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91. Mío para Siempre (05) por dayanstyle

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—¿Se supone que solo nos ocultaremos y soportar cualquier cosa que esa perra nos dé? —Kyung Il discutió con Hoya, mientras los otros hombres limpiaban el desorden, en la cocina. La mesa tendría que ser reemplazada, así como un par de puertas de los armarios. Kyung Il había esperado más daños, pero estaba aliviado de no los hubiera.

—Chico, estas a cinco segundos de lograr que tu culo sea azotado.

Hoya entrecerró los ojos hacia Kyung Il, mientras los dos permanecieron en el patio posterior. —Yo estaba allí cuando comenzó el exterminio de nuestra especie. Sin poder hacer, nada vi como todo mi linaje fue aniquilado, y ¿crees que tú sólo puedes enfrentarla?

Lo hacía, pero todavía no podía creer, que Sandara y el Cazador habían escapado. Una casa llena de hombres, no había sido capaz de derribarla. Eso hizo sólo se sintiera más agradecido, porque nadie había salido herido. Había llamado a Chaejin, pero los dos no habían ido tras Yi Jeong. Hasta ahora la casa del jefe estaba tranquila. No dolía que unos pocos Demonio Guerreros custodiaran el lugar. Eso hizo que se sintiera mejor, pero no por mucho. Estaba empezando a ver cuán poderosa era Sandara y lo mucho que la había subestimado.                                                                                                                          

Kyung Il abrió la boca para discutir y luego la cerró. Sandara había limpiado el piso Con él, cuando ella lo había hecho pasar por ese cambio forzado. El Cazador casi lo había matado. —No—admitió.

—Mira—Hoya soltó un suspiro y se pasó la mano por la cabeza. —Sé que quieres eliminar la amenaza de tú pareja e hijo nonato, pero vas sobre ello de la manera equivocada. No voy a perderte, hijo.

—Entonces, ¿Cómo la derrotamos? —Kyung Il quería respuestas. No iba a sentarse y esperar, a que Sandara o el Cazador, regresaran. Ahora más que nunca quería a la bruja muerta. —Necesitamos algún tipo de plan.

Hoya se rascó la barbilla. —Himchan dijo que encontrara su talón de Aquiles, aunque no tengo ni idea de cuál es su debilidad. Si lo supiera, ya habría matado su culo.

Un pensamiento vino a Kyung Il. —¿No me dijiste que tenía una pareja que la despreciaba? ¿Podría ser su debilidad? Es decir, no puedes odiar a alguien tanto, menos que los ames igual.

Su padre se veía como si estuviera dándole vueltas a la idea, en la cabeza.

—El líder demonio ya intentó una vez juntarlos a los dos. No funcionó, tal como estaba previsto. Creo que la única cosa que haríamos sería lograr cabrearla aún más.

 

 

—Bueno, tenemos que pensar en algo. —Kyung Il estaba frustrado, como el infierno, y no podía pensar en una sola solución. ¿Cómo hacia alguien para matar a una bruja poderosa?

—Hey, Kyung Il.

Kyung Il se giró para ver al demonio, Joshua, de pie en la puerta de la cocina.

—Volvió tu humano y tu pequeña pepita.

—Quiero que se queden conmigo, hasta que resolvamos las cosas —dijo Hoya, cuando Yi Jeong pasó junto a Joshua al venir de afuera. Su padre miró con adoración a Yi Jeong, mientras la pareja de Kyung Il se acercaba.

—¿Es esta la parte donde debería quejarme, sobre acabar de mudarme sólo para tener que mudarme de vuelta? —Preguntó Kyung Il, y cuando tomó el huevo de Yi Jeong, se sorprendió al sentir cuán caliente estaba la manta.

—Joshua hizo un pequeño mojo en la manta —dijo Yi Jeong. —Dijo que va a mantenerse caliente, durante el tiempo que necesite hacerlo.

 

Kyung Il se giró para darle a Joshua las gracias, pero el guerrero había desaparecido. Todos los demonios tenían poderes. El poder de Joshua era el fuego. Estaba agradecido de que el demonio tenía su don especial y Kyung Il no tenía que preocuparse por encontrar maneras de mantener al huevo caliente.

—No lloriquees —dijo Hoya. —Sólo será temporal.

—No iba a quejarme, realmente —se quejó Kyung Il.

—Voy a empacar algunas cosas —dijo Yi Jeong. —Mantén a Junior seguro.

—¿Y si es una niña? —Preguntó Hoya.

Yi Jeong se congeló. —Ni siquiera pienses en maldecirme así. Recuerdo cómo Suzy a hizo que Kiseop y Hoon pasaran a través del infierno, cuando era una adolescente.

—No todas las chicas son tan obstinadas —dijo Hoya, y Kyung Il oyó el humor, en el tono de su padre. —Se crió en una casa llena de osos. Habrías sido de la misma manera.

Yi Jeong negó con la cabeza, mientras corría hacia el interior. Kyung Il sonrió.

—No creas que me he olvidado de tu imprudente truco.

La sonrisa Kyung Il se convirtió en un ceño, mientras caminaba por las escaleras y entraba en la cocina.

—Sabes cómo lanzar un infierno de fiesta—J.Jun estaba apoyado en el mostrador, mirando como Taeyang y Jimin tiraban la mesa de la cocina, sobre una pila. —Hará buena leña, para el fuego.

 

 

—No me lo recuerdes —dijo Kyung Il, mientras se dirigía hacia la escalera. Cuando llegó a la puerta de su dormitorio, Kyung Il se quedó boquiabierto. La puerta entera se había ido, y el marco estaba astillado. El Cazador no se había molestó en llamar.

Entró en la habitación, para encontrar a Yi Jeong que estaba limpiándose rápidamente los ojos. —Casi listo.

Kyung Il se sentía como el estiércol de vaca. Se quedó allí, sosteniendo la manta contra su pecho, deseando poder volver al pasado, y no hacer ese estúpido movimiento. —Lo siento, Yi Jeong.

Su pareja le sonrió, sin embargo no podía ocultar esos ojos hinchados y rojos.

—¿Por qué?

—Por ser, posiblemente, la peor pareja. Me parece, que no puede hacer las cosas bien.

Yi Jeong pasó la mano sobre la parte superior de la cómoda.

—¿Quién no comete errores, Kyung Il? He sido conocido por ser a veces, frívolo como el infierno, mientras también soy un dolor en el culo.

 

—Pero me encanta tu frivolidad —admitió Kyung Il. —Te hace ser quien eres, y no recuerdo que hayas sido un dolor en el culo.

Yi Jeong le dio Kyung Il una mirada que decía estás lleno de mierda, pero te quiero por ello. Se alejó de la cómoda y abrazó a Kyung Il, cuidando de la toalla.

—Y, a pesar de tu necesidad de demostrar lo duro que eres conduciéndome sobre las paredes a veces, no cambiaría esa cualidad de ti, por todo en el mundo.

—¿Sí?

—Sí —dijo Yi Jeong, con una sonrisa.

—¿Qué tan duro soy?

Yi Jeong rodó los ojos y empujó a Kyung Il. —Deja de mirarme, para que acaricie tu ego. Tenemos que empacar.

—Lamento tener que desarraigarte una vez más—Kyung Il colocó con sumo cuidado la toalla en la cama y apiló todas las almohadas alrededor de ella. Cuidar de un huevo, era un trabajo duro. No podía imaginar cómo sería cuando naciera su hijo. Ya se preocupaba como un loco por la... Kyung Il sonrió. Pequeña pepita. Joshua seguro tenía una habilidad con las palabras.

—Esta es una batalla de larga data, Kyung Il. No es tu culpa. Sandara es una bruja vengativa. Sin embargo, puedes parar darme un ataque al corazón, por perseguirla.

 

Kyung Il se reclinó en la cama, mientras Yi Jeong corría por la habitación.

—¿No vas a ayudarme a empacar?

—Me gustaría mucho más observar tu culo moviéndose, mientras empacas. Kyung Il se humedeció los labios, y Yi Jeong gimió.

—Por mucho que me gustaría conseguir enloquecer contigo, en este momento tenemos asuntos más urgentes—Yi Jeong arrojó una bolsa de lona hacia Kyung Il.

—Empaque, señor.

Kyung Il gruñó, cuando se levantó y arrojó unos calcetines y ropa interior, en su bolsa. —He terminado.

Yi Jeong negó con la cabeza.

—No tienes remedio.

Agarró la bolsa y terminó de empacar, lo que había sido el plan de Kyung Il desde el principio. Agarró ambas bolsas, mientras que Yi Jeong acurrucó el huevo, en sus brazos, antes de dirigirse abajo.

Kyung Il se detuvo, cuando vio que no sólo a Hoya en la cocina, sino también algunos de los Ultionem. No le importaba cuántas veces veía a los líderes. Verlos    juntos, era siempre una vista impresionante. Jay y Ho seok se quedaron mirando A los hombres, como si estuvieran asombrados. Kyung Il no estaba seguro de por qué, pero Jung Shin y Jong Bin estaban también allí.

—¿Qué está pasando? —Preguntó Kyung Il, mientras dejaba las bolsas en el suelo.

—Están tratando de encontrar la manera de matar a tu bruja —dijo Jung Shin, mientras bateaba sus ojos hacia Nam Joon.

El cisne no tenía ninguna oportunidad. La bestia alada ya estaba acoplada. Jong Bin, por otro lado, seguía metiéndose con Junjin. El Elfo de las Sombras parecía que estaba al final de su paciencia, mientras le mostraba los dientes al hada.

—¿Llegaron a alguna solución? —Preguntó Kyung Il. Tiró de Jong Bin, justo cuando Junjin golpeaba con sus garras al hombre.

—Que estás jodido —dijo Kiseop. El Elfo de las Sombras sonrió.

—Me alegro de que haya tomaba una gran reunión de mentes, para deducirlo—, dijo Kyung Il.

—Tienes un huevo—Jongin le sonrió a Yi Jeong. —¿Vas revelar el secreto de cómo lo pusiste?

—No en tu vida —dijo Yi Jeong, mientras apretaba su agarre, sobre la manta—Pregúntale a Dong Woo.

—Le he preguntado durante años y aún no he conseguido una respuesta —dijo Jongin. El chico estaba cerca de los siete pies de altura, parecía ser un motociclista bandolero, y tenía el pelo negro largo y unos penetrantes ojos grises.

—Bueno, no obtendrás de mí, una respuesta —dijo Yi Jeong.

Kyung Il también estaba muriéndose por saber. Se había perdido el nacimiento del huevo. Tal vez, más tarde, podría follar la respuesta fuera de su pareja. Incluso si Yi Jeong no le decía, sería divertido torturar al chico.

Kyung Il envolvió al ser humano en sus brazos, agradecido de que el destino le había dado una pareja tan apasionada, como Yi Jeong.

—Es mejor que salgamos—Tan pronto como Hoya había pronunciado esas palabras, Tao apareció en la cocina.

—Tengo que aprender cómo hacer eso —, dijo Jong Bin.

 

Kyung Il agarró sus bolsas, y Tao los apareció en la casa de Manchester. Jong Hyun estaba en la cocina, sándwich en mano. El tigre siberiano gruñó, antes de darle una mordida.

—Es bueno ver, que eres tan encantador como siempre —Yi Jeong le dijo a Jong Hyun.

—Es bueno ver, que eres tan entrometido como siempre—Jong Hyun respondió, antes de salir de la cocina.

Kyung Il llevó a su pareja al piso de arriba y lo acomodó en su antiguo dormitorio. Parecía que la promesa de Dong Woo de convertirla en una cueva de hombre, no había sucedido. Todo estaba como lo había dejado.

Como si la familiaridad de la habitación hiciera que Yi Jeong se sintiera seguro, su pareja se metió en la cama y se acurrucó alrededor de la manta, quedándose dormido, tan pronto como su cabeza tocó la almohada.

Kyung Il se sentó en el borde de la cama y bajó la vista hacia Yi Jeong. rezó para que ambos pasaran a través de esta prueba, porque perderlo no era una opción.

 

—Tenemos que encontrar Seo Taiji —Hoya dijo una vez que Kyung Il había llevado a Yi Jeong a arriba. —Kyung Il tenía algo, pero no quiero que esté más involucrado, de lo que ya está.

 

 

Se sentía una mierda, por engañar a su hijo, pero Hoya no iba a perder a la única familia de sangre que le quedaba. Kyung Il era joven, pero Hoya ya podía ver que sus rasgos eran fuertes, en su descendencia. Era terco, cabeza dura, y entusiasta y podía hacerse matar.

Hoya no podía arriesgarse a eso.

—Nadie ha visto a Seo Taiji, desde la guerra con los dragones —dijo Nam Joon.

—Eso fue hace más de doce siglos. ¿Cómo podemos siquiera saber si está vivo?

—Una vez, fue el rey de los dragones. No he tratado de conectar con él, desde la guerra, pero puedo intentarlo. —Hoya cogió un cuenco de madera, del armario. —Voy a necesitar algunas especias raras. ¿Alguien quiere ir de compras?

—¿Qué tipo de compras? —Preguntó Junjin.

—Del tipo, que involucra a alguien, que pueda viajar a través de portales.

Hoya tomó el aceite de oliva del mostrador. —Estoy un poco oxidado en esto, pero creo que pueda convocarlo a mí.

Kiseop se encogió de hombros. —Dame una lista y yo voy.

Agarrando un lápiz y papel, Hoya hizo una lista de memoria, esperaba como el demonio que la hubiera hecho bien. Ni siquiera estaba seguro, de cómo la usaría al que una vez fue el rey, con el fin de matar a Sandara, pero se preocuparía por ese pequeño detalle, más adelante.

En este momento, tenía que recordar la maldita receta.

—¿Estás seguro, de que esta es una buena idea? —Preguntó Jong Bin, mientras él y Jung Shin se detenían en la entrada, de la casa de Manchester. —Estoy bastante seguro, de que nos hubieran aparecido con ellos, si nos querían aquí.

—Semántica—Jung Shin desestimó a Jong Bin. —Yi Jeong es nuestro amigo, y necesita nuestra ayuda.

Jong Bin se quedó mirando a Jung Shin, como si acabara de anunciar que iba a bombardear la ciudad. —Por favor, explícame cómo vamos a ayudar, cuando ninguno de aquellos hombres musculosos fueron capaces de derrotar a la bruja.

Jung Shin se tocó el bolsillo. —Te apuesto que nadie ha tratado de electrocutarla.

 

—¿Has estado husmeando en mi jardín? —Preguntó Jong Bin.

Jung Shin lo hacía, pero no iba a admitirlo. El hada podría ser bajo, pero tenía muy mal genio, cuando lo fastidiaban. —No.

—Esta es una muy mala idea —dijo Jong Bin. —Kyung Il y Yi Jeong ya tienen suficientes problemas sin que nosotros peguemos nuestras narices, en las cosas.

—No estaremos entrometiéndonos, si estamos aquí para ayudar—Jung Shin estaba cansado de discutir. Si dejaba esto a Jong Bin, se sentarían en el auto y debatirían sobre el tema, hasta que saliera el sol. Se bajó y miró a su alrededor. Hacia la parte posterior de la casa, estaba una terraza. Vagó en ese camino, comprobando los autos y motos aparcados a un lado.

¿Todo el mundo, en Villa Kim, conducía una motocicleta? Eso parecía.

—Espérame—Jong Bin se unió a Jung Shin, en el patio trasero. —Esta es una muy mala idea —, repitió el hombre. —Podríamos hacer que nos dispararan, por entrar sin autorización.

—Yi Jeong no nos dispararía.

 

—Yi Jeong no es el único que vive aquí —, señaló Jong Bin. —¿Qué pasa si alguien dispara primero y pregunta después?

Jung Shin miró a Jong Bin y frunció el ceño. —Buen punto. —Sacó su teléfono celular y marcó el número de Yi Jeong, pero no obtuvo respuesta. Sacudió su teléfono, como si fuera una mágica bola ocho y luego marcó de nuevo.

—Quiero saber, si ese pequeño truco te funciona —dijo Jong Bin, mientras rodaba los ojos.

—Por lo menos estoy tratando —se quejó Jung Shin. —Si hubiera sabido cuál era su ventana, escalaría allí.

Jong Bin se rió entre dientes. —Esto proviene de un hombre, que entra en pánico cuando levanta un pie fuera de la tierra.

—No puedo molestarme con detalles, en este momento.

Jung Shin se dirigió hacia el lado de la casa y vio una puerta lateral. —Llamar a la puerta podría funcionar.

—O simplemente podría comerte.

Jung Shin y Jong Bin saltaron, ante la amenaza profundamente amanerada. Jung Shin lentamente se giró, para ver a un hombre de pie, con los ojos entrecerrados, la mandíbula apretada. —Dame una buena razón, por la que no debería cenarme a cualquiera de los dos.

—Soy lindo—Jong Bin rió nerviosamente.

 

—Mis plumas te ahogaran—Jung Shin sacó su pistola eléctrica fuera de su bolsillo y la sostuvo en alto. —No tengo miedo de usarlo.

El Taser fue arrebatado de su mano, antes de que tuviera la oportunidad de terminar su amenaza.

El desconocido giró la pistola eléctrica, en su mano y luego sonrió.

—¿Esta es tu protección?

Jung Shin se encogió de hombros, a pesar de que estaba temblando como un loco en su interior. Pero había aprendido hace mucho tiempo, a no dejar que un depredador viera cuan asustado estaba realmente. —Si no hubiera sido tan grosero y me lo hubieras arrebatado, te habría mostrado cómo funciona.

El chico apretó el botón en el lateral, y una corriente de electricidad pasó brillantes en el aire de la noche. —Me puedo imaginar la logística.

—¡Devuélvemelo! —Jung Shin dio un paso hacia adelante, pero Jong Bin agarró del brazo y tiró de él.

—No debes cabrear al agradable tigre.

¿Tigre? Jung Shin olio el aire. Tigre siberiano. Uno malo, si el ceño fruncido en el rostro del hombre, era un indicio.          

Miró a los ojos de color chocolate del hombre y sintió algo tirar de él. ¿Lujuria? Jung Shin estaba siempre sentía lujuria por alguien. Eso no era nada nuevo.

No se molestó en preguntar, si el tipo estaba soltero. Cada persona a la que había conocido de esta ciudad, estaba acoplada. Con su suerte, también lo estaba el tigre.

—No voy a cabrear al gatito, si me da de vuelta mi mierda —se quejó Jung Shin.

—No me llames gatito de mierda—El tigre sonaba más allá de molesto.

—Ustedes dos, son los que están allanando. Estaría en mi derecho, si me los comiera a ambos.

—Abajo, muchacho —Hoya dijo, mientras caminaba afuera.

Jung Shin sonrió. El shifter dragón era tan guapo, que estaba medio tentado a enterrar el cuerpo de Dong Woo y tomar el lugar del hombre al lado de Hoya.

—¿Los conoces? —Preguntó el tigre.

—Jong Hyun , estos son Jung Shin y Jong Bin. Son de Dalton Falls—Hoya se giró y los fulminó, haciendo a Jung Shin tragar duramente. —¿Les importaría decirme por qué ustedes están aquí?

 

—Debido a que Jung Shin pensó, que sería una buena idea meter la nariz en donde no le pertenecía —, dijo Jong Bin, mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho.

—Qué forma de tirarme debajo del autobús —Jung Shin se quejó hacia Jong Bin.

—Entonces, no deberías haberte colado en mi jardín.

—¡No me colé en tu jardín! —Argumentó Jung Shin. Técnicamente, no lo había hecho. Simplemente caminó directamente dentro y se sirvió. Eso no era escabullirse.

—Entonces admites que estabas allí —dijo Jong Bin.

—Tienes una hermosa casa, que me gusta visitar.

—Cuando no estoy allí.

—No es cierto.

—¿Por qué Diablos están ustedes dos aquí? —Preguntó Hoya, interrumpiendo su discusión.

—Para comprobar a Yi Jeong—dijo Jung Shin. —Es mi amigo, y quería asegurarme de que él y su huevo estaban bien.

Hoya palmeó su rostro y luego se pasó la mano por la mandíbula.            

—No tengo tiempo para esto.

—Entonces, vamos a ver a Yi Jeong y salir de tu camino —dijo Jung Shin. No había manera de que se diera la vuelta, después de ese extenuante viaje, de cuatro horas. Lo menos que estas dos bestias podían hacer, era ofrecerles a él y a Jong Bin, algo para beber.

Hoya se acercó más, hasta que se elevaba sobre Jung Shin. Este dio un paso hacia atrás, deseando que Jong Hyun no hubiera tomado su Taser.

—¿Saben el peligro en que ustedes mismos se pusieron, sólo por estar aquí?

—¡Yo le dije eso! —Argumentó Jong Bin. —¿Pero él escuchó? No.

—Tienes alas —dijo Jong Hyun desde detrás de Hoya.

Jong Bin debió haber dejado que se mostraran, por su estado de frustración. El hada las guardó rápidamente. —No, no lo creo. Estás viendo cosas.

—Esas era alas —argumentó Jong Hyun.

Jung Shin se movió alrededor de la forma enojada de Hoya y avanzó hacia Jong Hyun. Su tío le había dado ese Taser y la quería de vuelta. Empezó a dudar de su decisión, cuando se acercó al imponente rubio. Jong Hyun era alto y parecía hecho de puros músculos, mientras miraba hacia abajo a Jung Shin.

 

 

Jung Shin le tendió la mano y dijo cortésmente: —Taser por favor.

—¿Quieres que te paralice? —Las cejas de Jong Hyun se fruncieron. Jung Shin arrugó la nariz. —Uh no. Quiero que me lo des.

Sus palabras se desvanecieron, cuando tomó una profunda bocanada de olor del tigre.

—¿Jung Shin? —Jong Bin dijo su nombre, detrás de él.

Jung Shin giró sobre sus talones y corrió hacia el auto. —Vamos, Jong Bin. Tenemos que irnos.

—¿Qué hay de Yi Jeong?

—Regresaremos a ver cómo está, en diez años—Jung Shin cerró de golpe, la puerta del auto y encendió el motor. Si Jong Bin no entraba en del auto, dejaría al hada atrás.

Jong Hyun tiró de la puerta del conductor abierta y gruñó.

—¿Qué está pasando? —Preguntó Hoya.

—¿Qué te pasa, Jung Shin? —Preguntó Jong Bin.

Presa del pánico, Jung Shin gritó justo antes de que cambiara en su forma de cisne.  

El problema era que estaba atrapado en el interior del auto.

Jong Hyun empujó la mano en el interior, pero Jung Shin trató de morderle la mano.

—¿Quieres parar? —Jong Hyun gruñó las palabras.

Jung Shin tocó la bocina, mientras trataba de subir por la ventanilla abierta. Después de toda la charla, en la que golpeo, sobre lo que haría si encontraba a su pareja, estaba cagado de miedo.

 

Continuara...

 

 

 

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Notas finales:

''Argumentó Jung Shin. Técnicamente, no lo había hecho. Simplemente caminó directamente dentro y se sirvió. Eso no era escabullirse.''

 

alguien se fumó de la verde hahahahahaha


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