La piel es más bella con heridas.
De un jalón arranca un manojo de cabellos plateados. El otro hombre, en respuesta, incrusta sus dientes en el cuello bronceado. Arañazos, mordidas, patadas, besos demandantes. Ropas rajadas en tirones, rodillas que se afirman en el suelo, y unas manos pálidas que se aferran a la estrecha cintura del arma, mientras que el técnico hace oír su bragueta, y las maldiciones y protestas ya no son la melodía principal de esa noche.
Un fuerte empujón, y el Dr. Stein está dentro. Sin preparación, sin miramientos. Sabe que le esta haciendo daño, lo sabe muy bien: su bata manchada con rojo se lo asegura. Pero no le importa. No en ese momento. Más tarde, quizás, si. Pasadas unas horas su conciencia lo atormentaría, y tendría ganas de disecarse a sí mismo.
Pero por ahora, lo disfrutaría.
Oye como Spirit gruñe, gime, y se queja mientras que su rostro se pega a la colcha y sus dientes se aprietan con rabia. El sonrojo en su rostro es tan intenso, que es casi idéntico al color de su cabello. Franken une su boca al hombro desnudo. Es un beso casto, sencillo, casi dulce. Spirit lo siente, y aprieta más fuertemente las sábanas entre sus dedos. Y se maldice.
Cuatro bruscas embestidas, y Stein termina. Su mano esta húmeda y blanca; pegajosa. Le gusta esa sensación. Pero más le gusta sentir como, aún dentro del otro hombre, este tiembla y gimotea bajito; pidiéndole en un susurro que siga, que ya que empezó, que continúe. Entonces el Doctor sonríe y besa la cabellera carmín con cariño, al tiempo que se permite deslizar sus manos por la espalda morena, enterrando sus dedos en la tersa piel, sintiendo como la sangre se amontona debajo de sus uñas.
Spirit es un cuadro en movimiento; una obra de arte. Él experimenta, le da forma, lo contiene; lo ama y a la vez lo hiere. No puede dejar de tocarlo, de sentirlo cerca suyo. Stein puede jurar que no viviría sin esos dedos que le aprietan el cuello y le quitan el aire; sin poder garabatear el cuerpo de Spirit a su antojo.
—La piel es más bella con heridas —es lo que escucha, antes de sentir un filo helado que le raja desde el estómago hasta el pecho, cruzando varias de sus cicatrices. Spirit le mira de frente, sonríe desafiante, seductor, con un par de mechones rojos pegándosele a la frente y una hoja de gillette en la mano—. Sigue, vamos, no me hagas hacerte mapa.
El objeto de metal brilla en la oscuridad de la habitación. Una sonrisa adorna el rostro de Stein; besa la nariz del pelirrojo, luego su mejilla, y termina rozando sus labios en una disculpa muda, innecesaria, dispuesto a cumplir cuanto antes al pedido de su hombre.
-fin-