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Like a Roller Coaster por Dxxte

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Cuando Dean regresa a casa se mete directamente en la ducha y se queda allí durante más de media hora, tan solo dejando que el agua fría resbale por su cuerpo, maldiciéndose mentalmente por ser tan estúpido; ni siquiera estando con Michael se ha olvidado de Castiel al menos por un momento, se sorprendió a sí mismo pensando en varias ocasiones en lo bien que hubiera sido tenerlo a él gimiendo debajo de su cuerpo en vez de a Michael, que éste último no era ni la mitad de deseable que Castiel, ni la mitad de adorable, ni le hacía sentir la mitad de cosas que él, ni...

— Joder. — Gruñe, pegando su frente a la pared de la ducha, cerrando sus ojos. Frota sus palmas contra su rostro un par de veces y coge la esponja, frotándola contra su cuerpo con más fuerza de la necesaria. Quiere borrar cualquier rastro de Michael en él, porque de alguna forma no se siente correcto estar con él, no desde que ha conocido a Castiel, y el pensamiento no hace más que molestarle porque no quiere, no puede sentirse de esa manera por nada ni por nadie, no más. El pensamiento lo asusta, lo invade una amarga sensación de pánico que se agolpa en su garganta dificultando su respiración.

Al salir de la ducha, con nada más que una toalla cubriendo su cintura, va a su habitación y coge del armario su ropa interior y unos pantalones cómodos de andar en casa para vestir con ellos. Cuando acaba se sienta al borde de la cama, su móvil ha comenzado a sonar de nuevo y ya no tiene ni idea de cuántas llamas perdidas hay acumuladas de Castiel, había dejado de preocuparse después de la décima.

— ¿Hola? — Dice de manera un poco brusca, presionando el puente de su nariz entre sus dedos, su cabeza comenzaba a doler.

— Dean. — Escucha a Castiel suspirar, una mezcla de enfado y alivio en su voz. — ¿Por qué no contestabas el teléfono? Estaba preocupado, creí que te había pasado algo.

— Estaba ocupado.

— Oh... — Le escucha decir, y eso es todo, un silencio un poco —demasiado— incómodo se forma entre ambos, sabe que es su culpa por desquitarse con él cuando no le ha hecho nada malo, al menos no del todo, pero ¿qué puede hacer? No quiere simplemente seguir alimentando sus esperanzas para luego acabar con un corazón roto.

— Escucha, Castiel... — Comienza a decir, pero él le interrumpe.

— Vamos a un parque de diversiones.

— ¿Qué? — Pregunta Dean, bastante confuso por la repentina propuesta.

— Mañana. Vamos a un parque de diversiones.

— ¿Tú no deberías estar estudiando o algo? — Replica con un deje de molestia en su voz, el cual no debería estar ahí puesto que Castiel prácticamente no le había hecho nada. Y tal vez era eso lo que lo tenía tan molesto, tal vez quería que Castiel hiciera algo.

— Mañana es mi día libre. — Explica. — Creí que tal vez podríamos salir o algo.

— No lo sé.

— ¿Por favor?— Silencio nuevamente y Dean suspira pesado, aceptando a regañadientes.

— ¿A qué hora paso por ti? —Escucha a Castiel soltar un ruidito de alegría.

— A las seis está bien.

— De acuerdo. Nos vemos mañana.

— Adiós, Dean, ten buenas noches.

Cuando Dean colga se siente por primera vez bien en todo el día, y en el fondo sabe que no debería, pero no es como si pudiera evitarlo.

—Joder.

 

                                                                                      ***

— ¡Dean!

Cuando Castiel lo ve bajarse del Impala negro prácticamente corre hacia él y lo abraza con fuerza, para la gran sorpresa del rubio, y antes de que pudiera reaccionar lo suelta tan rápido como se acercó a él para ir hacia el coche. — Vamos, vamos. — Apura, abriendo la puerta. Dean rueda sus ojos.

Les toma media hora llegar y cuando están allí tiene que sujetar a Castiel, casi, para que no salga corriendo y se meta en el parque sin haber comprado antes los tickets de entrada.

— Nunca he estado en un parque de diversiones antes. — Confiesa el castaño con una tímida sonrisa. Y Dean decide que esa imagen de Castiel es su favorita luego de la de él bajando del columpio, sonriendo con las mejillas rojizas y los cabellos alborotados.

— Será divertido.— Se limita a responder Dean. — Vamos.— Castiel asiente y juntos entran en el parque.

Definitivamente Castiel era como un niño, sonriendo y señalando sorprendido todo lo que le pareciera interesante.

— ¿Dónde iremos primero?

— No sé, sorpréndeme.

— Vale.

Dean asiente lentamente, recorriendo el lugar con la mirada, cada una de las atracciones, tratando de decidir con cuál comenzar. Se detiene en la montaña rusa, la fila no es demasiado larga comparada con las demás, cosa que es bastante extraña porque normalmente ese tipo de filas son las más largas.

— ¿Qué tal la montaña rusa?

— Señor, sí, señor. — Castiel exclama y va rápidamente a formarse, seguido de cerca de Dean.

Un grupo de personas se ubica en los asientos mientras ellos se ubicaban en la fila. Dean observa distraídamente el trayecto de los carritos en los raíles y casi pega un salto cuando una mano se ubica contra la suya, dedos deslizándose entre los de él. Cuando se vuelve hacia un costado ve a Castiel observando fijamente la estructura, su mandíbula tensa y el rostro ligeramente pálido mientras sostiene su mano con fuerza.

— ¿Cas? ¿Estás bien? — Cuestiona Dean, preocupado por su reacción, Castiel se vuelve hacia él y le mira asustado, realmente asustado.

— Me dan miedo las montañas rusas.

— ¿En serio? No lo sabía, si quieres podemos...

— ¡No! — Le interrumpe el castaño. —Puedo hacerlo, solo... solo no me sueltes, ¿sí? — Pide en voz baja y Dean se contiene de responderle que no es necesario que se lo pida, que él no tiene planeado dejar ir su mano, nunca.

Cuando llega su turno Castiel luce incluso más tenso, cuando Dean suelta su mano para acomodarse en el asiento y ajustar la barra de seguridad en torno a su cuerpo Castiel le dedica una mirada llena de pánico.

Dean reconsidera la idea de bajar del juego y llevarse a Castiel con él, después de todo, aún tienen tiempo.

— Si quieres podemos bajar, aún podemos.

— Estoy bien. — Se apresura a decir Castiel, respirando profundamente. Dean no está del todo convencido de que sea una buena idea realmente, sin embargo se limita a asentir.

— De acuerdo, solo... relájate, no es tan malo como parece. — Castiel cabecea hacia él un par de veces a forma de afirmación y cuando el carrito comienza a ascender para llegar al punto más alto y comenzar el descenso y las curvas, siente su mano cerrarse en torno a la suya de nuevo.

— ¿Qué probabilidades hay de que esta cosa se salga del raíl y terminemos muertos? — Dean ríe entre dientes ante su pregunta. Castiel cierra los ojos con fuerza cuando están casi en la cima y Dean le escucha soltar un sinfín de frases como "Oh, por Dios", "No quiero morir aún", "Soy demasiado joven" y cuando el carrito desciende el grito que escapa de la garganta de Castiel hace que una gran carcajada escape de la suya.

Tenía que haberlo grabado, pensó, joder, debería haberlo grabado, Dean se encuentra riendo un rato antes de gritar a causa de la emoción, para su sorpresa, Castiel comienza a hacerlo también, incluso suelta su mano para estirar ambos brazos y gritar y reír divertido por todo el movimiento.

Cuando bajan, Castiel está eufórico, habla en voz alta atrayendo la atención de más de una persona, sonriendo y moviendo sus brazos, dando pequeños saltos y repitiendo una y otra vez lo genial que fue. Dean solo puede pensar en lo adorable que se ve de esa forma y sonreír.

Estar con Castiel se siente como subir a una montaña rusa por primera vez: el primer contacto visual con él le atrajo de inmediato y a la vez le llenó de un miedo enfermizo, haciéndole afirmar que jamás iba a subir, pero mientras más le observaba más pensamientos como "¿Y si realmente funciona?", "Al menos podría intentarlo o tal vez me arrepienta luego" atiborraban su mente, luego cuando al fin se había convencido de subir a bordo y había llegado a la cima de la primera curva — el primer contacto, el primer indicio de que podría funcionar—, pensamientos como que algo podría salir terriblemente mal si lo hacía lo invadían, y luego cuando el trayecto comenzó, cuando comenzó a conocerle un poco más, a pasar más tiempo con él, comenzó a disfrutarlo realmente, a sentirse lleno de emocion y de esa adrenalina que te invade haciéndote querer gritar y al final te encuentras queriendo hacerlo de nuevo... una y otra vez. Al final se encuentra queriendo estar con él, con más y más fuerza, tanto que no puede pensar en otra cosa cuando está a su lado.

— Dios, eso fue muy divertido.

Un muy sonriente Castiel le observa desde su lugar en aquella banqueta en donde están sentados, aquella en donde se vieron por primera vez. Se acomoda en ella, con ambas manos apoyadas en el borde del asiento mientras su rostro enfrenta el cielo nocturno, observando el sinfín de estrellas iluminando la noche. Dean sonríe y lo imita, alzando su mirada hacia el cielo también.

— Dean. — Su voz le llama, todo rastro de emoción en ella se ha desvanecido ahora. Dean se gira un poco para verlo, Castiel lo hace también.

— ¿Sí?

— Yo, uhm... quería hacerte una pregunta.

— De acuerdo.

— Digamos que tú, mh... — Castiel hace una pausa, luce un poco nervioso ahora, lo que despierta la curiosidad de Dean, quien se gira un poco más hacia él. — Digamos que tú conoces a alguien hace un par de días y... cosas comienzan a pasar, quiero decir, a ti, comienzan a pasarte cosas cuando estás con esa persona, como... ya sabes, no puedes dejar de sonreír o pensar en esa persona.

Dean hace un sonido de afirmación para hacerle saber que le está escuchando, Castiel no está mirándole, parece que el césped detrás de él es mucho más interesante que el propio Dean porque no le ha mirado desde hace un rato.

— Tú... ¿qué harías tú? Quiero decir, conoces a esta persona desde hace poco tiempo, te sientes bien estando juntos y te pasan estas cosas, tienes estos sentimientos, ¿qué harías? ¿Le darías una oportunidad? ¿Le dirías lo que sientes?

Dean guarda silencio, apartando su mirada, es exactamente lo que está pasándole ahora mismo con Castiel. ¿Que qué haría él? ¿Le daría una oportunidad? Probablemente el Dean del pasado lo habría hecho sin pensarlo, pero el Dean de ahora... no estaba seguro.

— ¿Y si esa persona piensa lo mismo? ¿Y si esa persona siente lo mismo que... tú? — Castiel está mirándolo, sus mejillas están rojizas igual que aquel día en el parque y Dean no puede pensar en nada más que lo mucho que necesita acercarse y presionar sus labios contra los de Castiel. Y lo hace.

Y para su sorpresa Castiel le corresponde, llevando sus manos a la parte trasera de su chaqueta, aferrándose a ella mientras sus labios se mueven de manera un poco torpe sobre los suyos, tal vez sea por lo nervioso que está. Cuando Dean se aparta siente como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

— Me gustas, Castiel. Mucho. Quiero darle una oportunidad a ésto, quiero... ¿me permites darle una oportunidad a ésto?

— Dean... — Castiel sonríe y lo atrae para besarlo nuevamente, sus manos ahora en su cabello mientras las manos del rubio sostienen sus mejillas. — Dios, creí que nunca me lo pedirías. Le escucha decir y luego reír mientras lo abraza con fuerza.

 

 

                                                                                      ***

— Dean, oh, Dios.— Su sonrisa de alivio fue casi dolorosa para él. Cuando se acerca y lo envuelve en sus brazos Dean no se aparta.— Creí que no volverías, no puedes estar hablando en serio cuando dices que no podemos seguir viéndonos. Oh, Dios, no sabes cuánto me alegro de que volvieras.

— Michael, Michael, no... — Cuando el moreno se acerca con la clara intención de besarlo, Dean lleva sus manos a sus hombros y lo aparta suavemente.

— ¿Qué sucede? ¿Dean?

— No puedo.

— ¿Qué no puedes? ¿Qué sucede, Dean? — Quiso saber el moreno, confuso, al borde de la desesperación.

— Tú. No puedo seguir viéndote, tengo que terminar con ésto. Ya no podemos seguir viéndonos, no más. Vine a despedirme, Michael, a darte las gracias por todo y...

— No. — Es interrumpido. Ve a Michael llevarse las manos a la cabeza y caminar de un lado hacia otro por la sala del pequeño apartamento en que vivía, aquel que ya conocía de memoria a causa de las numerosas veces que había acabado en él, más precisamente, en la cama dentro de él. — No, no, ¿qué estás diciendo? ¿Por qué no puedes? ¿Qué hice mal?

— No hiciste nada malo, Michael, es solo que... — Dean suspira, ¿cómo decirle todo lo que sentía sin causarle más dolor? A ninguno de los dos. — Hace poco conocí a alguien, Michael. Y creo que estoy enamorado de él. Por eso no puedo seguir viéndote.

— No es cierto, estás mintiendo, ¿verdad? — Dice el moreno, una risilla nerviosa escapando de entre sus labios.— ¿Verdad?

El rubio niega tristemente, Michael se deja caer sobre el sofá, más bien sus piernas ceden a su peso, obligándole a sentarse, llevándose las manos a la cabeza.

— No es cierto. — Repite. — No, ¿y qué hay de mí, Dean? ¿Qué hay de mí? Yo te lo di todo, ¡todo! ¡Me tomó meses conseguir estar contigo y luego llega él, a quien "hace poco" conociste y ahora dices que lo quieres! ¡No puedes estar hablando en serio, Dean! ¡Es ridículo! ¡Si querías dejar de verme simplemente podrías haberme dicho que te habías cansado de dormir conmigo, no tienes por qué mentir!

El rostro de Dean adopta una mueca de dolor.

— No estoy mintiendo. No podría, no a ti. Yo te quiero, Michael.

— ¿Entonces por qué? ¿Por qué me dejas por él?

— Tú no lo entiendes, él... — Dean lleva su mano hacia sus cortos cabellos rubios, peinándolos hacia atrás con sus dedos, no supo cómo describir aquello que Castiel le hacía sentir, no antes, no ahora. — Él, creo que él... me complementa, con él he sentido en dos días lo que nadie me ha hecho sentir en años. Ni siquiera tú. — Lo último lo agrega en un susurro, y la expresión de dolor en el rostro de Michael fue como un puñetazo directo hacia su estómago, sin embargo no iba a detenerse, no ahora.— ¿Sabes? Con él me siento amado, porque él ha sido la única persona que no se ha acercado a mí con algún tipo de interés personal, ni tampoco me ha mirado con lástima por lo que soy.

— ¡Yo jamás te miré con lástima!

— Pero tú solo querías acostarte conmigo.

— ¡Eso no...! — Michael se calla repentinamente, negando con su cabeza.— Eso no es cierto, ya no...

— Lo siento, Michael. Hasta aquí hemos llegado, realmente espero que Lucifer te haga feliz, hacen una buena pareja. — Dean sonríe un poco.— Es irónico, ¿sabes? Solía odiarlo, porque él podía tener lo que yo nunca tendría: a ti. Y con el tiempo me di cuenta de que tal vez era lo mejor, y lo he estado pensando; realmente te quiero, Michael, pero no de la forma que te gustaría, eres un gran amigo para mí.

—¡Los amigos no follan!

— Lo sé. — Replica Dean, con una débil sonrisa. — Supongo que comenzamos mal. Y lo siento, no volverá a pasar, solo quería asegurarme de que estabas bien.

— ¡Lárgate! — Exclama el moreno, levantándose de golpe, furioso.

— Adiós, Michael.

 

 


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