---Fer---
El día pasa sin que lo sepa, cuando me doy cuenta ya son las dos y media. Mis clases terminaron hace un rato, sólo espero por el entrenamiento de tochito. Por alguna razón, que no entiendo, me encuentro bajo el mismo árbol de esta mañana. Simplemente mis pies me trajeron aquí, bueno tal vez es porque es un lugar realmente relajante; cuando no vienen a molestarme, claro. Al igual que antes, trato de distraer mi mente con música. “Úsame cuando tú estado de ánimo no esté muy bien” la canción empieza lento y suave, a pesar de que sé que es algo difícil trato de seguirla. “Llévame por todos lados y cuando estés mejor olvídame” canto la letra, aunque mi voz es demasiado aguda y no logro llegar a algunas notas. Sin importarme eso, continúo. “Tuve un mal presentimiento ayer. Las nubes bajaron a ver cómo mis manos temblaron. Y mis piernas no pudieron correr” desafino y algunas frases me quedan cortas; me estoy frustrando. Cierro los ojos e intento concentrarme más en la música, trato de conservar la calma. “Perder el tiempo y no encontrarlo ni un momento. Porque el planeta va muy lento. Y a veces siento que me quiero bajar” siento que puedo lograrlo, mi voz suena más fluida. – Vaya que eres terrible – alguien interrumpe todo mi proceso. Al instante me quito los audífonos y volteo. El corazón me late muy rápido, odio que la gente me oiga cantar. Siento que voy explotar, mas su rostro presumido me hace detener el Kaboom para cambiarlo por una mirada de oído – ¡Cállate! – le grito enojada. Mi voz parece no inmutarla; pues permanece quieta, recargando su peso contra el árbol – Sólo digo la verdad, alguien debe decirlo – evita mi mirada, ¡Odio cuando cree que es mejor que yo! – ¡Cállate! – Repito – Sólo dices porque te crees mejor que los demás – defiendo mi orgullo herido. Brenda por fin regresa su mirada a mí; al verme sus ojos cambia, como si estuviera apenada. O al menos eso simula, pero sus palabras me dicen la verdad – No me creo, soy mejor – me saca la lengua apenas termina de hablar. Oírla decir eso hace que mi sangre hierva, tengo ganas de tomarla de la blusa y decirle todo lo que traigo atravesado. Sin embargo, me detengo a mí misma. “Respira” me obligo a calmarme, doy tres fuertes inhalaciones hasta que siento que mi enojo se ha ido… un poco.
– Sólo vete – suelto cansada. Sé que sigue molesta por lo de antes, ella misma me lo había dicho antes de irme, aun así creí que si me disculpaba sería… algo amable. “Ya ni porque me senté afuera de un baño sólo para pedirle perdón” me arrepiento de mi actuar. Y me arrepiento aún más cuando escucho su voz mandona decirme – Muévete – Podría no hacer caso, simplemente ignorarla. Mas no lo hago; en cambio ruedo los ojos y me arrimo. Ella se sienta a mí lado, no demasiado lejos pero tampoco demasiado cerca.
Por un tiempo, no sé exactamente cuánto, ninguna dice nada. Permanecemos calladas, pienso si debería hablar. “Ella fue la que se acercó ¿Por qué debería ser yo la que inicie la plática?” mi yo engreída sale al rescate, evitando que chingue más mí desprecio hacia Brenda. Aunque tampoco me atrevo a volver a ponerme los audífonos. Entonces oigo que susurra algo; mi curiosidad me gana – ¿Qué? – La volteo a ver, al igual que antes tiene los puños apretados – Lo siento – susurra apenas; esta vez si la escucho, pero decido molestarla un poco. – ¿Qué? – repito. – Lo siento – dice más alto – ¿Qué? – alzo más la voz, esperando que ella haga lo mismo – ¡Lo siento, carajo! – lo hace; me es inevitable reírme. Después del mal rato que me hizo pasar, me lo debía. – ¡Eres una idiota! – exclama molesta. – No más que tú, tarada – me burlo cuando logro controlarme. Pero, lo que sigue no me lo veo venir. Apenas termino de hablar, ella me propina otra cachetada. – ¡Oye! ¿En qué quedamos? – aunque no fue demasiado fuerte, me duele más por la sensibilidad de mis mejillas. Es su turno de reírse – Yo no prometí nada – suena engreída. De nuevo ruedo los ojos; enserio que es insoportable, no sé ni porque la ayudo. – Pero eso… Lo siento – encoge sus piernas, se ve más pequeña que lo usual. – Entiendo – es lo único que respondo, siento que no hay nada más que decir. Las palabras parecen escaparse de nuestros labios, es raro.
El silencio vuelvo, no sé porque no se va y ya. “Tal vez tiene algo más que decir…” veo como prende su celular y lo apaga. “Eso es extraño” pienso, mi curiosidad vuelve a hacer de las suyas. No obstante, antes de que pueda algo; ella toma mi teléfono, justo como esta mañana. Retrocede la canción, se pone un audífono y, antes de ponerle play, me ofrece el otro. Algo confundida lo acepto. La música comienza de nuevo; pienso que cantará el inicio, mas no lo hace, se mantiene callada. “Dile a todas tus amigas, escríbeles jajaja. Ahora que estás muy arriba y no sabes si pronto vas a bajar” canta saltándose las dos primeras estrofas. Luego vuelve a callar, espera otro poco. “Solo te quiero para que me digas lo que ya sé de mí. Llevarte hasta la cima del universo y dejarte ahí” No entiendo que hace, “¿Por qué no canta la canción completa?” me cuestiono. No es hasta la tercera vez que canta que lo entiendo. “Solo te quiero para que me quites el sueño. Y me prestes un par de secretos. Hasta que dejen de serlo y sean la verdad” Está cantando las partes que peor me salieron. Su voz suena dulce. No intenta imitar a la del cantante, sino que sigue su propio ritmo. Ahora entiendo un poco a lo que se refiere, en verdad que comparado con ella soy terrible; pero eso no es algo que vaya a decir.
Pauso la música – Perdona por detener tu concierto privado, es que comienza a irritarme tu voz – la molesto, se pone roja del enojo. Mas no me grita, es su turno de controlarse. – Ja ja ja – finge que se ríe – Sólo digo, no trates de tener la voz que no tienes. Tú voz es como es, acéptalo. – retira el audífono de su oído. – Ajam – de por si me cuesta admitir que tiene razón, no le daré el gusto de decirlo en voz alta. La veo de reojo, pienso que esta vez sí se irá; estoy muy equivocada. Ella permanece ahí, mira fijamente su celular. Sin embargo no lo desbloquea, sólo lo prende y apaga; una y otra vez. – ¿Qué tiene tu teléfono? – pregunto por fin. Ella reacciona, lo sé aunque no me mire. – Nada… – levanto una ceja, es una terrible mentirosa. – Sí claro, es sólo que te gusta ver como prende y apaga – ironizo; como siempre, eso la fastidia.
--- Brenda ---
Fer me mira inquisitiva, odio cuando se pone en modo detective. Aunque tampoco es como que yo sea una buena mentirosa. Me tiro contra el árbol, no sé porque no me fui antes. “Si tan sólo fuera menos cobarde” pienso en lo que compre hace un rato. Fernanda me sigue viendo en espera de mi respuesta. Sin embargo, antes de hacerlo, un recuerdo regresa a mi mente. Uno nada agradable.