Me había convertido en un maldito acosador. Nunca pensé llegar a tal límite, pero realmente la situación ya estaba fuera de mi alcance. Todo había comenzado por verlo por mi ventana cuando el salía  a su jardín a jugar futbol, después fue seguirlo por la escuela con cautelo para no ser descubierto para luego pasar noches enteras frente a la pantalla de la computadora revisando el perfil del chico en cada red social, pero sin dejar algún rastro que me inculpara.  Comencé a saber todo acerca de el, desde su fecha de cumpleaños hasta el nombre del perro que recogió hace un par de meses de la calle.

Ya era imposible retroceder, él es como un huracán que se lleva todo de mí.