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Lo Prohibido: Deseo Y Veneno por MeikoShion

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Notas del fanfic:

Hallo, meine liebe~ ♥

Los personajes usados a continuación no me pertenecen TT^TT), le pertenecen a la autora Nickyu.

 

I

¿Tú También...?

 

Takeshi Itsuki. Estaba entre los diez mejores estudiantes de la academia, ¿pero cómo no? Si él mismo observaba cómo el bello chico enloquecía al tener noventa y siete. Era absurdo. Él con algo de suerte siempre obtenía ochenta, o menos, y eso que a regañadientes estudiaba, pero muy poco.

Se dedicaba a mirarlo a lo lejano. No quería molestarlo, ni molestarse al no ser correspondido. Había observado a Takeshi desde que había llegado a ese mundo, curiosamente, el chico era demasiado lindo. Apenas tenía rasgos japoneses, y esos ojos azules definitivamente no eran comunes, tenían un defecto a su parecer; eran muy… hechizantes.

Fastidiado, así se sentía. Frustrado, ¡efectivamente! ¿De verdad no podía tenerlo? ¿Era en serio? No sólo se jactaba de ser el hijo del Gran Duque Infernal Astaroth Dravejovic, además, él era demasiado apuesto; cómo todo demonio existente. Era inteligente, quizás más que su hermoso Takeshi, aunque eso poco le importaba. No quería llamar la atención más de lo que ya lo hacía.

Su cabello rubio, cómo el de su padre, sus orbes carmesíes y esa piel muy pálida, hacían de él alguien excepcional. Incluso su apellido lo delataba, Nozomu “Dravejovic”. Pensaban que era extranjero, pero era mejor así. ¿Cómo iba él a explicar que no era un humano, sino un demonio? No, no tenía que darle explicaciones a nadie.

Sabía bien que no pertenecía a ese mundo, desde temprana edad. No sólo tenía capacidades que los demás no, sino, que aparentemente su presencia era negativa, o algo así le había explicado un sirviente de su padre. Él no prestaba mucha importancia eso, creía que era información inútil. Hasta que un día, le dijeron que Takeshi no era un humano… o no del todo, sino, un cazador.

“¿Un cazador?” Se había repetido en varias ocasiones… y no sólo era un cazador. Tenía aparte un poder tan abrumador, que era especializado en la caza de presencias negativas. Era de esos raros cazadores que nacían con un poder exorcista. Su Takeshi estaba destinado a matarlo.

¿Pero aquello era verdad? No cabía en su mente la posibilidad. Takeshi era elegante, sensual, inteligente… y recatado. Aunque eso explicaba un poco los reflejos exagerados del chico. O el porqué se giraba cuando él se acercaba un poco a  él. Hasta acosarlo era un fastidio.

“Debes matarlo antes de que él te mate a ti”, rondaba por su cabeza todo el tiempo. Al parecer, ningún cazador era consciente de su situación. Estaban destinados a exterminar a todo ser que no fuese humano. Así que él cabía en la lista, pero… ¿de verdad matarlo? La idea era ridícula, considerando que Takeshi ahora era considerado un humano únicamente, ni si quiera sabía que podía cazar demonios. Takeshi aún no sabía de su extraño poder.

—“Señor Dravejovic”— lo sacó de sus divagaciones el maestro de matemáticas. Era lógica su molestia, puesto a que Nozomu tenía las más bajas calificaciones del salón —“¿Puede repetir lo que acabo de decir?”— hizo la típica pregunta de un profesor al alumno distraído.

Cómo se esperaba, no tenía ni idea de que había dicho. El resumen de la clase de matemáticas era así: Takeshi era el más atento con los apuntes, Takeshi era el que más se concentraba en clases, Takeshi era el que respondía las preguntas del profesor, y finalmente, Takeshi era el voluntario del pizarrón. Takeshi, Takeshi, Takeshi… ¿y es qué todo rondaba en torno a Takeshi? Sí. Para él sí.

Pero la interpelación seguía ahí. Hizo memoria, tratando de recordar la voz del maestro, pero no llegaba nada a su cabeza. Era como si Takeshi apagase los sonidos externos, y enfocase sus ojos sólo hacia sí.

—“No sé”— dijo con naturalidad, cómo si esa hubiese sido la mejor respuesta que en su  ignorancia pudiera dar.

Ya había respondido, así que esperaba que el profesor lo regañara y siguiera dando clases. No lo regañó, y eso lo extrañó, pero no al punto de preocuparlo. Entonces el maestro giró, y continuó explicando.

Lo restante de la clase, miró al pizarrón, con un gesto aburrido. Imaginaba cosas absurdas, hasta que escuchó el nombre “Takeshi”, y eso logró que despertara.

—“Aquí está mal”— fue la voz susurrante de Takeshi, mientras señalaba una parte del ejercicio en el pizarrón. Entonces, borró los escritos, y lo corrigió con el marcador negro.

Nozomu sonrió. Enfocó aún más sus orbes rojos en su bello chico. Por alguna razón, Takeshi giró y sus miradas se cruzaron.

Podía haber jurado que miró al japonés sonrojarse, y volver a su asiento, como de costumbre, a adelantar los ejercicios que habían en los libros, porque así era él; un nerd con cara bonita y cuerpo sensual.

La última maldita hora había finalizado, y él no estaba de humor para esperar a que la campana sonase, al contrario, acomodó sus cosas, haciendo caso omiso a la tarea dejada por el profesor.

Sin embargo, esperó pacientemente a que todos abandonasen el salón. Salir en el silencio abrumador era más que satisfactorio, así evitaba recibir confesiones que no quería, oír voces fastidiosas y más que nada, evitaba hacer alguna estupidez con Takeshi.  Era el tiempo de “gracia” dónde lo dejaba huir a gusto a casa, dejar que se encierre en su no tan segura morada, porque definitivamente un día de estos no iba tener la paciencia de dejarlo huir, e iba a atraparlo y a satisfacer sus no tan sanos deseos.

Miró hacia la ventana, y al comprobar que no había nadie, tomó su bolso y salió.

Sus pasos hacían eco en el pasillo, y tarareaba una canción que no recordaba de dónde conocía, hasta que sus pasos se detuvieron, y con ellos, su tararear.

Ahí estaba el culpable de sus deseos insanos. Hermoso, muy hermoso. Y… ¿molesto? ¿Por qué habría de estar Takeshi molesto  con él? Si la única vez que habían cruzado palabra alguna, fue cuando Nozomu ingresó a la academia. Y seguramente, él era el único que lo recordaba.

Cómo si fuese muy dañino que Takeshi le dirigiera una mirada irritada, él buscaba alguna explicación de la molestia. ¿Sería por sonreír cuando Takeshi pasó al pizarrón? Debió haberlo mal interpretado, porque esa sonrisa era de despótica satisfacción. No sólo él notó el error en el pizarrón, sino, cómo se lo esperaba de su sensual amorcito, también lo había hecho.

—“Hice algo malo”— reconoció el rubio, despreocupado. Fingía restarle importancia al particular hecho; Takeshi lo estaba esperando, y para colmo molesto. ¿Qué podía ser peor?

—“Sí”— dijo Takeshi, medio molesto, pero ocultando su nerviosismo y recóndita emoción —“Me has hecho esperar más tiempo del que estimé.  Creó que faltaré a mis clases de violín y francés, y todo por tu culpa”— gruñó por lo bajo, adelantándose, y esperando muy en el fondo que  su apuesto y rebelde compañero lo siguiera.

—“¿Te he pedido que me esperes o algo así?”— no recordaba haberlo hecho. Pero podía darse una situación peculiar, cómo sería ceder a sus deseos de hablarle al chico bellísimo de los ojos hipnóticos.

—“No, pero el maestro Yamada sí”— rebatió él, satisfecho de escuchar los pasos tras de sí —“Estás en el riesgo de asistir a clases de verano, y cómo es de suponerse, tú y el maestro no se soportan, así que desea que recuperes tus notas en estas semanas que te quedan”— ¿sonó cruel?  Tal parecía que no, puesto a que cuando giró para ver la supuesta mirada dolida de Nozomu, ni siquiera lo encontró imperturbable, más bien todo lo contrario; sonriente, cómo si hubiese escuchado un chiste, y uno muy gracioso, por cierto.

Frunció el ceño, sin entender bien.

Nozomu era raro, en efecto. La conversación era cómo se la había imaginado, él y Nozomu iban en distintas direcciones, tanto, que le irritaba. Tenía la ingrávida esperanza de que al menos la comunicación fuese medianamente decente. Tenía.

Cuando Nozomu se dio cuenta, habían salido de la academia. A esas horas no había nadie cerca de las calles, y eso era un alivio, pero únicamente cuando estaba solo. Ahora, para su suerte o desgracia, Takeshi lo acompañaba.

Imaginaba los escenarios. Era un poco agradable, pero se asustaba de sí mismo, ¿por qué era tan fácil secuestrarlo ahí? Y aún si Takeshi gritase tan alto como pudiera, nadie podría oírlos, una ventaja o desventaja de que fuese una academia algo apartada.

Sacudió su cabeza, mientras otra vez fijaba sus orbes en las bamboleantes caderas que iban frente a él. Ese cuerpo era magnífico por dónde mirase, y aún más, teniéndolo así de cerca. Caderas prominentes, para ser Takeshi un chico. Piernas torneadas, otra vez, para ser un chico. ¿Por qué no veía eso en las mujeres? Y por más que lo pensaba, sería un hecho risible que alguien pudiera confundir a Takeshi con una chica.  Era verdad que era muy hermoso, y su cuerpo espectacular, pero en definitiva era un chico.  Y uno muy hermoso.

Suspiró, y sacudió su cabeza casi violentamente. No convenían malos pensamientos, y menos teniendo al objeto de inspiración al frente, ¿qué pasaba si dejaba que su imaginación fluyera? ¿Qué pasaba si hacía alguna estupidez? Y más aún, ¿qué estupideces podían pasar si convertía en realidad alguna de sus fantasías? Definitivamente nada bueno.

—“Mi mayordomo no contesta mis llamadas”— escuchó el murmullo irritado del pelinegro. Resultaba que Takeshi no sólo era cautivante, inteligente y poderoso. Era un niño rico también. Era su versión humana, más bien. La única diferencia era que Takeshi si atendía a clases y hacía las tareas. Bueno, y que él no era la presa, sino, el cazador.

—“¿Quieres que venga a recogerte? Está bien, puedo llamar a un taxi para que te lleve a tu casa, de todos modos, yo iré caminando, no quiero llegar pronto, vivo cerca y…”— ver negar a su acompañante le indicó que guarde silencio.

—“Si mañana obtienes una nota baja en la lección, definitivamente tendré problemas. Debemos estudiar, así que ¿podemos ir a tu casa?”—  Nozomu rodó los ojos. ¿Era sordo? Lo más seguro era que hizo caso omiso a su explicación de que no quería regresar a casa. O no pronto, y menos a solas con él.

—“De poder, podemos. Pero no creo que debamos, no hay nadie en ella y…”—

—“De acuerdo, vamos”— ahí Takeshi extinguió su última oportunidad de ser salvado.

.·.

.·.

.·.

Cómo se esperaba, llegaron más rápido de lo que estimó. Abrió su departamento, mirando de reojo a Takeshi, para observar su reacción.

—“Con permiso”— dijo educadamente el muchacho de cabellos oscuros, quitándose los zapatos. Nozomu lo imitó, sintiéndose inquieto.

—“Ya te dije que no hay nadie…”— Nozomu se sentía muy incómodo de tenerlo ahí.

—“Lo siento, es la costumbre”— sonrió por primera vez Takeshi, mientras seguía a Nozomu a la sala.

El departamento era en efecto muy elegante y bonito, pero demasiado espacioso para una sola persona. ¿De verdad Nozomu vivía solo? ¿Un chico tan insensato cómo él tenía el lugar tan ordenado? No se lo esperaba.

—“¿Puedo sentarme?”— preguntó Takeshi, un poco descolocado.

—“Por  favor”— asintió el rubio, notando que otra vez estaba divagando y no hizo algo elemental —“¿Te gustan las cosas dulces?”— ya sabía bien que la respuesta era afirmativa, pero esperó a que Takeshi lo confirmara.

—“Sí”— sonrió el japonés, antes de sentarse.

Nozomu se dirigió a la cocina, tomó dos rebanadas de pastel y las colocó en una bandeja, junto con dos tazas de té. Ya estaba saliendo, cuando su mirada se posó en un frasco pequeño con un líquido de color ámbar.

Del susto casi soltó lo que tenía en sus temblorosas manos. ¿Qué hacía eso ahí? Eso no debía estar ahí, no debía…

—“¡Nozomu! ¿Necesitas ayuda? Te he escuchado tambalear”— la frase gritada por Takeshi le hizo dar un respingo.

—“¡Sí, sí! ¡Todo en orden!”— mintió, dejándolo claro en su voz. No podía ser posible, estaba fallando cómo actor justo cuando más lo necesitaba. Se hubiese dado una palmada en el rostro, de no ser porque tenía las manos ocupadas.

Takeshi suspiró, se levantó del sofá beige, y caminó hacia la cocina, guiado por la luz encendida. Sonrió ampliamente al ver a Nozomu con fisonomía espantada, mientras trataba de ocultar los aperitivos que se suponía debía llevar.

—“¿Necesitas ayuda con eso?”— preguntó suavemente, confundido al ver que Nozomu negaba asaz con la cabeza.

—“No, de verdad no”— dijo tan rápido como pudo, casi atorándose —“Hice pastel, pero sabe horrible, así que puedes aguardar en la sala hasta preparar algo más”— una estúpida excusa, ¿qué no entendía que lo estaba echando? No, Takeshi sólo entendía lo que le convenía.

—“No seas cruel contigo mismo. Apuesto a que sabe muy bien, a ver, déjame probar”— era la primera vez que veía a Takeshi ser juguetón. ¡No, no! ¡No era el momento para admirar esa facetita encantadora del azabache!

Retrocedió con la bandeja, con cuidado, pero Takeshi fue rápido y con su dedo tocó la crema de uno de los pasteles, llevándola suavemente hasta sus labios, degustando dócilmente…

Casi le provoca una erección a Nozomu.

—“Sabe muy bien. Me encanta el caramelo”— susurró el chico de ojos azules. Ojalá hubiese sabido que aquella cobertura no era caramelo. Rápidamente le arrebató a Nozomu la bandeja, caminando hasta la sala, hasta que tomó la porción que había tocado con su dedo, y comenzó a comerla lentamente con la cucharilla. 

Nozomu sólo miraba pasmado. Takeshi otra vez se había salido con la suya.

—“Me encanta el hormigueo que produce este caramelo”— Takeshi murmuró, continuando su suave devorar. El demonio sonrió nervioso… el hormigueo se debía a que ese “caramelo” no era exactamente caramelo.

—“Takeshi, podemos ordenar pizza o lo que desees, pero, no te vayas a acabar eso…”— le rogó, ganándose la mirada del muchacho de cabellos ébano, quién arqueó una ceja y sonrió confundido.

—“Pero sabe muy bien”— se excusó, antes de beber un poco del té. Sintió un hormigueo más intenso que cuando comió el pastel. Rió tontamente, mientras seguía comiendo el postre—“Ven aquí, Nozomu…”— ordenó, con su tono dulce.

Nozomu se acercó, nervioso, pero sin atreverse a negarse. Se sentó al lado del cazador, esperando alguna acción.

—“Di  ‘aahhh’”— le musitó, sosteniendo la cucharilla  cerca de los labios del demonio de carmesíes orbes, siendo obedecido al instante. Degustó que en efecto, el panax ginseg tenía un sabor tan dulce cómo el caramelo. Aquel afrodisíaco estaba combinado con un montón de variantes más, pero no era momento para recordarlo.

¿En que estaba pensando para haberle puesto eso a los alimentos? ¡Era un estúpido! ¡Ahora sí que era un grandísimo idiota! Si Takeshi era hipertenso, definitivamente él lo había matado, con un afrodisíaco exageradamente dulce, y con una dosis igual de considerable. Cuando él quiso ponerle un poco del líquido ámbar a los pasteles, el nerviosismo lo entorpeció a tal punto que derramó todo el frasquito sobre las porciones, y parte del té.

Sus labios temblaron, y miró otra vez a Takeshi, y al plato del ahora inexistente pedazo de pastel.

—“¿De verdad lo has hecho tú?”— Takeshi sonreía cómo embobado.

Nozomu parpadeó un par de veces, notando que a mitad de su pastel había desaparecido. Takeshi se lo había dado de comer, mientras divagaba cómo estúpido algo que en efecto no podía resolver. Y lo peor era que extrañamente le estaba haciendo efecto con una velocidad alarmante.

No creía en dios, pero rezaba internamente que Takeshi no fuese hipertenso.

¡Pero si era un tremendo imbécil! ¿Ahora que iba a hacer si Takeshi moría? No, si eso pasaba, definitivamente iba a enloquecer. No iba a permitir que Takeshi muera, eso jamás.

Giró a mirar a su bellísimo acompañante, dispuesto a cargarlo para tomar un taxi en la calle y llevarlo al hospital, pero al rodearlo suavemente de la cintura, escuchó un gemido sonoro.

—“No me toques…”— balbuceó Takeshi, cabizbajo, apartándose bruscamente.

—“Lo sé, soy un grandísimo idiota, no debí hacerlo…” — murmuró con desesperación, palpando sus bolsillos para encontrar su móvil —“Pero no quiero perderte…”— confesó, con los labios temblorosos.

Una risita melodiosa resonó en la silenciosa estancia. Nozomu miraba casi perplejo al japonés. ¿No se estaba muriendo por aquella dosis? Razonó tratando de mantener la calma… Takeshi era un cazador. Los cazadores no eran humanos normales, no por lo que había visto. Hace tiempo ya, recordaba un escenario sanguinario, dónde un cazador peleaba contra varios seres de la oscuridad, propinando y soportando golpes peores que la dosis ingerida por Takeshi.  Los cazadores estaban instituidos para soportar formidablemente lo que un humano no podría.

—“Pero si nunca me pierdes de vista”— afirmó Takeshi, levantando un poco su mirada y dejando a la vista sus brillantes ojos azules y sus sonrojadas mejillas. Él estaba sonriendo traviesamente. Otra vez le había arrancado las divagaciones de la cabeza —“¿Por qué siempre me miras?”— preguntó igual de sonriente, pero con la voz un poco quebrada.

El demonio enmudeció. Jamás se imaginó que esa escucharía esa interpelación, y menos de los dulces labios de Takeshi.

Sin saber que responder, comenzó a sentir los escalofríos de su cuerpo. La droga ingerida le estaba haciendo efecto, no de una manera brusca, pero haciendo efecto al fin y al cabo.

—“Por qué me encantas”— admitió por fin, acercándose al cazador. Una risa estúpida y encantadora volvió a escapar de los labios de Takeshi.

Para el muchacho de cabellos azabaches, era una tarea colosal respirar regularmente. También controlar los espasmos de su cuerpo, cuando sintió el fresco aliento del demonio rozarle muy cerca del cuello. Y… ¿se sentía extrañamente feliz…?

—“No te acerques…”— jadeó Takeshi, sintiendo una excitación que nunca antes había sentido —“Me siento extraño, muy, muy extraño…”— seguía con la inútil labor de tratar de regular su respiración entrecortada. Sus palpitaciones se volvieron tan pesadas, que podía escucharlas en su oído. Su piel se erizaba con tal sólo ver a Nozomu.

Nozomu era un chico  exageradamente apuesto. No se había detenido a verlo de esa forma, pero era verdad, esa piel peligrosamente pálida, y esos ojos intimidantes, de un furioso color carmesí… ¿siempre había sido así de sexy el rubio idiota de la clase? Sacudió la cabeza, posando sus manos en el pecho del demonio, quién se acercaba aún más.

Cerró los ojos, meditando a duras penas la situación. Tenía una clara idea de que pasaba. Lo que no tenía claro, era porque su cuerpo se sentía sofocado, apretado, consumido… tenía que acercarse a su compañero de clases para hacer cosas que sólo  nublado por excitación era capaz de imaginar.

—“Resistes bien”— Nozomu también se veía extraño. Ya sabía bien porque estaban ambos en tal estado de embriaguez —“Te sientes extraño, porque tu sistema central nervioso responde de maravilla. Se supone debía hacer efecto en dos horas, pero tu cuerpo lo reconoció rápidamente. Con la dosis que ingeriste, un humano normal hubiese tenido hipertensión arterial, pero al contrario, tu cuerpo asocia adecuadamente la dosis, evitando el daño, y recibiendo el estimulo. Está combinada con algunos psicoactivos como el 3,4-metilendioximetanfetamina,  es por eso que estás más extrovertido que de costumbre. Eso explica también por qué deseas contacto, no te culpo, me está haciendo efecto y sólo por consumir la mitad de lo que tú hiciste. Lo intuiste antes de que te lo diga, lo sé, qué fascinante eres, Takeshi”— inhaló el suave aroma de canela y miel del cazador, sonriendo ante el ligero temblor del cuerpo cercano al suyo.

—“¿Me drogaste…?”— de verdad lo intuyó antes de la explicación, pero seguía sin creerlo.

—“No exactamente, fuiste tú quien ingirió la droga por su cuenta”— la culpabilidad se había esfumado al observar que la droga excitaba tremendamente al cazador, había afectado un poco su habla y su respiración, pero nada grave que afectara a su salud.

—“No seas estúpido”— se mordió los labios, cuando Nozomu acarició suavemente sus muslos, de una manera tortuosa… lenta e incitante —“Pensabas servirme… eso”— antes de emitir sus frases, respiraba profundamente. No quería que el rubio note la excitación en su voz.

Necesitaba tocar y ser tocado.

—“Me retracté en el último instante, pero tú… eres tan obstinado. Es algo que me encanta de ti”— confesó Nozomu, aturdido por notar lo sensible que se había tornado el cuerpo de su amado.

Caliente. Muy, muy caliente. Jadeante. Callado, con tal de no dejar ningún sonido lascivo de sus labios apetecibles.

Sonrió, porque recién notó la erección de ambos. Eso era lo que Takeshi trataba de ocultar inútilmente, al frotar sus piernas. Ojalá hubiese sabido que eso sólo estimulaba más a su ya enfebrecido y necesitado cuerpo excitado.

—“¿Pensabas violarme…?”— ¿por qué rayos preguntaba? No podía creerlo. De verdad que no podía. La excitación y confusión nublaban su mente, recordando apenas que él quería acercarse a ese apuesto chico que siempre lo miraba. Fingía no saber. Siempre fingía, y hacia lo mejor que podía para impresionarlo. Si antes sacaba notas buenas, ahora se habían vuelto excelentes. Todo su accionar se había tornado completamente perfecto para su observador.

¿Qué era aquello que buscaban los orbes de rubíes sobre él? ¿Algún defecto, quizá? Ese sentimiento lo contagio de una profunda preocupación. Lo que pensaran los demás de él no le importaba nada, pero… ese chico rubio era distinto. Él también lo miraba cuando podía, y recordaba su voz susurrante, atractiva, despreocupada… hablaron hace un par de años, y posteriormente lo único que cruzaba entre ellos, eran sus ojos.

Se miraban en secreto. Mutuamente se deseaban de manera silenciosa y subrepticia...

—“Muchísimas veces”— aceptó el demonio, entrecerrando los ojos. Siempre estuvo consciente de sus deseos insanos, pero… no era como si hubiese tenido el valor de hacerlo. O eso él creía…

Esperaba la mirada de indignación de Takeshi. Mirada que no llegó. Sólo un intenso rubor que enrojecía aún más el rostro del japonés, resaltando su cabello copiosamente negro y esos ojos azules que parecían adquirir filosos colores neón.

¿Qué le pasaba a Takeshi? O más bien… ¿cómo se atrevía? ¿Sabía lo que causaba esa expresión sobre él?

Muy peligroso, cómo sospechó desde el principio. Obstinado. Bello. Tan… perfecto.

Su mano seguía haciendo un suave recorrido por el cuerpo ajeno. Las yemas de sus dedos se paseaban tan calmadas y parsimoniosas, rozando cada parte por sobre el uniforme. Takeshi apretó la mandíbula y mantenía los ojos cerrados fuertemente. Lo controlaba muy bien, demasiado bien, de hecho. Alguien con ese nivel de intoxicación, estaría rogando por ser tocado, pero el chico de ojos azules no, él sólo posaba sus manos en algún lugar con tal de apartarlo, no lo lograba, pero lo intentaba. Su voz era distinta en cambio, entre sonoros gemidos y jadeos por demás acalorados, daba a entender claramente que esa resistencia se estaba extinguiendo lentamente.

Una sonrisa infantil se delineó en los labios del demonio. Era excitante. Verlo así, era malo para su cordura. No se consideraba alguien que actuase de acuerdo a las consecuencias, y ahora por fin agradecía ese horrible defecto de su ser.

Su estupidez había logrado excitar a Takeshi, había logrado doblegarlo y reducirlo únicamente a deseo e instintos.

Debía aceptar que él no estaba en mejor condiciones. También quería juntar sus pieles, fundirse en un calor por demás abrasador… necesitaba escuchar más de esa vocecita lasciva apenas contenida.

Se acercó más de lo que ya estaba,  atacó aquel cuello estilizado, e inhaló el aroma dulce del cazador. Había un fuerte efluvio de erotismo, que agrandaba más su erección.

Se levantó de su asiento, y se arrodillo frente a él, entre sus piernas.

—“Vamos a tener sexo”— no preguntó, sino afirmó. Takeshi enfocó su vista nublada en el rubio, sus labios no dejaban de tiritar y su cuerpo no dejaba de sentir ese deseo carnal y sofocante. Él no quería… pero su cuerpo sí.

Takeshi no dijo nada. Apenas y pudo balbucear un muerto “no” que dudaba hubiese llegado a los oídos del demonio. Otra vez susurró, con esa voz quebrada por el deseo, pero parecía no ser escuchado. Los reclamos desfallecían en su garganta, siendo acallados por los gemidos, jadeos y suspiros llenos de sensualidad.

Gimió bajito cuando sintió que Nozomu sujetó sus caderas, pegándolo hacia sí y posteriormente levantándose. Él también temblaba, lo hacía apenas, pero lo hacía. El desgraciado tenía mucha fuerza. Lo estaba sosteniendo de las caderas, mientras le besaba el cuello. Con miedo a caer, entrelazó las piernas alrededor de la cintura del demonio, correspondiendo apenas los feroces besos.

¿Qué estupidez estaba haciendo?

Avanzaban, besándose, acariciándose con coacción, sofocados, desesperados. Se necesitaban y lo sabían.

Takeshi rodeó el cuello del demonio, respirando agitado, con los ojos cristalizados. Esa excitación su cuerpo no la podía soportar y estaba teniendo dificultad de controlarse.

Reaccionó cuando entre besos entraron a la habitación, que suponía era de Nozomu. Limpia, ordenada, aunque ahora no tenía tiempo de sorprenderse por ello.

Fue recostado suavemente en la cama, y eso logró que tensara. Sabía lo que aquello significaba.

Apenas levantó la cabeza, para mirar a Nozomu. Estaba deslizando la corbata mientras se quitaba la camisa, con una maestría digna de un íncubo.  “Qué cuerpo tan marcado e increíble”, se dijo. No sabía por qué, pero desde hace rato estaba asociando a Nozomu con la lujuria. Sí, en su estado no tenía el más mínimo derecho de ello.

Retrocedió instintivamente. Era verdad que la cabeza se le había atiborrado con malos pensamientos luego de eso beso extremadamente húmedo, pero… hacerlo era distinto. Muy distinto. Pensar que horas atrás la idea de tener sexo, de alguna forma le aterraba, y que ahora, su cuerpo le gritaba que sí, que quería experimentar con ese demonio de ojos rojos.

Él decía que Nozomu era un demonio sólo por inconsciencia. No sabía que cómo siempre; había acertado.

—“No podemos”—  no se lo dijo a Nozomu, sino a sí mismo. Llevó su temblorosa mano a su boca y  la cubrió con fuerza. Aún así no pudo reprimir el gemido que salió de sus labios, cómo dulces notas a los oídos del demonio. Sí, tocarle había hecho efecto.

—“No sólo quieres que te toque, me lo estás implorando”— sonrió Nozomu, abalanzándose sobre el chico, sobreexcitándose ante la cercanía. Se había rendido ante tal conjunto de exquisitos encantos.

Tenía su razonamiento apagado y el instinto completamente activo. Takeshi decía que no, pero ya no lo alejaba, al parecer había perdido el poco control que poseía sobre su cuerpo.

Suavemente le quito la corbata del uniforme, y desciñó los botones, dejando a la vista esa piel nívea. Se quedó pasmado  por unos segundos, antes de lanzarse completamente famélico hacia aquella apetitosa piel.  Takeshi trataba de seguir reprimiendo los gemidos, pero ya no podía.

Se fijó en los erectos pezones rosa, y se acercó para lamerlos,  jugando con su lengua, haciendo círculos en las areolas.  Los gemidos subían la intensidad y eso le encantaba.

Continuó besando cada pedacito de piel hasta llegar a la pelvis. Miró la ropa interior, recordando que jamás en su vida había tenido sexo con un chico.

Pasó sus dedos, rozando la erección, curioso y atento. El cuerpo entero vibró, y logró sacarle una risilla.

—“Por… favor, no… hagas eso…”— un pedido de su dulce y excitado amorcito. Nozomu le sonrió, casi poseído por la concupiscencia, no le haría caso. Sus fantasías se estaban cumpliendo, y ni si quiera Takeshi impediría que suceda.

Hizo caso omiso al pedido de su compañero. La voz ya no tenía efecto en él, y no porque perdiera su encanto, al contrario, sólo lo avivaba más a acometer tan carnal deseo.

Le quitó los pantalones, deleitándose al ver cómo la piel de las caderas y las piernas quedaban a su vista. Ese cuerpo era… magnético. No lo podía describir de otra forma.

El cazador estaba expectante, decepcionado de sí mismo al desear que suceda. Su cuerpo se había paralizado ante la vorágine de placer, y sólo se dejaba hacer. Era injusto. No quería que pase, y su cuerpo por primera vez en su vida le traicionaba.

Su oscuro bóxer gris estaba empapado, y la erección era notable. Se cubrió el rostro, avergonzado, apretando sus muslos para ocultarlo. El rozamiento de ambas piernas sobre su rígido miembro le provocó un quejido libidinoso.

Nozomu, el sensual desgraciado no dejaba de sonreír… era frustrante. Tenía el control de la situación, aún cuando la erección de él también era notable bajo los pantalones.

Pero Nozomu no tenía el control, en realidad. Sólo estaba dominado por la bestia lujuriosa dormida de su interior, esa que dormía profundamente y se presentaba sólo por medio de fantasías distorsionadas y placenteras. Ver a Takeshi de esa forma aumentó el volumen del bulto en su ropa intetior. Su chico era tan… venéreo…

Desabrochó  su pantalón, sin apartar la mirada del cuerpo bajo el suyo. El sonido de la bragueta bajando alertó rápido al cazador, quién apretó con más fuerza sus piernas, gimiendo otra vez.

—“Estás sólo retrasando lo inevitable…”—  ‘sé cuánto lo quieres’, le faltó incluir. Takeshi frunció el entrecejo, levantando su torso, apoyado de sus antebrazos. Aquello le había molestado, no sólo porque ya había escuchado la confesión con anterioridad, sino porque pensaba que  aquello no pasaba de pervertidas divagaciones.

—“Yo no…”— los labios del demonio lo acallaron. Cerró los ojos, dejándose llevar por aquella conexión tan especial que tenían al momento de besarse. Las lenguas acariciándose y enredándose entre sí… era… no tenía ni cómo describirlo, la sensación era abrumadora, era asombroso, él que en su vida había besado a alguien, y Nozomu no sólo le había robado su primer beso, sino que planeaba robarle la virginidad. Ese maldito…

Lentamente el otro bajaba su ropa interior, y él trataba de frenar las otras manos con las suyas, temblorosas. No lo logró, y se separó del beso, desconcertado y necesitado de oxígeno.

—“Tienes un cuerpo muy sexy…”— silbó Nozomu, mirando aquellas curvas que ni las mujeres podían tener, o no en esa medida de perfección. Esas piernas bien formadas… las caderas anchas, sumándole a su cintura estrecha. Sólo para asegurarse, se acomodó entre las piernas del azabache, y comenzó a palpar su cuerpo. Sus glúteos resultaban también tentadores. Maldijo en voz baja, estaba perdiendo el control… era un cuerpo bonito… tenía su toque masculino, eso sí.

Takeshi frunció el ceño, queriendo golpearlo, pero sin las fuerzas para hacerlo. Su cuerpo reaccionaba sólo si se trataba de un acto que ayudara a elevar su placer. Lo miró al rostro, bajando por su cuerpo, mirando el abdomen marcado de su colega, y… luego la pelvis… su pantalón estaba abierto, y bajo la ropa interior se apreciaba una feroz erección. Tenía al rubio entre sus piernas, el truco de cerrarlas ya no servía.

El demonio sonrió. Había sido un buen movimiento ya posicionarse en el lugar que le correspondía. Suspiró, retomando control de sí mismo, mientras bajaba su bóxer negro. Su pene erecto atrapado palpitaba, y de verdad necesitaba tomar a ese chico de cuerpo terriblemente sensual.

Se estiró hasta la mesita de noche, y abrió el  primer cajón, sacando el envase de lubricante. Palpó con sus manos todas las esquinas, sin encontrar los preservativos.

—“Maldición… no tengo preservativos”— lógicamente. Él no tenía sexo con cualquiera, no necesitaba muchos.

Takeshi se mordió los labios, desviando su mirada hacia el cajón.

—“¿Para qué los necesitas?”— preguntó, sin razonar sus palabras.

Nozomu no sabía si se lo dijo porque o era muy inocente para entender que lo iba a penetrar hasta dejarlo sin aliento, o que no lo necesitaban, porque ambos eran hombres.

Pero… ¿cómo le explicaba él que el semen de un demonio podía embarazar a cualquier género? La idea de un bebé era tentadora, pero era egoísta no pensar en lo que deseaba Takeshi. Sólo por él pensó en las consecuencias.

No se iba a retractar ahora con sus actos. Tendría que ser cuidadoso y eyacular fuera. No veía otra solución.

Gruñó por lo bajo, tomando el envase y bañando sus dedos con el resbaloso líquido viscoso y transparente. Tomó las rodillas y le abrió aún más las piernas, exponiendo la entrada de Takeshi, quién saltó asustado al sentir los dígitos adentrarse casi sin hacerle daño. Pero sólo casi…

Era efecto de la droga, también. Segregar fluidos, para hacer fácil la penetración. Entendía bien de que se trataba, lo que habían bebido era una perfecta compilación de empatógenos - entactogénos, que le hacían sentir confundido y extrañamente feliz. Claro que también excitado, y demasiado. Pero seguía tenso, y eso se debía al efecto del 3,4-metilendioximetanfetamina, que tensaba los músculos y dilataba las pupilas.

Movía sus dedos, dilatando la estrecha cavidad. Sintió los dedos temblorosos de su acompañante posarse sobre sus brazos, aunque no para frenarlo, tampoco era que podía.

—“Se siente extraño…”— fue un lloriqueo ahogado del azabache, que apretaba la mandíbula para no dejar escapar gemidos, a la vez que miraba atento a cada movimiento del demonio.

Su cuerpo temblaba de la excitación, y la sensación rara había disminuido desde que entró el tercer dedo.  Sentía dolor, pero ya no era sólo eso…

Era…

—“Voy a meterlo”—  Nozomu no supo porque le avisó, pero silencioso observó cada espasmo de ese cuerpo voluptuoso bajo el suyo. Acercó su rostro lo suficiente como para mirar los detalles de los matices de los irises y las pupilas, quedando atrapado momentáneamente en la belleza exótica de los foráneos ojos color añil. Tenían una fastuosa combinación con gris y negro. Simplemente sublime.

Suspiró, encantado. Jamás había visto unos ojos tan bonitos…

—“No…”— alcanzó a susurrar el cazador, al sentir cómo el glande se frotaba en su entrada. La sensación lo enloquecía… sentía aquella acampanada cabeza palpitar cerca de su ano.

Ahora si escuchaba los raudos tambores de la sístole y diástole. Por un momento creyó que el pecho le iba a explotar. Y su erección no había disminuido un poco si quiera. En varias ocasiones quiso tocarse para liberar la sensación aglomerante, pero… no se atrevía, no con esos irises escarlatas recorriendo minuciosamente cada parte de su cuerpo.

Había dicho que no, pero supo que la agitación desbocada se debía al deseo de su cuerpo. Tener… a otro chico en su interior sonaba espantoso, ¡se suponía que debía espantarlo, no excitarlo! Era frustrante, muy, muy frustrante.

Iba a protestar nuevamente, cuando sintió el falo adentrarse lentamente en  su recto. Su boca se abrió desmesuradamente, dejando escapar un quejido de dolor y placer.

Se arqueó sin querer, y temblaba más que antes. Había eyaculado sólo por sentir cómo Nozomu entraba en él.

Sin poder evitarlo, sus ojos se anegaron en lágrimas, y sus labios comenzaron a tiritar… se sentía increíble. El dolor era mínimo al lado del placer… ahora si estaba confundido enormemente. Inhaló por la boca, tratando de calmar lo sofocado que estaba… sentirse lleno era…

Era  asombroso, tanto, que las lágrimas que resbalaron de sus ojos fueron por el más puro éxtasis que estaba sintiendo.

Levantó la mirada, para ver a Nozomu. Lo que vio lo sorprendió mucho… no se lo había imaginado de esa forma. Él también estaba excitado… el brillo de sus ojos, la respiración pausada y hasta el leve temblor de su cuerpo indicaba que la vorágine de placer también lo consumía a él.

—“Tan… estrecho”— gimió con voz ronca el demonio.

El interior del chico estaba ardiendo… esa cavidad húmeda y deliciosamente apretada estaba volviéndolo loco.

Takeshi tomaba bocanadas de aire, increíblemente pasmado de todo lo que estaba sintiendo.  Envolvió sus piernas alrededor de la cintura del rubio, sin dejar de mirarlo. Era muy sexy…

—“Es mi primera vez”— confesó en un sollozo bajito el pelinegro, mientras se mordía el labio inferior. Se lo dijo sólo porque el dolor comenzaba a presentarse mínimamente, no le gustaba esa sensación… era difícil distinguirla del placer.

—“¿De verdad?”— costaba creerlo, y no por Takeshi, más bien por su efecto en los demás. Era muy raro que nadie tratara de tener a ese sensual y estudioso chico…

Finalmente asintió lentamente, sin dejar de mirarlo. Si Takeshi lo decía, era verdad. Su puro y bellísimo Takeshi…

—“Seré muy cuidadoso…”— o iba a tratar, de verdad lo haría. Su bello amor se lo merecía.

Se inclinó suavemente hasta aquel cuello, y lo besó dulcemente, escuchando delicados suspiros… ascendió suavemente, hasta otra vez quedar a centímetros de los labios acaramelados. Petrificado y fascinado, miraba otra vez esos orbes lapislázuli. Era hipnótico… y él… era cautivo del placer y la belleza de aquel chico.

Comenzó a moverse, sin dejar de mirarlo. Era erótico… tan provocador…

Los gemidos eran sonoros y cargados de placer. Takeshi posó sus manos en los hombros bien formados y de ahí se sujetó, creyendo que en cualquier momento se desplomaría ante las sensaciones múltiples de su cuerpo.

—“Tu pene… es enorme”— jadeó Takeshi, mirando cómo el miembro entraba y salía. Seguía en un estado de conmoción profunda… se sentía tan bien… de verdad no podía creerlo…

—“¿Te gusta?”— interpeló en un ronroneo… le habían dicho eso muchas veces, pero… oírlo de los labios de Takeshi resultaba satisfactorio y lo encendía más de lo que ya estaba.

El cazador no contestó, pero su mirada desviándose a cualquier lado dónde no sea su vista al coito, lo delató. Y se veía que le gustaba mucho por los sonidos epicúreos.

La fricción en su miembro era increíble… era succionado, apretado… ya estaba subiendo la velocidad y Takeshi seguía demasiado estrecho. Él hacia unas expresiones tan lindas, logrando que la  erección se torne más rígida, más sofocante… el cúmulo de sangre definitivamente lo enloquecía y el vaivén se tornaba desesperadamente rápido.

—“¡Me encantas!”— nublado completamente por la lascivia, el demonio le susurró aquello con una voz cargada de concupiscencia. Las embestidas se volvieron más profundas y raudas…

Takeshi soltó los hombros del demonio, y se apoyó de sus antebrazos, para quedar más cerca de él… sus ojos se volvieron más cristalizados de lo que ya estaban, aquella velocidad lo tomó desprevenido y ahora había rozado un punto que le hizo gritar. Estaba siendo sodomizado en contra de su voluntad, pero lejos de desagradarle, le encantaba. Le encantaba todo, ahora mismo.

Hasta le gustaba lo violento que se había vuelto el demonio, ya no lo penetraba tan cuidadoso, sino, de manera brusca se enterraba en su interior, saliendo suavemente…

Cerró los ojos, dejándose llevar por lo que sentía. Todo tan intenso… los gemidos, sus respiraciones… el sonido de los fluidos. Como chocaban sus pieles… absolutamente lo escuchaba todo y volvía a reproducir en su mente…

Se mordió los labios, al sentir una oleada de calor intensa. Temeroso del placer, abrió los ojos lentamente. Su pene erecto era acariciado suavemente por los dedos largos y ágiles del demonio.  Busco sus ojos, esperando una explicación. No la halló, en su lugar, encontró una mirada llena de lascivia.

Nozomu lo tomó de la cintura y lo acercó hacia sí. Quedaron tan juntos, que Takeshi retrocedió un poco, para evitar que el miembro entre más de lo que ya estaba. Sabía que era inútil, pero quería hacerle creer al rubio que aún tenía ese privilegio sobre su cuerpo.

El demonio captó velozmente el mensaje y sonrió complacido. Aquello no podía ser más maravilloso.

Con destreza, logró acomodarse de tal forma en la que ahora él estaba acostado, y Takeshi, sobre él. Los ojos azules le cuestionaron sorprendidos, y él; otra vez volvía a sonreír cómo respuesta.

—“Quiero saber si puedo hacerte venir sólo por ser penetrado”— por eso la insistencia en hacer que todo aquello fuese endemoniadamente caliente y bueno.

—“Estás loco…”— el muchacho acomodó su cabello, que se pegaba a su frente por el sudor.

A Nozomu no le importaba estar acostado. Era un buen ángulo… su cazador se veía completamente sensual sobre él, montándolo. Aquella posición resaltaba aún más esas curvas tan…

Tuvo que morderse el labio para evitar moverse y penetrarlo salvajemente. Era un martirio estar dentro de él y no poder menearse posesamente hasta satisfacer a su miembro, estrujado por aquella tierna carne.

—“Y tú estás muy bueno”— sonrió burlonamente el demonio, cuando observó la mirada azul reprobatoria. Se encogió de hombros, sin más. Era la verdad.

El japonés tuvo que mirar atento a cada movimiento de atractivo chico de ojos rojos, para saber que tramaba. Verlo quieto y sonriente era… excitante y perturbador.

No se estaba moviendo. Estaba en su interior, pero estaba quieto… cómo esperando una reacción…

—“No te estás moviendo…”— afirmó lo obvio, aunque eso fue un quejido. ¿Qué pretendía ahora quedándose inmóvil? ¿Era una nueva forma para molestarlo?

—”Eres libre de llevar todo esto a dónde quieras, Takeshi…”— dijo su nombre en un murmullo tan satisfactorio, que incluso separo las silabas para pronunciarlo de esa manera felina.

Sus ojos profundamente granates ya no sólo eran libidinosos, ahora, tenían una chispa de diversión. Quería probarle a Takeshi  que ambos lo deseaban en la misma manera.

Pasaron algunos minutos, pero él seguía imperturbable. Esperaba paciente… era más minucioso y observador de lo que alguien podría esperar. Takeshi tenía aún la erección, su interior seguía contrayéndose, provocándole deliciosas asfixias a su miembro.

Sólo faltaba que Takeshi se moviera, y tendría el sexo perfecto.

El dulce muchacho de los ojos azules no podía creerlo… ¡Nozomu miserable! No sólo era sensual, sino que hasta malvado, al punto de hacerle pedir algo que sabía muy bien que quería…

Su erección dolía, y él no se atrevería a tocarla. Esto era… demasiado…

Posó sus manos en el  pecho firme del rubio, y cerró los ojos. Comenzaba lentamente a subir, abriendo la boca inevitablemente. Un fuerte gemido escapó de sus dulces labios cuando comenzó a descender. Se sentía bien… se estaba auto penetrando y se sentía muy bien.

Marcaba un ritmo exageradamente lento y delicioso… cómo si estuviese devorado lentamente el miembro, para luego soltarlo de una forma pausada y sensual.

Nozomu no sabía cómo su cuerpo le había obedecido en no moverse un centímetro. Pero ver a Takeshi empalándose en su miembro lo sacudió tan rápido, que mordía sus labios para no tomarlo de la cintura violentamente. Miraba atento a cada movimiento, y se excitaba oyendo gemir al bellísimo chico de ojos azules. La manera en la que temblaba al subir, cómo mordía sus labios y posteriormente se los lamía al tener otra vez el falo en su interior.

—“¡Ah! ¿Qué…?”— Takeshi se sorprendió cuando sintió las manos posarse en sus caderas, pero más se sorprendió cuando aquellas manos guiaban un ritmo rápido. Si antes se sentía demasiado bien, ahora estaba en el paraíso.

Gemía a gritos, sintiendo cómo era tomado descontroladamente, era verdad, le encantaba el pene de Nozomu. Ese miembro grande y duro… era algo dañino para su primera vez, pero no  dejaba de sentirse de maravilla.

—“Ya… ya no puedo”— susurró, antes de mover lentamente la mano hasta su miembro, quería llegar ya al gozoso y cercano orgasmo, pero fue detenido al instante.

—“Vas a llegar sin tocarte”— Nozomu a pesar de seguir excitado, seguía con su estupidez de hacerlo llegar sólo por el estimulo a su próstata.

El rictus de Takeshi, lejos de ser de dolor, era del más profundo placer existente. Otra vez el glande ajeno rozaba esa parte en su interior que le hacía poner los ojos en blanco… ya no podía soportar, era demasiado. Luchó contra las manos que tenían sus palmas muy juntas al bien formado pecho, deseaba tocarse, lo sentía claramente, sentía cómo ya se acercaba al orgasmo.

Respiró agitado por la boca, su cuerpo se iba debilitando, él seguía cabalgando sobre Nozomu… la sensación iba disminuyendo, pero un hormigueo intenso le hizo lanzar gemido ronco…

—“¡Ah!  ¡Ya… no puedo!”— avisó, antes de eyacular, arqueando la espalda por completo, enterrándose aún más aquel miembro sin querer…

Se desplomó sobre Nozomu, quién extrañamente no había liberado su orgasmo aún. Soltó un quejido al sentir cómo lentamente el demonio salía de él, y lo recostaba suavemente a su lado.

—“Ven aquí…”— fue el tono de un amante exacerbado por el placer. Sin saber por qué, le hizo caso y gateó hasta quedar frente a él. Tomó el miembro con ambas manos, respirando por la boca, agitado.

Miró a Nozomu y entendió.  Abrió la boca y la acercó hasta el glande, degustando con su lengua el líquido blanquecino…

Fue repentino, casi se atora. No supo si debía escupirlo o beberlo, pero hizo lo segundo, al sentir la agitación de su cuerpo.

Levantó la mirada lentamente, y lo vio… tenía una sonrisa hermosa… cómo aquellas que se dedican los amantes  profundamente enamorados.

Nozomu tomó suavemente su mentón para darle un beso, que se intensificó. Lo abrazó posesivamente, mientras le acariciaba arrulladoramente el cabello.

A partir de ahí, no recordaba nada más…

.·.

.·.

.·.

Parpadeó confundido, sintiendo su corazón palpitar agitado. Muy distinto a aquella vez en la que estuvo en la intimidad con Nozomu.

Miró al rubio de ojos rojos, casi ausente, y a pesar de que aquello resultaba risible, con voz seria, le preguntó.

—“¿Qué…?”— la fisonomía del muchacho de cabellos claros no cambió.

—“Soy un demonio, Takeshi. Y tú… estás destinado a matarme…”—

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

◘ Panax ginseg: Plata del género “Panax”. Considerado uno de los afrodisiacos más potentes. 

◘ Hipertensión arterial: Enfermedad crónica, caracterizada por el incremento continuo de la presión sanguínea de las arterias.

◘ 3,4-metilendioximetanfetamina: Se refiere a la droga MMDA, más conocida cómo éxtasis. Su consumo  puede inducir euforia, sensación de intimidad con los demás y disminución de la ansiedad. Produce una pérdida de la timidez, volviendo al individuo más extrovertido, una sensación de alegría absoluta y de hiperactividad, aumento de la tensión muscular, dilatación de las pupilas y una pérdida parcial del sentimiento de dolor físico. Se puede consumir de diversas formas pero, la vía oral es la forma más habitual.

◘Empatógenos- Entactogénos: Designa una subclase de sustancias psicoactivas, que produce sentimientos de empatía amor y cercanía a los demás.

 

Hola amores nwn. Lo sé, lo sé. Los que leen mi novela querrán matarme por dejarla de semejante forma. Les prometo apenas regresen mis musas, van a tenerme de vuelta allá. 

Por lo pronto, he hecho un "one-shot" algo largo -u-U sobre una de las parejas que más me encanta. 

Nozomu es muy pervertido, mal hablado y tosco, pero con Takeshi... es definitivamente mi tipo. XD Lo curioso es que ésta es una de las parejas secundarias de un manga de Nickyu. La pareja principal son Ren y Kai, y en un futuro (espero que no tan lejano) podamos leer todos esa novela. Les dejo un dibujo que le pedí a Nickyu hacer >u<

Nozomu&Takeshi

No le daré final. Siento que no me corresponde. Nos queda esperar que Nickyu nos deje saber más de ellos.

La historia que cumple el reto conmigo es El Yōkai Del Teatro Kabuki, que está terriblemente maravillosa. La historia y el lemon, en serio atrpaan. Sebas.    

Sin más, cuidense un montonón. <3

Meiko Shion

 


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