Tenía un par de minutos antes de salir de casa, había guardado en sus bolsillos ya las llaves y su billetera, siempre cuidadoso de no perder nada y que nada se le extraviara fuera cual fuera el estado etílico que pudiera llegar (experiencia universitaria adquirida después de muchos documentos que recuperar cuando aprendía a beber y despertaba sin nada en sus bolsillos).
Dejó la comida de su perro en su plato, no pudo evitar sonreír al ver a su mascota completamente perezosa, levantarse con calma al sentir el olor a carne en esos pequeños trocitos de comida para mascotas. Su mano acarició el blanco pelaje de aquel perro que alguna vez había sido callejero, lo miró pensando que se había ganado un amigo con él, compañía silenciosa y fiel como no encontraba en sus pocas relaciones.
Por no decir, en sus muy escasas relaciones sentimentales.
Escuchó su celular sonar y buscó en la chaqueta, la pantalla indicaba el nombre de Logan junto a las iniciales de su apellido.
Dejó que el celular sonara un momento más, mirando la pantalla como si tuviera miedo de apretar el botón de encendido y que saliera el rostro de aquel hombre con su semblante siempre serio, hablándole como si las emociones se hubieran muerto esperando que él las rescatara en sus gestos, como si ser simpático era una cualidad que él no poseía y que tampoco tuviera intenciones de buscar en su interior.
Pronto el aparato telefónico dejó de timbrar y tomó un par de segundos antes de desbloquearlo y devolverle la llamada, excusándose con un “me estaba duchando”, dando explicaciones a quien no se las había pedido pero que se sentía en la necesidad de ser sincero.
Una conversación no muy extensa, un “nos vemos entonces en tal parte” y algunos “ningún problema” y un tono de colgado que perduró en un eco en los oídos de Eliot.
Allí era cuando su parte más cuerda, amante de la razón y la lógica saltaban como el arzobispo ante el pecado, y pedía que todo se detuviera aprovechando que nada estaba pasando, detenerse antes de dar el primer paso, bajar la cortina de un acto que aún no se presentaba.
Estaba jugando con fuego y no era solo que se pudiera quemar con él, sino, que pudiera salir muy dañado
Tomó las llaves y salió de aquel departamento, saludó al vecino del piso inferior quien a esa hora se acercaba a la ventana del pasillo para fumar un cigarro marca cubana, de fuerte aroma y seguramente dañinamente delicioso, al menos así se lo imaginaba cada que aquel hombre lo encendía y su rostro parecía perderse en el humo, recuerdos y tabaco.
En la avenida hizo parar un taxi, dirección dada y camino puesto en marcha, al paso del taxímetro y las luces de las calles se fue cada vez acercando más hasta el lugar físico, cada vez más alejado del punto emocional en que debería estar.
Emocionado de un encuentro totalmente simple y sin mayor relevancia que su piel puesta a poros en alza, sus manos nerviosas ante la situación y sus labios algo resecos de la humedad de la impaciencia.
Las Lucen daban la bienvenida a las próximas fiestas de navidad, ya se podía ver finalizando noviembre como muchas ventanas de departamentos del sector, colgaban pequeños focos de colores o paraguas a blanco y rojo, regalos o algún otro artículo navideño que les dejara en claro que el espíritu de las fiestas estaba más próximo aun en muchas almas hambrientas de buenos momentos familiares, existenciales o algún motivo en especial.
El seguía pensando que tendría que buscarse un buen plan para sus fiestas, el de compartirlas con su hermano ese año ya no podría ser.
Louis estaba desde hace un tiempo planeando una salida en familia y, siendo bastante sincero, él había dejado de ser su primera familia desde que habían cumplido la mayoría de edad y Louis ya tuviera pareja.
El vehículo se estaciono a fuera del local indicado, ventanas que mostraban a clientes que entre risas y reuniones, entre besos de parejas y abrazos de fiestas de compromisos, se presentaba como un local familiar y tranquilo, Le Rouge no era más que eso, un lugar particular en aquella avenida con la capacidad única de poder juntar a distintas personas sin olvidar las edades ni excluir a ninguna.
Pagó por el viaje y pronto se encontró entrando en aquel restaurante, tomó una mesa en un costado y aguardó a esperar, tanto al otro como a la carta y el vino de la casa que esa noche se entregaba voluntario a los paladares de quienes asistieran para promocionarse como la anfitriona de los buenos momentos, la dueña de la casa.
Una bienvenida y una copa, la carta de las carnes que se mostraba suculenta a la vista y el aguardar por quien llegara, era su culpa el estar allí, siempre llegando antes a todo, no queriendo ser el que esperaban.
Pidió solo la copa de vino mientras tanto, sonrió y agradeció mirando el lugar, a las personas, las muchas mesas con solo dos sillas, miradas desde un lado hacía el otro, gestos y expresiones, mirándolas todas, pensándolas, analizando, analizando cuantos de los allí presentes se estarían diciendo un te quiero, un te extraño, una explicación de porqué terminaba la relación o la mejor propuesta de matrimonio que un local como ese pudiera ser escenario, algunos otros contando sus penas de amor a quien no las quiere escuchar o planeando la estrategia de un futuro negocio que sería el éxito de una idea ingenua.
Miraba a todos cuando llegó, cuando perdió la atención a todo el mundo y el local se fue a negro y el un punto de luz que se daba a notar, a notar entre las mesas que más de alguna señorita le siguió con la mirada, que más de alguna anciana maravillada le observo y el, que oculto en la copa de vino, dejó esconder el nervisismo que recorrió sus manos, incapaces de sacar su celular y de verlo distraído, fingiendo, como estaba pasando últimamente, la emoción que le provocaba verlo.
Una emoción que, por esas cosas que la vida llamaba “corazonadas”, sentía que era algo unilateral y por sobre todo, miradas con cierto desprecio…
Lo vio sentarse y alzó una ceja, fingiendo no prestar la atención que el otro siempre capturaba en él.
- ¿Tardé mucho?-Eliot hubiera querido decir que si, que había tardado toda una vida en que apareciera para hacerle sentir de nuevo esas tontas fantasías, pero aquello, no era necesario.
- No, llegué hace un par de minutos-Mentira… pero era una bonita mentira.
- Siento que mientes- Comentó el recién llegado mientras tomaba asiento, mientras lo miraba y Eliot pensaba que si habían pasado demasiado tiempo de amigos como para saber que mentía, este simplemente sonrió levemente y negó con un movimiento de su cabeza- ¿No esperaste mucho no?
- Solo esperé, no te preocupes-Eliot tomó del vino, ya avisando a uno de los meseros que tomara su pedido.- ¿Por qué este Local Logan?
- Es mío-fue su respuesta mientras tomaba la carta y aceptaba la copa de licor rojo que la casa ofrecía en ese día- Además no es un local muy estigmatizado, notas que viene todo tipo de personas, parejas, amigos, familiares, hasta peleas se pueden dar bien acá.
El francés miró a su alrededor pensando que el solo veía una cosa en común en todo aquel ambiente.
Un lugar agradable donde podías prestarle atención a quien te acompañara sin que el resto del universo quisiera conspirar en tu contra.
Sonrió y negó nuevamente más para sí mismo y sus pensamientos de soñador inerte, mientras Logan no entendía que le pasaba a su compañero de mesa, aunque, raras veces lo entendía. Lo observó hasta que Eliot alzó una ceja preguntando que pasaba
El arquitecto solo negó, tomando un sorbo de vino y pensando que, Eliot comenzaba a ser recurrente en sus días, y eso, a el mismo le extrañaba.