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91. Mío para Siempre (05) por dayanstyle

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Ya era tarde, cuando Yi Jeong regresó a su habitación. Kyung Il ya estaba profundamente dormido, acurrucado, adorablemente alrededor de una almohada. Yi Jeong se situó en el borde de la cama, mientras miraba a su pareja y se preguntó cómo alguien podría amar a otra tanto, como él amaba a Kyung Il.

¿Cómo podía un solo corazón, contener una emoción tan fuerte y dominante?

—Deja de verme dormir —, dijo Kyung Il, con los ojos aún cerrados. —Es raro. Una sonrisa floreció, en la cara de Yi Jeong. —No es raro, que me guste mirarte.

Kyung Il rodó sobre su espalda y alcanzó a Yi Jeong, y este se dejó, con mucho gusto. Se acurrucó en los fuertes brazos del shifter y sabía que no había lugar más seguro. Kyung Il se colocó en cuchara, mientras descansaba la barbilla en la cabeza de Yi Jeong.

—¿Hablaste con Dong Woo?

Muchacho, Yi Jeong había tenido el shock de su vida, cuando descubrió cómo Dong Woo había puesto ese huevo. —Sí, y antes de que preguntes, no te lo voy a decir. Tu padre me hizo jurar que guardaría el secreto.

E incluso si Dong Woo no lo hiciera, no había manera de que Yi Jeong le diría a su pareja cómo nacía un bebé dragón. Él sólo... Oh, Dios. Yi Jeong se sentía mareado.

Kyung Il aparto el cuello de Yi Jeong, a un lado, mientras sus cálidos labios viajaron sensualmente sobre su hombro. —Tengo maneras de hacer que hables.

—No voy a romper mi promesa, pero no dejes que eso te impida interrogarme—Yi Jeong se estremeció y luego gimió. —Y no uses guantes de seda. Déjame tenerlo, chico grande.

—Fui entrenado por los mejores. —Kyung Il lamió un sendero a la nuca de Yi Jeong y luego mordió suavemente. —Voy a hacerte cantar como un canario.

—Puedes intentar—Yi Jeong se dio la vuelta y golpeó el pecho de Kyung Il.

—¿Siempre interrogas a la gente, mientras estas desnudo? Kyung Il movió las cejas. —Sólo a ti, guapo.

Yi Jeong se quedó sin aliento, cuando Kyung Il corrió su camisa y chupó un pezón en su boca. La húmeda lengua de su pareja atacó a su piel, enviando sensaciones chisporroteando través del cuerpo de Yi Jeong. Se arqueó contra el shifter, mientras Kyung Il trabajó su camino hacia el otro pezón, jugando con el capullo endurecido entre los dientes.

Enroscó los dedos en el cabello de Kyung Il, tirando de los hilos, tratando de tirar a su pareja, lo más cerca posible, mientras deliciosamente torturaba a Yi Jeong.

 

 

—Dime, tus habilidades de interrogación implican algo más que chupar mis pezones. —No es que no estuviera disfrutando de lo que Kyung Il le estaba haciendo, pero quería burlarse del shifter, empujarlo a ir más allá, para que diera rienda suelta sobre Yi Jeong.

Yi Jeong sintió un fuerte tirón y luego escucho tela rasgándose. Jadeó cuando Kyung Il, desgarró su camisa. —Hey, esa era una de mis camisas favoritas.

—Todo vale en el interrogatorio. Si prefieres esos pantalones, te sugiero que te lo quites, a toda prisa.

Yi Jeong contempló a Kyung Il por un segundo, antes de contonearse, para sacarse los pantalones y luego los arrojó a un lado.

—¿Ropa interior?

Yi Jeong sonrió. —Si te molestas en mirar, no estoy usando nada.

La mirada de Kyung Il bajó, mientras un suave y sordo gruñido vibró a través de su pecho. —Amo como estas afeitado, ahí abajo.

—¿De verdad? —Dijo Yi Jeong, mientras se arrastraba de nuevo en la cama.—Porque no lo notaste la última vez, que tuvimos sexo.

 

—Fue nuestra primera vez —señaló Kyung Il. —La ingle afeitada era la última cosa en mi mente. Lo único que pensaba era conseguir mi polla en tu culo.

—Eres tan romántico.

Kyung Il se rió entre dientes. —Poner el asiento del inodoro abajo, es lo más romántico que me sale.

—Lo que es innecesario, ya que ambos orinamos de pie—Yi Jeong empujó el pecho de Kyung Il. —Ahora tiéndete sobre tu espalda, cariño, así que puedo probar esta cosa novedosa llamada montar una polla.

—He oído que es el último grito—Kyung Il se volteó y metió las manos detrás de su cabeza. —Vale la pena probarlo.

—Definitivamente, vale la pena probar—Yi Jeong agarró el lubricante, de tamaño industrial, de la mesita de noche y lo dejó caer sobre la cama. —También tenemos que invertir en botellas más pequeñas, antes de que la bote.

Cuando Yi Jeong llenó su palma de lubricante, los ojos color lila de Kyung Il se entrecerraron. Observó, mientras Yi Jeong se inclinó hacia adelante y deslizaba sus dedos en su culo. —Un poco incómodo.

—Me dijiste que me pusiera sobre mi espalda. No sobre que te ayudara—Kyung Il sonrió, pero era una sonrisa hecha para el dormitorio. Era sensual y llena de malvadas promesas.

—Solo quieres verme tocarme.

 

 

La sonrisa de Kyung Il se amplió. Yi Jeong no tenía ningún problema en dar un espectáculo, a su pareja. Empujó los dedos más profundo, mientras arqueaba su espalda, sus párpados aleteando al cerrarse, mientras gemía.

—Maldición —susurró Kyung Il.

Yi Jeong plantó su mano libre, sobre el pecho Kyung Il, giró sus caderas, y luego deslizó su lengua lentamente, por encima de su labio inferior.

—Sigue así y habrá terminado antes de empezar—Las manos de su pareja se deslizaron sobre los hombros de Yi Jeong, por sus brazos, y luego se deslizaron sobre su estómago. Yi Jeong sabía que los gatos eran criaturas táctiles. Ayudaba que era una persona de piel. El más mínimo toque de Kyung Il, hacía hormiguear su cuerpo y lo encendía.

Eran una perfecta combinación, que complementaba los defectos y virtudes de cada uno. Ahora que estaban teniendo sexo, Yi Jeong sabía que iban a mezclarse, también, en ese aspecto de sus vidas.

La mano de Kyung Il se demoró, en el abdomen plano de Yi Jeong. —Todavía no puedo creer que vamos a ser padres.

—Estás interrumpiendo mi show —dijo Yi Jeong, mientras se follaba con sus dedos.

—Sexo ahora, hablar después.                                                                                              

—Sí, señor—Kyung Il curvó su mano, alrededor de la erección de Yi Jeong, acariciando tranquilamente, mientras avivaba el fuego que ya ardía en su interior.

Yi Jeong no podía esperar más. Sacó sus dedos, roció más lubricante en su mano, y luego recubrió la gruesa polla de Kyung Il.

La espalda de su pareja, se arqueó cuando él siseó, sus pies deslizándose hacia arriba, para plantarlos firmemente en la cama. —Móntame, bebé.

Yi Jeong apoyó un brazo en Kyung Il, mientras trataba de posicionar la polla resbaladiza del hombre. Tal vez había utilizado demasiado lubricante. Su mano se deslizaba, errando el blanco, varias veces.

—¿Necesitas ayuda? —Mientras preguntaba, Kyung Il se agachó y agarró su erección. —Voy a mantenerla firme, para ti.

—Tan caballero—le tomó el pelo a Yi Jeong—Con el tiempo voy a conseguir el truco. Esta, es sólo la segunda vez que te monto. Aun no te has roto.

—La experimentación, es la mejor parte.

Mordiendo su labio inferior, Yi Jeong se levantó y luego descendió poco a poco. La cabeza, pasando el anillo de músculos, haciendo a Yi Jeong sisear.

—Lentamente, bebé —dijo Kyung Il.

 

 

Plantando ambas manos en Kyung Il, Yi Jeong movió su cuerpo hacia arriba y abajo, haciendo todo lo posible para darse tiempo en adaptarse a la amplia circunferencia. El eje Kyung Il lo estiró ampliamente.

—Se siente tan condenadamente bien—Kyung Il cerró los ojos, por un breve momento, antes de abrirlos, sus miradas se bloquearon.

Cuando Yi Jeong tocó fondo, detuvo todo movimiento, mientras jadeaba.

—Sólo dame un segundo.

—Te daré todo lo que necesite —Kyung Il puso las manos en las caderas de Yi Jeong. Le dio a Kyung Il una tensa sonrisa. —Apreciaría que comenzaras.

La sonrisa, de su pareja, era caliente. Yi Jeong probó las aguas levantando su culo un poco y luego se dejó caer. Repitió el movimiento, unas cuantas veces más, antes de que la quemadura comenzara a desvanecerse.

—Me estás matando—El agarre de Kyung Il, en la cintura de Yi Jeong, se apretó.

—Y yo, literalmente, te voy a matar si te mueves. —Sabía que Kyung Il no lo haría. Su pareja nunca le haría daño deliberadamente, incluso si el tipo parecía como si estuviera sufriendo, mientras Yi Jeong se tomaba su tiempo.

—Di la palabra y follaré el infierno fuera de ti.                                                                      

La polla de Yi Jeong se sacudió.

Kyung Il sonrió. —A alguien le gusta hablar sucio.

Yi Jeong se inclinó hacia delante y luego se deslizó hacia atrás, plenamente consciente de que ya no estaba ajustándose, sino torturando al shifter.

—No estoy seguro. Tendré que escuchar más, para tomar una decisión.

Kyung Il se lanzó hacia arriba, durante unos segundos, antes de quedarse inmóvil.

—Tu culo está agarrando mi polla, como un puño de hierro, y antes de que haya terminado de golpear en ti, voy a tenerte gritando a todos tus pequeños secretos.

Todo el cuerpo de Yi Jeong, pulsó por el placer. —Hazlo. Follame rápido y duro.

Lo confundió el hecho de que Kyung Il lo levantara lo suficientemente alto, como para que su pene se deslizara fuera. Su pareja se levantó de la cama, y por un caliente segundo, Yi Jeong pensó que había cabreado al hombre.

—Trae tu culo aquí—Kyung Il señaló el lugar en frente de él.

Curioso, Yi Jeong hizo lo que su pareja exigió. Kyung Il lo hizo girar, doblándolo sobre la cama, mientras pateaba sus piernas, separándolas. Tuvo medio segundo, para agarrar las sábanas, antes de que Kyung Il lo agarrara la cintura y se condujera de vuelta en su interior.

 

 

—¡Oh Dios!

—Di mi maldito nombre—Kyung Il golpeó a Yi Jeong a gran velocidad.

—¡Kyung Il!

—Malditamente correcto, bebé. Recuerda quien está follándote.

Yi Jeong había llegado demasiado lejos como para reír. Infiernos, tenía los pies apenas tocando el suelo. Kyung Il siguió levantándolo una y otra vez, empalándolo, hasta que apenas podía recordar su propio nombre.

—Vamos a tratar todas las posiciones imaginables, en cada maldito lugar en la tierra —, dijo Kyung Il. —Y también en el reino de los demonios.

Con tal de que nunca dejara de Kyung Il follarlo, como una bestia desatada, Yi Jeong estaba en el juego.

Presionó su dolorida polla entre su estómago y la cama, desesperado por la fricción. El sexo se hizo tan intenso, que Yi Jeong trató de lanzar su pierna sobre la cama, para que pudiera abrirse más ampliamente.

—¿A dónde crees que vas? —Kyung Il gruñó las palabras. —No hay escape. Eres mío.

—¡Sí, tuyo! 

—¿Quién está follándote?

—¡Kyung Il! —El cuerpo de Yi Jeong explotó, mientras cintas de color blanco perlado, se dispararon desde su polla. Su orgasmo se intensificó, cuando Kyung Il lo mordió en su hombro. La habitación giró, cuando los bordes de su visión se atenuaron. Su pareja estaba a punto de follarlo, hasta dejarlo inconsciente.

Un gruñido desgarró la garganta de Kyung Il, mientras sus movimientos se hicieron erráticos. Su polla pulsó dentro de Yi Jeong, sus caderas empujándose hacia adelante.

Kyung Il lamió la herida, cerrándola, sus movimientos desaceleraron. Se meció en el interior de Yi Jeong, mientras el sudor corría por la espalda de este. El único sonido en la habitación, era su pesada respiración.

—Tienes que trabajar en tus habilidades de interrogación —dijo Yi Jeong, sin aliento. —No conseguiste arrancarme ningún secreto.

Kyung Il salpicó besos, a lo largo del hombro de Yi Jeong. —Te saqué el secreto más importante.

Buscando en su mente, Yi Jeong no podía recordar decirle nada a Kyung Il. —¿Cuál?

Su pareja se salió de él y dio un paso atrás. Yi Jeong se giró, para ver a Kyung Il secándose el sudor de la cara. Él sonrió. —Descubrí cuán kinky eres.

 

 

Yi Jeong rodó sus ojos. —Eso no es un secreto. Siempre he tenido pensamientos Kinky sobre ti.

Kyung Il le dio a la cadera de Yi Jeong un ligero golpe, antes de dirigirse hacia el baño.

—Y vamos a actuar cada una. Ahora consigue tu hermoso culo aquí y toma una ducha conmigo.

Sonriendo como un loco, Yi Jeong lo siguió.

 

Bajo el amparo de la oscuridad, Kyung Il llevó su motocicleta por la calzada. No quería arrancarla detrás de la casa y que alguien supiera que estaba de salida. Yi Jeong trataría de despellejarlo vivo, y Kyung Il necesitaba rastrear a Sandara.

 

Hoya le había advertido que permaneciera en la casa, pero ella había venido tras él. La bruja había hecho el primer movimiento e hizo esto personal. Si la mataba, problema resuelto. Kyung Il no tendría que preocuparse por la perra malvada, yendo tras de su familia.

Alguien tenía que dejar caer una casa en su culo.

Tan pronto como los neumáticos dejaron la grava y rodaron sobre el asfalto, del camino trasero, Kyung Il se montó a horcajadas sobre su motocicleta y se fue. Se detuvo al final de Webster Road. En vez de girar a la izquierda, en la señal de pare, Kyung Il fue a la derecha.

Quería estar lo más lejos de la ciudad, como fuera posible, cuando se reuniera con Sandara, y él se reuniría con ella. Ya no estaba en la casa, bajo el hechizo de protección. Kyung Il acababa de ponerse, él mismo, como cebo.

A cada lado de él estaban los campos de maíz. Kyung Il todavía se estaba acostumbrando a ellos. No tenían campos de maíz, en Villa Kim. En algunos aspectos, su ciudad se había convertido en un suburbio modernizado, en los últimos años.

Condujo su motocicleta por las planchas de madera del puente cubierto y salió al otro lado. El maíz dio paso a densos bosques, a ambos lados. Kyung Il había ido hacia abajo, para encender sus luces altas, cuando algo duro se estrelló contra su pecho, enviándolo por los aires, hacia atrás. Voló hacia atrás, unos cincuenta pies, antes de que su impulso se redujera. Kyung Il cayó al suelo, derrapó, y luego se detuvo. Maldición. Tendría que haberse puesto el cuero. Lo había dejado atrás, en caso de tener que cambiar a toda prisa, y ahora estaba cubierto de raspones. La mierda dolía como el infierno.

 

 

Sentía como si todo su brazo izquierdo estuviera en carne viva. Gruñó de dolor, cuando utilizó su brazo derecho, para ponerse de rodillas.

¿Qué había golpeado? O, más exactamente, ¿qué lo había golpeado?

Kyung Il se puso de pie y miró a su alrededor, cuando un desagradable dolor latía en la parte posterior de su cabeza –el mismo dolor que había sentido en el centro comercial. Entrecerró los ojos, parpadeó y luego miró a su alrededor, hasta que vio a su motocicleta a mitad de camino, en una zanja.

Esto en cuanto a su brillante plan.

—Dragón.

Kyung Il se giró, para ver una gran figura de pie en las sombras del puente cubierto, el mismo puente bajo el que Jung Shin había estado colgado. El mismo puente donde Kyung Il había cambiado a su forma de dragón, para rescatar al cisne.

Entrecerró los ojos. —¿Quien está ahí?

 

Quien quiera que fuera, tenía que ser grande. El sonido de las botas que caminaban, pesadamente, sobre la madera, llenó el aire de la noche, mientras el desconocido se acercaba más. Kyung Il instintivamente dio un paso atrás. El miedo provocó una descarga de adrenalina, que pico a través de su cuerpo.

Esta no era Sandara. Una voz subconsciente le dijo que era un cazador, aunque nunca antes había visto uno.

Una vez que el desconocido salió del puente, la luz de la luna reveló su rostro. Kyung Il deseaba que se hubiera quedado en la oscuridad.

No era una cara que una madre amaría. Ojos sin vida. Calvo. Los ojos de Kyung Il bajaron para ver grandes y gruesas botas. El chico llevaba un guardapolvo, y allí estaba la empuñadura de una espada, mostrándose por encima de su hombro izquierdo. Kyung Il no tenía una espada, ni siquiera una navaja de bolsillo.

Este tenía que ser un cazador. ¿Qué otra cosa podría aparecer en un puente cubierto, a las dos de la mañana, luciendo como algo que nació de una novela de Stephen King?

El sonido del metal siendo desenvainado, llenó el aire, cuando el Cazador sacó la espada. La hoja captó la luz de la luna, y brilló como si el metal hubiera sido pulido a la perfección. El Cazador esgrimía la espada expertamente. Giró y tiró el arma, como si hubiera nacido con la cuchilla en la mano.

Aunque Kyung Il tenía dos bestias, que podría llamar, lo que daría por un arma de fuego, en este momento. Por el tamaño del cazador, un lanza misiles habría sido el arma perfecta. Tal vez un tanque.

—Dragón.

 

 

Kyung Il sacó la camisa por su cabeza, cuando el cazador se quedó allí, mirándolo fijamente, como si le permitiera a su oponente la oportunidad de prepararse para la batalla que se avecinaba. Le dio una patada a las botas y luego empujó los pantalones hacia abajo, esperando que el cazador no atacara, antes de poder sacárselo de alrededor de sus piernas.

Desnudo, Kyung Il dejó a su dragón libre. No era tan grande como su padre, pero tampoco era nada despreciable. Su tamaño creció, a medida que su cuerpo cambiaba de la piel humana, a la verde correosa, de su forma de dragón. Sus alas salieron disparadas, extendiéndose a ambos lados, mientras su cola se alargaba y después la chasqueó.

Las escamas, lo protegerían de la espada, pero su cuello y vientre eran sus puntos vulnerables. Tenía que mantenerlos salvaguardados a toda costa. El Cazador finalmente mostró una emoción. Sus ojos se estrecharon mientras una sonrisa espeluznante curvaba sus labios.

—Dragón.

Esa palabra, estaba comenzando a irritarle los nervios. Agitó sus alas, flotando por encima de la tierra, mientras abría la boca, ensanchándola y encendiendo al bastardo en llamas. El torrente de fuego envolvió al hombre, colocando la maleza, a cada lado de él, en llamas.   

El cazador estaba en llamas, sin embargo, corrió hacia Kyung Il, como si estas no lo hubieran afectado. Su guardapolvo permaneció intacto, al igual que el resto de su ropa. Ninguna ropa ignífuga, hecha alguna vez, podría resistir el fuego del dragón. Kyung Il comenzó a entender a lo que se enfrentaba, y las probabilidades no estaban a su favor.

Por desgracia él era joven en años de dragón ¿y qué joven e inexperto hombre, no se creía invulnerable a la muerte? Lleno con más fuerza física, que cerebro, continuó luchando contra el Cazador, en vez de huir como debería hacerlo.

Se hizo cada vez más evidente, que no poseía el conjunto de habilidades para derrotar al cazador, pero su orgullo lo llevó hacia adelante, haciéndolo cagarla, y casi consiguió ser degollado. Sin importar qué movimiento hacia, parecía que el cazador lo anticipaba y respondía. Cuando se trataba de luchar, a Kyung Il le habían enseñado los mejores, había pasado implacables horas de formación no sólo con Hoya sino que también con unos pocos de los Ultionem. Yendo en contra del cazador, podría haber utilizado esas implacables horas en otra cosa, ya que estaba logrando que su culo fuera azotado.

Voló hacia atrás, justo cuando el cazador empujó la hoja hacia su estómago, pero Kyung Il no se movió lo suficientemente rápido. La punta de la hoja cortó a través de su vientre. Sangre se vertió de la herida. El cazador siguió con otro ataque, pero falló.

 

 

La derrota le dolía, mientras Kyung Il fue hacia los cielos. Era lo suficientemente joven, para seguir luchando una batalla perdida, pero lo suficientemente inteligente para saber que, si él no conseguía detener el sangrado, y pronto, moriría.

No se dirigió a su casa. No quería llevar al Cazador a las personas por las que más se preocupaba. Si su dragón no podía derrotarlo, los otros no tenían ninguna posibilidad.

Aterrizó a unas buenas cinco millas del puente cubierto y luego cambió. Se quedó sin aliento, mientras caía de rodillas. Apretó la mano en su sangrante estómago e hizo una mueca. El dolor era casi imposible de soportar.

Kyung Il necesitaba ayuda, o no sobreviviría. Apretando los dientes, juntó fuerzas para gritar, —¡Tae Heon!

Ojos que parecían estar en llamas, flotaban en el bosque, por delante de él. Brillaban extrañamente en la oscuridad, antes de que surgiera el Demonio Guerrero. El chico era alto y musculoso, con el pelo rubio pardusco, y cuando el fuego en sus ojos se desvaneció, eran de un azul brillante.

Dio un vistazo a Kyung Il y maldijo. — ¿Qué pasó?

 

—Mi ego —dijo Kyung Il y luego se derrumbó, el mundo desvaneciéndose alrededor suyo.

 

 

Continuara..

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