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El jardín donde vuelan los mares por Aphrodita

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Si Saint Seiya me perteneciese sería un Ikki & Seiya repleto de sexo salvaje y pernicioso, no apto para persona cardíacas, embarazadas y menores de setenta años.
Todo de Kurumada—sama.
Sí, sí, sí, el título de este fic es igual al de una canción de Fito Paez, pero no es songfic. Solamente plagié el título a falta de inspiración… me pareció acorde.

Advertencia: Fic algo loco, raro y con explicaciones abrumadoramente extensas al final. Se podría considerar que hay spoiler de Lost Canvas, tomo 5, pero creo que ni te darás cuenta donde está si no lees dicho manga.

Notas del capitulo: Dedicado muy especialmente a Hekate =)

Hace dos años, fácil, me habías pedido algo de esta pareja, allá, en el viejo tema que abrí sobre peticiones.

Tarde pero seguro xD

Disfruté mucho escribiendo este fic, aunque hubiese esperado dedicarte algo mejor (Se ve que cierto fic que ando escribiendo de Bleach me ha consumido todas las energías). Disfruté de hacerlo porque nunca escribí sobre Milo y Aphrodite en plan de pareja y sinceramente quedan muy bien juntos.

Cuando comencé a escribir fanfiction lo hice en base a mi pareja favorita, en ese entonces sólo había un fic de dicha pareja (por el cual comenzó mi gusto, desde ya u_u) y para colmo Seiya era asquerosamente odiado, y si bien me costó unos cuantos fanfics, torturas a fanfickers y años de viciar con este hobby, puedo decir con orgullo que hay personas a las que le gusta.

Desde que yo comencé a escribir a hoy, hubo un gran cambio respecto al Ikki x Seiya. Me costó horrores, y esto que te cuento más que nada es para decirte y pedirte que no bajes los brazos, es lo que suelo decirle a los fanfickers que luchan por tener su espacio ¿?. No es tan difícil para ustedes, y en tu caso con Milo y Aphrodite ya que afortunadamente son dos personajes queridos por muchas personas.

Hacé pedidos, reclamá fics de tu pareja favorita para tu cumpleaños, navidad, fechas patrias; tortura y atosigá a los fanfickers para que escriban…

En fin, dejo de lado mi "siempre" discurso moralista al respecto.
Siempre le pareci un sujeto… extrao —por no encontrarle un adjetivo calificador ms adecuado— pero frente a su jardn ese mote se le haca irrisoriamente exiguo, insulso e intrascendente.
Las flores que adornaban el sitio variaban no slo en color y en tamao, tambin en olor…

Qu persona podra llegar a querer en su jardn una flor que emanase semejante pestilencia?

“Extrao”, sin dudas, no era la palabra apropiada.

Se acerc, tan hipnotizado por ese vivo color; su extravagante y retorcida forma pareca estar llamndolo, como una extremidad que seala, invocando su presencia.
Sus dedos se vieron en la necesidad imperiosa de posarse sobre su hoja, de acariciarla, de tomarla y llevrsela.

Tal como haba deseado, tantas veces, hacerlo con su dueo.

—No la toques!

La inconfundible voz de ese “dueo” tron en los odos del peliazul, obligndolo inmediatamente a quitar esa intrusa mano y voltear raudo.

—Lo siento.
—La tocaste? —inquiri Piscis austero sin tomar en cuenta las disculpas.
—No, no llegu a… —La duda lo estaba matando—Qu es? —Siempre haba sido un muchacho muy curioso.
—Qu haces aqu?

No era buena educacin contestar una pregunta con otra.
Escorpio se qued prendido de la impasible figura del guerrero; desde un inicio, desde su llegada al Santuario le haba llamado poderosamente la atencin sus rasgos; el perfume que emanaba de su cuerpo, cuando —ignorndolo— desfilaba a su lado; de sus movimientos al caminar, cual deidad.

—El patriarca… —balbuce aturdido—Tengo una reunin con el patriarca.
—Bueno —Aphrodite enarc una ceja, un rictus que se le hizo delicioso a Milo—, parece que te equivocaste de camino.

Y ambos saban que era pecado no conocer el sendero que conduce al recinto del sumo sacerdote. Se lo poda creer en un aprendiz, pero no en un Santo Dorado cuyo recorrido si no lo puede hacer con los ojos cerrados, al menos se lo sabe de memoria.

—S —ri apenas, llevndose una mano a su nuca en un gesto de desmedida despreocupacin.

Pareciese ser que el mismo encantamiento que le haba producido aquella extraa maleza, ahora se la estaba produciendo el mismo Aphrodite quien, para su desgracia, no portaba la caracterstica armadura de Piscis como habitualmente cuando se lo cruzaba en reuniones de carcter “urgente”, si no una finsima toga griega, tan blanca como el algodn, tan transparente como una gota de lluvia.

Necesit de las duras palabras del adonis para poder regresar de su “Campos Elseos” personal:

—Est prohibido ingresar a mi jardn—Y se pregunt, satrico consigo mismo, que le llevaba a perdonarle la vida a ese sujeto que haba osado pisar su sagrado lugar personal.

No, no era Shaka, su Jardn no era secreto, pero todos eran plenamente conscientes de lo que se enfrentaban si atinaban a posar sus pies en el verde csped.

—Est bien… ya me retiro—pronunci con calma y un deje de molestia.

Esos labios y ese perfume… Rozar su piel, era lo que ms anhelaba. Pero Piscis no haca ms que apartarse, que darle vuelta la cara, que aplicar la ley del hielo… y l senta morir cada da de inconmensurable apetito.
Inslito que recin ese da se diese cuenta de las ansias que vena arrastrando desde que supo de la existencia de ese semi Dios mortal en la Tierra.

———

La reunin con el patriarca: palabras, rdenes, promesas, una misin insulsa en algn insulso pas. Aunque Qu pas es insulso? Todos tienen su historia, todos tienen su colorido. El aptico Milo —y no es que lo fuese siempre— regres por el camino que lo conduca del reciento del patriarca hasta las doce casas, pero como el nio grande que era no pudo resistirlo.

Y como nio al que se le prohbe algo, no soport tampoco la tentacin de quebrantar las normas.

Pis el suelo sagrado del doceavo Templo, realiz el mismo recorrido de escasos minutos atrs, rindose lacnico por dentro al pensar en la posible reaccin del narciso al verlo de nuevo all.

Lleg… ante esa extraa planta y su aroma que aun no poda discernir si era agradable o desagradable. Simplemente “era”. La tom, entre sus morenos dedos, arrancando sin reparos un tallo, que se quebr en un grito de agona que el Santo no percibi.

Parti… raudo hasta su templo con ese capullo entre sus dedos, removindola de un lado al otro, acercando su nariz, impregnndose de aquella narctica fragancia.

Arrib a la Octava casa, se quit su ropaje sagrado y se dispuso a tomar un descanso, por pura y absoluta pereza. Arrojndose en su cama, cual peso muerto, no tard en experimentar una insignificante presin en su cabeza.

Dej el brote sobre el lecho, a un costado, y se llev la palma hasta su frente, a fin de que ese gesto pudiese librarlo de aquella inoportuna pesadez.

Cerr sus parpados, no porque realmente quisiese hacerlo, “algo” o “alguien” venci la resistencia. Como si una voz hubiese dado la orden en su cabeza: “Cirrate!”

Intent abrirlos, pero fue en vano… Algo tan sencillo y mecnico de realizar: desplegar los parpados, supuso un esfuerzo magnnimo e inadmisible de ejecutar.
Al menos l no pudo, no hasta pasados unos cuantos y eternos segundos. Segundos que le parecieron minutos, minutos que le parecieron horas…

No vea.

Oscuridad.

Los haba abierto, o tan slo se qued con la vaga idea?

Por fin, alcanzaba a visualizar un objeto… que pronto tom la forma de una mujer; una hembra plenamente desnuda, con su extenso y lacio cabello tan negro emulando la noche misma cayendo desparramado sobre l.

Y l Por qu tambin estaba desnudo? En qu momento le haban despojado de sus prendas? Esa mujer, pronto tom la forma de un muchacho.

Su cabello negro permut al de un turquesa muy claro, sus ojos cobraron vida, su piel se torn ms suave, y su sonrisa… Era sin dudas la de Aphrodite.

Que alguien, no importase quien, le explicase que haca el Santo de Piscis acaricindole el pecho de ese modo.

No le import nada, ni siquiera ese bho, que no dejaba de observarlo con sus peregrinos y nocturnos ojos. El “muso” de sus sueos ms erticos estaba posando la yema de sus dedos sobre su torso desnudo, rumbo al sur…

Un gemido apagado. Mordi sus labios al sentir los suaves labios de Piscis sobre sus muslos, recorriendo la parte interna de los mismos, jugando con l, al borde de la histeria.
Milo se aferr a las sabanas, ech su cabeza hacia atrs, arqueando su espalda y fij su mirada en el techo, reteniendo lo ms posible aquel fluido corporal que amenazaba con comenzar a emanar cual lava volcnica, sobre todo al percibir que esos labios —ahora— recorran su intimidad, sin clemencia.

Por qu? Cundo? Cmo? Quin?

Preguntas sin respuestas. Interrogaciones que en ese momento se las formulaba pero que le interesaba poco ahondar en las rplicas.

Una pintura, un dibujo en su techo del que nunca se haba percatado… Quien fuese su pintor sin dudas estaba loco, bien loco.

Ni que Alone hubiese dado aquellas esotricas pinceladas.

Personas cubiertas de fuego, siendo rodeadas por las despiadadas llamas… …l senta quemarse por dentro con la boca de Aphrodite que no haba tenido reparos en engullir su miembro.

Hundi los dedos en la morena piel de Escorpio, mientras que ste los entrelaz en sus finas y sedosas hebras agua marina que eran toda una oda a la perfeccin extica.

Quiso morir all, enterrarse en l, sentirlo sobre su cuerpo, morderlo, lamerlo, besarlo y volver a enterrarse en l para recomenzar el crculo.
Quiso tantas cosas, pero no poda moverse, por ms intento, todo era intil. Afortunadamente fue Piscis quien se percat de su desesperacin, y escal hasta situarse en su pecho; luego baj candente para poder introducirse aquel pene que clamaba por su estrechez.

Milo apreci sus sentidos distorsionarse, potenciarse, y por momentos nulos. Sus manos se aferraron a la cadera de su amante, instndolo a seguir mecindose sin misericordia alguna.

No quera piedad. Iba a sucumbir y no le importaba nada ms.

Por Aphrodita y Eros! Era sencillamente indescriptible el goce que lo haba embargado, sofocndolo, incitndolo a ms. Como un adicto a la droga.
Un intrnseco big bang explot en Milo, y cuando regres vista, de nuevo no pudo comprender que estaba pasando all.

Lo ltimo que vio antes de que todo se tornase bruno fue un pez sobre l… y l era sencillamente un escorpin.

———

Tosi, y ese mismo gesto lo llev a despertar. Vislumbr enseguida que se hallaba sobre algo mullido, un catre quizs. Se sinti mareado, pero percibi sus extremidades como tal, y una presencia cercana a l.

Paulatinamente abri sus ojos, aclarndose la vista.

—Por fin despiertas —La armoniosa voz masculina de Piscis cop sus odos, inundando su ser de infinito sosiego.
—Qu demonios? —Decir que no entenda nada era escaso.
—Te desmayaste en mi jardn.

Milo not, cuando pudo focalizar la visin en un punto, que el otrora guerrero se hallaba sentado a su lado, observndolo con un gesto neutral, apenas sonriendo, como la Monalisa… S es que algn da los eruditos se pondrn de acuerdo al respecto.

Sonre o no?

—Qu sucedi? —Intent incorporarse, pero en ese momento pareci ser una empresa difcil de sobrellevar.
—El beleo —explic calmo—. Aspiraste su perfume, cierto?

Por qu? Se pregunt Escorpio Aphrodite se mostraba tan benevolente con l? Cuando siempre lo trat con aspereza; no slo a l, a cualquier humano que se aventuraba a acercrsele.

Como un simple humano que intenta alcanzar a un Dios.

Culpa, tal vez.

—Beleo?

El peliazul repiti aquel nombre con aprensin, lo poco que saba de aquella planta era que sola utilizarse en antao como veneno.

El guardin del Doceavo templo pareci adivinar su pensamiento y sentimiento hacia su venerada planta.

—Si se aspira su perfume produce un trance visionario—Se permiti sonrer, ante las cejas arqueadas de su compaero—. En tiempos antiguos se sola usar como incienso y se le atribuyeron propiedades curativas. Es un poderoso analgsico.
—Oh… interesante clase de botnica.
—Perdn por aburrirte.

Milo se concibi el hombre ms estpido que pudo haber habitado en ese mundo. No quiso decir nada de otros planetas, pues segn decan, no haban hallado vida an.

—Lo siento, no quise decir…
—Est bien, no pretendo que todos tengan el mismo amor hacia las plantas como les tengo yo—Aphrodite le dedic una mirada curiosa, traviesa.
—Qu pasa?
—Qu soaste?

Otra vez esa mala costumbre de alegar una interpelacin con otra.

—Por qu me lo preguntas? —Milo le devolvi el gesto.
—Pues… Pronunciabas mi nombre.

Escorpio se incorpor, haciendo acopios de toda su fuerza interna, como si algo tirase de l obligndolo a hacerlo pese al sopor que lo haba dominado.

—S… So contigo—confes estirando su mano para intentar alcanzar la lozana piel de su mejilla.
—No me toques!

Ah s, ese era el Aphrodite que todos conocan.

—Por qu siempre me rechazas?

La inquietud de Milo fue realizado con profundo pesar, en todas y cada una de sus palabras.

—No puedes tocarme—frunci su frente, encogindose contra el respaldar como si de un cro acobardado se tratase.
—Quiero hacerlo.

Piscis no hizo ms que hundir su rostro entre sus piernas. Sinti una mano sobre su hombro y no tuvo el impulso suficiente para rechazar ese gesto, no obstante al menos lo intent, apartndose tan slo un poco.

—Qu tiene de malo? Desde que te he visto en el Santuario he querido tocarte.

Milo se reproch en silencio; sus palabras haban sonado algo burdas y apresuradas, pero Aphrodite entendi enseguida la verdadera intencin de las mismas, y taciturno se explic:

—No puedes tocarme.
—Quiero besarte.
—Morirs.
—Por qu?

Elipsis. Absorbente y cargado mutismo que se cerni sobre ellos, envolvindolos por completo.

—Mi sangre—susurr Piscis con el tono de quien confiesa un pecado siniestro—est envenenada. Es el estigma de Piscis.

No supo si creerle, pero las lgrimas que sus serafines luceros desprendan lo llev a intentar darle una cuota de fe.

—No me importa… Quiero morir entonces, valdr la pena.

Aphrodite sonri, al mismo tiempo que la caprichosa mano de Milo alcanz por fin su mejilla con el propsito de secarle ese ptalo de sal. Pero raudo, Piscis lo esquiv.

—Ven, quiero abrazarte—No poda quedarse inconmovible ante una persona que lloraba.
—No… —una negacin, sin mpetu ni conviccin.
—Has dicho “mi sangre”; por besarte y tocarte no pasar nada Verdad?

Aphrodite elev sus hombros, desconociendo la respuesta. Y aunque esta hubiese sido positiva, no lograra amedrentar al colrico y decidido santo de Escorpio.

Este no tard en comprenderlo: Nunca nadie lo haba besado, nunca nadie lo haba tocado, siquiera abrazado, o realizado algn contacto con l… Una msera caricia.

Porque nunca Piscis lo permiti.

—Ven aqu—solicit Milo, enamorado.

Poco a poco, Aphrodite cedi, dejndose acunar en sus poderosos brazos, que le brindaban aquel calor que tanto haba buscado con afn, sin sospecharlo siquiera.
Sintiendo el leve palpitar rtmico de sus corazones se permiti cerrar los ojos, y rendirse a los encantos del dueo del Octavo Templo.

Lo bes, porque no le importaba perecer si al menos lo haca probando sus labios. Hundi su lengua, sacindose, ambicionando ms. Acarici su piel, experimentando un tenue cosquilleo en su alma.

Aspir el perfume de la flor ms bella que jams haba conocido, seguro de que aquello no era una quimera: Aphrodite, el Santo Dorado ms hermoso del Santuario, era suyo.

Milo le rindi tributos a su Dios personal.
Se adoraron mutuamente, por lo que les qued de tiempo.



FIN
Notas finales: Las hierbas para embrujar:


Desde tiempos antiguos, varios miembros de la familia de la Belladona se asociaban en Europa con la brujería, ya que permitían a los brujos y brujas llevar a cabo actos ocultos maravillosos, hacer profecías y embrujar mediante una comunicación alucinógena con las fuerzas sobrenaturales y transportarse a lugares alejados para poner en práctica sus habilidades mágicas. Las principales plantas intoxicantes utilizadas eran el beleño, Hyoscyamus niger; la Belladona, Atropa belladona; y la Mandrágora, Mandragora officinarum. Las tres especies tienen una larga historia como alucinógenos y plantas mágicas. La extraordinaria reputación de estas plantas se debe, en primer lugar, a la bizarra psicoactividad que poseen. La semejanza de sus efectos es resultado de su constitución química parecida.

Estas tres plantas solanáceas contienen una concentración relativamente alta de alcaloides tropano, básicamente atropina, hiosciamina y escopolamina; hay otras bases de las cuales sólo se hallan trazas. Aparentemente es la escopolamina, y no las otras dos, la que produce los efectos alucinógenos. La intoxicación es seguida de una narcosis en la que se presentan alucinaciones durante la transición de la consciencia al sueño. La atropina ha servido como modelo a los químicos para sintetizar muchos compuestos alucinógenos. Sus efectos (y los efectos de la escopolamina) difieren de aquellos que exhiben los alucinógenos naturales usados; son extremadamente tóxicos y quienes la utilizan no recuerdan nada de lo experimentado durante la intoxicación, pierden todo sentido de la realidad y caen en un profundo sueño.

El beleño (Hyoscyamus) era conocido y temido en los primeros periodos clásicos; pronto se descubrió que había tres especies de esta planta, siendo la negra la más potente, capaz de causar demencia. Los antiguos egipcios dejaron por escrito su conocimiento acerca del beleño en el Papiro de Ebers, que data de unos 1500 años a. C. Homero describió algunas bebidas mágicas cuyos efectos parecen indicar que el beleño era su principal ingrediente. En la antigua Grecia servía como veneno, para aparentar locura y para adquirir propiedades proféticas. Se ha sugerido que las sacerdotisas del oráculo de Delfos hacían sus profecías intoxicadas con el humo de las semillas del beleño. En el siglo XIII el obispo Alberto el Grande informó que el beleño era empleado por los nigromantes.

Desde tiempos muy remotos se sabe que la propiedad del beleño es mitigar el dolor: ha sido empleado para aliviar los sufrimientos de los sentenciados a la tortura y la muerte. Su empleo más conocido era como ingrediente principal en los llamados “ungüentos mágicos”.

Cuando los jóvenes iban a ingresar a uno de estos grupos dedicados a las brujerías, frecuentemente tomaban una bebida preparada con beleño, de tal forma que era fácil persuadirlos y comprometerlos en los rituales sabáticos preparatorios para su aceptación oficial en los círculos de brujerías.

Quienes han experimentado la intoxicación provocada por el beleño sienten una presión en la cabeza y como si alguien les cerrara los párpados por la fuerza: la vista disminuye, la forma de los objetos se distorsionan y presentan alucinaciones visuales sumamente extrañas. Con frecuencia la intoxicación se presenta de alucinaciones gustativas y olfativas. El sueño, interrumpido por sueños confusos, terminan con la embriaguez.

Otras especies de Hyoscyamus tienen propiedades semejantes a la mencionada y en ocasiones son utilizadas en la misma forma. El beleño de la India y Egipto (H. muticus), que crecen en los desiertos de Egipto hacia el Este de Afganistán y la India, es empleado como intoxicante cuando se fuman las hojas secas. Los beduinos, en particular, lo emplean para emborracharse y en algunas regiones de Asia y África se fuma mezclado con Cannabis.

La belladona, Atropa Belladonna, es nativa de Europa, pero crece también como planta silvestre (como planta de cultivo que ha vuelto a su estado silvestre) en los Estados unidos y en la India. Su nombre genérico Atropa viene de la Parca griega “Atropos”, la inflexible, encargada de cortar el hilo de la vida. El epíteto significa “bella dama” y hace alusión al uso de la savia de la planta para dilatar las pupilas de los ojos de las damas italianas, que creían que la mirada ensoñadora producida por este intoxicante les daba un atractivo incomparable. Muchos de los nombres vernáculos de esta planta se refieren a sus propiedades intoxicantes, por ejemplo: la cereza del mago, baya de los brujos, yerba del diablo o baya asesina.

En la mitología griega, las ménades de las orgías dionisiacas se arrojaban con los ojos dilatados a los brazos de los hombres que adoraban a Dionisio (Dios del vino), o bien “con ojos de fuego” caían sobre ellos para despedazarlos y comérselos. Es posible que el vino de las bacanales fuera adulterado con el jugo de la belladona. Sin embargo, en los albores de la época moderna cuando la belladona asumió su papel más importante en la brujería y en la magia. Había una mezcla muy potente que contenía belladona, beleño, mandrágora y la grasa de un niño nacido muerto, que se frotaba sobre la piel o se insertaba en la vagina para ser absorbida. La famosa escoba de las brujas tiene una larga historia en las tradiciones mágicas europeas. En una investigación realizada en 1324 por sospecha de brujería se informó que “al revisar el armario de la dama se encontró un tubo de ungüento con el cual engrasa un bastón; sobre éste cabalgaba a trote y galope contra viento y marea y como ella quisiera”. Más tarde, en el siglo XV, un documento muy parecido señalaba: “Pero el vulgo cree, y las brujas confiesan, que en ciertos días y noches untan un palo y lo montan para llegar a un lugar determinado, o bien se untan ellas mismas bajo los brazos o en otras partes vellosas, y a veces llevan amuletos entre el cabello”. Porta, un contemporáneo de Galileo, escribió en 1589 que bajo los efectos de la pócima preparada con estas plantas solanáceas “el hombre siente a veces que se convierte en un pez y, aleteando con los brazos, se echaba a nadar en el piso; a veces parecía que saltaban dela gua para volver a hundirse. Otros creían que se habían convertido en un ganso: comen hierba y picotean la tierra con sus dientes como un ganso; de vez en cuando cantan y aletean”. La mandrágora se tornó famosa en la magia y en la brujería a causa de sus poderosos efectos narcóticos y por la forma tan extraña de su raíz. Seria difícil encontrar un mejor ejemplo de la aplicación de la filosofía llamada doctrina de las signaturas; la raíz de esta planta perenne, aunque a primera instancia no lo parezca, tiene tantas ramificación es y es tan retorcida que, ocasionalmente, se llega a parecer a un cuerpo humano.

Desde tiempos muy remotos, surgieron curiosas creencias acerca de la necesidad de tener un gran cuidado con la cosecha de esta planta. Teofrasto, en el siglo III a. C., escribió que los recolectores de plantas medicinales dibujaban círculos alrededor de la mandrágora para luego, mirando hacia el oeste, cortar la punta de la raíz; el resto de la raíz se arrancaba después de que los recolectores habían bailado ciertas danzas y recitado fórmulas especiales. Dos siglos antes, el griego Pitágoras describió la forma antropomorfa de la raíz de la mandrágora. En tiempos del Imperio romano esta magia comenzó a ser asociada extensivamente con las propiedades psicoactivas de la planta. En el siglo I d. C., Flavio Josefo escribió que cerca del Mar Muerto crecía una planta que resplandecía con una luz roja por la noche y que era difícil aproximarse, pues la planta se escondía cada vez que una persona se acercaba, sin embargo podía ser “domada” si se salpicaba con orina y sangre menstrual. Arrancar la planta constituía un peligro para el cuerpo y el alma, pero un perro, atado a la raíz, era empleado para extraerla, después de lo cual, según esta creencia popular, el animal normalmente moría.

Hyoscyamus albus: Mide hasta 40”50 cm de alto, tiene tallos erectos y a menudo crece como maleza. Los tallos son verde claro; las hojas, recortadas, y cálices y frutos, muy vellosos. Florece de enero a julio en Chipre y en Grecia. Las flores son amarillo claro y con frecuencia de un intenso color violeta en su interior. Las semillas son amarillentas o grises.
Este alucinógeno fue en la antigüedad un medio importante para provocar trances; lo ingirieron los oráculos y las mujeres dedicadas a la adivinación (sibilas, pitonisas): “dragón” en el antiguo oráculo de la tierra de los gaia; “causante de frenesí” en el Kolchis de la Diosa Hécate; “semilla de Zeus” en el de Zeus”Amón y en el del Júpiter romano de la Antigüedad tardía, y “planta de Apolo” en el Delfos y en otros de Apolo, el Dios de la “locura profética”.

Hyoscyamus niger: El beleño negro es una hierba anual o bianual, pegajosa, vellosa, de olor fuerte, que mide hasta aproximadamente 76 cm de alto y que al triturarla emite un olor penetrante, típico de esta planta. Las hojas son enteras (ocasionalmente con unos pocos dientes), ovadas, de 5 a 10 cm de largo en la parte superior, y amplexicaules oblongas y más pequeñas en la parte inferior. Las flores son amarillas o amarillos”verdosas, veteadas de púrpura; alcanzan una longitud de cerca de 4 cm y nacen en dos filas en una cima arqueada y paniculada. El fruto es una cápsula de muchas semillas encerrada en un cáliz persistente.


Info extraída del libro “Planta de los Dioses” Derechos reservados ¿?





Ah… cosa rara, me quedó algo amorfo este fic, sin pies ni cabeza.
Sí, la muchacha que supuestamente aparece en el cuarto de Milo era Hécate ¿? La Diosa de las brujas; teóricamente ella era la dueña de las hierbas mágicas, sobre todo de las solanáceas. Me pareció acorde incluirla dado que este fic va para Hekate xD Eso sí, hice una mezcla de las tres.

Creo que todo lo que ronda al beleño negro y sus hermanas daba para mucho más, pero mi talento llegó hasta esto x´D Tómalo o déjalo.

Como me reí con eso de que las brujas usaban los palos de escobas para ponerse el ungüento “ahí” XDDDD Morí. Con razón el mito entorno a que saben “volar”… ¡como se distorsiona la historia!

Por último: dese ya que Milo no pudo haberse intoxicado con sólo olerla… Quizás hacía falta prenderla fuego, pero me fue suficiente en el fic que le produjese el efecto deseado por andar husmeando (Eso le pasa por metido)
¡Ah! La imagen que ve pintada en el techo, no es más que un dibujo de brujas siendo quemadas en la hoguera. Ya está, basta, no explico más. Me voy, si queda algo tácito averígüenlo por ustedes o pregúntenme.

(PD: La razón de transcribirles semejante choclazo es que esta información no se halla fácilmente en internet, además el libro que menciono es muy difícil de conseguir ”al menos en mi país” y si tienen la suerte de hallarlo deberán vender un riñón en el mercado negro para poder pagarlo… cuesta fortuna. Gracias a Nico que me lo prestó)

Espero que les haya gustado. Sí ven errores que yo no he podido ver, o incongruencias, me avisan ¿sí? Aun sigo siendo un mono con teclado escribiendo.

Muchas gracias por leer.


25 de septiembre de 2009
Merlo, Buenos Aires, Argentina.

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