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He venido a matarte por Aphrodita

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Notas del capitulo:

Por fin Derkezita, era hora de hacerte este fic. La verdad es que me da una cosa hacerte un fic :S, no sé, siempre me da “cosita” hacer fics que me piden, pero sobre todo con determinadas personas que admiro mucho. Este no tendrá la calidad que tienen tus historias, pero te lo hice con mucha ilusión, espero que lo disfrutes al menos n.n Y gracias por pedirme esta pareja, me parecen espectaculares juntos.

Una aclaración: Hablo de un tal Valentine en el fic, no es el mismo Valentine que todos conocemos, el espectro... sino simplemente un niño. (Dirán ¿Por qué no le inventas otro nombre? Pero soy así, complicada)
He venido a matarte


Aphrodita




One Shot:

Sus pasos retumbaron en la inmensidad de su Templo; sin prisa, pero sin pausa llegó hasta la sala principal de Escorpio con la imperiosa necesidad de desprenderse de su pesada armadura, la cual prácticamente ya no tenía un uso, o al menos él no se la daba.

No porque en el mundo hubiese paz o porque él ya no fuese útil para las misiones, simplemente que con el tiempo había dejado de darle importancia a todo lo que significaba la Orden, y la armadura no era más que un símbolo de lo que una vez fue o de lo que en verdad quiso ser.

Odiaba lo que era, no por lo que era sino por lo que en realidad no era. Ante los demás era conocido como Milo de Escorpio, un aguerrido Santo de Athena, orgulloso, temperamental, honesto, leal.

Había cosas que las personas desconocían del verdadero Milo, cosas que hasta él mismo ignoraba. Hasta sus más allegados, aquellos Santos que combatieron a su lado, aquellos jóvenes con los que entrenó y compartió su infancia no sabían... No conocían el lado oscuro de aquel rubio.

Lo cierto es que todos los humanos tienen un lado siniestro, algunos los ocultan, otros los ignoran, otros se los niegan, pero está, presente, inalterable, porque en esencia los humanos somos egoístas, siempre dominados por nuestros egos.

Pero lo que le molestaba a Milo, si es que se podía decir que realmente lo abrumaba, era ver que todos veían en él sentimientos que no albergaba, ideales que no poseía, aunque una vez quiso creer en ello.

Luego de quitarse sus prendas, con solo un pantalón azul de tela, se dejó caer, boca abajo, sobre su enorme colchón de dos plazas, y se quedo allí, inmóvil, intentando no pensar en nada, intentando al menos detener la cataratas de pensamientos... Nuevamente, en la quietud y el silencio de la noche, sintió esa respiración tan particular.

Otra vez, allí... ¿Es que no se cansaba de ir todas las madrugadas por lo mismo sin tener un resultado positivo? Milo cerró sus ojos y suspiró de una manera muy sonora, con la intención de ser oído por el intruso, quien para esas alturas ya prácticamente no era un invasor, sino alguien mas de la casa.

La sombra observó los gestos del hombre rubio echado sobre la cama, notó que a diferencia de otras noches permitió ser espiado, sin importunarle demasiado su presencia... O sí, solo que esta vez no lo manifestó abiertamente.

¿Cuántos minutos mas iban a estar jugando a ese juego?. Cansado, Escorpio se sentó en la cama y vociferó al aire, porque aunque sabia que no estaba sólo, no pudo estar seguro de la ubicación del otro. Nunca lo estaba.

- ¿A que se debe semejante honor?... –Sarcástico, Milo sonrió apenas –No todas las noches un Juez del Inframundo va a visitar a un viejo enemigo.
- Nosotros nunca fuimos enemigos... –Corrigió el invitado con un tono pausado y tranquilo. –No de forma directa.
- ¿A que has venido hoy?. –Nuevamente, se dejó caer de espaldas sobre su cama.

El peligris entreabrió su boca, pero antes de hablar, sonrió... Milo estaba más elocuente que de costumbre y menos intolerable que en el último tiempo. Quizás sí, esa noche iba a ser distinta. El juez lo supo, pudo olerlo en el aire viciado de humedad y verlo en los ojos apagados del Santo de Athena.

- He venido a matarte.

La sonora risa de Milo se escuchó desde Aries hasta Piscis. Minos quedó embelesado con la imagen del rubio abriendo su boca y estirando su cabeza hacia atrás para dejar escapar ese sonido tan penetrante.

- Ven aquí, donde pueda verte. –Solicitó Escorpio, no tenía sentido hace acotación al respecto.

Giffon salió de su escondite y con un lento caminar se situó debajo de la única luz encendida en aquel cuarto.

- Te ves mas cansado que ayer. –Comentó el Juez despreocupadamente.
- ¿Cómo puedes verme con todo ese cabello en el rostro? –Bromeó el rubio pero ninguno de los dos se largó a reír.
- Muy gracioso...

Se produjo un silencio tan pronunciado e incomodo que se podía escuchar a las cigarras en los árboles anunciando que la inminente mañana sería muy calurosa.

- Sí... –Soltó Milo perdiendo su triste mirada en la nada –Hoy estoy mas cansado que ayer –El tono de su voz fue pura resignación --¿Has venido a ver lo cansado que estoy? Puedes irte. –Cordialmente lo echó.

Pero Escorpio supo que el peligris no se iría tan fácilmente, no hasta que la débil luz del amanecer irrumpiese apenas por las rendijas de la ventana.

- Ya te dije a que he venido –Contradijo el intruso caminando hasta donde el Santo se encontraba reposando.

Milo se incorporó en su cama, algo nervioso, mas bien incomodo, no por miedo, no le temía a ese Juez en particular, nunca lo supo a ciencia cierta pero de una extraña y retorcida manera ese hombre le daba paz... Aun así no dejaba de causarle un remolino de sensaciones ambiguas, las mismas lograban ponerlo atento, expectante a cada paso y movimiento de su invitado.

- Bueno, pero hoy particularmente quiero estar solo... Sino le molesta Señor Juez...
- Mientes... Si a ti no te gusta estar solo.

Los ojos del rubio bailotearon impacientes, eran esas acotaciones las que lo sacaban de sus casillas y rompían todos sus esquemas.

- Ah... ¿Sí?... –Pronunció Milo con sorna --¿Y que más sabes? –Investigó incapaz de mantener una coherente conversación con el otro, quien no tuvo mejor idea que sentarse en la cama, a su lado, erizándole los pelos de la nuca.
- Sé que hay muchas cosas de las que te arrepientes, sé que has cometido crímenes, que has pecado, que has lastimado...
- ¿Y eso? ¿Qué humano no lo hace?
- Pero a ti te pesa... –Remarcó Minos --El recuerdo de ese joven... En realidad era un niño...

Escorpio se movió, inquieto en su cama, y escondió nuevamente su mirada intentando mantenerse sereno, o por lo menos evitando revelar su creciente nerviosismo.

- Eso a ti no te incumbe...
- ¿Cómo se llamaba?... –Ignoró a su compañero aun sabiendo que lo estaba importunando pero quería demostrarle que aun sabiendo la verdad pensaba llevárselo –Valentine ¿No?.

El rubio nada contestó, la imagen de ese niño golpeó su mente... ¿Por qué? ¿Por qué le había hecho daño? ¿Por qué no controló sus impulsos? ¿Cómo volver el tiempo atrás y cambiar lo sucedido? Tan pequeño, tan inocente... En su interior Milo sabia que aunque eso fuese posible, volver el tiempo atrás, quizás... Solo quizás de todos modos le hubiese hecho daño, porque en su momento necesitó hacerlo.

- Todo eso lo sabes por Lune. –Espetó el Santo entre dientes --¿Hay algo que sepas sin su mugroso libro de los pecados?

Minos asintió débilmente, elevó su mano para posar sus huesudos dedos sobre la mejilla enrojecida de ira del Escorpión; apenas lo tocó, muy superficialmente, aun así el dueño de aquel Templo sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral anunciando que estaba vivo, por lo menos aun.

- Sé que lloras todas las noches, que no te gusta estar solo, aunque tu te empecinas en estarlo. Sé lo que en verdad escondes detrás de esa sonrisa falsa, sé lo que piensas cuando alguien nombra algunas de tus virtudes... Conozco tus temores, tu culpa... –Realizó una breve pausa para fijar su vista en los ojos de su compañero –Sé que estas cansado... De todo y de todos.

Griffon aprovechó la turbación del otro para guardar silencio, sonrió de medio lado y al ver que no recibiría acotación al respecto susurró poniéndose de pie.

- Será mejor que me vaya.
- ¡No!. –Exclamó Milo tomando desesperadamente la mano del Juez, pero al segundo siguiente lo soltó y guardó compostura –Nunca te vas tan temprano. –Tosió incomodo.

El peligris nada dijo, supo que esa seria la reacción del Santo, lo conocía lo suficiente, por lo menos había aprendido mucho de él en ese último año.

- ¿Qué tienes que hacer?. –Investigó con ironía --¿Te quedan almas por torturar? –Ante el mutismo del intruso intentó convencerlo de otra forma --Si has venido a matarme ¿Por qué no lo haces?
- No es tan sencillo, Milo de Escorpio.

Minos suspiró de cansancio, la primera vez, en tanto tiempo que el juez manifestaba de alguna manera su sentir.

- No podré seguir viniendo.
- ¡Entonces mátame!. –Exigió el rubio al ver que aquellas palabras era una afirmación de lo que estaba intuyendo, el tiempo se agotaba, cada vez más.

Griffon negó con su cabeza para luego pronunciar:

- A pesar de todo lo que piensas sobre ti mismo, a pesar de tus crímenes como Santo, a pesar de tus pecados carnales... No dejas de ser un humano promedio.

Milo frunció su frente algo confundido. Simplemente un poco perdido, ya que durante ese tiempo aprendió a reconocer palabras en la mirada del Juez, a descifrar sus silencios y buscarle el verdadero significado a todo lo dicho.

- ¿Por qué? –Susurró el Santo escondiendo su mirada, para evitar ser descubierto con las defensas bajas.
- Aunque tu me sigas... –Negó con la cabeza –No tiene sentido –Balbuceó de manera inconexa. –No compartiríamos el mismo camino, no así.

Escorpio tomó entre sus brazos su cabeza y la escondió entre sus piernas encogidas, como si fuese un niño temeroso. No podía creer lo que estaba entendiendo, siempre creyó que su lugar, una vez muerto, sería el Inframundo, no solo por todos los asesinatos en nombre de una Diosa, que aunque fuesen con un fin no dejaban de ser una excusa para cometer crímenes, sino por aquellos errores cometidos que eran irreversibles.

Sin embargo el rubio no pudo comprender a lo que realmente se refirió Minos con que era un humano promedio. Analizando la conversación se le escapó un pensamiento:

- No soy buena persona... No lo soy.
- Te equivocas –Contradijo Griffon –En esencia lo eres... Todos cometemos errores ¿No?
- ¿Ahora me vendrás con una clase de filosofía barata? No es momento –Se molestó Milo ¿Quién era ese Juez para hablar sobre lo correcto o incorrecto?
- Quiero hacerte entender que tú en el fondo eres un ser humano con buenos sentimientos... Porque si realmente no lo fueras, no te estarías lamentando por aquello que hiciste...
- No tiene nada que ver, eso se llama culpa, remordimiento... Y sentir eso no te convierte en una buena persona.
- Tal vez. –Minos guardó silencio pero continuó hablando al ver la mirada insistente de Escorpio sobre su persona –Aun así, por muy mala persona que tu te consideres, no tienes las puertas abiertas del Inframundo. Punto final.
- Esto es un “Adiós”... Entonces.
- Eso dependerá de ti.

Por un instante, los ojos del Espectro brillaron con extraña refulgencia, el Santo de Athena se perdió en su inmensidad, nuevamente absorto, sin poder, esta vez, adivinar el juego de Minos.

- Si has venido a matarme, durante 365 noches ¿Por qué hoy no lo haces?

Griffon exhaló el aire de sus pulmones por su nariz, harto de no poder hacerle ver la realidad a su compañero.

- No es la intención el problema, sino la manera de hacerlo...
- Dime de que manera, entonces... –Milo se incorporó decidido sobre su cama –Dímelo, dime que tengo que hacer –Exigió comenzando a sentir la adrenalina en su pecho –Haré lo que tenga que hacer.
- Hay solo una forma en la que tu puedas seguir mi camino –Griffon sonrió extasiado al ver que por fin el otro comenzaba a comprenderlo, tomó nuevamente entre sus manos el rostro moreno del griego y acercó sus labios, sin embargo se detuvo antes de llegar a la boca de su compañero, respiró su aliento y lo soltó.
- Lo haré –Los ojos de Milo se aguaron un instante.
- ¿Estas seguro? No hay marcha atrás.
- Nunca estuve tan seguro de algo en mi vida.
- Entonces... –Griffon traspasó su lengua por su labio inferior, saboreando el momento –Quítate la ropa.

Milo frunció su frente y realizó una mueca graciosa con sus labios, aquello sonó mas que provocativo, además de innecesario, pero como un autómata lo hizo. Minos desapareció del cuarto con un paso lento pero firme, se perdió en el baño donde con parsimonia se encargo de llenar la tina con suficiente agua tibia. Cuando el Juez volteó se encontró con el griego exhibiendo sin pudor su masculina desnudes, bajo el marco de la puerta Milo lo observó neutro para luego caminar hasta donde el otro se encontraba de cuclillas.

Servicialmente Minos extendió su mano para ayudarlo a ingresar a la bañera, pero Escorpio lo rechazó. Se sentó en ella y cerró sus ojos, relajándose por primera vez en mucho tiempo. El peligris lo observo con una tenue, apenas perceptible sonrisa, para susurrar.

- Ya sabes lo que tienes que hacer –Y le cedió una maquina de afeitar que reposaba inquieta, si no fuese un objeto inanimado, sobre el borde de la misma tina.

Milo se acomodó, dejó que su cabeza descansase sobre el respaldo, sintiendo el agua tibia humedecer sus bucles en la espalda, observó su cabello flotando en la superficie y decidió hundir todo su cuerpo.

Minos por su lado se sentó al borde, sin dejar de observarlo, podía verlo a través del agua cristalina, con sus ojos bien abiertos... Todo se veía tan distinto desde el fondo, el juez era un espejismo borroso y sus manos, cuya derecha sostenía “la llave” para el Inframundo, parecían lejanas, no ser suyas.

Volvió a la superficie para tomar una gran bocanada de aire, y ante los ojos insistentes del peligris, el Santo observó su muñeca izquierda... Cerró su puño y lo volvió a abrir, varias veces, hasta que el río de venas se volvió más visible a través de su morena piel.

Minos suspiró de placer cuando el filo tomó contacto con el cuerpo del Santo; Aquello, en vez de ser doloroso fue para Milo extrañamente placentero: Ver su propia sangre, la que tantas veces vio en combate, correr con prisa por su brazo hasta gotear en el agua, tiñéndola poco a poco. Le tocó el turno a la otra muñeca, un corte transversal, perpendicular al crecimiento de la vena haría imposible la tarea de volver a coser, si es que alguien podría llegar a imaginar lo que en ese momento ocurría en el Templo de Escorpio.

Cuando terminó su trabajo con la templanza que nunca había tenido, dejó que sus brazos se sumergiesen en el agua turbia... La tibieza de la misma le producía una sensación de alivio en la comezón de sus muñecas, el rojo carmesí era tan incontrolable que en pocos segundos se sintió en el aire, flotando, se acomodó mejor con la intención de cerrar sus ojos y dormir, por siempre... pero no quiso hacerlo aun, se quedó observando al juez, intentando decirle con su mirada lo que su boca no podía: “Lo hice, ¿Pensabas que no lo iba a hacer?”

Lo que una vez fue Milo de Escorpio, lo que una vez quiso ser en realidad o lo que los demás creyeron de él, ya no importaba... Nunca nadie iba a conocer la verdad, ahora, aunque solo un Juez se la rebuscó para percibirla.

Minos depositó en los labios del antiguo Santo de Athena un superficial beso, sellando así un pacto tan personal que solo ellos dos lograban comprenderlo; tomó su muñeca izquierda para elevarla sobre el agua y besó la palma abierta de su mano, la cual ya no tenía peso, ni control. Descendió por la misma saboreando su sangre, hasta llegar a su cuello y nuevamente a su boca, pero siguió camino, cuesta arriba y besó sus párpados, ahora por fin cerrados para siempre.

Había ido a matar al Santo de Escorpio... había cumplido con su palabra.


Fin

Notas finales:


Bueno... Me da vergüenza dejar esto así pero hasta ahí pude llegar, mi talento no da para mas, no señor u_u Lo siento.

Espero Derkez que te haya entretenido un poco al menos, gracias a ti por leer y al que lo haya leído xD.

Si hay errores muy garrafales, avísenme ¿Si?

Ahora sí, me pongo con la continuación de un fic que dejé en el capítulo dos hace cuatro meses mas o menos :S

30 de enero de 2008
Merlo, Provincia de Buenos Aires, Argentina.

EDIT: Por cierto, ¿Alguien me puede hacer recordar como se hacía el guión de díalogo? o.O Lo olvidé!!! No me sale Posteo

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