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91. Mío para Siempre (05) por dayanstyle

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Yi Jeong nunca se consideró lo suficientemente valiente, para enfrentarse a una bruja poderosa. No era un cobarde, pero nunca se había puesto, a sí mismo, intencionalmente en peligro. Se había metido en problemas, una vez o dos al crecer, pero nada peligroso. Ahora se puso de pie junto a Kyung Il, exigiendo un arma que podría matar a quien amenazaba a su familia. Además de eso, había un rey dragón con el que lidiar –un rey que ya se ha dicho que no quería a la bruja muerta.

¿Yi Jeong estaba loco? ¿Realmente estaba discutiendo con Kyung Il, para matar a la bruja? Mientras estaba allí, contempló a Momo escalar sobre la parte superior del pecho de Kyung Il. Miró a los ojos lila, de su pareja. Aquellos dos eran las personas más importantes en su vida.

Su mirada cayó a la mano de Kyung Il. La sangre se había filtrado a través de la camisa rota. No había manera de que Kyung Il o su padre pudieran tocar la piedra. Yi Jeong se estremeció al pensar en el resultado si la sangre de alguno de ellos caía sobre ella.

Cuando se negó Kyung Il, Yi Jeong hundió la mano en los pantalones de su pareja. Había visto el bulto. La única razón por la que preguntó, fue por cortesía. Que se joda la cortesía. Kyung Il no estaba cediendo, y Yi Jeong tenía que poner fin a esto.

—¡Maldita sea, Yi Jeong! —Kyung Il trató de zafarse, pero Yi Jeong logró arrebatar la piedra del bolsillo de su pareja. Retrocedió, cuando Kyung Il lo alcanzó.

—Siempre eres el que salva el día. Ahora es mi turno—Yi Jeong se giró y comenzó a moverse hacia Sandara. Como si ella lo sintiera acercarse, la bruja se giró, estrechando los ojos.

—¿El dragón envía a un niño, para hacer su trabajo sucio? —Sonrió, mientras Seo Taiji se puso delante de ella. Su sonrisa se deslizó. Ella lo empujó.

—No necesito que me protejas. Tú fuiste el que me rechazó, ¿recuerdas?

—Él está aquí, para matarte —Seo Taiji afirmó rotundamente. La expresión del hombre dijo que preferiría estar en otro lugar, pero sus acciones decían que se preocupaba.

Eso fue raro, ya que acababan de tratar de llevarse, mutuamente, al olvido, pero Yi Jeong no daba dos mierdas sobre la dinámica de su relación.

Hoya tenía razón. El rey de los dragones era un completo idiota.

Al pasar junto al árbol, donde Jung Shin y Jong Bin colgaban, Yi Jeong sintió que su pecho se apretaba, hasta que fue imposible respirar. Las lágrimas brotaron de sus ojos, y se obligó a no mirar. Se ocuparía de la pérdida, después de matar a la perra. Si no por otra cosa, iba a hacer esto por sus amigos.

 

Alguien tenía que buscar venganza, ya que ellos no podían.

Cuando Yi Jeong estaba a veinte pies de Sandara, una ardiente luz brilló, cegándolo temporalmente. Levantó los brazos, para protegerse los ojos. Dio unos pasos hacia atrás y hacia la derecha en caso de que se trataba de algún tipo de truco.

Cuando la luz se desvaneció y pudo ver de nuevo, entrecerró los ojos y sacudió la cabeza. ¿Qué en la tierra estaba Himchan haciendo aquí? ¿El hombre no se había negado a intervenir? ¿No le había dicho a Hoya, que ya había cabreado al destino lo suficiente?

—Dámela —dijo Himchan.

Yi Jeong cerró los dedos, alrededor de la joya. —No. Tengo que hacer esto. Alzó el brazo y señaló a sus amigos. —¡Tiene que pagar por lo que ha hecho!

El líder demonio se elevó sobre él, su expresión era suave. —Y lo hará. Pero no puedo permitir que te conviertas en un asesino, con el fin de buscar justicia.

—Esa no es tu decisión —argumentó Yi Jeong. —Esta no es tu lucha. Ella quiere a los dragones muertos, no los demonios. Tengo que impedir que lastime a mi pareja y a mi hija.

Yi Jeong se secó los ojos, mientras sus hombros se agitaban. Todo esto era demasiado. Estaba a punto de matar a alguien –no era un acto que alguna vez había pensado en llevar a cabo debido a que alguien había tomado la vida de sus amigos y amenazaba a su familia.

Él no debería estar aquí. Ninguno de ellos debería. Yi Jeong debería estar en su casa, para conocer a su hija, celebrando su nacimiento con amigos y familiares. Jung Shin debería amenazar a alguien con su Taser, mientras que Jong Bin haría lo que sea, que Jong Bin hacía.

Himchan puso una mano, en su hombro. —Dame la piedra, Yi Jeong.

—¡No! —Gritó Hoya. —¡No te atrevas a dársela!

Himchan giró la cabeza y miró a Hoya. —¿Harías a tu yerno asesinar a alguien? Eso toma un pedazo de su alma, Hoya. Deberías saber eso.

Kyung Il se trasladó al lado de Yi Jeong y tiró de su pareja, en un abrazo.

—Lo siento—dijo Kyung Il. —Lamento mucho que tengas que pasar por esto, porque el destino decidió acoplarte a un dragón.

Yi Jeong negó con la cabeza, mientras miraba a los ojos lila de su pareja.

—Nunca me he arrepentido, ni un solo día. Ni uno.

—Quítame el hechizo de invocación —dijo Seo Taiji con un gruñido.

 

—Así es —Sandara chilló, mientras se dirigía a su garganta. —¡Corre, como siempre lo haces!

Himchan negó con la cabeza. —Dado que ninguno de los dos, será el hombre más grande, sentencio a ambos a la eternidad, en el Inframundo.

—¡No! —Gritó Sandara.

—La misma celda —agregó Himchan.

Yi Jeong agarró el brazo Himchan, antes de que el hombre pudiera desaparecer.

—¿La dejarías con vida, después de que mató a mis amigos?

El líder demonio miró sobre su hombro, y un brillo asesino ardió en sus ojos. Se giró hacia Sandara. —No queda humanidad en ti.

—¡Todos ellos deben morir!

—¿Ellos, qué te hicieron? —Gritó Yi Jeong mientras señalaba hacia los árboles.

—¡Nada! Mataste a dos personas inocentes, a sangre fría. Te mereces quemarte en el infierno.

Himchan levantó una mano. Sandara y Seo Taiji lucharon por moverse, pero era como si una mano invisible los mantuviera en su lugar.

Yi Jeong odiaba que estuviera llorando de nuevo. Pero no podía evitarlo. Cuando Himchan se acercó a los árboles y bajó a Jung Shin y Jong Bin, estuvo malditamente cerca de perderse. Kyung Il lo agarró y tiró de Yi Jeong de nuevo en sus brazos, cuando el líder demonio presionó su mano sobre el pecho de Jung Shin. Los ojos de Yi Jeong se abrieron, cuando el cisne jadeó en busca de aire, aleteando sus párpados, abiertos.

¿Quién Diablos era Himchan? Era más que un líder demonio, eso era absolutamente seguro, pero ¿quién era él, que tenía el poder de traer a los muertos a la vida?

A continuación, sopló una bocanada de aire sobre la palma abierta de Jong Bin. Yi Jeong observó como una línea azul brillante de electricidad, se abría paso sobre las alas del hada, arreglando el desgarro, sellándolas hasta que Yi Jeong no podía decir que alguna vez habían sido arrancadas.

Los párpados de Jong Bin, lentamente se abrieron. Se quedó allí por un largo momento, antes de que girar su cabeza y mirar en dirección a Yi Jeong. Este salió de los brazos de Kyung Il y corrió hacia sus amigos.

—Voy a pagar un alto precio por ello —Himchan dijo, mientras se levantaba.—Wheesung va a cagar gatitos.

 

A Yi Jeong no le importaba, mientras se lanzaba a los brazos de Jung Shin. El cisne parecía desorientado, mientras echaba un vistazo alrededor.

—¿Dónde Diablos estoy?

Yi Jeong levantó la vista hacia Himchan.

El chico, se encogió de hombros. —No hay necesidad de que recuerden, su terrible experiencia.

El líder agarró a Sandara y chasqueó los dedos. Los tres desaparecieron, dejando a Yi Jeong y los a otros parados allí.

—¿Cómo Diablos se supone que vamos a llegar a casa? —Preguntó Hoya.

Yi Jeong sonrió, mientras los cinco se dirigían hacia el claro. Cuando se acordó de la piedra, miró su mano, para ver que estaba vacía.

—A veces, algo tan poderoso necesita ser destruido —dijo Kyung Il. Yi Jeong tenía un sentimiento de que Himchan no destruiría la piedra, pero ninguno de ellos volvería a verla de nuevo.

 

 

 

 

 

Kyung Il gruñó, cuando Yi Jeong se estiró y gimió. Pasó su mano por el costado de su pareja, mientras conducía su polla más profundamente en el cuerpo del humano.

—Si alguna vez, te pones en peligro otra vez... Yi Jeong sonrió. —Sigue castigándome.

—Oh, hjertet mitt drage, esto no es un castigo.

Yi Jeong arqueó su espalda, meciéndose de rodillas, antes de separar las piernas más ampliamente. —¿Por qué no? He sido un niño muy malo.

Kyung Il sonrió. —Realmente, eres una cosita kinky, ¿verdad?

Agarró las caderas de Yi Jeong, apretándolas más, mientras miraba hacia abajo, a su pareja –una pareja que había conocido toda su vida. Pensó que Yi Jeong le había dado todo– el amor de un buen hombre, alguien que trajo paz a su alma, un mejor amigo, un compañero de crimen, y un amante apasionado.

Pero su pareja, había ido un paso más allá y le había dado a Kyung Il la familia que había soñado, durante tanto tiempo. Sentía como si tuviera todo, y la única persona que había puesto el mundo a sus pies, yacía debajo de él.

 

—¿Cuándo fue la última vez, que te dije que te amo? Kyung Il rozó sus dedos, sobre el cabello de Yi Jeong.

—Eso no es hablar Kinky—Gimió Yi Jeong. —Pero si realmente estás buscando una respuesta, hace diez minutos y diez minutos antes de eso.

—Creo que no estoy diciéndolo lo suficiente —bromeó Kyung Il.

—Dale a un hombre un niño y él se ponen todo blando contigo.

Kyung Il giró sus caderas y las golpeó hacia adelante. Yi Jeong siseó, mientras alzaba el culo, más alto. —Eso es. No te detengas. Justo así.

No se detuvo. Apretó el paso, hasta que Yi Jeong gritó su nombre y Kyung Il se arrodilló allí, jadeante. Se limpió el sudor de su rostro, antes de que se saliera de su pareja.

—Por mucho que me gustaría a enroscarme alrededor y conseguir algo de sueño.

Yi Jeong resopló.

—¿Sueño? No sé lo que es eso, sobre todo, porque Momo cambió a un bebé humano. El otro día, me encontré tratando de beber su biberón, mientras le daba mi taza de café.

Kyung Il dio un beso, en la mejilla de Yi Jeong.

—¿Por qué no descansas un poco? La tengo.

—Sabía que te amaba, por una razón.

Kyung Il podría pensar en un centenar de razones, por las que amaba a Yi Jeong. Ciento una, ahora que eran padres.

 

 

 

Fin

Notas finales:

a continuación... 

92.   Plumas y Piel (06)- Manada Kim Nueva Generación


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