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91. Mío para Siempre (05) por dayanstyle

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Yi Jeong se cernió sobre su pareja, mientras el Dr. Jaejoong examinó la dormida forma felina de Kyung Il. Algunas de las personas que vivían en la casa de los Lee, abarrotaban la habitación, observando, esperando por el pronóstico del médico.

J.Jun estaba junto a la pared del fondo, en silencio, Hwan Hee junto a él. El vampiro no había estado feliz con su auto pero, por el momento, estaba más preocupado por Kyung Il. Taehyung y Jimin estaban en el lado opuesto de la cama. Hansol también estaba allí, apoyado en la cómoda, mientras Ho Seok y Jay se paseaban por la abarrotada habitación.

Yi Jeong nunca quería volver a estar tan asustado de nuevo. Kyung Il era todo su mundo, y si algo le sucedía a su pareja, sería incapaz de seguir adelante. Había estado con Kyung Il durante más de dos décadas, y el hombre era su pulmón izquierdo, su razón para levantarse por la mañana. ¿Qué pasaría si el shifter había desarrollado algún tipo de tumor cerebral? Era insólito en el mundo sobrenatural, pero podía suceder.

 

La idea de perder a Kyung Il, era como un peso de dos toneladas sobre su pecho. Se arrodilló allí, junto al guepardo, con las manos en puños, mientras las lágrimas amenazaban con derramarse. A pesar de que los dos se habían conocido toda su vida, sentía como si ahora simplemente estuvieran juntos.

¿Qué pasaría si estaba embarazado de Kyung Il? ¿Y si perdía a su pareja y tenía que criar a su hijo o hija solo? La sola idea era algo demasiado para soportar.

“Despierta, Yi Jeong. Despierta para que podamos jugar. Hey, despierta. Amigos para siempre, ¿recuerdas? No se te permite estar herido, Yi Jeong. Es mi trabajo mantenerte feliz.” Un sollozo escapó de Yi Jeong, mientras la voz de Kyung Il de ocho años, se hizo eco en su mente. Recordó a Hoya preguntándole a Kyung Il por qué había dicho eso, y Kyung Il le había dicho a su padre que Yi Jeong era suyo.

Yi Jeong había tenido siete, en el momento en que su casa se había incendiado. Yi Jeong había quedado atrapado, aspirando el nocivo humo. A pesar de que había caído en coma, había oído la dulce voz de Kyung Il llamándolo.

—Despierta, Kyung Il—dijo Yi Jeong a través de sus lágrimas, mientras sus manos apretaban el pelaje de su pareja. Sacudió suavemente al gato, Hwan Heeando para que Kyung Il despertara. —No se te permite estar herido. Es mi trabajo mantenerte feliz. Mío para siempre.

Su pecho se apretó, hasta el punto de que casi no podía respirar, mientras sus hombros se sacudieron por el llanto.

—No puedes dejarme. ¡No tienes permitido dejarme!

 

 

Había sido la columna de humo que su pareja de ocho años había soplado en su joven rostro, lo que finalmente había despertado a Yi Jeong. Si tan sólo pudiera hacer lo mismo por Kyung Il, si sólo su pareja se despertara.

Hoya colocó una fuerte mano, en el hombro de Yi Jeong y le dio un ligero apretón.

—Es un luchador, Yi Jeong. No vas a perderlo.

Yi Jeong asintió, mientras seguía llorando. Apartó la humedad de sus mejillas y la barbilla. Dong Woo había aparecido, así como Jin Hong, Hui, Tae Heon, y su tío Min woo. Se detuvieron junto a sus parejas, mientras los miraban. Hasta ahora Dong Woo no había dicho una palabra, pero su expresión decía mucho. Estaba aterrado por perder a Kyung Il.

Todos lo estaban. Yi Jeong estaba contento de tener a su familia a su lado, pero nada lo haría feliz, hasta que Kyung Il despertara y lo mirara con esos hermosos ojos lilas.

El Dr. Jaejoong negó con la cabeza, mientras daba un paso atrás. —No hay nada malo físicamente con él, sin embargo, es como si estuviera atrapado en un profundo sueño.

 —Entonces quiero estar en ese sueño con él —dijo Yi Jeong, mientras las lágrimas seguían deslizándose por su rostro. —Él me necesita para despertarlo.

—Lo siento, Yi Jeong—el médico dijo, —pero ninguno de nosotros tiene la capacidad de ponerte allí.

—Yo si —dijo Hoya y todos los ojos se giraron hacia el antiguo shifter dragón.

—Se llama a un puente. Puedo formar uno de manera que Yi Jeong pueda ayudar a Kyung Il.

—Hazlo —Yi Jeong dijo, mientras miraba a su suegro.

—No.

La cabeza de Yi Jeong se giró bruscamente, cuando Himchan emergió del rincón oscuro. —¿Por qué? —Yi Jeong gritó la pregunta.

—Porque fue una bruja quien lanzó el hechizo —, el líder demonio dijo, mientras daba un paso hacia la cama. —También vas a quedar atrapado.

—¡Entonces haz algo! —Yi Jeong estaba desesperado. Quería a Kyung Il de vuelta. Necesitaba a Kyung Il de vuelta. Sabía que no debía gritarle a Himchan, pero por el momento, no le importaba. —¡No puedes dejarlo así!

—Yi Jeong —dijo Tae Heon, advirtiéndole.

—Jode eso—Yi Jeong sacudió la cabeza, con vehemencia. —Kyung Il es mi pareja, mi mejor amigo, y la razón por la que el sol sale y se pone en mi mundo. Sin él...

 

 

El aliento de Yi Jeong se atrapó, y sus lágrimas se desbordaron, como el agua rebasando la parte superior de una presa. —Sin él, el sol no brilla, las flores no florecen, y mi vida habrá perdido su significado.

Himchan hundió la cabeza, en un breve movimiento. —El elemento esencial, para estar acoplado.

—Sí—Yi Jeong asintió rápidamente. —Yo...Yo no puedo vivir sin él. Te daré lo que quieras, si lo traes de vuelta a mí. Puede tener mi alma. No tiene ningún uso para mí si Kyung Il muere.

El líder demonio pasó una mano por el cabello de Yi Jeong, mientras una tierna sonrisa adornaba sus labios. —Negociar con tu alma, viene acompañado de un muy alto precio, joven.

Había aprendido, con los años, que el líder demonio era más poderoso de lo que él dejaba que todos creyeran. Yi Jeong había visto cosas inexplicables, cuando se trataba de Himchan, había visto numerosas criaturas bajo la superficie de la piel del hombre. Levantar una maldición, debería ser un paseo para el hombre.

—Yi Jeong—dijo Jin Hong. Su hermano le agarró el brazo, en un férreo control.

—¿Estás seguro de que sabes lo que estás diciendo?

—No voy a dejar que hagas eso —dijo Min woo con desesperación en su voz.—No tienes idea de lo que estás diciendo.

—No puede ser deshecho —dijo Tae Heon. —Piénsalo con cuidado, Yi Jeong.

—Sé, que no puedo vivir sin Kyung Il —dijo Yi Jeong, mientras miraba a su familia y luego de nuevo al líder demonio. —Toma mi alma, si ese es tu pago.

—Eso no será necesario—dijo Himchan, antes de poner su mano, sobre la cabeza del gato. Se acercó más y bajó la voz, para que sólo Yi Jeong escuchara lo que le decía. —Necesitaras tu alma, para que puedas amar a tu pareja y a tu hijo por toda la eternidad, pero si alguna vez la ofreces de nuevo, no la rechazaré.

Yi Jeong apretó su estómago. Estaba embarazado de Kyung Il. Realmente necesitaba tener una charla con Dong Woo. No había manera, de pasar por esto, a ciegas. Los pensamientos, un poco descarriados de Yi Jeong se detuvieron, cuando una misteriosa luz azul empezó a brillar sobre la cabeza de Kyung Il. La luminosidad era como una luz de gas, en una estufa. Osciló ligeramente, como si cogiera una suave brisa.

La luz creció y luego se convirtió en lo que parecían ser briznas arremolinadas, niebla radiante, balanceándose hacia Himchan, cada vez más cerca. Yi Jeong estuvo tentado de estirar la mano y pasar los dedos a través de los ondulantes senderos.

 

 

—No —dijo Himchan como si hubiera leído los pensamientos de Yi Jeong. La luz viajo a la palma de la mano del líder demonio, antes de que Himchan hiciera un puño, capturando la niebla. La luz se desvaneció y luego desapareció.

Parecía como si la habitación contuviera la respiración colectivamente. El corazón de Yi Jeong latía en su garganta, cuando Kyung Il lentamente abrió los ojos. Yi Jeong se arrojó sobre Kyung Il, antes de que su pareja cambiara y envolvió sus brazos alrededor de él.

—Te escuché —Kyung Il susurró, en la concha de la oreja. —Mío para siempre.

—Tuyo para siempre —Yi Jeong susurró, en el hueco del cuello de Kyung Il.

 

—Tiene que ser Sandara —Hoya dijo, cuando él y Himchan quedaron solos.—Sentí algo en el Lucky Clover, como si alguien hubiera cepillado una mano fría, sobre mí.

Himchan inclinó su gran cuerpo, contra la barandilla de la terraza de atrás, haciendo que la madera gimiera.

—Debería haber matado a la perra, cuando tuve la oportunidad —agregó Hoya. Y ahora no sólo él y Dong Woo estaban en peligro, sino también lo estaban Kyung Il y Yi Jeong.

—¿Cazadores?—Un escalofrío corrió por encima de él. —¿Trae cazadores, con ella?

—No he comprobado a Sandara, desde que la envié para estar con Seo Taiji. Por lo que sabemos, podría estar muerta. —Himchan se frotó la mandíbula.

La bruja no estaba muerta. Hoya había sentido su presencia, en sus entrañas. Ella estaba de vuelta y muy probablemente, más loca que nunca. Casi había borrado toda la raza dragón, porque su pareja dragón la había despreciado. Era imposible saber cuánto más poderosa se había vuelto, a lo largo de los años.

—Tienes que darle a Kyung Il y Yi Jeong una protección —dijo Hoya. —Tú viste lo que acaba de hacerle, a mi hijo.

Himchan echó un vistazo a la casa y luego cerró los ojos. Sus labios se movieron, pero las palabras no escaparon. Levantó una mano y la retorció levemente antes de que sus párpados se abrieran.

—Esta casa va a proporcionar la protección.

 

—No pueden permanecer en la casa, para siempre —argumentó Hoya.

—Y ya he interferido con el destino, una vez —el líder demonio le recordó. —Por cada acción que tomo en su contra, la perra se enoja. Créeme cuando te digo que ella es real, y cuando entres en su cancha, será mejor que sepas cómo jugar a la pelota.

Hoya frunció el ceño. —¿Qué?

—Ya detuve a Sandara una vez, cambiando el curso de la historia—dijo Himchan. —Esta vez, tendrá un costo.

—Pero has interferido un montón de veces —Hoya le recordó al líder. —¿Qué es tan diferente ahora?

—Juegas con fuego demasiadas veces y eventualmente, tendrás un incendio —, dijo Himchan. —Lo saque de su coma y puse un hechizo de protección en la casa, Hoya. No hay nada más que pueda hacer.

—Di tu precio—Hoya no iba a perder a su hijo o yerno, por esa perra. No iba a permitir que tampoco fuera tras Dong Woo. Esta vez, cuando se reuniera con ella, planeaba poner fin a su vida.

 

Himchan negó con la cabeza, mientras metía los brazos sobre su pecho.

—El costo no depende de mí, y no estoy seguro de que estarías dispuesto a pagar, su alto precio.

—¿Quién es exactamente “Destino”? —Preguntó Hoya.

—Una perra voluble, y en estos días, no está demasiado feliz conmigo.

Genial, la única entidad con la que Hoya necesitaba hacer un trueque, tenía un chip en su hombro, contra el único hombre que podía hablar con ella. Se dejó caer en una silla y se pasó una mano por el pelo. —Sandara casi me mató y a Dong Woo, la última vez que tuvimos un encuentro. ¿Qué Diablos se supone que debo hacer?

—Dije que su precio era demasiado alto, pero eso no quiere decir que no puedes derrotar a tus enemigos. Todo el mundo tiene un talón de Aquiles. Sólo tienes que encontrar el de Sandara.

—¿Y cómo se supone que voy a encontrarlo? —Preguntó Hoya.

—Y no me digas que es el amor verdadero. —El líder demonio estaba siendo enigmático, pero Hoya tenía la sensación de que el hombre estaba tratando de decirle algo.

Himchan sonrió. —No voy a alimentarte con esa línea de chorradas, otra vez.

 

 

Antes de que Hoya pudiera hacer más preguntas, el líder demonio desapareció.

Había veces, cuando hablar con Himchan era como hablar con el Guardián. Hoya no inventaba acertijos. Iría con el Ultionem y vería si no podía conseguir su ayuda. Eran más o menos su única opción, en este momento.

 

—No me asustes así, de nuevo —dijo Yi Jeong cuando curvó su cuerpo sobre el de Kyung Il. La habitación finalmente se había despejado, dejando a Kyung Il y a su pareja, solos. Tendido de espaldas, Kyung Il sostuvo a Yi Jeong estrechamente, agradecido que no se hubiera torcido al revés o explotado. Por un momento, había estado a punto de hacer ambas cosas.

—No fue intencional, mi corazón de dragón. —Paso suavemente la mano sobre la delgada espalda de Yi Jeong, rastreando la columna vertebral de su pareja, con la punta de sus dedos. —Si pudiera haberlo evitado, lo habría hecho.

 

Kyung Il no quería volver a pasar por algo así nuevamente. Sus huesos aún estaban adoloridos, por los cambios forzados. Ambas bestias estaban ahora en reposo, permitiéndole respirar y finalmente recuperarse.

No le dijo nada a Yi Jeong, o a cualquier otra persona, sobre lo que había visto, mientras estaba fuera de sí, pero las imágenes todavía lo perseguían. Había estado en un extraño bosque, uno que ocultaba el sol y se sentía tan frío, como el ártico, sin embargo, la hierba había sido verde y los árboles estaban en plena floración.

Kyung Il había estado de pie, junto a Yi Jeong, mientras la desconocida del centro comercial sostenía un pequeño dragón rojo en sus brazos. La cría lloraba por Kyung Il, y sin importar lo duro que luchaba para llegar a la cría, era como si sus pies hubieran estado enterrados, en el cemento. Había sido incapaz de moverse, mientras la mujer se reía y se burlaba de él, diciéndole a Kyung Il que nunca volvería a ver a su hijo de nuevo.

Su hijo. El pecho Kyung Il se tensó, mientras la imagen continuó atormentándolo. Había sido un sueño, sin embargo, se había sentido tan real que todavía podía oír a la cría llorando por él.

—¿Sabes lo afortunados que somos, de que no tuvimos que buscarnos el uno al otro?

Los dedos de Kyung Il se arrastraron sobre los hoyuelos apenas marcados, justo por encima, de las nalgas de su pareja.

 

 

—¿Cómo es eso? —Preguntó Yi Jeong.

—Nos conocimos cuando éramos niños. No tuvimos que preguntarnos si nuestra pareja estaba por ahí, si lo encontraríamos, o si habíamos perdido la oportunidad, porque nacimos demasiado pronto o demasiado tarde.

Una lenta sonrisa, apareció en la cara de Yi Jeong. —Somos afortunados.

Kyung Il dejó escapar un largo suspiro, afortunadamente, el dilema había terminado. Por ahora, al menos. No estaba seguro de lo que había causado sus cambios incontrolables, en primer lugar, o la extraña ilusión de que él y Yi Jeong habían visto en el estacionamiento o en el sueño aún más extraño, mientras estaba inconsciente.

Yi Jeong levantó la cabeza y apoyó la barbilla en sus brazos, que descansaban sobre el pecho de Kyung Il. —Algo pasó, mientras estaba noqueado.

Kyung Il rozó con las manos, el cabello sedoso de Yi Jeong. —¿Oh, si? Yi Jeong se mordió el labio inferior, mientras miraba a Kyung Il, a los ojos.

—Supongo que debería decirte, antes de que lo sepas por otra persona.

Kyung Il frunció el  ceño,  Hwan Heeando  para  que  no  fuera  otra  crisis.  No  se  había recuperado por completo de la última. —¿Qué?             

—No es gran cosa—dijo Yi Jeong, mientras se sentaba, a horcajadas sobre la cintura desnuda de Kyung Il. —En realidad, no lo es.

—Yi Jeong —Kyung Il le dijo como una advertencia. —Escúpelo.

—Bueno... —Yi Jeong desvió la mirada, mientras apartaba la mano, hacia afuera.

—Yo podría, haber tratado de vender mi alma a Himchan, a cambio de salvarte.

Kyung Il se dobló, agarrando los lados de Yi Jeong, antes de que su pareja cayera de la cama. —Dime que te escuche mal—Su voz se había reducido a un ruido sordo. La indignación lo sacudió, al mismo tiempo que un inimaginable miedo, se apoderaba de su corazón.

—No hay necesidad de sacar esto de proporción —dijo Yi Jeong. Intentó levantarse, pero Kyung Il aumentó la presión, sobre la cintura de Yi Jeong. —Olvida lo que dije.

—¿Olvidar lo que me dijiste que intentaste canjear tu maldita alma? —Kyung Il preguntó con incredulidad. —¿Cómo Diablos se supone que voy a olvidar eso?

Yi Jeong empujó un delgado dedo, hacia él. —¡Habrías hecho lo mismo por mí!

Aunque le dolía cada hueso de su cuerpo, Kyung Il los rodó, arrojando a Yi Jeong debajo de él. Plantó una mano, en cada lado de la cabeza de su pareja, mostrando los colmillos.

 

 

Nunca había estado tan enojado con Yi Jeong. Nunca. Incandescente ira estalló dentro de él, y le tomó cada onza de autocontrol, que poseía, para no gritarle al hombre.

—Si alguna vez haces algo tan estúpido otra vez, no serás capaz de sentarte durante un año. —Gruñó las palabras.

Los ojos azules de Yi Jeong se abrieron, antes de que se estrecharan.

—¿Estúpido? ¿Tratar de salvar tu vida es estúpido?

—No soy digno de que pierdas tu alma.

—¡Sí lo eres!

—No, no lo soy —dijo Kyung Il, refrenando su ira. Dejó escapar un duro suspiro y sacudió la cabeza. —Prométeme que no vas a hacer eso de nuevo.

—Sería una mentira, si lo hiciera—Yi Jeong continuó mirando a Kyung Il. —Haría cualquier cosa para salvarte.

—Eres imposible—Kyung Il hizo una mueca, mientras escalaba fuera de la cama y fue a su cajón, sacando un par de pantalones de pijama. Sus articulaciones protestaron, mientras se los colocaba.

—¿Cómo es que soy imposible? —Yi Jeong saltó de la cama y cruzó la habitación, empujando una palma en el pecho Kyung Il.

Kyung Il agarró la muñeca de Yi Jeong, en un apretón firme, mientras sus fosas nasales se dilataron, con rizos de humo escapando.

—Tu alma es la esencia de lo que eres, Yi Jeong. Perder tu alma, te volvería insensible a todo. Dejarías de preocuparte, reír y disfrutar de la vida. Ya no tendrías una conciencia. Ya no te importaría una mierda, la diferencia entre el bien y el mal. ¿Es eso lo que quieres, convertirte en una cáscara vacía?

La idea de no oír a su pareja reír de nuevo, de no volver a ver sus ojos iluminados por la emoción o la sensación del profundo amor que el humano sentía por él, era algo demasiado difícil de soportar. Kyung Il quería sonar el cuello del hombre. Su alma era demasiado malditamente valiosa, para ser tan displicente con ella.

—Lo que quiero, es estar para siempre contigo—sostuvo Yi Jeong. —Además, Himchan se negó a tomarla.

Había algo en la voz de Yi Jeong, que hizo que Kyung Il se detuviera. Su pareja estaba ocultando algo. Estudió ese rostro, antes de preguntar: —¿Por qué se negó a tomarla?

—¿Es un buen tipo?

Kyung Il gruñó. —¿Por qué, Yi Jeong?

—Estás lastimando mi muñeca.

Kyung Il soltó a su pareja. —Deja de tratar de cambiar el tema.

—Si yo hubiera sabido que ibas estar tan malditamente gruñón, habría bajado con mi hermano y mi tío.

Yi Jeong intentó darse la vuelta, pero Kyung Il atrapó el brazo del hombre, haciéndolo girar alrededor de nuevo.

—Cinco segundos y mi mano se conectará con tu pequeño y suave culo—Kyung Il giró a Yi Jeong y lo empujó sobre la cómoda, su culo en perfecta alineación con la mano de Kyung Il. Había sacado el brazo hacia atrás, para golpear a Yi Jeong en el culo, cuando su pareja se inclinó fuera de su alcance. Kyung Il retiró la mano segundos antes, de que hubiera golpeado la cabeza del hombre.

—¡No puedes golpear a un hombre embarazado! —Yi Jeong lo empujó y luego se lanzó hacia el baño.

Kyung Il se sentía como si hubiera sido embestido en el estómago, por un tren de carga. Se tambaleó ligeramente y sacudió la cabeza, agarrando el borde de la cómoda, para estabilizarse.

 

¿Embarazado? ¿Su pareja llevaba a su hijo? Kyung Il perdió el equilibrio y cayó sobre su culo. Iba a ser padre.

Yi Jeong salió, como si fuera una tempestad, del baño, en dirección a la puerta, cuando Kyung Il se puso de pie y tiró de su pareja, en sus brazos.

—No puedes abrazarme y esperar que deje de estar enojado—dijo Yi Jeong, aunque Kyung Il podía decir que su pareja se estaba comiendo la atención. Besó el labio inferior, que se había deslizado afuera. Yi Jeong se aclaró la garganta. Kyung Il se rió y besó a su pareja de nuevo.

—Vamos, bebé. Ya conoces las reglas. Después de una discusión, nos besamos y lo hacemos. —Deslizó sus manos hacia abajo y luego tomó el culo de Yi Jeong, dándole a los globos gemelos, un suave apretón.

Yi Jeong suspiró, mientras se fundía en Kyung Il. —No estás peleando justo.

—Y nunca lo planee —dijo Kyung Il. —¿Es eso lo que te dijo Himchan, que estás embarazado?

—No con esas palabras, pero sí—Los brazos de Yi Jeong se deslizaron por la cintura de Kyung Il, y sintió lo duro que su pareja estaba por él. —Dijo que necesitaba mi alma, para que pudiera amar a mi pareja e hijo, por toda la eternidad, o algo así.

—Eres hermoso.

—¿Y? —Preguntó Yi Jeong.

 

 

Kyung Il sonrió. —Sexy, obstinado, exigente, testarudo, y la razón por la que existo.

Había colocado un beso, en los labios de Yi Jeong, cada vez que nombraba una de las cualidades de su pareja. —Eres también mi mejor amigo, mi socio en el crimen, y el amor de mi vida.

Yi Jeong sonrió, de oreja a oreja, mientras sus ojos azules brillaban como diamantes en bruto. —Eres bastante bueno, en hacer las paces.

Kyung Il se encogió de hombros, mientras sostenía a Yi Jeong en sus brazos. —Nah, sólo estoy diciendo la verdad.

—Lo estas —dijo Yi Jeong.

Se giraron, cuando alguien llamó a la puerta. Hoya estaba parado allí, ocupando la mayor parte de la puerta. —Tenemos que hablar.

—¿Descubriste lo que me pasó? —Preguntó Kyung Il.

Hoya se apoyó en el marco de la puerta, mientras estudiaba atentamente a Kyung Il. —Ustedes dos se ven bien juntos, siempre lo han hecho.

—Gracias —dijo Yi Jeong. Presionó su mejilla contra el pecho desnudo de Kyung Il.

 

—¿Sobre qué necesitas hablar con nosotros? —Preguntó Kyung Il. Pasó la mano, por la espalda de su pareja, todavía temblando por la noticia de que Yi Jeong había tratado de canjear su alma.

—Himchan puso un hechizo de protección, sobre la casa. Siempre y cuando permanezcan dentro, Sandara no debería ser capaz de llegar a ustedes.

Kyung Il se puso rígido. —¿La misma Sandara que fue detrás de ti y Dong Woo?

Por supuesto que era la misma mujer. En primer lugar, ¿cómo Hoya la conocería por su nombre? En segundo lugar, ¿cuántas mujeres se llamaban Sandara? Ninguna que Kyung Il conociera.

—¿Cómo? —Preguntó, mientras negaba con la cabeza. —¿Por qué ahora, después de todo este tiempo?

—¿Qué ha cambiado en tu vida? —Preguntó Hoya. —Nada ha cambiado en la mía.

Kyung Il sintió la mejilla de Yi Jeong, calentarse. Sólo hubo un cambio significativo, y su pareja estaba avergonzado, porque tenían que decirle a Hoya.

—Recientemente, reclamé a Yi Jeong.

Hubo un ligero cambio en los ojos de Hoya, como si el hombre estuviera sorprendido, de que los dos no habían tenido sexo antes. Habían sido inseparables, durante toda su vida, con excepción de Kyung Il, yendo a Dalton Falls antes que Yi Jeong.

 

 

—Eso lo explica todo—Hoya dio un corto, pero firme, movimiento de cabeza. Kyung Il escuchó el tono de orgullo, en la voz de su padre. ¿Su estaba padre orgulloso, de que los dos habían esperado tanto tiempo?

—¿Explicar cómo? —Preguntó Yi Jeong.

—La única cosa, que puedo pensar, es que creó un hechizo, cuando Himchan la desterró, un hechizo que la alertaría cuando mi cría se apareara.

Yi Jeong palideció. —¿Creó un hechizo, para saber cuando Kyung Il tuviera sexo? Eso es simplemente, retorcido.

—Sea lo que sea —dijo Hoya, —Necesito que ambos se queden, en casa, hasta que se resuelva esta situación.

—¿Quieres que quede en segundo plano, mientras vas tras ella? —Preguntó Kyung Il, en estado de shock. —No lo creo.

—Eso es exactamente, lo que los dos van a hacer —dijo Hoya, con ardor Yi Jeong abrió la boca y luego la cerró. Kyung Il apretó las muelas de atrás.

—¿Y Dong Woo? —Recordaba la historia. Dong Woo y Hoya estarían en tanto peligro, como Kyung Il y Yi Jeong.

—Sólo quédense en el interior. Es una orden. —Hoya se giró y se alejó. 

—Supongo que tengo que llamar a Jong Bin y decirle que no puedo ir—Yi Jeong se alejó de Kyung Il y sacó su teléfono. —Espera, tengo que ir a ver a Dong Woo, mientras esté aquí.

Kyung Il observaba como Yi Jeong salía de la habitación.

Infiernos, si le gustaba sentarse sobre su culo, mientras su padre se ponía en peligro. Kyung Il cazaría a Sandara él mismo y enfrentaría a la bruja. Tenía que proteger a Yi Jeong y a su hijo, y ninguna orden de Hoya lo detendría.

 

 

Continuara...

 

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