablar de un shifter camaleón, que podría imitar a cualquiera. ¿Podría el hombre delante de él, ser un impostor?

La idea hizo que se le helara la sangre. Apretó a Momo más fuerte, contra él. Había corrido fuera de la casa, sin pensar, cuando Dong Woo le dijo que Kyung Il estaba lesionado. Debería haberse tomado un momento, para pensar. Debería haber llamado a Hoya, antes de salir.

Tendría que haber dejado a alguna persona cuidando a Momo, en lugar de llevarla.

Yi Jeong esperó, hasta que Dong Woo estaba lo suficiente por delante, antes de que esconderse detrás de un gran árbol. Mantuvo la espalda contra la corteza, mientras trataba de averiguar cómo iba a escapar. Era un experto en el bosque de los alrededores de Villa Kim, pero no conocía estos bosques. Mirando a su alrededor, decidió regresar por donde habían venido. De vuelta por ese camino estaba el sol y un poco de calor.

Momo comenzó a temblar.

—No te preocupes. Papi te tiene—Yi Jeong moriría para protegerla. Si esto fuera una especie de truco, que la bruja había orquestado, haría pagar a esa perra. 

De algún modo.

No estaba seguro de cómo, desde que ella era condenadamente poderosa.

Yi Jeong salió corriendo, de detrás del árbol, sólo para encontrar a Dong Woo de pie al otro lado. Su suegro lo miraba, con las manos en las caderas, la mandíbula apretada. No, esta persona no era Dong Woo. Incluso cuando estaba muy enojado, nunca lo había mirado de esa manera. Como si quisiera matarlo.

—¿Quién eres? —Preguntó Yi Jeong. Podía decir que había una persona justo debajo de esa piel. Se dio cuenta de que no vio el guepardo de Dong Woo. La persona frente a él estaba en blanco. ¿Por qué no había notado eso antes? ¿Por qué no había notado eso, cuando Dong Woo había entrado en su habitación y le habló de Kyung Il?

Porque estabas demasiado preocupado, por tu pareja para darte cuenta.

Y ese error, simplemente, podría costarle sus vidas.

—Entrégame a la cría.

El corazón de Yi Jeong saltó en su garganta, mientras retrocedía. —Eres la bruja.

—Prefiero el término de hechicera. Tenemos que ser políticamente correctos, en estos días. —La imagen de Dong Woo se diluyó, como acuarelas que fluían cuesta abajo.

—¡Tú!

—Sí, yo —ella dijo con impaciencia. —Ahora entrégame a la mocosa.

Yi Jeong quería abofetear la mujer, por llamar a Momo, mocosa. Su mano se moría de ganas de hacer eso, pero no estaba seguro de lo que haría si la golpeaba. No creía en levantarle la mano a una mujer, pero rompería esa regla, por ella.

—¿De verdad crees que simplemente voy a entregarte a mi hija? —¿Estaba loca?

Sandara chasqueó los dedos, y la mandíbula de Yi Jeong se aflojó. A menos de diez pies de distancia de él, Jung Shin colgaba de un árbol, con los brazos atados por encima de su cabeza. Lo había encubierto o lo trajo aquí, con su magia. Yi Jeong no estaba seguro.

Jung Shin pateaba, su cuerpo oscilaba bruscamente, mientras maldecía hasta por los codos. Repartió amenazas, sobre su Taser y su tío, pero Sandara no le prestó al cisne, ninguna atención.

—Jung Shin es mi amigo —dijo Yi Jeong, mientras miraba al shifter cisne colgaba.

 —¿Pero realmente piensas que cambiaré la vida de mi hija, por la suya? —Ella no estaba jugando con todas sus cartas.

No le gustaba la sonrisa retorcida en su rostro. Ella chasqueó los dedos de nuevo, y apareció Jong Bin, colgando del árbol junto al de Jung Shin.

—¡Tú, jodida perra! —Jong Bin gritó, mientras giraba alrededor de su cuerpo.

—¡Voy a golpear la mierda fuera de ti, cuando me libere!

—Y yo soy una víctima horrible —dijo Jung Shin, aunque no tan acaloradamente como Jong Bin. —Debes elegir a alguien más.

—No le entregues a tu hija —Jong Bin le dijo a Yi Jeong. —La oí hablar. Planea criar al dragón como suya. ¡No la dejaría a criar a los ratones en mi jardín!

Yi Jeong se estremeció, ante la idea de Momo siendo criada por la bruja. La bilis subió a la parte posterior de su garganta, al pensar en ella, viniendo en cualquier lugar cerca de su hija. Como sabiendo la intención de la bruja, Momo se arrastró alrededor del pecho de Yi Jeong, hasta que había encontrado su axila y le clavó las garras, hasta que él levantó su brazo y dejó que se escondiera allí.

—Entrégala, o voy a torturar al cisne y el hada —advirtió Sandara. Lanzó su brazo, y Jung Shin gritó. El torturado sonido, se hizo eco en el bosque, mientras la sangre floreció sobre la parte delantera de su camisa de color amarillo brillante.

Yi Jeong estaba aterrado, porque ella asesinaría al cisne, pero aun así, no iba a entregarle a Momo.

 

 

—Lo lamento, Jung Shin —dijo Yi Jeong. Su garganta se tensó, mientras trataba de encontrar una salida de esto. Haría que viera morir a sus amigos. De eso no tenía ninguna duda. Pero nada que hiciera, lo haría renunciar a su hija.

—No lo hagas —Jong Bin le advirtió. —¡Corre, Yi Jeong!

Yi Jeong se giró para huir, pero sus pies se sentían como si hubieran sido cementados, en el lugar. Tiró de sus piernas, pero no se movió.

—¿Crees que te dejaría escapar tan fácilmente? —Preguntó. —Vas a ver a los dos hombres morir, y luego voy a tomar a tu precioso dragón, antes de que te mate. Voy a criarla, para que piense que sus padres la abandonaron, que la arrojaron como basura.

La mirada de Yi Jeong saltó hacia Jung Shin. El cisne no se veía muy bien. Su piel estaba volviéndose, poco a poco, pálida, y la sangre en la parte delantera de su camisa se extendía aún más lejos. Si Sandara ponía sus manos sobre Momo, Yi Jeong no tenía ninguna duda de que ella haría todo en su poder, para hacer que su hija se sintiera como si nadie la hubiera querido. Sería una descarada mentira, pero no habría manera de decirle a Momo, sobre cuántas personas realmente la amaban y se preocupaban por ella.

Por mucho que lo mataba ver al cisne siendo  torturado,  Yi Jeong  no  podía  y  no entregaría a Momo.                        

Sandara echó la cabeza hacia atrás y rió. El sonido envió escalofríos por la espalda de Yi Jeong. —Sus muertes, están en tus manos.

—No—Yi Jeong negó con la cabeza. —Sus muertes son tuyas.

Habló con valor, pero en el interior, Yi Jeong se sentía tan malditamente desesperado, que le gustaría poder matar a la bruja. Temblaba de rabia, cuando se vio obligado a mirar.

Sandara retorció la mano y Jong Bin dejó escapar un grito, que helaba la sangre. Yi Jeong vio con horror, como las alas del hada comenzaron a rasgarse por la mitad. Las alas una vez coloridas, yacían ahora flácidas en la espalda de Jong Bin, la cabeza del hada, cayó hacia delante.

—¡Jong Bin! —Gritó Jung Shin, aunque su voz era muy débil. —No, Jong Bin.

Las lágrimas se abrieron paso por las mejillas del cisne, mientras miraba a su amigo.

Yi Jeong se quedó allí, aturdido, horrorizado, y sintiéndose tan condenadamente culpable, de que él mismo se derramaba lágrimas, mientras Jong Bin colgaba inerte. La ira rugía dentro de él pero sabía que no podía derrotar a Sandara. Quería vengarse, por la muerte de Jong Bin, pero su prioridad número uno, en este momento, era Momo.

 

La bruja se rió de nuevo, antes de cambiar la forma de Jung Shin. Había cambiado a su cisne, y Yi Jeong tenía la sensación de que no era por elección. El cisne blanco, colgaba boca abajo, con las patas atadas, mientras batía sus alas.

—Creo que tengo hambre de ave —dijo Sandara.

Yi Jeong se sintió enfermo, por su declaración. Ella pensaba comerse a Jung Shin.

Sandara le dio la espalda a Yi Jeong, para hacer frente al cisne. Vio una rama larga y gruesa, en el suelo. No sería capaz de matarla, pero necesitaba ponerla lo suficientemente enojada como para olvidar sus planes para la cena. Tenía que salvar a Jung Shin.

—Agárrate —le susurró a Momo, antes de inclinarse y recogiera la gruesa rama. La puso sobre su cabeza y luego dejó que sus brazos volaran. La rama voló por el aire y luego la golpeó en la cabeza.

Sandara chilló, y Yi Jeong sintió una elevación del peso de sus piernas. Corrió, pero no llegó muy lejos. Sus piernas se negaron a ir más lejos.

Estaba atrapado, una vez más, en que el cemento invisible, y ella se acercaba a él.

 

 

 

—¿Qué es eso? —Preguntó Kyung Il, mientras él y su padre se quedaron mirando la joya en la mano de Park Hyung Seok. Era del tamaño de una pequeña roca y con el color de la sangre. El shifter león cerró los dedos alrededor de la piedra, antes de meterla en su bolsillo delantero.

—Tuve que cobrar todos mis favores, para poner mis manos sobre la Piedra del Ejecutor.

El león parecía engreído, mientras les sonreía. —Y esos eran muchos favores.

—Manos a la obra —gruñó Hoya.

Los dos hombres habían estado dándose miradas como dagas asesinas, el uno al otro desde que, el tío de Jung Shin se había presentado. Kyung Il no estaba seguro de por qué se odiaban tanto y no le importaba. Todo lo que quería era encontrar a Yi Jeong y a Momo.

—Supongo, que nunca has oído hablar de la piedra —dijo Park Hyung Seok.

—Estoy sorprendido, pero, de nuevo, ha permanecido oculta durante más de dos mil años—El león miró a Hoya. —Debiste haber oído hablar de ella.

Hoya gruñía, mientras columnas de humo se elevaban desde su nariz.

—Mi yerno y nieta están ahí fuera. No tengo tiempo para una lección de historia.

¿Qué mierda hace la piedra?

—Y mi sobrino, está perdido—Park Hyung Seok gruñó el recordatorio. —Además de esa molesta hada.

Kyung Il no tenía miedo del hombre. Más bien cautela. Había oído a Jong Bin y Jung Shin hablando del hombre, a Jay y Ho Seok. Si lo que decían era cierto, entonces Park Hyung Seok estaba conectado a la mafia. En lugar de temer al hombre, Kyung Il trató de pensar en una manera de utilizar eso como ventaja, con el fin de encontrar a su familia.

Allí de pie, escuchando el león, estaba perdiendo el tiempo. Kyung Il quería salir y encontrar a su pareja y su hija, pero no tenía ni idea de dónde buscar. Eso solo lo enfureció más. No había forma de saber lo que Sandara estaba haciéndole a Yi Jeong, y Kyung Il estaba sentado en su casa, escuchando a Park Hyung Seok explicando el poder de la piedra.

Kyung Il quería herir a alguien. Quería participar, activamente, en el rescate de su pareja.

—Tienes que mantener la cabeza despejada —le dijo discretamente a Hoya, como si fuera capaz de leerle los pensamientos. Esta era una petición fácil, pero no se ejecutaba tan fácilmente. Kyung Il se preguntó cómo Hoya había actuado, cuando Dong Woo había sido secuestrado. Se preguntó si su padre había mantenido la cabeza fría, en aquel entonces.

Lo dudaba.

Park Hyung Seok lo estudió atentamente y luego asintió, como si estuviera satisfecho de que Kyung Il tenía controladas sus emociones.

—Si puedes conseguir una gota de su sangre, sobre esta piedra, ella va a tener una muerte muy desagradable —dijo Park Hyung Seok. —De quien sea la sangre que toca la piedra, muere.

Miró a los dos hombres. —Así que tengan malditamente cuidado, de no pincharse, mientras la sostienen.

La sacó de nuevo de su bolsillo y lo sostuvo en la luz. Kyung Il se quedó mirando la joya y vio que el centro era negro. Ese tenía que ser donde el mal en la piedra, yacía.

A pesar de que sabía que estaba bien, Kyung Il comprobó, si sus manos tenían algún corte antes de tomar la piedra de Park Hyung Seok. La guardó en su bolsillo.

—Ahora, todo lo que tenemos que hacer, es encontrar donde está manteniendo a mi pareja y a mi hija.

—Y a mi sobrino —dijo el león. —No hay manera de que Jung Shin simplemente desapareciera. Ella tiene que tenerlo, y será mejor que lo encuentren o me aseguraré de que ambos sangren en esa piedra.

Hoya le enseñó los colmillos, pero Kyung Il conocía el miedo que el león sentía. Sentía el mismo tipo de temor, por Yi Jeong y Momo. Esa clase de miedo hace a la gente decir cosas, que normalmente no harían, aunque Kyung Il tenía una sensación de que Park Hyung Seok los habría amenazado, a pesar de todo porque esa era la clase de hombre que era.

—Sólo hay un lugar al que ella iría —dijo Hoya. —Mi tierra natal. Necesitaré un portal para eso.

—En eso, no te puedo ayudar —dijo Park Hyung Seok. —Incluso yo tengo mis límites. El hombre lo dijo, como si tener límites le disgustara.

—He estado tratando de ponerme en contacto con Himchan, pero no contesta—, dijo Hoya.

Park Hyung Seok asintió. —He oído hablar de él. Ahora ese es un tipo con el que me gustaría hacer negocios.

Kyung Il dudaba que Himchan se involucrara con el león.

—Hwan Hee —dijo Kyung Il. —Él puede hacer portales.

Líneas tenues, se formaron entre las cejas de Hoya. —¿Él puede?

Kyung Il normalmente no derramaría el secreto de nadie, pero necesitaba encontrar a su pareja. Se disculparía con el vampiro más tarde. Él y su padre despegaron, volando por el cielo, hasta que llegaron a Dalton Falls.

Encontraron a Hwan Hee, descansando en la terraza de atrás, con los ojos cerrados. El chico podía parecer dormido, pero Kyung Il lo conocía mejor.

—¿Por qué tengo la sensación, de que no me va a gustar lo que tienen que decir? —Hwan Hee abrió los ojos, justo cuando Xiao llevaba a los gemelos, afuera.

Los niños estaban poniéndose grandes, pero eso era común para los bebés vampiro. Al menos eso era lo que había oído Kyung Il. Cogió uno del brazo de Xiao y al instante, sintió un dolor en el pecho por su propia hija. Extrañaba a Momo y la quería de regreso sana y salva.

—Necesitamos un portal —dijo Hoya.

El vampiro alzó una ceja, mientras miraba en dirección a Kyung Il.

Kyung Il levantó los hombros. —Lo siento, pero si se trata de elegir, entre tu secreto y encontrar a mi pareja...

 

Hwan Hee asintió, como si comprendiera por qué había traicionado su confianza. No era fácil para el vampiro confiar, y Kyung Il sabía que tendría compensarle esto, al chico.

—Por lo que escuché, el cisne y el hada están también desaparecidos—dijo Hwan Hee.

Kyung Il asintió, mientras se preguntaba cómo la noticia había viajado tan rápido a Dalton Falls.

Hwan Hee se levantó y movió su mano, un vórtice en espiral, apareció.

—Tráelos a todos a casa, a salvo.

—Ese es el plan —dijo Hoya. Kyung Il le devolvió el bebé a Xiao. Antes de que él y su padre cayeran a través del vórtice.

Kyung Il se estrelló contra el suelo. Mientras Hoya cayó de pie. Como un gato agraciado. El aire había sido eliminado de los pulmones de Kyung Il. Se quedó tumbado por un momento y trató de recordar cómo respirar. Había ido a través de portales antes, sin ningún problema y sospechaba que el duro viaje fue cortesía de Hwan Hee, por decir su secreto.

Cuando Kyung Il se puso de pie y miró a su alrededor, se dio cuenta de que conocía este lugar. —Soñé con estos bosques.

Hoya asintió. —Es el lugar de nacimiento, de nuestro pueblo.

Kyung Il gruñó. —Sandara me mostró este lugar, en mis sueños, donde amenazaba con robarse a Momo.

Su padre no parecía contento. —Realmente odio cuando explota nuestra tierra natal, para sus planes diabólicos. No es correcto.

Dado que Kyung Il nunca había estado aquí en carne y hueso y no conocía a ninguno de sus antepasados, el lugar no poseía tanto significado para él como lo hacía para Hoya.

—Tenemos que empezar a movernos—Hoya dirigió a Kyung Il, al borde del bosque. Igual que en su sueño, la hierba y los árboles eran verdes, sin embargo, sentía frío. El mal acechaba en estos bosques, y era algo mucho más poderoso que la bruja.

—Ella sabrá que estamos aquí —continuó su padre. —Hagas lo que hagas, mantén esa piedra segura, hasta que estés seguro de que tiene una clara oportunidad de hacerla sangrar.

—¿Qué vas a hacer? —Kyung Il preguntó, mientras lo seguía.

—Estaré lidiando con el Cazador —dijo. —No hay duda de que va a convocarlo, si no lo ha hecho ya.

 

Kyung Il no estaba esperando con interés, volver a entregar su culo, de nuevo, pero no podía dejar a su familia para valerse por sí mismos. Tomaría unas mil palizas, si eso los mantenía a salvo.

Su padre se detuvo y esperó a que Kyung Il lo alcanzara. Una vez que este estaba junto a él, Hoya le agarró la mano. Las cejas de Kyung Il se levantaron mientras miraba a sus manos unidas. —Creo que soy lo suficientemente mayor, para cruzar solo, la calle.

Hoya parecía molesto. —No seas listillo. Esto es para nuestra protección. Estos bosques jugarán trucos, con tu mente. Hagas lo que hagas, sigue avanzando hacia adelante y no pares.

Eso no era reconfortante.

—¿Qué tipo de trucos?

—Del tipo, que te tendrá hecho una bola en el suelo y chupando tu dedo pulgar. El estómago de Kyung Il se contrajo. —¿Así de mal?

—Pero no creas todo lo que ves —advirtió Hoya. —Y cuando pienses que viste a Yi Jeong, pregúntale algo, que sólo tu pareja sabría. No me extrañaría que Sandara trate de alejarte de mí.

Kyung Il agarró la mano de su padre, con tanta fuerza, que pensó que podría rompérsela. La mayoría de los hombres adultos, no querían que su padre los llevara de la mano, pero éstas no eran circunstancias normales.

Además, ¿quién lo sabría? Estaban sólo él y su padre. No era como si Kyung Il corriera y les diría a sus amigos sobre esto.

Kyung Il se detuvo, por un segundo, mirando a una sombra de forma extraña.

—No es nada —dijo Hoya y tiró a Kyung Il hacia adelante.

—¿No crees que deberíamos haber traído a más personas?

—La única cosa que habríamos hecho, era llevar a nuestros amigos a sus funerales.

Eso hizo sentir a Kyung Il, un infierno de mucho mejor. No.

—¿Eso significa que nos dirigimos a nuestros funerales?

—Espero que no —murmuró Hoya. —Por el momento, no estoy dispuesto a morir.

Tampoco lo estaba Kyung Il. Su padre tenía más de mil quinientos años, él casi treinta años. Tenía mucho más porque vivir. Estaría listo en unos pocos miles de años.

 

Tal vez.

Cuanto más lejos caminaban, más oscuro se hacía. Y más frío. Kyung Il se estremeció y deseó haber llevado un abrigo. Vio su aliento, saliendo de su boca.

—¿Es el frío, una ilusión?

Cuando Hoya no le respondió, Kyung Il miró a su padre. Se detuvo de golpe.

No estaba sosteniendo la mano de Hoya. La criatura a su lado tenía una cabeza puntiaguda, una boca llena de dientes afilados, y su piel era del color del agua fangosa.

—¡Mierda! —Kyung Il intentaba liberar su mano, tironeándola, pero la criatura tenía un estricto control sobre la misma. Tiró y tiró, pateando, mientras trataba de escapar.

La cosa abrió su boca, ensanchándola, mostrando hileras e hileras de puntiagudos dientes.

—¡Quítate de encima de mí, mierda! —Kyung Il se balanceó, pero su golpe falló.

—¡Kyung Il!

Kyung Il parpadeó rápidamente, con el corazón en la garganta. Cuanto más tiempo se quedaba mirando la cosa, más comenzaba a desvanecerse, dejando al descubierto, a su padre.

—Te dije que no creyeras todo lo que ves —dijo Hoya, con rabia.

—A la mierda, parecía real para mí —argumentó Kyung Il, su corazón aun latiendo violentamente.

—La próxima vez, cierra los ojos y cuenta hasta diez.

Kyung Il asintió, mientras se lamia los labios secos. —Está bien.

Dieron sólo unos pasos, antes de que una sombra se moviera, atravesándose en su camino.

Kyung Il se encogió y trató de dar un paso atrás, pero su padre mantuvo un firme control sobre él. —¿Eso es una ilusión?

—No —dijo Hoya. —Él es el auténtico. Era el Cazador. Hoya soltó su mano.

—Pensé que no debíamos dejar ir al otro.

—No puedo luchar, si estoy sosteniendo tu mano —dijo Hoya. —No importa qué, sigue adelante. Encuentra a Yi Jeong y a los otros. Voy a tratar de mantener a esta bestia ocupada.

Ocupado. No, “Lo voy a matar" o "Voy a acabar con su miserable vida", sino ocupado. Estaban tan malditamente jodidos.

Aun así, Kyung Il avanzó hacia a la izquierda, mientras su padre enfrentaba al Cazador. Todo lo que podía hacer era rezar, para que el Cazador no matara a Hoya.

Cinco minutos después, de haber dejado a su padre, Kyung Il vio a Jung Shin y Jong Bin, colgando de árboles separados. Jung Shin estaba pálido, con el pecho cubierto de sangre. Jong Bin colgaba inerte, inmóvil, con las alas arrancadas.

—Es sólo una ilusión —Kyung Il se dijo a sí mismo. —No están realmente muertos.

—Por el contrario —Sandara dijo, mientras se deslizaba por detrás de un gran árbol, Yi Jeong delante de ella. Esta puso un cuchillo en la garganta de su pareja.

—Están muertos.

Kyung Il se humedeció los secos labios, mientras recordaba lo que Hoya le había dicho. —¿Yi Jeong, eres tú?

Su pareja asintió.

El chico se veía como Yi Jeong, pero tenía que estar seguro.

—¿Cuáles son las  palabras, que significan todo, para nosotros? Las lágrimas brotaron de los ojos de Yi Jeong, cuando tragó con fuerza.

—Mío para siempre.

—¿Cómo te desperté, cuando habías caído en coma?

—Echaste humo a mi cara.

Era Yi Jeong. Mierda. ¿Dónde estaba Momo? ¿Y Jung Shin y Jong Bin, realmente estaban muertos? Esto no podía estar sucediendo.

Kyung Il le gruñó a la bruja. —¿Qué coño quieres?

—De ti, que mueras—dijo. Sus ojos se habían estrechado, en pequeñas rendijas, mientras su mano agarraba el mango de la cuchilla, con más fuerza.

—Tú y tu padre.

Kyung Il tenía que conseguir que Yi Jeong se alejara de la hoja en su garganta. Intentó pensar, frenéticamente, de una manera de llegar a su pareja, pero su mente se quedó en blanco. Peor aún, no podía dejar de mirar por encima, a los dos hombres, que se mecían suavemente en sus cuerdas.

Con esa imagen, tendría pesadillas en los próximos años.

 

Kyung Il no estaba seguro de si era un truco o si el bosque estaba realmente cada vez más oscuro. Se estremeció, cuando la piel de gallina surgió.

—Si es a mí y a mi padre, a quienes deseas, entonces deja ir a Yi Jeong.

Kyung Il no era el único atormentado por Jung Shin y Jong Bin. Yi Jeong no dejaba de mirar por ese camino, el miedo y el horror en su expresión. Cada vez que lo miraba, lágrimas frescas caían.

La mano de Sandara voló, y Kyung Il voló hacia atrás, aterrizando en su culo, pero no había dejado ir a Yi Jeong.

Se puso lentamente en pie y se sacudió las hojas muertas. —¿Por qué no dejas que se vaya y me tomas en un uno a uno, perra?

Todo lo que tenía que hacer, era hacerla sangrar, y habría terminado.

Sandara salió de detrás de Yi Jeong, haciendo girar el cuchillo en su mano, mientras sonreía. —Bien. Iba a hacerte mirar, mientras asesinaba a tu pareja, pero ahora, puedo hacer que Yi Jeong me vea matarte, en su lugar.

Yi Jeong corrió hacia Kyung Il, pero un movimiento de su mano y este se detuvo en seco.

—Kyung Il —dijo, mientras se limpiaba las lágrimas en los ojos. —Te amo. Kyung Il mantuvo sus ojos fijos, en Sandara.

—Te amo también, hjertet mitt drage.

—Ahora me siento mejor y cálida, en mi interior—Sandara se sacudió, mientras se reía.

—¿Dónde está Momo? —Preguntó Kyung Il.

—Todavía la tengo —dijo Yi Jeong. Como si su hija supiera que su padre la estaba buscando, asomo su cabeza, sobre la parte superior de la camisa de Yi Jeong. Hizo un ruido en la parte posterior de la garganta, antes de que pequeños zarcillos de humo, se elevaran de su nariz. En ese momento, Kyung Il se enamoró de ella. Era su hjertet mitt drage, la hija que protegería con su vida y haría cualquier cosa, para hacerla feliz. No había tenido la oportunidad de llegar a conocerla, pero lo haría. Pase lo que pase y contra viento y marea, lo haría.

—La reunión familiar, acabó—Sandara dio un paso adelante. —Me prometiste un combate.

Kyung Il miró a Jung Shin y Jong Bin, luego a Yi Jeong y Momo. Algo oscuro y mortal se despertó dentro de él. Rodó los hombros, mientras le enseñaba los colmillos.

—Hasta la muerte.

Sólo esperaba que no fuera su muerte.

 

Ella sonrió.—No lo haría, de ninguna otra manera.

—¡Patea su puto culo! —Gritó Yi Jeong. Momo graznó, como si también lo animara.

El orgullo creció dentro de él, pero no dejaría que afectara su razonamiento. Derribarla sería casi imposible. Pero no tenía que luchar hasta la muerte.

No en la forma en que ella pensaba.

Todo lo que Kyung Il tenía que hacer, era lograr que sangrara y luego conseguir esa sangre sobre la piedra.

Pan comido.

Correcto.

Ella se lanzó sobre él, más rápido que un parpadeó. Instintivamente, levantó las manos. Ella cortó la palma de su mano derecha, con la espada, al mismo tiempo que él cortó su brazo, con sus garras.

Ella estaba lo suficientemente cerca, pero ahora Kyung Il estaba sangrando. Si él metía la mano en su bolsillo y tocaba la piedra, estaría muerto.

Kyung Il maldijo, mientras se apartó de ella, dejando escapar un gruñido de dolor. Sandara chilló, cuando se lanzó de nuevo contra él.

Se limpió la mano en sus pantalones, pero la sangre brotó de nuevo y se extendió. Era la mano derecha, y la piedra estaba en su bolsillo derecho.

—Por favor, sigue corriendo —, se burló Sandara. —Haz esto tan interesante, como sea posible, antes de que termine con tu vida.

Kyung Il tratado de excavar a su bolsillo, con la mano izquierda, pero no podía empujar su mano lo suficientemente hacia abajo.

Se puso de pie, y ella le cortó el brazo ,antes de que pudiera equilibrarse. Joder, él estaba fuera de juego. Sabía cómo luchar, pero tratar de mantener un ojo en ella y preocuparse por ella yendo tras de su familia, dividía su atención.

Sandara lamió la hoja, haciendo a Kyung Il encogerse. Perra enferma. Ella sonrió.

—Tal vez tendré, para la cena, dragón en lugar de cisne.

La bilis subió a la parte posterior de su garganta, al pensar en ella comiéndose a Jung Shin. Lo que había hecho a los hombres, renovó su ira.

— O tal vez los gusanos se darán un festín contigo —se burló de Kyung Il. Se puso de pie, esquivando bien esta vez, moviéndose fuera del camino, antes de su espada pudiera cortarlo.

 

Tenía que acercarse a Yi Jeong. Si podía conseguir que su pareja sacara la piedra y pudiera tocar a Sandara, la batalla habría terminado. La mano de Kyung Il todavía sangraba, y a menos que cambiara, no se curaría pronto. El corte era lo suficientemente profundo, como para necesitar puntos de sutura.

Incluso si dejaba de sangrar, no podía correr el riesgo de que una gotita pudiera tocar la piedra.

Park Hyung Seok había dicho una muerte dolorosa, y quería evitar eso a toda costa.

Momo se subió a los hombros de Yi Jeong y empezó a batir sus alas, chillando ruidosamente, aunque sonaba más como un pajarillo cantando.

Sandara curvó, su labio superior. —Tal vez no vaya a criarla. Tal vez voy a usarla para excavar tu carne fuera de mis dientes.

Mantener la cabeza despejada. Está tratando de hacerte perder el equilibrio. Y estaba haciendo un muy buen trabajo, porque todos lo que Kyung Il veía, era su cabeza a sus pies.

La quería muerta, en el peor tipo de forma.

Su expresión irradiaba triunfo, como si supiera que iba a ganar. Kyung Il todavía, no estaba dispuesto a tirar la toalla.

—Dime que trajiste un arma —Yi Jeong dijo, mientras miraba a los sangrantes cortes.

—Lo hice —dijo Kyung Il. Hizo una mueca y rotó el brazo. El corte era lo suficientemente profundo, para mostrar el músculo. Su brazo se estaba entumeciendo, y perdería pronto su uso. —Simplemente, no puedo utilizarla, en este momento.

—Creo que ahora, es el momento perfecto —dijo Yi Jeong. —Lo siento, cariño, pero estás perdiendo. Mejor saca la artillería pesada.

—Está en mi bolsillo derecho —dijo Kyung Il, lo suficientemente bajo, para los oídos de Yi Jeong. —Tengo que conseguir su sangre en ella, no la mía.

Había completa confusión, en los ojos de Yi Jeong. —No lo entiendo.

Antes de que Kyung Il pudiera explicarle algo más, Sandara fue tras él. Kyung Il se agachó, se alejó de Yi Jeong y se movió a su izquierda, lanzando un gancho de derecha. Su puño conectó con Sandara, en la mandíbula, y su cabeza se echó hacia atrás.

El dolor explotó a lo largo del brazo de Kyung Il, pero se las arregló para tragarse el grito. Tan frío como estaba, se encontró sudando.

—¿No viste eso venir, verdad perra?

 

Ella le gruñó, mientras su rostro se contrajo por la rabia. —Te voy a dar eso, dragón.

Su labio estaba sangrando. Kyung Il se arrancó la camisa y envolvió el material alrededor de su mano lesionada. Para todos a su alrededor, parecía que estaba vendando la herida. Para Kyung Il, estaba tratando de cubrir su sangre para poder utilizar la piedra.

Hundió la mano en su bolsillo y se apoderó de la gema, esperando a que ella viniera hacia él, de nuevo. La golpearía en su puta boca, con la cosa.

Un frío intenso, se apoderó de él. Manteniendo sus ojos en Sandara, Kyung Il miró a su alrededor, mientras sus dedos se desenroscaron y sacó la mano de su bolsillo.

—No puedo dejar que la mates.

La voz sin cuerpo, hizo que los pelos de su nuca, se pusieran de punta.

Pero la voz tuvo una reacción diferente en Sandara. Sus ojos se volvieron salvajes, mientras su cabeza se giraba bruscamente, como si estuviera buscando la fuente.

—¡Muéstrate, bastardo! —Gritó.

Kyung Il se giró, cuando alguien salió a través de los árboles. Hoya.

Su padre estaba ensangrentado como el infierno, y uno de sus ojos estaba hinchado y cerrado. Se tambaleó hacia delante y luego se derrumbó. Kyung Il corrió hacia él.

—Completé el hechizo de invocación —Hoya dijo, mientras jadeaba.

Kyung Il se volvió, en busca de Yi Jeong y Momo. Su pareja corrió hacia él, y Kyung Il tiró a Yi Jeong en sus brazos, abrazándolo con fuerza.

Miró hacia detrás de Yi Jeong, cuando un hombre alto y corpulento con el pelo grueso, negro y penetrantes ojos verdes apareció. ¿Había visto alguna vez un hombre más robustamente guapo?

Lo hizo, pero había algo en este recién llegado, una belleza oculta que tiró de Kyung Il.

—Él es tu rey —dijo Hoya, mientras gruñía y se sentó —Es por eso, que te sientes obligado a estar cerca de él.

Yi Jeong entrecerró los ojos. —Da un paso y vas a dormir en la caseta del perro, por la próxima década.

—Yi Jeong es el único que no está ensangrentado —señalo Hoya.

 

Kyung Il negó con la cabeza. —No voy a enviar a mi pareja, a cualquier lugar, cerca de esa perra.

Hoya jadeo, y Kyung Il echó un vistazo a donde su padre estaba mirando.

Jung Shin y Jong Bin.

—¿Ella…

—Ella los mató —dijo Yi Jeong, lágrimas frescas corrían por su mejilla. —Sólo por eso, la quiero muerta.

—Dale la piedra —argumentó Hoya.

—No —Kyung Il espetó.

—¿Qué piedra? —Preguntó Yi Jeong.

Kyung Il escuchó como Hoya le dio un rápido resumen, de cómo funcionaba la piedra. Al mismo tiempo, Sandara y Seo Taiji luchaba entre sí. Ambos lanzaron las manos, tratando de estallar al otro. Kyung Il temía que una de esas explosiones, pudiera golpear a Yi Jeong, Momo, o su padre.

—Lo haré —dijo Yi Jeong. Extendió la mano, moviendo los dedos. —Ninguno de ustedes puede tocarla. ¿Dónde está? Meteré la maldita piedra, en su garganta.

—Pero Seo Taiji dijo que no nos permitiría matarla —Kyung Il le recordó a Yi Jeong e informó a su padre.

—Que se joda —gruñó Hoya. —El bastardo nos abandonó, hace mucho tiempo. Podría haber salvado a nuestra raza. Demonios, él fue el que le dio la espalda a ella y la hizo tan loca como es. No me importa lo que diga. Quiero a esa perra muerta —dijo Hoya.

—Dame la maldita piedra —discutía Yi Jeong, mientras sacaba Momo del interior de la camisa y se la entregó a Kyung Il. —¿No quieres que crezca, sin Sandara colgando sobre su cabeza?

—¿Qué pasa si uno de ellos te mata? —Preguntó Kyung Il.

—¿Qué pasa si vive, para sigilosamente atacarnos y secuestrar a nuestra hija? Momo necesita a alguien para darle un sentido de la moda y otro que le enseñe a luchar. Es nuestro trabajo protegerla. Ahora dame esa maldita piedra.

 

 

Continuara...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).