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Adiós por Ariadne

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Notas del fanfic:

Tuvo una secuela no planeada en "Redención".

Adiós

“¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?”

La voz del hombre sonaba grave y profunda. Aún en los momentos en que menos se lo esperaba, él podía ser así; y al mirarle sabia que todo se perdía sólo por la claridad de esos ojos turquesa que ahora le devolvían la mirada. Por supuesto que recordaba como se habían conocido. Ese momento no era uno fácil de olvidar y mucho menos lo era ese para estar recordando.

“Deberías dejar de pensar tonterías.”

La voz del otro sonaba fría, pero no menos profunda. Había aprendido a notarla sin matices, pero después de muchos años uno al lado del otro, esa misma voz plana y casi sin vida, había empezado a tomar colores que sólo él podía reconocer y que hacían que sin necesidad siquiera de mirarlo; esa misma voz se deslizara no solo por sus sentidos, sino también por todo su cuerpo.

La eteridad de los sentimientos que en ellos afloraban los traicionaba, pues no había forma que pudiesen ocultarlos; de hecho, ni siquiera intentaban hacerlo, pero—tampoco lo decían en voz alta. Era como si al evitar decirlo, el efecto no se perdiera y el misterio siguiera entre ellos.

Se levantó de la silla en la que había estado sentado todo el rato. No sabía siquiera por qué lo estaba haciendo, si a pesar de todo siempre terminaban destruyéndose. No importaba qué intentaran, siempre terminaban en el momento en que alguno diría algo que destruiría al otro y la sarta de reproches comenzaría, pero hasta ese momento, trataría de disfrutar el tiempo compartido.

La luz era tenue y una suave brisa de verano les llegaba a través de las grandes ventanas del lugar, y él siempre disfrutaba eso, le recordaba momentos que había vivido hacía mucho ya, pero que igual habían sido felices, tan felices como tal vez lo habían sido los que compartía con el hombre que aún miraba indiferente por la ventana. Su porte era el de alguien especial, bastante alto, tanto como él mismo, su piel dorada por el sol que le bañó por años devolviéndole ese color majestuoso. Sus ojos…llenos de una tristeza oculta, pero que podían cambiar y convertirse en los más brillantes que hubiese podido contemplar. Y amó la imagen del otro bañada ahora por la luz de la luna.

Él ya sabía que el otro se acercaba. A pesar de no sentir sus pasos o su cosmos, sabía que se acercaba, y pese a no gustarle ser sorprendido con la guardia baja, necesitaba saber que él se acercaba. Necesitaba sentirlo, de lo contrario, empezaría pronto a desvariar. No sabía en qué momento se le había metido tan adentro en el alma, y tenía muchísimo miedo a perderlo, pero—era un riesgo que venía corriendo desde que le dijo que le amaba por primera vez, aquel día, bajo el árbol cerca de la cascada. Aún a pesar de todo…

Al sentir su mano sobre su hombro, no pudo evitar temblar. Cada toque del otro le llevaba a la rendición total. No sabía por qué o no quería reconocerlo, pero la realidad era que—esas manos le llevaban a experimentar lo que ningunas otras. Por años todos habían creído que él pasaba de un lecho al otro, nadie se imaginaba que él pudiese pasar sus noches solitarias en casa, pensando tonterías que solo los enamorados piensan…aún él, su amado dudaba; pero al tocarle de nuevo, podía sentir como si todo fuese vano y simplemente ese toque importase.

“S’agap-o[1]” había escuchado casi como un susurro en el oído, mientras la dulce voz y el aire le hacían erizar la piel.

Las manos expertas empezaron a acariciarle bajo la túnica y él cerró los ojos, dispuesto a dejarse llevar por las sensaciones que ahora experimentaba. Quería disfrutar de esta oportunidad al máximo, porque temía que fuese la última…y sin embargo, el otro no le daba descanso, cada toque le estaba llevando al extremo de sus propias sensaciones. Pero de repente todo se acabó…antes de abrir los ojos, presa del pánico y la frustración sintió una mano que tomaba la suya y le guiaba hasta la cama.

La túnica finalmente cayó al suelo y su piel quedó expuesta a la noche.

Mientras caía en la cama, el otro se desnudaba a su vez. Él simplemente no podía darle crédito a sus ojos ante esa visión, quiso tocarle y al levantarse un poco, el roce de la piel del otro terminó de encender lo poco que estuviese dormido en él. Pero él no le dejaba tocarle. Cada que lo intentaba, sus manos eran removidas del lugar. Sus besos no le era permitido darlos…

“Siénteme, sólo eso.”

Y cerró los ojos dejándose llevar. Siempre era él quien tomaba la iniciativa, quien llevaba al otro al borde de sus propios miedos, pero esta vez, todo era diferente. El cazador estaba siendo cazado. Tuvo que aferrarse fuertemente a la sábana cuando sintió la boca del otro cubriéndolo. Déjate llevar, se decía. Contrólate, suplicaba. Pero las caricias del otro estaban a punto de enloquecerlo. La lengua subía y bajaba con cadencia y gusto y él no pudo reprimir sus jadeos llenos de placer y deseo.

“Ámame, sólo eso” Dijo entrecortado. Estaba sintiendo como se lo habían pedido. Pero…¿cómo pedirle eso a quien siente más que todos? Te amo, gritaba su mente, Eres mío, gritaba su cuerpo.

Y un nuevo grito salió de su garganta cuando alcanzó su clímax.

Escuchó un susurro a lo lejos, él le hablaba de nuevo, advirtiéndole de su siguiente paso, pero no alcanzó a responder. Estaba dentro de él y las sensaciones se volvieron mucho más intensas. Él lo estaba tomando, como nunca hacía, como siempre era su propio papel hacerlo. Y él se dejaba llevar. Disfrutando cada movimiento del otro.

Se dejó caer sobre su cuerpo y se permitió ser abrazado, mientras los labios de su amado le rozaban y devoraban. Por momentos se quedaba un poco afuera mientras el otro le suplicaba que entrara más y más...más fuerte le oía decir y daba rienda suelta a su propio deseo. No supo contar cuántas veces lo embargó la sensación de plenitud que era estar en el otro. Sólo supo que cuando se derramó en el interior de Milo, su vida había tomado sentido de nuevo…aunque necesitara mentirse para seguir adelante.

“Je t’aime![2]

Quería abrazarlo, decirle cuánto había significado lo que había hecho, pero al ver su rostro, no vio nada más que vergüenza.

“Por favor, no esta vez.”

Kamus lloraba en silencio después de haberlo tomado con tanta dulzura y amor desinteresado.

“Lo siento.”

“Será mejor que te vayas…y no regreses.”

“Milo…”

“No! Vienes aquí, me haces el amor y luego te llenas de culpa!”

“Recuerdas la primera vez que nos vimos, Milo? Te dije que iba a destruirte.”

Lo abrazó en el silencio de la noche, sus cuerpos aún sudorosos, sus labios aún temblando le besaron. “Estoy cansado que te destruyas…no quiero verte sufrir de esta manera...nunca más, Kamus”

No respondió. No podía decirle que sí le amaba, que todo era real y cierto. No podía ponerlo antes que a sí mismo.

“Yo no soy tú! Déjame.” Se levantó furioso y se vistió rápidamente, mientras Escorpio le miraba con tristeza. “Tienes razón! Es mejor que me marche y no regrese...a fin de cuentas, nunca supe si en verdad llegué a amarte!!”

Milo se cerró al dolor. No podía caer en el juego de nuevo…nunca más, sin embargo, era la primera vez que Kamus le decía eso. Se levantó atando una sábana a su cintura, regresando a la ventana donde estuviera parado hacía solo un rato. Y esas palabras estaban en verdad destruyéndole.

“Adiós.”

Fue todo lo que dijo antes que Kamus saliera de su Templo.



[1] Te amo en Griego

[2] Te amo en Francés


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