---Fer---
No puedo desbloquearlo, cambié la contraseña – responde frunciendo el ceño, como si hubiera recordado algo desagradable. – Y… – no me hace caso, sigue prendiendo y apagando el teléfono. – ¿No la recuerdas? – apenas termino de hablar, deja lo que está haciendo para fulminarme con la mirada. – Ni siquiera recuerdo cuándo la cambie y tú quieres que sepa cuál es. ¡No hagas preguntas estúpidas! – me lanza su celular, por suerte lo evito y choca contra el pasto. “Así que no lo recuerda…” No digo nada, la verdad si fue una pregunta estúpida; en vez de eso, me estiro y lo recojo. – Ah – suelta un suspiro – Les pregunte a mis amigos que podría hacer; todos dicen que lo restaure a fábrica. Sólo que… no quiero – hunde sus cabezas en sus brazos y estira su mano esperando que se lo devuelva. Pero no se lo doy, esta vez yo lo prendo. Deslizo mi dedo, entonces el teclado aparece. Niego divertida, me da gracia que no recuerde nada. “¡Qué idiota!” pienso inevitablemente mientras un plan se fórmula en mi mente. – ¿Cuánto a que logro desbloquearlo? – apuesto, ella me mira incrédula. – ¿Qué te hace creer que puedes hacerlo? – Cuestiona, sonrió creída – Sólo… una corazonada – me mira desconfiado, mas termina cediendo; sabe que no tiene nada que perder. – Sí lo logro me dejarás de golpearme ¿Trato? – no pienso hacerlo gratis, eso es obvio. Brenda rueda los ojos – Sí lo logras, te dejaré que tú pongas la nueva contraseña – es sarcástica, sin embargo no puedo desaprovechar la oportunidad – Hecho, pero tendrás que mantener la contraseña que escoja por el resto del año. – estiro mi mano para cerrar nuestro trato, ella no se molesta en tomarla. – Lo que sea – se recuesta sobre el árbol – Ya verás – reto, segura de misma. Sin perder más tiempo ingreso las letras y lo desbloqueó – ¡En tu cara! – restriego el teléfono en su cara. Brenda me lo quita, se levanta de inmediato – ¿Qué? ¿Cómo? – lo mira con los ojos más abiertos que siempre, trata de entender como lo hice. – Eres predecible tarada – soplo mis uñas, se siente tan bien estar sobre ella. Me voltea a ver, no confía en mis palabras; así que decido darle una pequeña muestra de lo que digo. – La contraseña era Sandrabb, sino me crees ingrésala tú misma – achica sus ojos, aun así lo hace. Apaga el teléfono y mete la contraseña, no necesito verlo para saber que se vuelve a mostrar la pantalla de inicio.
Sigue igual que sorprendida que antes, una sonrisa amarga se cuela en su rostro. Me molesta esa sonrisa. – Me tengo que ir – comienza a caminar; la jalo de la mano – ¡Oye! Tenemos un acuerdo – me paro y estiro mi otro brazo, pidiéndole el celular. – Eso no sé vale. Yo… – trata de justificarse; no la voy a dejar. Antes de que reaccione, se lo quito y corro lejos de ella. – ¡Oye! ¡Regresa aquí! – sigo corriendo, a la par que modifico la seguridad. – Perdiste la apuesta – grito sin parar, doy vueltas alrededor del árbol. Apenas logro terminar cuando siento que me taclea, ambas caemos al suelo; ella sobre mí. Pierdo el sentido por un corto momento, pero cuando lo recupero siento que me muero de risa. Brenda sostiene mis brazos sobre mi cabeza, intentando recuperar su teléfono. Sin embargo, no se da cuenta que está restregándome cierta parte de su anatomía en mi cara. – Este… si quieres darme leche, hay otras formas – dijo pícaramente, apenas termino ella se detiene. Se quita de encima y, antes de que me siento por completo, me da otra bofetada – ¡Oye! También prometiste que dejarías de hacer eso – me sobo de nuevo. Enserio que a este paso parecerá que tengo paperas. Esta vez no dice nada, hasta se me quitaron las ganas de seguir hablando. Algo fastidiada de su actitud le entrego su teléfono de mala gana – Toma, la contraseña es tarada – admito que valió la pena por ponerle esa contraseña. – Son números – me muestra la pantalla, suelto un bufido. – Con números ta-ra-da – hago énfasis. Brenda me mira molesta, de nuevo no dice nada.
Pienso que esta por irse, esta vez sí. Sin embargo, sigue parada sin hacer nada; como esperando por algo. Verla así me molesta, no sé porque me choca que me ignoré. Estoy por gritarle o decirle algo, en el momento que saca algo de su mochila algo de bolsillo y me lo pone sobre mi mejilla. Esta fría, es una compresa de hielo. Su acción me descoloca “¿Hace cuánto que trae esto?” sostengo la bolsita sobre mi zona afectada. – No te creas demasiado, sólo pensé en lo qué dijiste – dice sin mirarme, su rostro esta volteado hacia el cielo. – Me voy – toma sus cosas y comienza a caminar; yo me quedo como idiota. – Por cierto… – detiene sus pasos – No basta con ensayar una vez para que la canción te salga. Debes hacerlo hasta que te hartes – declara antes de volver a caminar.
Se aleja rápido, casi corriendo diría yo. Mientras tanto me siento petrificada, me pregunto si algún día la entenderé; seguramente no. Cuando salgo de mi letargo miro el reloj, sólo faltan diez para mi entrenamiento. Pero antes de pararme, me pongo los audífonos por una última vez. Regreso de nuevo la misma canción. Sin embargo, esta vez no canto; o al menos no toda, espero una parte en específico. Una que nunca me puedo sacar de la cabeza “Estoy tratando de ocultarlo; que no puedo controlarlo. Me controla a mí, no me deja ver lo simple que puede ser. Todo el tiempo estoy pensando en el peor de los casos. Y a veces no me puedo contener. Dime ¿qué debo hacer?”