Su mente decía que no, que no era momento de dejarse llevar por el sentimentalismo deprimente y el recuerdo que pensar en fechas decembrinas le producía. No era momento de recordar que tan sólo se encontraba en el mundo ni cuánto sería capaz de dar por una pizca de amor, pero así como todas esas veces que había sucumbido al deseo innato de sentirse amado, terminó rindiéndose ante los magistrales encantos de Itachi. 

¿Por qué la gente persigue cosas que son imposibles de alcanzar?

Para Itachi, acostarse con Gaara era fácil. Lo difícil era el amor. Lo complicado era hacerle ver que sus sentimientos eran reales.

Caminaba solo, buscando una meta que parecía inalcanzable, una meta que ni siquiera era capaz de visualizar. Pero tenía una fe ciega, y quizá también estúpida, de que si se esforzaba un poco más,   quizá la meta se materializaría a lo lejos, frente a sus ojos, retándolo a llegar hasta ella.

Y por eso escribía.

Para que Gaara también aprendiera a amarle.

Aquella noche, como cualquier otra, era especial. Sasuke juró convertirse en Hokage por él, para ser él quién cumpliera el sueño que ahora el rubio se veía imposibilitado de lograr. Le besó tiernamente la frente mientras cuidadosamente lo hacía a un lado en la camilla para poder hacerse un espacio y dormir con él como ansiaba.

 Ésta vez, iba a ser justo como debía de haber sido desde el inicio.

Sabe que no es real. No lo niega, pero tampoco por ello le duele. ¿Quién no se ha perdido nunca en utopías donde todo parece ser perfecto, sin obstáculo alguno que impida la felicidad? Soñar, nos ayuda a creer en cosas que verdaderamente resultan imposibles. Él lo sabía perfectamente, porque vivía la mayoría del tiempo en un sueño estando despierto, en el que Sasuke le amaba sin miramiento alguno. Aunque, después de todo, un sueño no siempre terminaba por ser real.