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De Cimientos Distintos por Cid

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por leer.

Tenía los ojos cerrados y solamente escuchaba la música en sus oídos propuesto por los audífonos que traía consigo, a la espera de que el sueño llegara a él y pudiera dejar de recordar todo lo que traía en su mente desde que su sobrino,  en su inocencia de no conocer la situación, había pronunciado el nombre de aquella persona y traído a colación, todos los buenos momentos que se habían dado como familia.

 

Esos momentos los guardaba con cariño, Robert había aparecido en su vida un par de años antes de que su familia se destruyera tras la muerte de la madre de Petrov, su antigua cuñada.

 

Robert era ese tipo de personas que en silencio te hacía compañía, su relación había comenzado con el trabajo de por medio, ambos médicos de profesión, habían compartido quirófano, diagnósticos, más de una reunión y conversaciones con un café a las 4 de la mañana cuando el turno de urgencias estaba completamente desolado y la única persona esperando por atención eran los indigentes que llegaban un poco antes de la media noche y se hospedaban allí, a veces siendo los únicos que le podían dar un poco de alegría y humor a los pasillos desolados de un turno nocturno en un hospital.

 

Recordaba que con Robert comenzó a sentirse a gusto, que pronto las conversaciones a media noche en urgencias se volvían costumbre obligada, ya fuera en aquel turno en la mañana por la cafetería, en la noche por una sala de descanso. Todo se había comenzado a dar de forma tan simple, tan mundana, que no logró distinguir lo que pasaba con ambos hasta que el robo de un beso por parte del Oncólogo fue el primer pasos que ambos dieron y que, mantuvieron a lo largo de los 5 años que estuvieron juntos.

 

Sonrió recordando su cumpleaños de los 30 y las palabras de Robert de mudarse juntos a España, una opción de trabajo, una vida juntos, una decisión de buscar refugio en un país un poco más abierto, en darle una nueva visión a su relación, en dar ese paso a los planes imaginarios que porque no, podían poco a poco volverse realidad.

 

Después vino la muerte de Leslie, su cuñada, vino ese estado depresivo en su hermano de no ver que el mundo seguía allí, vino esa escena oscura en su familia donde Louis había olvidado por completo que tenía un hijo, que tenía alguien por quien ver ahora, había olvidado todo y evocado su dolor en el trabajo y en nada más que perder el tiempo en labores profesionales con el fin de no recordarla, no extrañarla, no necesitarla.

 

Robert le había sugerido que el viaje de regreso a Londres era una buena idea, su pareja, había comenzado a ser un pequeño gran apoyo para su sobrino quien se había cerrado a toda muestra de cariño después de la muerte de su madre y de la distancia de su padre, los recuerdos en su mente eran tan vivos, que aun sentía la piel erizarse de revivir el momento en que Petrov lloró como un niño, en brazos del oncólogo profesando que se sentía solo…

 

Su sobrino era como su madre: Rubia cabellera, una mirada fija, unos ojos castaños que parecían simples en comparación con su piel blanca y su tranquilidad innata, mas con una personalidad estallante que ante la primera alerta de amenaza, era capaz de poner la voz tan alto como le fuera necesario.

 

Petrov era la imagen de su madre y estaba sintiendo la distancia de su padre por culpa de una enfermedad y muerte de la cual, él no había tenido la culpa pero que, comenzaba a sentir que hubiera sido mejor que no naciera, si con ello le hubiera evitado a su madre, aquella enfermedad y decaimiento  que tras los años, había terminado por llevársela de su lado.

 

A su sobrino nunca le había gustado llorar ni menos bloquearse ante las situaciones, siempre buscaba como solucionarlas aunque fuera de forma forzada, más ese día, y después de mucho tiempo sintiendo la distancia de su padre, se sintió un poco más niño y menos adolescente.

 

Con 15 años replicó, entre lágrimas, que lo mejor hubiera sido que no naciera si eso significaba que su madre siguiera alegrando los días de su padre…

 

También recuerda la forma en como Louis ese día los vio, a Petrov y Robert, y le dijo a su hermano, que había cometido el error de dejar las más pequeño solo.

 

-                     Eliot…-abrió los ojos y vio a Louis, quien llamaba a su puerta- ¿Sigues vivo?, te hemos llamado hasta el celular para que bajes a desayunar – miró el equipo móvil a un costado y notó las llamadas personas que el silenciador no dejó que notara.

-                     Ya bajo, dame unos minutos

-                     Bueno – una leve risa escuchó – pero apúrate que Petrov preparó unos panqueques y no sé si queden para cuando logres bajar.

 

Miró el reproductor de música y la detuvo antes que la banda llegara al coro de la canción, antes de que su mente, recordara la forma en como su familia había visto en Robert un amigo, un hermano, un tio y un familiar.

 

Pensó que por eso, nadie le creyó cuando les contó que su relación con Robert había terminado, se había acabado, y que la opción de que regresara a España estaba completamente cerrada para él, que se quedaría en Londres, tendría su propia casa, su vida, su trabajo y ya no tendría ninguna relación de ningún tipo con quien hasta hace unos meses, era considerado como uno más.

 

También pensó, que el día que Robert le robó el primer beso, sintió un escalofrió que, muy a pesar de que pudiera sonar lo más amanerado que se pudiera, le supo a nervios y alegría juntos.

 

Misma sensación que sintió, cuando bajando las escaleras de la casa de su hermano, ya duchado y dispuesto a probar esos panqueques hechos por Petrov como desayuno para la familia, vio en el celular un mensaje, un número desconocido y un texto simple.

 

“Soy Logan, ¿nos tomamos un café hoy?”


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